Cuando el 31 de julio del 2006 un asustado Carlos Valenciaga, entonces su secretario personal, leyó por televisión la Proclama de Fidel Castro donde por motivos de salud delegaba (“con carácter provisional”) sus cargos de máximo jefe del Partido, el Gobierno y el Estado, en la persona de Raúl Castro, el mundo entero se conmocionó y se desataron todas las alarmas.
Aunque no se recuerda tanto ya, Fidel Castro también delegó en esa proclama sus abstractas funciones de “impulsor principal” de los Programas Nacional e Internacional de Salud Pública, Nacional e Internacional de Educación, y Nacional de la Revolución Energética en Cuba y de colaboración con otros países en este ámbito. Tales “programas” eran la manera en que Fidel Castro se ocupaba de cosas que le interesaban, mientras relegaba las que no consideraba importantes, como la economía, la disciplina social, la deuda nacional, la productividad del trabajo o la institucionalidad del país.
Aunque el mundo se sobresaltó con este anuncio, y los “expertos” comenzaron con sus predicciones tremendistas, el único que realmente no se sorprendió fue Raúl Castro, que desde tiempo antes se venía preparando para la eventualidad de la falta de su hermano y Comandante en Jefe.
No por gusto en el mes de abril de ese año 2006 se había reconstituido a la carrera el Secretariado del Partido, y a finales de mayo de ese mismo año, pocos días antes del cumpleaños 75 de Raúl Castro, Granma publicaba un extenso trabajo titulado “Cercanía de Raúl”, escrito por dos de sus más fieles adláteres de siempre, donde se exaltaban las cualidades humanas y la visión del segundo al mando desde 1959.
Comenzaba a diseñarse la leyenda de “Raúl”, a secas, sin apellidos, como la de “Fidel”, como si fuera Julio César, Atila o Napoleón. Lo qué, por cierto, ha funcionado demasiado bien no solamente dentro de Cuba: tanto los corresponsales extranjeros en La Habana como en la prensa digital anticastrista se hace mención a “Raúl”, a secas, como si le conocieran de cerca de toda una vida.
Aunque el evento más probable que esperaban todos en ese 2006 era una inminente muerte del Comandante en Jefe, la situación de una grave enfermedad que no culminó en el deceso del máximo líder creó un escenario mucho más complejo, con Fidel Castro ni vivo ni muerto. Eso obligó a que la provisionalidad formal de delegación del poder se mantuviera por diecinueve meses (hasta febrero del 2008) en los cargos del Estado y el Gobierno, y por cuatro años y nueve meses (hasta abril del 2011) en el cargo de Primer Secretario del Partido.
A lo largo de esa Sucesión, la prensa extranjera se ha embelesado y deslumbrado con las autorizaciones de Raúl Castro para que los cubanos pudieran comprar teléfonos celulares y computadoras, alojarse en los hoteles cubanos antiguamente designados solamente para extranjeros, las autorizaciones para el desarrollo de actividades por cuenta propia, la excarcelación-deportación de prisioneros políticos y no tan políticos, después el anuncio sobre futuras autorizaciones (antes de fin de año) para compraventa de autos y viviendas, y mucho más reciente aún, el estudio de las regulaciones migratorias. (Aunque el general no concretó nada sobre este último punto, ya los “ojalateros” de siempre parece que se las saben todas al respecto, como si tuvieran fuentes confiables en el Consejo de Estado o en la Dirección de Inmigración y Extranjería del Ministerio del Interior).
En realidad, aunque esas decisiones muy novedosas para el último medio siglo cubano constituyen “noticia”, evidentemente, no son las cotas más profundas de los cambios que se están llevando a cabo y que pasan generalmente inadvertidos.
Miami, por su parte, nos asegura diariamente que “la vida sigue igual” en Cuba, y que el único cambio visible en el país es el aumento de una represión más sofisticada, nada más.
Cuando la Dra. Graziella Pogolotti, reconocida intelectual, autora, y veterana profesora en el campo de las artes y las letras, pero sin la más mínima trascendencia política en el país, escribe desde La Habana contra “la burocracia” en abstracto, cierta prensa digital comienza a alborotarse y algunos corresponsales extranjeros, para estar “en la onda”, se hacen eco de algo que a las veinticuatro horas nadie recuerda, y mucho menos en Cuba, donde buena parte de sus habitantes ni siquiera se enteraron de lo que en algún sitio digital escribió la profesora, y muchos no saben ni quién es ella.
El premio al clásico despiste, dicho así para ser generosos y no pensar en mala fe, se lo gana esta vez la corresponsal de una agencia de prensa extranjera en La Habana, que dice, sin siquiera sonrojarse, que la entrega de tierras en usufructo “causó sorpresa, pues hasta entonces el gobierno de la isla apostaba oficialmente por las grandes empresas agropecuarias estatales, que a veces no eran eficientes” [El subrayado es nuestro].
¿Así que a veces no eran eficientes? ¿Puede esta señora corresponsal de una respetable agencia de prensa internacional citar un solo ejemplo, uno solito, donde las empresas estatales en la agricultura cubana hayan sido eficientes? No es tanto lo que le pido frente a su estulticia: un solo ejemplo, nada más. Uno sólo.
Pero Raúl Castro ha hecho muchas más cosas y más importantes sin anunciarlo tanto, en el típico estilo militar, y hay muchos que todavía no acaban de darse cuenta de lo que está sucediendo y que siguen repitiendo, como en la canción, que en Cuba no pasa nada.
Pero, ¿es que acaso existe algún tipo de perestroika cubana? ¿es que acaso estamos en una transición a la democracia? No, no, nada de eso, de ninguna manera.
Sin embargo, se trata de decisiones y pasos concretos que no podemos estar ignorando perpetuamente, manteniéndonos aferrados a un inmovilismo analítico que no tiene nada que envidiarle al absurdo estereotipo que se mantiene a toda costa sobre la muy vetusta gerontocracia cubana como un todo, que podrán ser reaccionarios, pero no tontos.
En primer lugar, desde el mismísimo comienzo de su reinado-herencia, el ahora general-presidente y Primer Secretario del Partido tuvo que hacerse cargo del mando de un país caótico y en bancarrota con urgencia, pero ni a la carrera ni improvisando, pues estaba preparado para eso.
Por eso, sus primeros movimientos fueron dirigidos a consolidar su propio poder, cerrando filas con sus hombres de máxima confianza, y a la vez alejando discretamente y poco a poco a los “cuadros” de su hermano mayor:
Ya había diseñado desde mucho antes su aparato de gobierno para el nuevo escenario, confiando en sus leales de siempre: José Ramón Machado Ventura, después de Fidel Castro la persona en la que más confía, como su segundo; los Generales de Cuerpo de Ejército Julio Casas Regueiro, actualmente Ministro de las Fuerzas Armadas, Abelardo Colomé Ibarra (“Furry”), Ministro del Interior, Leopoldo Cintras Frías (“Polo”), ahora Viceministro Primero de las FAR, Álvaro López Miera, su “hijo adoptivo”, Jefe del Estado Mayor General; los Generales de División Carlos Fernández Gondín, Viceministro Primero del Interior y Jefe de los órganos de la Seguridad del Estado, Antonio Enrique Lussón, primero Jefe de Tropas Especiales y ahora Vicepresidente del Consejo de Ministros a cargo del transporte, Ulises Rosales del Toro, Vicepresidente del Consejo de Ministros a cargo de la agricultura y la industria azucarera, y el ex-oficial batistiano José Ramón Fernández Álvarez, Vicepresidente del Consejo de Ministros a cargo de Educación y Deportes. No es casual que todos, menos “el gallego” Fernández, sean veteranos de aquel Segundo Frente Oriental “Frank País”, bajo el mando de Raúl Castro, durante la lucha guerrillera.
Con el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés, antiguo adversario, supo negociar hábilmente y fumar la pipa de la paz, aunque todavía muchos en Miami siguen con la vieja sintonía de las diferencias entre ellos: primero lo elevó a Ministro de Informática y Comunicaciones, cargo estratégico, posteriormente a Vicepresidente del Consejo de Ministros y miembro del Buró Político, y en la actualidad mantiene todos esos cargos y es tercero al mando (formalmente), aunque muchos en Cuba aseguran que es el verdadero “número dos” del régimen, por encima de Machado Ventura.
A la vez, conviene recordar que para acompañar a Raúl Castro en las tareas delegadas, Fidel Castro había designado a José Ramón Machado Ventura, Esteban Lazo, José Ramón Balaguer, Carlos Lage, Felipe Pérez Roque y Francisco Soberón. De esos seis, poco a poco y sin demasiado alboroto, tres y medio están fuera del juego hace tiempo (Lage, Pérez Roque y Soberón), y Balaguer fue destituido como Ministro de Salud Pública y del Buró Político del Partido, aunque el general lo nombró en el Secretariado (al fin y al cabo, se trata de otro veterano del Segundo Frente).
Además, a su debido tiempo, “ascendió” a los tres Jefes de Ejército (Oriental, Central y Occidental) a Viceministros de las FAR (pero les quitó el mando de tropas) y designó en su lugar a generales más jóvenes y más capacitados, pero sin liderazgo efectivo entre los “históricos”.
Y también sustituyó al Jefe de la Dirección de Seguridad Personal del Ministerio del Interior, designó Jefe de su escolta a su nieto, y ubicó a su propio hijo, el Coronel Alejandro Castro Espín, como asesor del Consejo de Estado (es decir, de él mismo).
Varios de los “ahijados” predilectos de Fidel Castro, “hombres nuevos” del Comandante, fueron “tronados” y enviados a “otras funciones”: Además de los ya mencionados Carlos Lage y Felipe Pérez Roque, cayeron Otto Rivero, Vicepresidente del Consejo de Ministros para la “Batalla de Ideas”, que desapareció del escenario junto con tal “Batalla”; Hassan Pérez, segundo secretario de la Juventud Comunista, fue enviado como profesor a la Escuela de Cadetes; Carlos Valenciaga, secretario personal de Fidel Castro, trabaja en la actualidad en los sótanos de la Biblioteca Nacional; “Carlitos” Lage Codorniú, presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios, se esfumó de un día para otro, Conrado Hernández, “socio fuerte” y segundo de Carlos Lage cuando eran estudiantes, y luego representante de intereses del País Vasco en Cuba, cumple veinte años de cárcel por espionaje.
En otra dirección, Alejandro Roca, Ministro de la Industria Alimenticia durante más de treinta años, cumple quince años de cárcel por corrupción; el general Rogelio Acevedo fue destituido como presidente del Instituto de Aeronáutica Civil y su esposa procesada por malos manejos; Max Marambio, el “héroe” chileno de los tiempos de Salvador Allende, y su hermano Marcel, han sido condenados en rebeldía a prisión por malversación.
Varios miembros del Buró Político heredado, caracterizados popularmente por su mala gestión y elevado nivel de vida, fueron separados de sus cargos de gobierno y del partido desde antes del Congreso del Partido, y aunque el general declaró públicamente que siguen siendo “sus amigos”, todos están en cargos de bajísimo nivel, sin importancia.
Sin embargo, lo más importante de todo este tiempo es que, poco a poco, sin anuncios escandalosos, alborotos ni aspavientos de ningún tipo, Raúl Castro ha desmontado y ha ido dejando sin efecto proyectos medulares de su hermano mayor y de Che Guevara, que caracterizaron al “castrismo” durante casi medio siglo, y que han ido conformando, silenciosamente, el “neocastrismo” que hoy rige.
Una vez consolidado su poder personal a través de su visión política del “modelo” con el que deseaba gobernar, el General-presidente y Secretario hizo como había hecho durante casi medio siglo en las fuerzas armadas: nunca cuestionó el poder de “los históricos” al mando de las tropas, pero los envió a todos, sin excepción -incluso él mismo- a capacitarse en academias militares. Quienes no daban para eso, por incapacidad o irresponsabilidad, fueron inmediatamente retirados con honores por su historia combativa, y al momento enviados a la vida civil.
Simultáneamente, generaciones más jóvenes de militares, muchos de ellos sin ninguna participación en la lucha guerrillera, fueron capacitándose en el arte y la ciencia militar y ascendiendo, hasta ocupar hoy responsabilidades decisivas tanto en el aparato militar como en los servicios de seguridad, mientras “los históricos” han pasado a engrosar las filas de la muy venerable Asociación de Combatientes del Ejército Rebelde.
De tal forma, el General de Ejército ha ido desmontando, sin escándalo de ningún tipo, como acertadamente señala nuestro colega Lázaro González desde Canadá, a ritmo de rana hervida, es decir, poco a poco, para que no se note la modificación, los siguientes proyectos del Comandante en Jefe:
- El Grupo de Coordinación y Apoyo del Comandante en Jefe
- La “Revolución Energética”
- El “internacionalismo proletario”
- La “revolución educacional”
- La agricultura estatalizada
- La guerra contra los cuentapropistas y campesinos privados
- El mito del “pleno empleo” socialista
- La jerarquía de los cargos de Secretario del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros
- La “Mesa Redonda” de la televisión cubana: Raúl Castro nunca ha participado en ninguna emisión
- La consigna “Patria o Muerte. Venceremos”. Raúl Castro, al terminar sus discursos, dice: “Muchas gracias”.
A su vez, ha ido implementando un conjunto de medidas que ni son pocas ni son para nada intrascendentes, y que cada vez más convierten la “era de Fidel Castro” en historia antigua, aunque no se declare abiertamente ni nunca se hará evidente tan explícitamente.
Entre estas hay que señalar, sin pretender un orden de importancia en la exposición:
- Fortalecimiento de la institucionalidad, reorganización del Estado y el Gobierno, funcionamiento del Consejo de Ministros, y eliminación de estructuras paralelas creadas por Fidel Castro
- El llamado a cambiar el papel del partido comunista en la economía, que, aunque no sea cierto, cuestiona su base teórico-ideológica
§ Énfasis en el concepto de que el plan de la economía debe ajustarse a los recursos disponibles y no a los deseos del gobierno
- Fin de las cuentas bancarias exclusivas del Comandante en Jefe y del manejo del dinero del país como “mi dinero” para utilizarlo a discreción
- Eliminar los límites máximos del pago a los trabajadores por los resultados del trabajo
- Extensión de la edad para el retiro
- Anuncio del despido paulatino de hasta un millón trescientos mil trabajadores estatales cuyas actividades ni se justifican ni son rentables
- Nuevo nivel de relaciones positivas con la Iglesia Católica Cubana, el Vaticano, la comunidad judía y otras denominaciones religiosas en el país
- Renovación de mandatos y designación de nuevos dirigentes en los Comités Provinciales del Partido, los Poderes Populares Provinciales, la Unión de Jóvenes Comunistas y las organizaciones de masas
- Eliminación del trabajo voluntario, que a partir de ahora se mantendría solamente para situaciones de emergencia y desastres
- Reciente experimento en las dos provincias habaneras para separar el desempeño de los cargos de Presidente de las Asambleas Locales del Poder Popular y de sus respectivos Consejos de la Administración en personas diferentes
§ Fin de proyectos faraónicos enfocados exclusivamente a la gloria personal, como el “protestódromo” y el “museo” de Elián González
- Reprogramación de pagos de la deuda externa
- Autorización de la construcción de viviendas por cuenta propia y venta de materiales de construcción a los particulares
- Transformaciones organizativas estructurales y de funcionamiento en todo el sector agropecuario y azucarero, reduciendo el papel y volumen de las empresas estatales
- Entrega de tierras estatales ociosas (casi un 50% de las existentes) en usufructo a más de 150,000 personas y cooperativas
- Reciente rebaja (agosto 1) de hasta un 60% de los precios de los insumos para los usufructuarios de tierras ociosas
§ Medidas adicionales para el ahorro de portadores energéticos
- Inicio de un importante grupo de inversiones industriales y portuarias de carácter estratégico en cuanto al desarrollo futuro del país
- Elevar la cantidad de licencias para trabajadores por cuenta propia, alcanzando entre las antiguas y las nuevas a más de 300,000 personas
- Eliminación de subsidios y otros gastos insostenibles como sustitución de comedores y transportes obreros, con carácter experimental
- Arrendamiento de barberías, peluquerías, actividades gastronómicas y taxis a los antiguos empleados en esas actividades, de manera experimental y con la pretensión de ampliarlas a otros sectores, para reducir la propiedad estatal en las actividades minoristas
- Fin del igualitarismo absurdo y demagógico
- Fomento de la inversión extranjera y las empresas mixtas
- Incremento de 50 a 99 años el tiempo de usufructo de terrenos estatales a extranjeros para construcción de viviendas e instalaciones, en resorts deportivos y áreas económicas especiales
- Fin de las becas masivas y los internados y escuelas en el campo
- Fin del médico de la familia
- Fin del “campeonismo” deportivo
- Reorganización de la enseñanza, modificación de la estructura de carreras y de la cantidad de plazas en las universidades y la enseñanza media, aumento del número de alumnos de primaria por aula y erradicación paulatina de los llamados “profesores integrales”, otro desastroso invento de Fidel Castro
- Diversificación de las relaciones exteriores con énfasis en países productores de petróleo, para reducir la dependencia energética de la Venezuela de Chávez y en previsión de una ausencia de Chávez por pérdida del poder, enfermedad o muerte
- Intensificación de los proyectos de prospección y exploración petrolera en tierra y en la Zona Económica Exclusiva del Golfo de México.
Estas realidades se vieron conjugadas con un enfoque diferente de las relaciones con el régimen cubano por parte del actual Presidente de Estados Unidos, quien eliminó completamente todas las prohibiciones establecidas por su predecesor a los viajes de cubanoamericanos a su país de origen, flexibilizó las visitas de estadounidenses a la isla, liberó el envío de las remesas familiares hacia Cuba y autorizó a la compañía norteamericana Western Union a pagar al régimen en dólares USA y entregar a los cubanos pesos convertibles, y anuncia que vetaría cualquier legislación que se apruebe para eliminar o limitar los viajes de los cubanoamericanos a Cuba y el envío de remesas.
Aunque todas las acciones mencionadas en el párrafo anterior creaban condiciones favorables para un proceso de distensión de las relaciones del régimen con “el imperio”, la arbitraria detención del norteamericano Alan P Gross, su prolongado encarcelamiento por más de un año sin juicio, y el posterior juicio y condena a quince años de prisión, que fue ratificada recientemente por el Tribunal Supremo en la apelación, cerraron todas las puertas para avances ulteriores. En estos momentos, lo único que podría hacer el régimen en el caso Gross es otorgarle un indulto, lo que puede fácilmente hacer alegando razones humanitarias, pero esa decisión podría estar determinada por la respuesta del presidente Barack Obama si la enmienda propuesta por el congresista Mario Díaz-Balart para echar atrás a la época de George W Bush las remesas y viajes a Cuba prospera en el Congreso.
Como consecuencia, y con independencia de la evolución específica del caso Gross a partir de ahora, ¿se puede dudar que haya actualmente un escenario que resulta completamente diferente al existente en 2006, al momento de la enfermedad de Fidel Castro y su delegación de funciones “con carácter provisional” a Raúl Castro?
Sin embargo, con razón se señala que también es cierto que la represión contra cualquier opositor y contra la población en general, se ha incrementado y ha adquirido niveles que resultan mucho más sofisticados y crueles que en la etapa “fidelista”, desde detenciones por varias horas y golpizas por la más mínima señal de protesta, hasta permitir de manera impune la muerte de opositores en huelga de hambre o forzar al destierro sin regreso a opositores encarcelados.
En cierto sentido, eso resulta “lógico” si se analiza el tema poniéndose en los zapatos del dictador o de cualquier dictadura.
Si la base del poder totalitario en Cuba ha sido durante más de medio siglo la miseria y la pobreza generalizadas para todo el mundo, la sumisión absoluta, el temor a todo y la necesidad de dar explicaciones para todo, y al mismo tiempo convertir en “ilegales” todas las actividades elementales de la subsistencia del ser humano -desde viajar a comer carne de res, leer el libro que se desee, descansar en la casa un domingo o estudiar la carrera de preferencia- y en estos momentos, a causa de la terrible situación económica y social del país, que se encuentra “al borde del abismo”, resulta imprescindible aflojar cierta parte de esos mecanismos que garantizan el poder totalitario, sería “lógico”, desde la enfermiza y alienada percepción dictatorial, “compensar” las supuestas “libertades” que se entregan a la población a regañadientes con un “control” más sofisticado de la población.
Pero, ay, podríamos decir, eso no es democrático ni decente. Claro que no lo es, pero ¿a quién se le ocurre pensar que una dictadura de más de medio siglo podría actuar de una manera democrática o decente y mantenerse en el poder?
¿Hacia dónde va Cuba entonces?
La pregunta de hasta cuándo sería capaz de avanzar y hasta dónde llegar Raúl Castro con las reformas económicas contiene una trampa en sí misma: no hay manera de saberlo. Y, por otra parte, no puede olvidarse nunca que en el totalitarismo cubano, desde siempre, TODO ES POLÍTICO, y lo demás viene después. Los problemas de la economía en la Cuba totalitaria no son, nunca, problemas económicos: son problemas políticos.
Sin embargo, sin perder de vista lo anterior, es válido preguntarse: ¿una vez que se desatan los mecanismos de mercado en un país hay alguna manera de detenerlos? Y la respuesta a esta pregunta es muy clara: no, no hay manera de detenerlos.
Y como en Cuba totalitaria TODO ES POLÍTICO antes que todo, habría que preguntarse cómo es posible que se desate un mecanismo de mercado que de antemano se sabe que será imposible detener.
Y la respuesta es lóbrega: porque el neocastrismo ya entendió que es falsa la premisa de que otorgar determinado y limitado poder económico a las personas termina debilitando y derribando el poder político totalitario.
Todas las naciones “socialistas” que pasaron a la democracia lo hicieron no por haberle dado poder económico a sus ciudadanos, sino por el poder político que éstos lograron frente al comunismo.
Por el contrario, las naciones “socialistas” que han ido dando poder determinado económico muy bien dosificado y controlado a sus ciudadanos, pero sin permitir el más mínimo resquicio en el poder político, siguen siendo “socialistas”.
En otras palabras, tras la experiencia de China y Vietnam, el totalitarismo ya no le teme a la economía de mercado. No importa lo que se diga en los congresos de los partidos o la prensa oficial, que sólo es para entretener a ingenuos o corresponsales extranjeros. No se le teme a un McDonald’s con la foto de Fidel Castro como se le teme, todavía, a un cartel contra el gobierno, un preso político en huelga de hambre, o una manifestación callejera.
Se puede intentar demorar esos mecanismos de mercado, complicarlos, torpedearlos, dificultarlos, hacerlos engorrosos, regularlos, y todo lo que se intente, pero tarde o temprano se van imponiendo, como ha sucedido en China y en Vietnam.
Dicho de otra manera: el régimen ha desatado un mecanismo de reformas económicas que conduce, más tarde o más temprano, a la economía de mercado. De la misma manera que a los “paladares” se le permitieron primero doce sillas, posteriormente veinte, y en la actualidad hasta cincuenta, llegará el día en que no existían límites para eso, ni para muchas otras cosas. Porque eso ya no desvela al generalato cubano.
Nadie saque de los párrafos anteriores la conclusión de que el proyecto del régimen es llevar a Cuba hacia una economía capitalista, porque no es así. Con “paladares” y servicios de limpieza, tintorerías, albañilería y mecánica automotriz solamente, no se construye el capitalismo en la era de la globalización y la informática.
Mientras que las industrias del petróleo, níquel, electricidad, azucarera, de construcción de maquinarias, alimenticia, ligera, química, farmacéutica y biotecnológica, además de la actividad turística, la salud pública, la educación, los servicios al exterior, las construcciones fundamentales, la aviación, y el transporte ferroviario, sigan siendo monopolio del Estado, aunque en ocasiones el régimen lo comparta con inversionistas extranjeros, no habrá cambios decisivos ni dramáticos en la estructura de propiedad del país y, por lo tanto, en el sistema social imperante o en los mecanismos del poder.
Y para el financiamiento y funcionamiento de esos sectores no se cuenta ni con la producción ni con los aportes por impuestos y licencias de los cuentapropistas, sino con la mano abierta de Hugo Chávez y los ingresos netos en divisas que producen esos mismos sectores, fundamentalmente los servicios médicos al exterior, el níquel y el turismo..
Con las reformas económicas que se están ejecutando -donde son más trascendentes las medidas sin estridencia que se toman continuamente que todos los grandes anuncios que embelesan a la prensa extranjera- crecerán en el país relaciones de mercado que irán dinamizando los escalones básicos de la economía y permitirán un pequeño respiro a la población en general, y no solamente a los cuentapropistas o arrendadores de tierras, al aumentar la cantidad y calidad de la oferta, desarrollarse la competencia, y reducirse los precios en esos escalones que, aunque son los más básicos de la economía, resultan fundamentales para la vida cotidiana. Pero nada más.
Ya la realidad comienza a imponerse y enseñar a los cubanos determinadas reglas de la economía de mercado que no se pueden desconocer. Basta con tener una buena idea de negocios y un poco de recursos para comenzar: pero si se trata de sectores comerciales con bajas barreras de entrada, es decir, donde no es tan complicado comenzar un negocio, serán muchos los emprendedores que lo intentarán, como en los casos de expendios de alimentos o ventas de discos compactos y digitales, todos “piratas”, por supuesto.
En realidad, los nuevos cuentapropistas tendrán que aprender a golpes de fracasos que, por regla general, son más los pequeños negocios que quiebran durante los primeros dieciocho meses que los que logran mantenerse durante muchos años. Y a menos que los familiares en el exterior estén muy dispuestos a apoyar a los suyos en la Isla a pesar de reiterados fracasos, los nuevos emprendedores tienen el cielo como límite, pero a través de un camino empedrado de dificultades, esfuerzos y sacrificios: quienes piensen que se trata solamente de “coser y cantar” por cuenta propia, se verán frustrados más temprano que tarde.
Si a esa dura competencia que deben enfrentar se le suma la acción de los mecanismos regulatorios y fiscales que deben enfrentar los cuentapropistas, es evidente que no todos los que comienzan la carrera podrán llegar a la meta final. Y esto no es un fenómeno que se manifiesta exclusivamente en el totalitarismo cubano: sucede lo mismo en La Habana que en Hialeah, Lavapiés, el Paseo de Reforma, la Plaza del Silencio, la candonga de Luanda, la kasbah de Trípoli o los bazares de Teherán.
Y aprenderán, además, sin necesidad de leer a Peter Drucker, Ted Levitt, Michael Porter o la Harvard Business Review, o alcanzar un Master en Business Administration, que si no son capaces de crear productos o servicios con una calidad marcadamente superior a los de la competencia, o que se ofrezcan a un precio más conveniente para los clientes, no podrán diferenciarse y, gracias a esa diferencia, prosperar y desarrollarse.
Si tienen que devolver la licencia muy bien podrán echarle la culpa al régimen (aunque hayan comenzado conociendo las reglas del juego) o a fuerzas oscuras indeterminadas, pero el verdadero “culpable” sería ese mercado que, como Moscú, “no cree en lágrimas” y solamente premia a los más efectivos y los más eficientes, y castiga a todos los demás, lo mismo en Guantánamo que en San José, Beijing, Bujumbura, San Francisco, Montevideo, Ottawa, Varsovia, Pert, o cualquier lugar del mundo..
Si el auge del cuentapropismo se combinara con una mayor cantidad y estabilidad de las remesas de los cubanos en el exterior hacia sus familiares en el país, y tales remesas, o una parte de ellas, pueden destinarse, además de para el consumo de subsistencia, a la creación de un modesto capital de inversión y gestión, los cubanos de la Isla, o una parte de ellos, para ser exactos, podrán ver dentro de cierto tiempo modificaciones en sus niveles de vida, nada comparables a las de la vida en una economía de mercado moderna, pero trascendentes cuando se comparan con las condiciones actuales en el país.
Si a eso se le suma una transformación radical de los sistemas salariales y las nuevas formas de gestión cooperativa o individual de las actividades económicas anteriormente estatales, las transformaciones serán más profundas todavía.
Y, triste es tener que decirlo, si eso sucede, los reclamos políticos y por las libertades personales en el país tendrán mucha menos fuerza que la que hubieran tenido en caso de que se hubiera mantenido sin modificaciones el “fidelismo” tal y como existía al momento de la enfermedad de Fidel Castro.
Entonces, repitiendo la pregunta anterior: ¿hacia dónde va Cuba?
Lamentablemente, aunque el régimen insiste continuamente en que se trata de un proceso con características muy propias, todo parece indicar que se pretende avanzar hacia una mezcla de “modelo chino” cargado con mucha experiencia del “modelo vietnamita”. No por gusto, y sin mucho anuncio, se han sucedido las visitas de decenas de especialistas a la península indochina.
Y, como siempre, en ese socialismo tropical cubano, más bien parece que se transitará por un largo y tortuoso camino hacia un “modelo de barrio chino” habanero: lo que puede verse hoy, y siempre pudo verse, en el núcleo fundamental formado por las calles Zanja y Dragones, entre Galiano y Manrique, incluyendo el “teatro” Shangai, los casinos, las fondas, las tiendas mixtas, el dominó, las “sociedades recreativas y culturales”, el periódico Hua Man Sio Poh, los billetes de lotería, los bayuses aledaños, las bodegas, las farmacias con medicina natural y pomada china, las casas de empeño, la Cámara de Comercio, los helados de frutas, los puestos de verduras, los “trenes de lavado”, el cine Pacífico, y dos estaciones de policía muy cercanas polsiacaso, y todo eso a pocas cuadras de las tiendas más lujosas de La Habana: una lejana China que se reflejaba en su barrio en imitaciones casi reales y en realidades imitadas, curiosa China mitad de Chiang-Kai-Shek y mitad de Mao Tse Tung, donde imperaban los chinos, naturalmente, pero que se movían en las calles todo el tiempo entre blancos, negros y mulatos.
Barrio chino que resultaba una curiosa mezcla de arroz frito, congrí y arroz amarillo; de té, café con leche y Coca Cola; de chop-suey, lechón asaó y turrones; de ventrecha de pescado, tostones, y garbanzos; de sedas, yute y poliéster; de porcelanas, bisutería y material plástico; de alpargatas, zapatos Ingelmo y tennis US Keds; de bicicletas, Cadillacs y varias rutas de guagua; de bollitos de carita, fritas y hot dogs; de sombras chinescas, guaguancó y cine de relajo; y de chinos, negros, blancos, jabaos y gallegos, puro teatro bufo al aire libre, en plena calle y a toda hora (entonces, como New York, el barrio chino tampoco dormía). Todo eso a la vez, y mucho más, en un enclave fabuloso, misterioso y exótico, visitado por viandantes, transeúntes, delincuentes, trabajadores honestos, gitanas que leían la mano, propietarios de negocios, prostitutas, billeteros, militares, contrabandistas, policías, apuntadores de bolita, personas muy respetables, curiosos del patio, y por un número creciente de turistas extranjeros.
¿Cómo que usted no conoce el barrio chino habanero ni lo que significa, ni entiende los dos párrafos anteriores, ni sabe dónde están esas calles mencionadas o no ha transitado por ellas? Quién no sepa dónde se ubica exactamente ese perímetro habanero y lo qué representaba y representa, que trate de informarse lo más rápidamente posible.
Pero, mientras tanto, es recomendable que no intente venderse como “experto” en el tema cubano, porque nadie se lo va a poder tomar en serio.
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