Ahora logramos reunirnos aquí, en este paisaje frio. Y trabajamos largas horas en mi taller, mientras afuera hacía 20 grados bajo cero. Hablamos de cosas intranscendentes y profundas mientras le dábamos vueltas y vueltas a un trozo de madera, buscando la mejor forma de cortarlo. Taladramos, pusimos tornillos y tomamos café y ron cubano.
Esta mañana se fue para allá abajo.
¡Quien sabe cuando volvamos a vernos!
De no haber sido por la guerra de Fidel contra los Estados Unidos, los dos viviríamos en Cuba y nos veríamos todas las semanas. Es nuestro derecho.
Pero millones de derechos como ese, nos fueron arrancados para ensayar una idea absurda.
Que no funcionó.
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