El "manisero" llama dos veces
Antonio Arencibia
La visita del ex presidente Jimmy Carter a La Habana ha despertado grandes controversias. Como era de esperarse, la mayoría de los congresistas cubano-americanos de ambos partidos y muchas figuras del exilio histórico criticaron al también ex-productor de maní, antes, durante y después del viaje, incluyendo algunas declaraciones mucho más irrespetuosas que inteligentes o útiles.
Como dice un amigo, esa salida es “de cajón”, es decir, obvia, elemental, esperada. Aunque el viejo estadista norteamericano hubiese regresado con el contratista Alan Gross liberado, habrían aparecido los “peros”.
En cambio, la administración Obama no se pronuncia abiertamente, pero respalda la misión de Carter y apuesta por la realpolitik, confiando en que sus encuentros públicos y privados en Cuba ayuden a impulsar los intereses de Estados Unidos.
Aunque el viaje responde a una invitación de Raúl Castro, consensuada con su hermano, ha quedado claro también que llegó la advertencia de que “Cuba no es Corea del Norte” y que el caso de Gross no iba a tener igual solución que el del maestro norteamericano Aijalon M. Gomes, liberado por Pyongyang en agosto del 2010, y entregado personalmente al ex presidente demócrata para su regreso a Estados Unidos.
No es que el régimen se quiera hacer más duro que sus camaradas norcoreanos, es que son dos situaciones diferentes.
Alan Gross acaba de ser condenado a largos años de prisión, aunque lleva muchos meses de detención, acusado de entregar equipos que le fueron chequeados y autorizada su introducción en Cuba por los funcionarios castristas de Aduanas e Inmigración. Por su parte, el joven educador de Boston fue juzgado y condenado a ocho años de cárcel en poco más de dos meses, por entrar ilegalmente en Corea del Norte, pero la situación internacional cobró de inmediato gran tensión cuando el gobierno comunista hundió el buque Cheonan causando la muerte de 46 marinos de la armada de Corea del Sur.
La diferencia estriba en que una acción militar de la envergadura de la norcoreana es inconcebible por parte de La Habana desde hace años, por eso esperaron hasta el quinto viaje a Cuba de Alan Gross para detenerlo y condenarlo. Con esto obtienen una baza en su proyecto de intercambiarlo, de forma directa o indirecta, por “los Cinco”, es decir los agentes del régimen convictos por espionaje en Estados Unidos.
Pedir el oro y el moro
En los encuentros con Carter, Raúl Castro puede haber pedido -como dice el refrán- “el oro y el moro”, y el enviado extraoficial de la administración Obama, habrá sonreído sin responder, como quien asiste a una subasta, pero tiene instrucciones de no comprar.
Su mejor excusa para no comprometerse fue insistir en el carácter privado de su visita, lo que no satisfizo a los espectadores que a ambos lados de las clásicas “90 millas” vieron las banderas de los dos países en el salón de entrevistas del “Palacio de la Revolución”, ni a los que sabían que antes de partir de viaje el expresidente se había reunido con la Secretaria de Estado Hillary Clinton y con el Asesor de Seguridad Nacional, Thomas Donilon.
Jimmy Carter estaba consciente de que le iban a otorgar un tratamiento excepcional, como en el 2002, cuando pudo defender públicamente el proyecto Varela y el régimen no censuró sus palabras. Ahora repitió la dosis y en el periódico Granma aparecieron estas declaraciones:
Yo espero que en el futuro (…) haya una completa libertad para que todos los cubanos puedan expresarse, reunirse y viajen, según las normas internacionales de los derechos humanos que se apliquen en Cuba. (…) [M]e reuní esta mañana con algunos de los grupos que critican al gobierno cubano, y espero, en gran medida, que en el futuro algunas de sus quejas reciban una respuesta por parte del gobierno. Me reuní con alrededor de 12 de los prisioneros que fueron liberados por orden del presidente Raúl Castro y con el auspicio del Cardenal. Evidentemente, ellos quisieran ver a otros que regresen desde España o a otros lugares.
Aunque la reunión con Carter ayuda momentáneamente a los disidentes, al cabo de unos días se va a imponer la política de demonización de sus integrantes en los medios oficiales, ahora centrada de manera especial en los bloggers independientes, en el marco de la campaña montada por el régimen sobre lo que llaman “ciberguerra”.
Por otra parte, es significativa la diferencia de enfoques entre estos visitantes al expresidente con relación al tema de los problemas del país y las eventuales vías para su solución, según se desprende de las diversas declaraciones realizadas por los opositores al término de la reunión con el ilustre visitante.
Tampoco esquivó Carter lo que parecía a muchos -especialmente al pueblo desinformado y al exilio más militante-, el tema más candente de la visita, y lo abordó de la forma siguiente:
Me reuní con dos de las madres de los prisioneros y tres de las esposas de los prisioneros y expresé mis sentimientos a ellas, y espero que en el futuro sean liberados, según el derecho estadounidense.
También esta mañana pude reunirme con Alan Gross, un hombre que pienso es inocente de ser una amenaza seria para el pueblo y el gobierno cubanos; ha sido sentenciado a una larga sentencia en prisión, y espero que él también pronto sea liberado.
En negrita he resaltado el “cantinfleo” con el que Carter dijo y no dijo, tratando de complacer en este asunto tanto a los Castro como a su propio gobierno, con lo que demostró, de paso, que no es ningún improvisado como negociador.
Dos “amigos” y el verdadero mensaje
Casi al final de la visita, el estadista norteamericano fue recibido por Fidel Castro, quien rápidamente escribió una reflexión, que hipócritamente tituló “El desastre de Japón y la visita de un amigo”.
A pesar de los gestos conciliadores de Carter con el régimen durante su presidencia, cuando el Comandante le convoyó con locos y criminales el éxodo por el Mariel en 1980 se esfumaron sus pocas esperanzas de reelección.
Si la honestidad fuera un imprescindible componente de la política, el escrito de Castro debería haberse titulado “La visita del enviado del imperio al desastre de Cuba”.
Pero no se le puede pedir mucho al anciano escribidor: manipula los textos a su antojo, y confunde la capital de Georgia con el nombre del estado natal de quien lo visita.
Lo que verdaderamente llama la atención es que Raúl Castro no impida siquiera los errores garrafales en los escritos de su hermano, o que al menos no los mande a arreglar.
Es como si quisiera que siga haciendo el ridículo.
Todavía hay quienes aseguran que mientras Fidel Castro viva seguirá mandando, confundiendo “mandar” con “fastidiar”, y valga el eufemismo, en aras de las buenas costumbres.
El general-presidente está con el agua al cuello con el tsunami que le dejó el hermano, pero también lo ha convencido de que es preferible, antes de caerse, poner una cerquita de capitalismo al borde del abismo, para lo cual hay que negociar con el enemigo, que es quien tiene los materiales: de eso habló bastante en las más de seis horas de reuniones con Jimmy Carter.
La visita de Carter al viejo tirano fue de cortesía, y tuvo que soportarle sus interminables peroratas. En la mayoría de las fotos sobre ese encuentro es el Comandante quien tiene la palabra, mientras el visitante escucha pacientemente. Luego, el expresidente lo resumió en un párrafo de su informe oficial público, donde escribe que lo encontró
“con vigor, alerta y especialmente interesado en seguir largos informes de la prensa sobre temas de su elección”.
De paso, hay que apuntar que nadie en su sano juicio puede entender cómo las diatribas que destila Fidel Castro sistemáticamente contra el presidente Obama puedan ayudar al mejoramiento de relaciones con Estados Unidos.
Antes de regresar, Jimmy Carter anunció que informaría a la administración demócrata “asuntos más confidenciales” que solo debe compartir con los más altos funcionarios de su país.
El sábado 2 de abril el ex presidente hizo público un detallado informe sobre su visita a Cuba, dejando poco margen para imaginar qué asuntos confidenciales” comunicaría a la Casa Blanca.
Estas parecen ser las sugerencias y conclusiones de su viaje, según su informe:
- no habrá intercambio de Gross por los espías condenados, y deben seguir curso las nuevas apelaciones del que cumple cadena perpetua
- tras la apelación de Alan Gross se podría producir su liberación
- que como resultado se saque al régimen de la lista de países terroristas, como se hizo con Corea del Norte cuando devolvió a varios norteamericanos presos
- que como el presidente no puede eliminar la ley Helms-Burton, suspenda por orden ejecutiva algunos acápites de la misma, facilitando transacciones monetarias hacia Cuba a bancos extranjeros (esto podría incluir que garanticen contratos de compra de mercancías norteamericanas autorizadas, sustituyendo el pago previo al embarque vigente desde 2001 -conocido como cash in advance-, por métodos de pago no inmediato)
- el régimen solicita sean restringidos, mediante mayor supervisión o recorte, los fondos de promoción de la democracia en Cuba autorizados por la ley Helms- Burton, lo que está tratando de emprender, por iniciativa propia, John Kerry en el Senado norteamericano
- que se inicien contactos diplomáticos regulares de los funcionarios de la SINA con altos dirigentes del régimen
Aunque en política siempre puede haber sorpresas, no es improbable que Carter sea portador de algunas propuestas de La Habana sobre asuntos de interés para ambos países, como, por ejemplo, la autorización a empresas petroleras de facilitar asesoramiento, equipos y servicios de emergencia por eventuales derrames petroleros en perforaciones en aguas profundas de Cuba.
Tampoco se puede descartar que el régimen se comprometa a favorecer con disposiciones aduaneras no excesivas la llegada de visitantes de Estados Unidos en trasbordadores (“ferries”) con sus autos privados y un volumen mayor de equipaje y regalos.
Y también Carter transmitirá lo que le dijo Raúl Castro le mencionó sobre un proyecto del discurso que va a pronunciar en el Congreso del Partido, donde se marcará un cauteloso movimiento hacia la reducción del control del Estado en la agricultura, comercio y servicios.
El “manisero” se va
El “manisero” de Georgia ha vuelto a tocar la puerta en un momento distinto, y esta vez le abre quien le invitó: Raúl Castro. Mientras, allá en el fondo, Fidel Castro es el abuelo matraquilloso que se la pasa opinando de todo, y vive apartado de la realidad.
En Cuba hay temores, pero también cierta esperanza por los cambios que aprobará el Congreso de abril.
Del lado contrario, allende el Estrecho de la Florida, hay decenas y decenas de miles de “marielitos” que deben la oportunidad de una nueva vida a Jimmy Carter; hay también muchos balseros que hicieron con suerte el arriesgado cruce marítimo, y también hay muchos miles de los beneficiados con el “bombo” de 20,000 visas anuales que estableció Bill Clinton. Casi todos tienen familias en la Isla; y los que se puedan reunificar con ellas en Estados Unidos, lo harán. Otros, quisieran ayudarlas no solo a consumir, sino a que puedan sostenerse en provecho propio.
Estas fuerzas son factores que confluyen a favor del cambio en las condiciones económicas de grandes grupos de población en Cuba, y también aceleran la comunicación constante entre los cubanos, rompiendo el viejo esquema del aislamiento en dos realidades diferentes y excluyentes. Así se debilita el discurso extremista y se propicia el diálogo.
Parece que al fin algo se está moviendo en la Isla, no es la libertad que quisiéramos, pero empieza un cambio.
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