¿Cuba está cambiando?
Aclaración imprescindible: el siguiente texto no tiene la pretensión de una exhaustiva investigación periodística, ni mucho menos. Son los datos y las impresiones que recogió un argentino cualquiera -periodista, a fin de cuentas- en su viaje a Cuba, a principios de este año. Recorrido que incluyó, sobre todo, mucha caminata por La Habana y otros barrios periféricos para hablar cara a cara con su gente, escuchar su canto, comer sus comidas, oler sus olores y, también, presenciar de cerca sus padecimientos. Para ver en qué anda esta isla hecha mito por Fidel castro y "El Che" Guevara hace más de 50 años.
Muchos que nunca visitaron ese pequeño país tienen, probablemente, la típica postal de un pueblo que sufre horrores; de largas colas para conseguir un jabón; de jineteras ofreciendo sus cuerpos por pocos dólares en cada esquina; de la trova, como casi única expresión musical. Debo decir, de entrada, que, por estos días, esa postal cambió bastante y que hay muchas cosas que se modificaron en esta isla, que sigue conducida por un Fidel en jogging y su hermano menor, Raúl Modesto Castro Ruz, con uniforme militar. Si se tiene en cuenta esa versión que nos contaron quienes viajaron hace un tiempo, se podría asegurar que hay una "nueva Cuba". Si esta nueva versión es impulsada por el abandono de sus viejos "socios" comunistas en desgracia; si es porque Raúl no es Fidel; si es porque las nuevas generaciones traen cambios inevitables; si es por todo eso junto, no me corresponde a mí abordarlo: no soy analista político para meterme en esos asuntos.
En la Cuba de hoy conviven (muchas veces en un mismo barrio) personas que tienen su teléfono celular, con otros que no tienen ni teléfono fijo. Taxistas manejando un Chevrolet de la década del 50, con otros que conducen autos último modelo. Gente que sólo tiene un turbo ventilador para refrescarse, pero muchos con aire acondicionado, en plena Habana (no serán modernos splits, pero enfrían perfectamente). Se me dirá que es justamente la contratara del espíritu de aquella revolución que propugnaba la absoluta igualdad para todos. Es probable, aunque la mayoría de los cubanos aprueba estos lentos cambios, aburridos de ver una camarita de fotos sólo en manos de los turistas.
Uno de los símbolos de esta incipiente transformación es el llamado CUC (Peso cubano convertible). Es la moneda con la que se manejan los turistas, que representan el principal ingreso para la economía de la isla. El CUC vale más caro que el dólar (al recién llegado, a cambio de 100 dólares le dan unos 80 CUC). Los cubanos que tienen acceso a esa moneda convertible, porque trabajan en el área de servicios al turista (el taxista, el que trabaja en un hotel, el que tiene un local comercial, el que maneja una bici-taxi -obviamente, a pedales- o el que alquila su casa particular a viajantes extranjeros, tiene acceso a un ingreso mucho más interesante, como si fuera en dólares. Si se tiene en cuenta que Cuba recibe anualmente más de 2.500.000 turistas, este nuevo peso convertible y caro, se "derrama" en gran parte de la población. Y puede pasarles, como a Roger (el muchacho que me recibe para alcanzarme hasta el hotel) quien tiene, como me cuenta, desde celular y un televisor color en su casa, hasta ropa que el envidiarían en Palermo Soho.
En la Cuba de hoy ya no está tan mal visto el cuentapropismo: cada vez son más los que se animan a poner una tienda de ropa en una feria, a hacer de remís o a poner un negocio de venta de frutas. Dato importante: los taxistas que manejan autos nuevos (proporcionados por el Estado) o los que tienen un negocio que atiende al turismo, comparten sus ganancias con el Estado. Eso es inconmovible: en Cuba, el estado sigue dirigiéndolo todo.
¿Cómo vive, mientras, el cubano más de a pie, que se arregla con la mensualidad básica? A partir de los 18 años, tienen lo que llaman la "Libreta de consumo", que les permite proveerse de los productos básicos para un pasar, digamos, austero. Aceite, arroz, azúcar, legumbres, algo de medicamentos, como para satisfacer las necesidades básicas. Cobran, además, un salario de unos 350 pesos cubanos (son nada más que unos 10 dólares, pero que en el mercado local les permite ir varias veces a un supermercado y, con suerte, comprar algo de ropa). En esa franja de la población (todavía la mayoría) la pobreza cunde. Nada que no conozcamos en nuestro conurbano más pobre o en zonas del interior de la Argentina, pero pobreza al fin. Tienen "escuadrones" (así los llaman) de hombres dedicados a la construcción, que están para paliar la eterna crisis de vivienda, levantando monoblocks, pensados para alojar a decenas de miles de cubanos, durante este año.
En el país de Fidel, ya se sabe, no hay elecciones. O,si las hay, se remiten a consultas que van renovando autoridades a nivel comunal, o especies de alcaldes en diferentes ciudades. Lo que puede resultar extraño es que, si se consulta a la mayoría de los cubanos de a pie, no parece ser un tema que los desvele. Quizá porque más de cincuenta años bajo el mismo sistema político los desmotivó. Quizá porque muchos, incluso los más jóvenes, sigan pensando que "con otro sistema político, estaríamos destinados a ser otro Haití". Y, por supuesto, porque en Cuba sigue siendo complicado pensar diferente. De todas formas, hay cada vez más manifestaciones que, en otras épocas, hubieran sido impensables. Se ven distintas actividades de lo que ellos llaman la "resistencia cívica no-violenta" Entre ellas se destacan "Las Damas de Blanco", mujeres que reclaman por familiares que fueron detenidos o que debieron exiliarse. Estas mujeres se manifiestan por el barrio El Vedado, en pleno centro de La Habana, y se reúnen todos los domingos en la Iglesia Santa Rita, en el barrio Miramar, en La Habana (hasta tienen un sitio de internet: www.damasdeblanco.com). También avanza un proyecto de bibliotecas independientes, que ya cuenta con 135 centros en la isla; incipientes protestas de disidentes en el malecón y hasta algunos "cacerolazos".
El rock, considerado durante mucho tiempo en Cuba como una especie de "diversionismo ideológico", también crece día a día. Hay cada vez más bandas locales, con espacios en donde actúan. Hipnosis, parece ser la que más convoca. Y Porno para Ricardo (así se llama), la que más dolores de cabeza le provoca al gobierno. Sus canciones son, directamente, de protesta contra el poder de los Castro (tienen un ejemplo en esta dirección de YouTube: http://www.youtube.com/watch?v=E4Rp5kz8ImM
Su líder, el rockero cubano Gorki Aguila (que, creo, debe detestar a Silvio Rodríguez y a Pablo Milanés) llegó a ser detenido, hace dos años, por "peligrosidad predelictiva". Pero fue liberado y sigue tocando. Antes de cada show sale al aire por Radio Martí, donde dice, por ejemplo: "Vengan tranquilos al show, aunque sabemos que va a haber mucha polícía vigilando" o "El comunismo fracasó". Aguila y sus banda llegaron a tocar, el año pasado, a modo de símbolo... ¡en la casa de un disidente político! Algunos síntomas de cambio en la isla, donde, se sabe, tanto las manifestaciones callejeras como los "rockeros de protesta" fueron, por años, prohibidos o silenciados. ¿Delito? Muy poco, al menos, comparado con los índices de la Argentina, por ejemplo. Hay muchos casos de "carteristas", que roban billeteras a bordo de las guaguazas, viejos ómnibus que explotan de gente trabajadora, en las horas pico. No existe, casi, el asesinato vinculado al robo. Sólo algunos casos de crímenes más bien de índole personal. En Cuba es muy fuerte el estado de prevención del delito. Y se mantiene vigente el poder de arrestar a una persona por "peligrosidad", basándose sólo en la sospecha que el individuo podría cometer un delito. Esto parece haberse hecho un poco más riguroso con las "jineteras" o simples muchachos, que pueden recibir una multa si son sorprendidos "merodeando" a un turista.
Lo mejor que tiene Cuba para mostrar parece mantenerse intacto. La excelencia de los profesionales de la medicina no sólo sigue vigente, sino que sigue siendo una de las áreas donde hay mayor inversión. Tienen un polo científico donde trabajan decenas de miles de profesionales, investigando enfermedades como el HIV o descubriendo vacunas que, en muchos casos, después son utilizadas en otros países. Y están ayudando a desarrollar la industria farmacéutica a países como Bolivia y Venezuela. Lo mismo ocurre, ya lo sabemos, con la educación. La mayoría de los cubanos están obligados a cursar al menos 12 años de escuela: lo que para nosotros sería el ciclo primario-secundario completo. Independientemente de los que después se perfeccionen en alguna universidad que, por supuesto, es invariablemente gratuita. Eso se nota claramente, recorriendo las calles de La Habana: el cubano más humilde tiene un trato, unos modales y una riqueza de lenguaje que maravillan.
Otro dato para destacar es un hábito que parece ser una marca en su orillo: el aseo y la pulcritud, hasta en las ropas más modestas. Los chicos que van y vienen de la escuela lucen impecables. Los cubanos no parecen concebir otra cosa.
Las manifestaciones críticas de la calle o en algunos artistas no se trasladaron a la prensa. Los medios independiente no existen. Los periódicos de papel (Granma y Juventud rebelde) no son más que propaganda de acciones de gobierno. Y la televisión es más o menos igual. Un poco menos la radio, donde a veces se escucha alguna voz disonante.
En la calle, cada 5 ó 6 cuadras, invariablemente aparece un enorme cartel recordando, por ejemplo, que "Diez horas de bloqueo equivalen a diez máquinas braille menos para nuestros ciegos", refrescándole a los cubanos las limitaciones que sufren a causa de las sanciones económicas impuestas por los Estados Unidos.
Y, cada vez que tienen una excusa, cantan. En cualquier esquina, y como de la nada, en cualquier momento aparecen una guitarra, un bongó y surge un mambo, una salsa, o hasta algún bolero. En el último show callejero que vi, antes de irme, a metros de La bodeguita del Medio, quizá en consonancia con estos vientos nuevos en Cuba, los muchachos del grupo cerraron con Yesterday, de Los Beatles.
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