un joven con vocación inicia su aprendizaje a través de la televisión;
observando entrenar a pugilistas en asistencias furtivas al gimnasio; o
“colándose” en la arena, estadio o en cuanto local exista en la cuadra, en el
barrio o en el pueblo en que se celebren programas. Así era en Cuba antes de
1961…
y lo mantendrá durante el tiempo que actúe como amateur, por lo general, poco.
profesional didáctica, filosófica y sicológicamente para perfilarlo de acuerdo
a un nivel mucho más exigente y de más clase, porque se paga. Por ejemplo,
materia absolutamente prohibida en el aficionismo, la defensa del profesional a
través del “waiving” o movimientos de torso, con el tren superior bajo hasta el
cinto y moviéndolo de izquierda a derecha (algunos lo llevan a las rodillas del
contrario casi). Eso, entre amateurs, es tabú: el boxeador, parado, invitando
al contrario a golpearle a la cara, porque son los únicos golpes que se
apuntan, vicio que genera el otro de apenas emplear el upper o el hook, una vez
que la pelea “infight” es improcedente porque no cuenta para el juez. ¿Resultado? Tres rounds con menos de 25 golpes tirados entre ambos pugilistas muchas veces.
los profesionales es en Cuba, por lo que tienen que hacer su “visión clásica a
seguir” de boxeadores que, cuando saltan, luego de 200 ó más peleas
aficionadas, todavía es común que eruditos digan: “necesita pulir esto o
aquello…”
boxeo profesional, los hacen poco interesantes o atractivos para el público,
que es quien debe gastar una pequeña fortuna de acuerdo a los tiempos, para
hacer rentable un programa de boxeo por la televisión de hoy.
Rigondeaux, con más fanfarria de gradería que brillo real, con una
estela de brillo olímpico impresionante, es un verdadero fracaso para el boxeo
profesional, precisamente, porque envejeció en el amateurismo; por tal razón,
logró todas esas medallas que hoy no le sirven para nada y que, viéndolo desde
un ángulo realista, le hacen daño, por lo que se espera de él y por lo poco que
tiene para ofrecer que cumpla con la expectativa, no con el público cubano de
nueva edición, que sabe poco y se fanatiza más, sino con el ajeno, que es quien
decide en qué lugar y cuándo puede pelear un boxeador por su “gancho para la
multitud”.
programas, sino en cualquiera de mala muerte.
retroceder sin ripostar y ese es el sello de Rigondeaux; por esa razón, en la
pelea contra Rico Ramos le quieren pagar menos que al boricua y no solo eso,
sino que el promotaje entendió que, por lo poco atractivo que resulta el
oriental, con un potaje de chícharos con chorizo y un batido de frutabomba
resolvían el problema.
que se ha visto aquí desde que se retiró Mantequilla Nápoles y Yuriorkis es una
máquina de tirar, más un novato predestinado al superestrellato de nombre Hairon Socarrás; todo lo demás es, sencillamente, “más cáscara que boniato…”
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