Opiniones respetables, fundamentadas, razonadas, profundas: pero todas pecan del mismo mal. El mal de querer razonar lógicamente en Macondo, donde Remedios la Bella sube al cielo, un aguacero dura cuatro años, once meses y veintinueve días, y Fidel Castro declara orgulloso que en Cuba, a diferencia de Estados Unidos, no es difícil decidir por quien votar. Lo cual constituye, dice, ejemplo perfecto de democracia.
A diferencia de lo habitual, asumo en exclusiva la responsabilidad personal por este análisis, sin involucrar de conjunto a El Think-Tank de Cubanálisis. No porque haya discrepancias en los análisis, ni porque este documento no se circule internamente para discusión antes de ser publicado, sino porque quiero escribir esta vez sobre el tema de la personalidad de Fidel Castro basado en instintos y seguimiento del tema por décadas, más que por puro razonamiento analítico. Y también, a diferencia de lo habitual, me escurro del lenguaje impersonal para razonar en primera persona.
Hace más de diecisiete meses Fidel Castro está fuera del juego, sin posibilidades físicas, de salud, de retomar el poder. Pero se aferra a él con manos y pies, uñas y dientes: no puede concebir un país donde él no sea el máximo líder y la máxima autoridad, porque para eso el diseñó a Cuba durante años y años.
Ni un minuto antes abandonar el poder. Morir en cama, sin combates, pero con las botas puestas, o con los “popis” puestos. Quien vivió por y para el poder total y vitalicio, no lo cederá cuando falta tan poco para lograrlo. ¿Absurdo? Claro: ¿Qué no ha sido absurdo en la historia de esta revolución en Cuba? ¿Por qué deberíamos ahora, al final del juego, en el momento de recoger guantes y bates, ir a la racionalidad?
Y lo más triste de todo: la Cuba oficial no sabe qué hacer ni cómo funcionar sin Fidel Castro: no pueden jubilarlo, aunque quisieran, sencillamente porque no saben vivir sin él.
Olvidemos los cantos de sirena de una reforma constitucional para crearle a Fidel Castro un cargo simbólico, retórico, protocolar, algo así como Abuelo Sabio, según Evo Morales, El Padre de Todos Nosotros, según Raúl Castro, o el Macaco Mayor, al decir de Hugo Chávez. Jerarquías no reconocidas internacionalmente no le interesan al Gran Intimidador, nunca le interesaron. El jefe es jefe aunque esté en calzoncillos, reza la cultura militar cubana.
Reformar la Constitución no sería problema en Cuba. Veinte minutos bastarían en la siempre unánime Asamblea Nacional del Poder Popular para hacerlo. Bastaría que Raúl Castro lo proponga. En pocos días de mucho alboroto, como respuesta al Proyecto Varela, hace algunos años se modificó la constitución y se proclamó al socialismo “irreversible” con la firma de ocho millones de cubanos. ¿Cuánto demoraría “convencer” a 612 diputados, (Fidel Castro como Gran Ausente, más Raúl Castro que haga la propuesta, más los otros suman 614)?
No importa lo que piensen los otros 612 diputados, ni la totalidad de los militantes del Partido Comunista de Cuba, ni siquiera la población cubana, ni los gobiernos extranjeros, ni eso que llaman la opinión pública internacional y que nadie sabe qué es. La Constitución en Cuba sólo será reformada si Fidel Castro quiere, cuando Fidel Castro quiera, y en los temas que Fidel Castro quiera.
Y para hacerlo sería necesario que Fidel Castro aceptara voluntariamente, al final de su vida, ceder el poder por el que ha vivido y que ha sido su única razón de ser. El presidente ecuatoriano Rafael Correa quiere ver en Fidel Castro al líder sacrificado por su pueblo, que no se retira porque no lo dejan, “sufriendo” el poder por décadas. El mismo cuento de Ignacio Ramonet Pero eso es paisaje.
Si la reelección vitalicia no hubiera existido, Fidel Castro la hubiera inventado. Así de fácil. La revolución, el marxismo leninismo, el socialismo, el comunismo, no son más que la escenografía, el adorno para justificar el poder absoluto y vitalicio.
Si para ello hubiera sido necesario el fascismo, el nazismo, el nihilismo o el guaguancó, hubiera sido igual. Si el Vaticano hubiera favorecido en los gobiernos, como en los Papas, el poder vitalicio, y hubiera tenido petróleo, todos en Cuba serían hoy monaguillos.
Por si todo eso no bastara, la formalidad del cargo de Jefe de Estado le otorga inmunidad ante la justicia internacional, lo que no haría un cargo simbólico, por lo que de ser simbólica su posición podría ser demandado en tribunales. No se trata de que George W Bush o José Luis Rodríguez Zapatero ordenen a sus fuerzas armadas organizar una operación comando para llevar al Comandante en Cama ante los tribunales, lo que nunca harán, pero el tránsito de estadista a villano proscrito sería humillante para su desmesurado ego.
¿Carlos Lage jefe de gobierno? ¿Y, mientras tanto, los “históricos” jugando dominó, comiendo “machoasaó” y bebiendo Havana Club, pero segundones en el poder? Siempre se dice que el único “mérito” reconocido a Felipe Pérez Roque es que resulta el más fiel intérprete del pensamiento del Comandante. Todos aquellos sesudos que repiten eso como único argumento, ¿se han preguntado cuales son los méritos y las capacidades de Carlos Lage?
Médico venido a menos, como tantos otros en un país que siempre ha sido de “generales y doctores”, pomposamente bautizado “arquitecto de las reformas” por la nostálgica izquierda visceral e inculta, su único aporte real a la economía es clamar por el ahorro para resolver los problemas.
Tuvo a su cargo desde sus inicios la supervisión de los proyectos del turismo, y su “gran logro” es que la capital de la república, en 2007, recibiendo la mitad de los turistas que llegan anualmente al país, y con todos los recursos a su favor, aporte la tercera parte (33%) de los ingresos por turismo del país. Lo que en números redondos significa que la otra mitad de los turistas que llegan a cualquier lugar del país, menos a la capital, aportan el 66% de los ingresos por turismo, es decir, el doble de lo que aporta La Habana, con la misma cantidad de turistas.
No invento números, son informaciones oficiales cubanas. Que nunca comentarán La Jornada, en México, ni Google, ni siquiera en la Calle Ocho se habla de este tema, ni mucho menos en la Asamblea Nacional del Poder Popular, donde la culpa de todo la tiene el totí imperialista, pero que demuestran que mientras más lejos del poder central mejor funcionan las cosas.
En 1993 se le propuso a Carlos Lage pagarle en divisas a los campesinos por su producción, para garantizar la disponibilidad de viandas y vegetales que se estaban importando para abastecer al turismo, no a la población. Pero su respuesta fue que eso crearía desigualdades inaceptables entre los cubanos y, por lo tanto, que no se podría acometer.
Sin embargo, Carlos Lage no será “liberado” de su cargo, como lo fue su hijo “Carlitos” de la presidencia FEU, “para ejercer lo que estudió”. Por el contrario, además de ratificado podría ser hasta promovido a Primer Vicepresidente del Consejo de Ministros, lo que no requiere una reforma constitucional.
¿Por qué? Porque después del gran funeral faraónico del Magno Paciente, y para poder comenzar las imprescindibles reformas que no les queda más remedio que acometer a los sucesores, Carlos Lage será responsabilizado con los fracasos de la economía y será entonces “liberado” de su cargo: la imagen del Comandante será preservada como algo ajeno a la barbarie de la economía, y se comenzará “de nuevo, otra vez”, como si no hubiera pasado medio siglo.
Tras quince años de ineficiencia, miseria, limitaciones y escasez en el laboratorio weyleriano llamado pomposamente “período especial”, todavía los sesudos oficiales hablan de “reinventar” el socialismo del siglo XXXI (no es una errata, me refiero al socialismo del siglo treinta y uno, porque de lo actual no saben nada, o no se atreven a hablar), no se deciden a aceptar que el marabú es el único logro productivo real de la “reforma agraria” castrista, y pretenden justificar la ineficiencia y la bancarrota agropecuaria con el alza de los precios del petróleo, y los incumplimientos en la construcción de viviendas con los huracanes y el “bloqueo”. Ese es el estilo del Big Brother, Convaleciente en Jefe, en recuperación permanente.
Hasta que llegue el día que la “creatividad” revolucionaria y partidista diseñe un sistema “científico” de estimular apropiadamente a los productores campesinos, y lo presentarán como un gran aporte de la Revolución, quién sabe a qué. O una verdadera reforma en la agricultura, llevada a cabo por los Sucesores, o por los Sucesores de los ídem: a partir de ese día, nadie se acordará de los precios del petróleo o la transportación, porque el agro cubano suministrará todo, o casi todo, lo que necesita el país. Por lo tanto, no harán falta justificaciones.
Mientras tanto no llegan esos tiempos, seguimos en las indefiniciones, con algunos análisis serios y una infinidad de sicofantes asegurando que todo marcha de maravillas, o jinetes del Apocalipsis anunciando que el derrumbe es inminente, como el de la Torre de Pisa.
Un iluminado publicó hace algunos días que a Fidel Castro lo estaban esperando en Santiago de Cuba para votar en las elecciones, y que su aparición o no aparición sería definitoria. Increíbles tantos errores en una sola y breve nota, dicen que periodística, y eso que venía fechada desde La Habana, donde se supone que deberían estar al día en lo que a los mecanismos electorales se refiere.
Primero, se vota por el lugar de residencia, no de postulación. Segundo, la ley cubana autoriza que a las personas imposibilitadas de asistir a votar por problemas de salud se les lleve la boleta hasta el sitio de convalecencia. Y, tercero, en el caso de Fidel Castro le llevarían la boleta hasta el mismo infierno, aunque no lo previera la ley, para dar la noticia de que el Comandante ejerció su derecho al voto.
Escribir irresponsablemente no es nada conveniente para nadie. Menos conveniente es publicar irresponsablemente los disparates que alguien escribe, al amparo de una supuesta libertad de expresión digital: no es lo mismo publicar opiniones contrarias a las que uno suscribe que publicar barbaridades sin fundamento, sea para crear “ambiente” o para ganar hits. Afortunadamente, el “análisis” fue retirado muy pronto, aunque puede encontrarse todavía en algunos “blogs”.
Así que continuamente estamos viendo una Cuba que se mueve a tropezones entre el inmovilismo oficial, temeroso de que el mínimo cambio desate la explosión reprimida; la hipocresía de una nomenklatura inculta y de pacotilla, preocupada solamente por sus migajas, que aunque no sepa lo que hace falta sí sabe lo que no hace falta, pero no le alcanza la adrenalina para expresarlo; una población que, a falta de opciones, espera a ver qué pasa mientras sueña con “el bombo” y “la balsa”; un ejército de funcionarios de la propaganda-desinformación del régimen que se reproduce en las redes digitales como curieles cibernéticos; y una buena cantidad de gurús o aspirantes a serlo, convencidos de que basta con añadir la coletilla “analista político” al nombre (real o ficticio, porque hay de todo en la viña de internet) para ganar estatus profesional en el ciberespacio.
El problema al escribir sobre Cuba no es que no haya suficiente información, sino que no hay suficiente análisis profesional: la información está ahí, cada día, hasta en los mismos órganos de prensa-propaganda del régimen, que muchas veces son la fuente fundamental de información para el análisis, por lo que dicen y no dicen, si se excluyen los informes de los servicios de inteligencia, a los que pocos mortales tienen acceso y que no siempre son acertados.
Llevan semanas todos los alabarderos del régimen hablando del “voto unido” como estrategia de la revolución (sin explicar la supuesta “estrategia”), y presionando a las “organizaciones políticas y de masas” para que se lo impongan a sus militantes y afiliados. Hasta han reproducido dos antiguas intervenciones del Magno Paciente al respecto. Porque están muy temerosos de una merma de votos para el Comandante en Cama, acostumbrado a la unanimidad, pero muy pocos “analistas” escriben y analizan sobre el tema. En esta edición de Cubanálisis-El Think-Tank nuestro colega Antonio Arencibia marca la diferencia al publicar “El voto unido: símbolo del inmovilismo”.
Quedarme callado sobre el tema de la reelección de Fidel Castro o su sustitución, no tocar el tema, me garantizaría la certeza de no equivocarme, pero dejaría de ser quien soy. Así que, con todo el respeto que me merecen los analistas serios y muy profesionales, con algunos de los cuales tengo el honor de intercambiar opiniones, ahora mismo me lanzo en mi pronóstico, con toda responsabilidad, una semana antes de las “elecciones” de diputados y cuarenta días antes de la nominación del nuevo gobierno:
El escenario más probable es que en la próxima sesión de la nueva legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, muy probablemente el 24 de febrero, “el Comandante en Jefe Fidel Castro” será propuesto una vez más para presidir los Consejos de Estado y de Ministros, y no se harán reformas a la constitución para crearle un nuevo cargo, simbólico. Inmediatamente, todos los presentes estallarán de alegría patriótica y revolucionaria, inmovilista, manifestarán su “inmenso júbilo” poniéndose de pie y aplaudiendo estruendosamente por varios minutos, gritando “Fidel, Fidel” y hasta llorando de alegría algunos(as) plañideros(as) oficiales. En algún momento de la jubilosa euforia, podrían cantar el Himno Nacional o el del 26 de Julio, o ambos.
La totalidad de la prensa nacional y de la izquierda incorregible publicará enormes titulares, La Jornada hará un “profundo” análisis del liderazgo de Fidel Castro, y Google reproducirá la noticia y los correspondientes refritos apologéticos por varias semanas. Evo Morales en su momento dirá alguna tontería, Hugo Chávez una vulgaridad, y Daniel Ortega un sinsentido.
Un escenario mucho menos probable, aunque posible, sería que al comenzar la sesión se leyera una carta del Gran Ausente pidiendo no ser reelegido y dejarle el paso libre a otros: iría contra la propia personalidad y los genes del Comandante, pero es algo que podría ser.
Algunos dirán que es prueba de su desprendimiento y amor al país, y que ya lo había anunciado a finales de diciembre.
Yo diré que es evidencia absoluta de que padece seria demencia senil, y que lo que había anunciado a fines de diciembre lo hizo para que el coro de la élite que le rodea hiciera lo que dijo Raúl Castro que hicieron: pedirle que se postulara nuevamente.
El escenario IMPOSIBLE: que se ponga de pie algún suicida, aunque sea general de ejército y se llame Raúl Modesto Castro Ruz, y plantee que tiene dudas sobre si el estado de salud del querido Comandante le permitiría seguir cargando por cinco años más las abrumadoras enormes responsabilidades y sacrificios requeridos para continuar guiando la revolución por los caminos de victorias y futuros luminosos…
No lo enviarían a Villamarista para que lo interrogue la “seguridad”, sino a tratamiento psiquiátrico de urgencia, y sería elevado (o rebajado) de inmediato a la denominación de “golpista”, por querer dejar al Comandante fuera del juego.
Solo que este golpista no tendría la suerte de Hugo Chávez en el tratamiento que recibe del régimen, porque este eventual suicida no tiene petróleo que regalar.
Así que ya la suerte analítica está echada: este es mi pronóstico sobre el tema y lo asumo con toda responsabilidad. Puedo estar muy equivocado, lo sabremos en seis semanas.
Pero prefiero equivocarme pensando y analizando antes que adivinar especulando.
Usted menciona el cambio de la constitución en 2002. Sabía UD que al hacerlo por los 8 millones de firmas la Asamblea Nacional violó la constitución? Si no me cree lea el artículo 137 de la de 1992( antes de que lo modificaran, claro) que exigía un referendo por el voto secreto y directo para hacer dicho cambio que es el freno actual a que pueda discutirse el Proyecto Varela. Por qué nadie en el mundo se ha dado cuenta de esto y escribe al respecto?
ResponderEliminarEn cuanto a las elecciones del domingo. Lo importante para un cambio político no es que no se vote por todos es conocer con cuantos votos será elegido Castro en Santiago de Cuba. Tiene 2 candidatos más ( de su partido, claro, pero otras dos personas ) en la boleta de Santiago. Si todos los electores votan por todos sólo podría obtener la tercera parte de los votos y nadie saldría elegido pues cae por debajo del 50 %. Por qué nadie exige el número de votos de cada uno de los candidatos de esa circunscripción o distrito? Piense en esto, con calma y respóndame.