Cubanalisis-El
Think-Tank continúa reproduciendo aquí otra parte del libro de
Armando Navarro Vega "Cuba, el socialismo y sus éxodos", publicado
por Palilibro en 2013. En este capítulo se aborda una constante
para el análisis de la realidad cubana: ¿qué pudo haber sido una
Cuba sin revolución castrista?
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Armando
Navarro Vega
Los delegados norteamericanos a las conferencias de París tuvieron que
recordar a las autoridades españolas los compromisos contraídos en
la Resolución Conjunta de 1898 en favor de la libertad de Cuba,
conocida también como Enmienda Teller y aprobada por el Congreso de
los Estados Unidos el 18 de abril de 1898, que establecía lo
siguiente:
Primero: Que el pueblo de
la isla de Cuba es y de derecho debe ser libre e independiente.
Segundo: Que es el deber de los Estados Unidos exigir, como el
Gobierno de los Estados Unidos por la presente exige, que el
Gobierno de España renuncie inmediatamente su autoridad y gobierno
en la isla de Cuba y retire del territorio de ésta y de sus aguas,
sus fuerzas militares y navales.
Tercero: Que por la
presente se da orden y autoridad al Presidente de los Estados Unidos
para usar en su totalidad las fuerzas militares y navales de los
Estados Unidos, y para llamar a servicio activo la milicia de los
diferentes Estados de los Estados Unidos hasta donde sea necesario
para llevar a efecto esta resolución.
Cuarto: Que los Estados
Unidos por la presente declaran que no tienen deseo ni intención de
ejercer soberanía, jurisdicción o dominio sobre dicha Isla, excepto
para su pacificación, y afirman su determinación, cuando ésta se
haya conseguido, de dejar el gobierno y dominio de la Isla a su
pueblo.
El 1 de enero de 1899 el Mayor General J. R. Brooke recibió del
gobernador español Adolfo Jiménez Castellanos todas las facultades
de gobierno sobre Cuba, dando comienzo a lo que se conoce como la
primera intervención norteamericana,
[1]
que se extendería hasta la proclamación de la República el 20 de
mayo de 1902, con Tomás Estrada Palma como primer presidente electo.
Brooke invitó a los generales cubanos del ejército libertador a la
ceremonia de transferencia de poderes en el Palacio de los Capitanes
Generales, en un tardío e insuficiente gesto de desagravio por la
actuación del General Shafter, que prohibió la entrada a Santiago de
Cuba del ejército libertador al mando del General Calixto García
ante la rendición de los españoles.
El destacado profesor universitario, historiador y periodista cubano
Herminio Portell Vilá
[2] señala que Brooke organizó en apenas un
año
[3] un gabinete de cubanos
capacitados e íntegros a cargo de cada departamento de gobierno
para la educación, la justicia, las obras públicas, hacienda y otras
responsabilidades (algo sin antecedentes en el gobierno colonial
español, y construido sobre las ruinas dejadas por aquel), y
describe algunos de los principales resultados, en términos de
reconstrucción y fomento, de aquella primera intervención de tres
años y medio.
En principio, en unos pocos meses el General Brooke había logrado
ordenar la vida nacional. Las gentes trabajaban, pagaban los
impuestos y respetaban las leyes. Se convocaron y realizaron las
primeras elecciones municipales. Se estableció una nueva judicatura
encabezada por el Tribunal Supremo; hubo importantes adaptaciones y
cambios en las tradicionales leyes españolas (aun cuando se
mantuvieron vigentes) y se redujeron los aranceles proteccionistas
del régimen español con el objetivo de favorecer el comercio.
La obra más importante del gobierno militar de los Estados Unidos en
Cuba (tanto con Brooke como luego con Wood) fue en el campo de la
educación y de la salud.
La Universidad de la Habana fue reorganizada y ampliada, creándose
nuevas facultades, al mismo tiempo que se establecían más institutos
de segunda enseñanza. Más de tres mil maestros se hicieron cargo de
otras tantas aulas de la enseñanza primaria, y recibieron formación
en los Estados Unidos. Se crearon las primeras Escuelas Normales, y
el “Plan Varona” cambió los antiguos planes de estudio según
normas de progreso y democracia.
En 1900 Cuba era un país de atrasadas condiciones higiénicas y de
mortales enfermedades endémicas como la fiebre amarilla o
“vómito negro”. El gobierno interventor hizo una notable labor en
materia de sanidad e higiene.
Se elaboró y publicó un Reglamento General para la Organización de los
Servicios Sanitarios Municipales. Se crearon Departamentos de
Sanidad en las principales ciudades del país que comenzaron de
inmediato a confeccionar estadísticas de nacimientos, muertes,
matrimonios, enfermedades, epidemias, etc. Se organizó el servicio
de vacunación (incluyendo la vacunación antivariólica obligatoria) y
de prevención médico sanitaria, control y vigilancia de los
alimentos, bebidas y ganado, así como los servicios de inspección
sanitaria de casas y de desinfección.
Se organizó el servicio de limpieza de las calles, de recogida de
basuras y de animales muertos. Se construyó y/o amplió la red de
acueductos y alcantarillados, y se encalaron las fachadas de las
casas. Toda esta labor de higienización se reflejó de inmediato en
el aspecto de las poblaciones y en la rápida disminución de
enfermedades.
Se creó la Comisión de la Fiebre Amarilla presidida por el insigne
médico cubano Carlos J. Finlay, que jugó un papel fundamental en la
confirmación de su teoría acerca del mosquito Aedes Aegypti
como vector transmisor de dicha enfermedad, lo que condujo a que con
la aplicación de los principios epidemiológicos recomendados ya no
se reportasen casos de muerte por esa causa en una fecha tan
temprana como 1902.
También se sometieron a rígidos controles epidemiológicos enfermedades
tales como la tuberculosis en humanos y en el ganado, el tifus, el
paludismo, la escarlatina, la lepra o el cólera.
Otro capítulo a tener en cuenta es el de las obras públicas, con la
construcción de carreteras (354 kilómetros en menos de cuatro años)
puentes, muelles, pavimentación de calles, cuidado de edificios
públicos, dispensarios, escuelas, cuarteles de bomberos, parques y
paseos públicos.
Un notable hecho a destacar es que todo eso se hizo con fondos cubanos
provenientes de recaudaciones de impuestos, sin donativos ni
empréstitos de los Estados Unidos ni de ninguna otra nación,
alcanzando un valor de 57 millones de dólares de la época.
No obstante, y a diferencia de Brooke, el gobierno sucesor de Leonard
Wood distó mucho de ser ejemplar. Dejó como herencia un abultado
déficit presupuestario al gobierno de Estrada Palma. Abusó
arbitrariamente de sus prerrogativas, cesando al fiscal del Tribunal
Supremo que instruía un caso de corrupción en la Administración de
Correos en el que estaban involucrados tres ciudadanos
norteamericanos; intervino periódicos que lo criticaron y violó las
propias leyes de su país, como en el caso de la Ley Foraker que
prohibía otorgar concesiones y franquicias a ciudadanos
estadounidenses durante la intervención militar, y que el otorgó y
legitimó a placer. Nada de esto fue corregido o enmendado por el
gobierno norteamericano.
A pesar de ello, una vez concluida la intervención, el saldo final del
primer gobierno cubano presidido por don Tomás Estrada Palma entre
1902 y 1906 fue asombrosamente fructífero, incluido un superávit en
las cuentas públicas, aunque ensombrecido por la evidencia de un
fraude electoral para intentar la reelección.
Portell Vilá señala que la población había aumentado rápidamente.
Regresaron entre 30,000 y 40,000 familias cubanas que habían estado
residiendo en el exterior, algunas desde mediados de siglo. Los
emigrados o sus descendientes “no solo llevaron consigo sus
hábitos de vida y su cultura, sino también artesanía, profesiones,
muebles, equipos, libros e instrumentos, así como ganado, semillas,
plantas útiles, talleres y dinero en efectivo”.
En esos cuatro años casi se duplicó el presupuesto de educación, se
multiplicó por dos la cantidad de kilómetros de carretera
construidos durante la intervención, y se construyó y/o amplió una
red ferroviaria de 3,200 kilómetros que recorría toda la longitud de
la isla. Crecieron notablemente las exportaciones y el comercio
exterior, principalmente con los Estados Unidos. La producción
azucarera superó todos los récords históricos alcanzados con
anterioridad.
De apenas 30,000 cabezas de ganado vacuno en 1898, se llegó a
contabilizar una cifra de 2’579,492 reses en 1906, más de una res
por persona en una población de 1’989,000 habitantes. Se empezaron a
recuperar con un gran esfuerzo los cafetales y cacaotales, así como
la explotación de las minas de cobre, hiero y manganeso. La
producción tabacalera experimentó una gran expansión.
El país exportaba más de 10,000 toneladas de azúcar refino, después de
abastecer el mercado interno. Las exportaciones de frutas y
vegetales aumentaron en un cien por ciento con respecto a 1899.
En 1906 las mayores inversiones eran las norteamericanas, que ascendían
a $196’500,000. También había importantes inversiones británicas y
españolas. Ya desde mediados del siglo XIX y siendo colonia de
España, las relaciones comerciales de Cuba con los Estados Unidos
alcanzaban un valor de varias decenas de millones de dólares. Muchos
norteamericanos se avecindaron en la isla, y muchos cubanos lo
hicieron en el continente, en su mayoría como exiliados políticos.
En 1819 Cuba tenía barcos de vapor construidos en los Estados Unidos,
adquiridos y administrados por empresarios cubanos. La aparición del
primer ferrocarril en el país, casi a la par que en Norteamérica,
fue una consecuencia del afán emprendedor de los empresarios locales
y de las relaciones comerciales existentes con los vecinos del
norte. La rápida mecanización con máquinas de vapor de los centrales
azucareros también fue un resultado de los contactos con los Estados
Unidos y Gran Bretaña.
Según Levi Marrero, en el año 1929, que representa el punto más alto
de la curva (de) las inversiones norteamericanas en Cuba, estas
ascendían a 1,525 millones de dólares, de los cuales 800 millones
correspondían a la industria azucarera, y el capital inglés
invertido se aproximaba a 150 millones de dólares. En 1935, de
los 161 centrales azucareros en funcionamiento solo 50 eran de
propiedad cubana, y producían el 13% del azúcar total.
Sin embargo en 1958, apenas 29 años después, 121 de los 161 centrales
eran de propiedad cubana, y producían el 62% de toda la producción
azucarera. Las inversiones norteamericanas se habían reducido hasta
los 861 millones de dólares, y la capitalización de Cuba en los
sectores industrial, comercial y agrícola se estimaba en más de
6,000 millones. Ello reducía la proporción del capital inversionista
norteamericano a un 14% del total aproximadamente, o lo que es lo
mismo, elevaba la proporción del capital inversionista cubano al
86%. Las inversiones británicas ascendían escasamente a $400,000.
Levi Marrero también destaca la autonomía financiera alcanzada. En 1939
los bancos cubanos contaban solo con el 23,3% de los depósitos
privados. Al ser inaugurado el Banco Nacional en 1951, dichos
depósitos sumaban el 52,2%, y llegaron a alcanzar el 61,1% en 1958.
La subordinación política y económica de Cuba no era tal como la
describe la propaganda pro régimen al triunfo de la revolución de
1959. La mejor prueba es el propio ascenso de Fidel Castro al poder.
Desde el punto de vista económico los datos aportados revelan que
era, en cualquier caso, mucho menor a la que después se produjo con
respecto a la Unión Soviética y al Campo Socialista.
Cuba no hubiese alcanzado el nivel que logró en la década de los años 50
sin el mercado norteamericano, y sin los beneficios de la tan
denostada cuota azucarera. La Enmienda Platt desapareció en 1934, y
el significativo peso específico de las relaciones comerciales con
los Estados Unidos, lejos de ser un obstáculo, favoreció el
desarrollo de la producción y del mercado interno, y no impidió que
se produjera en los años 50´ una progresiva autonomía relativa y una
expansión hacia otros mercados. Entre 1949 y 1958 el 62% de las
exportaciones tenía como destino Norteamérica. Ese casi 40% restante
de las ventas internacionales se dirigía hacia otros mercados, y la
balanza comercial (exportaciones menos importaciones) era
superavitaria.
No es posible seriamente considerar al país como una “neocolonia” de los
Estados Unidos, a pesar del carácter mediatizado con que emergió la
República debido al apéndice constitucional. Si el poderoso vecino
hubiese querido reducir la isla a ese estatus en 1898 lo hubiese
hecho sin dificultad, dada la extrema debilidad del liderazgo del
ejército libertador y del Partido Revolucionario Cubano después de
la muerte de José Martí y de los más destacados jefes militares en
la contienda independentista, del afloramiento de las pugnas
regionalistas entre los sobrevivientes y del afán de protagonismo de
algunos. Todo obraba a su favor. Otra cosa es que lo hubiese logrado
mantener a través del tiempo.
El historiador cubano Manuel Moreno Fraginals,
[4]
comenta al respecto:
Afirmar que en 1898 Cuba
dejó de ser colonia española para pasar a ser colonia norteamericana
es una simplificación de los hechos históricos, tras la cual se
esconden siempre objetivos políticos. La realidad es mucho más
compleja… Cuba no fue una colonia típica, es decir, un territorio
virgen al cual la metrópoli extrae una cierta cantidad de materias
primas y somete a sus habitantes. Por el contrario, era un país que
tenía la primera industria azucarera del mundo, que era a su vez el
primer producto básico del comercio internacional; tenía también un
excelente complejo de vías férreas, una importantísima industria
tabacalera, y era la primera exportadora mundial de bananos. Esta
capacidad productiva era la raíz y efecto de un sector poblacional
de altísimo nivel técnico y cultural de peninsulares y criollos
blancos (aparte de la población negra y mestiza, ya aculturada, y
los nativos africanos y negros criollos de primera generación) que
constituían un núcleo humano nada fácil de gobernar… en Cuba era
imposible imponer las normas y los prejuicios de las metrópolis
europeas, y los métodos elementales de apoderamiento y extracción de
sus riquezas. Precisamente la crisis del sistema de gobierno español
en Cuba tenía su razón de ser en la inadecuación de la relación
metrópoli/colonia… Cuba, en una serie de aspectos, desbordaba a la
metrópoli.”
Así pues, el patrimonio dilapidado por la revolución es enorme. No solo
en bienes y recursos tangibles, sino en experiencia productiva y
saber hacer. La existencia de una desarrollada conciencia nacional
acerca del origen político de los problemas que aquejaban al país,
unido a una desafortunada concatenación de factores, fue el
desencadenante que posibilitó el triunfo de la revolución. Cuba en
1959 no era una indolente islita caribeña mecida por los vientos
alisios, ni una enorme favela como Haití.
Los “logros” económicos, políticos y sociales del régimen en las
diferentes etapas por las que ha transitado el pensamiento de su
máximo líder y de sus actuales sustitutos durante 53 años, ya han
sido expuestos y analizados de manera más o menos pormenorizada en
los capítulos anteriores, y el diagnóstico de la situación actual a
partir de los últimos datos no es alentador en modo alguno.
Los cubanos están pagando con el tiempo de sus vidas la postergación de
los cambios necesarios. La gerontocracia no suelta prenda, y cada
día perdido aleja aún más la posibilidad de una solución viable.
Ahora mismo los mayores obstáculos para el relanzamiento de la economía
cubana son políticos. Mientras no se retire la pesada losa del
castrismo en todas sus manifestaciones y variantes, no hay nada que
hacer.
Las previsiones de crecimiento del PIB anunciadas por el gobierno para
el año 2012 (alrededor de un 3.5%) no son creíbles, pero aunque lo
fuesen serían totalmente insuficientes para rescatar al país del
naufragio.
El Informe de Desarrollo Humano 2011 elaborado por el PNUD revela que
Cuba ocupa el puesto 27 entre los 33 países de Latinoamérica y el
Caribe en cuanto al Ingreso Nacional Bruto per cápita, muy
lejos de aquella quinta posición que ocupaba al triunfo de la
revolución (casi el mismo lugar pero por la cola) y todo ello a
pesar de los maquillajes estadísticos ya comentados. Solo supera en
este indicador a Paraguay, Bolivia, Honduras, Nicaragua, Guatemala y
Haití.
Según CEPAL,
[5] el
PIB de Cuba creció en 2011 un 2,7%, muy por debajo del crecimiento
del 4,3% que se registró en la región, que a su vez ya representaba
una desaceleración con respecto a 2010, cuando el PIB de América
Latina y el Caribe aumentó un 5,9%.
Para el año 2012 CEPAL prevé un crecimiento de este indicador en el caso
de Cuba que se sitúa en torno al 3,0%, nuevamente inferior a la
media sudamericana (3,9%) y centroamericana (3,7%) en base a unos
pronósticos muy optimistas de aumento de la inversión pública y del
“dinamismo” del consumo privado, una disminución de la importación
de alimentos (se supone que como resultado del aumento de la
producción agrícola y ganadera) y una evolución favorable de las
exportaciones de servicios, gracias al turismo y a la salud.
Es curioso que apenas cinco párrafos después, en el mismo documento que
afirma lo anterior, se reconoce que en las cifras disponibles de
Cuba correspondientes al primer trimestre de 2012, la producción
agropecuaria creció un 0,9% (calificado no se si eufemísticamente
como “crecimiento moderado”) en tanto la ganadería decreció un
11,6%, la producción de leche de vaca disminuyó en 7,8 millones de
litros respecto a igual período del año anterior (lo que representa
un 8,4%) y se reportaron nuevamente decrecimientos en la producción
de carne vacuna y de cerdo.
En 2011 también se incumplieron los planes de producción de carne de res
y de cerdo, de leche de vaca, frijoles, maíz, café y cítricos.
Quizás la mejora en el renglón de la alimentación llegue en 2012 de
la mano del arroz y los frijoles, máximos responsables del
crecimiento de la producción agrícola no cañera en el primer
trimestre.
Mucho tendría que crecer la inversión pública y “privada” para remontar
la enorme descapitalización y el atraso tecnológico que ha acumulado
el país en todos estos años. La Formación Bruta de Capital Fijo como
porcentaje del PIB representó en América Latina el 22,8% en 2011 y
el 22,3% en 2010, y ha mantenido unos niveles más o menos similares
desde la década del 80´. En Cuba dicho porcentaje representó
alrededor del 10,4 en 2010 y en 2011, menos de la mitad de la media
regional.
Cuba ha llegado a importar hasta el 84% de los alimentos que consume, lo
que acentúa la dependencia externa y el deterioro de su saldo
comercial. Es difícil apreciar indicios de mejora, cuando la
superficie sembrada de cultivos permanentes seleccionados de la
agricultura no cañera
[6]
ha disminuido en 2011 con respecto a 2006 en prácticamente
todos los renglones que constituyen la muestra (plátano vianda y
fruta, cítricos, henequén) y se ha mantenido casi igual en el cacao.
Los rendimientos agrícolas también han descendido
[7] en
igual período en un importante número de cultivos de la agricultura
no cañera como la patata, la malanga, las frutas, las hortalizas, el
arroz, el maíz, la toronja, el mango, la guayaba y el cacao. Ello
representa casi un 60% de la muestra presentada por la Oficina
Nacional de Estadísticas de Cuba.
También hay datos y comparaciones históricas espeluznantes. La masa
ganadera vacuna
[8] en
2011 (4.059,100 reses) es un 40% menor que la existente en el año
1958, equivalente entonces a 5.698,040 cabezas. La producción de
leche de vaca en 2011 alcanzó las 599,500 toneladas métricas, lo que
representa una disminución de algo más de un 30% con respecto al año
1958. El problema en ambos casos se agrava aún más cuando se tiene
en cuenta que la población del país ha crecido entre 2011 y 1958
casi en un 65%.
La industria azucarera está desbastada, después de reducir su capacidad
industrial y agrícola en un 60% entre los años 2003 y 2005, con el
objetivo de “aumentar la eficiencia”. La mejor zafra de los últimos
años fue la de 2008, lográndose una producción de un millón
cuatrocientas mil toneladas métricas. La zafra de 2010, con una
producción final de un millón cien mil toneladas, es el peor
resultado de la industria… en 105 años.
Sin embargo, nada de esto es óbice para que aparezcan en la prensa
noticias tan surrealistas como la siguiente. La agencia informativa
latinoamericana Prensa Latina dio a conocer, el pasado 2 de
noviembre de 2012, la decisión del Consejo Universitario de la
Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) en México, de
otorgar el doctorado Honoris Causa a Fidel Castro Ruz por "las
aportaciones científicas de su gobierno al mejoramiento de la
agricultura en los últimos 50 años". La propuesta fue presentada
por la Facultad de Ciencias Agropecuarias considerando que "la
influencia de los avances de la Cuba post-revolucionaria en materia
agrícola, han fortalecido la agricultura morelense, particularmente
en el tema de la caña de azúcar" así como “las aportaciones
de la Revolución por el sistema educativo y de salud" de su
Gobierno.
No se realmente en qué se fundamenta la confianza depositada por CEPAL
en el “dinamismo del consumo privado”, cuando la realidad es que
cientos de miles de personas están esperando quedarse sin trabajo
(usualmente, una seudo ocupación en la que el trabajador finge que
trabaja, y el estado simula que le paga) En el mejor de los casos,
alguno que otro albergue la esperanza de comenzar una brillante
carrera en el mundo de los negocios forrando botones, operando un
compresor de aire (después de haberse formado convenientemente) o
como “parqueador cuidador de equipos automotores, ciclos y
triciclos”.
A finales de 2011 solo un 18% de los inscritos como trabajadores por
cuenta propia habían sido hasta entonces trabajadores estatales.
Como ya se comentó anteriormente, solo se habían otorgado 49,900
créditos personales en el primer semestre de 2012 como parte de la
“actualización económica” emprendida en el país, de los cuales la
mayoría fueron concedidos para actividades relacionadas con la
construcción y la reparación de viviendas. Al parecer no hay mucho
entusiasmo para invertir.
Pero además, cuando se habla de consumo privado, ¿a qué se hace
referencia, al consumo en moneda nacional en un mercado
prácticamente inexistente salvo por los productos agrícolas, o en
CUC en las tiendas recaudadoras de divisas? Aquí el problema básico
que se plantea es conseguir los CUC, por lo que la gran esperanza se
sitúa en el aumento del envío de remesas desde el exterior.
¿Acaso el crecimiento esperado del consumo proviene de la compra-venta
de casas, impulsado por los compradores de Miami, que ya comienzan a
hacer alguna que otra inversión para ellos o para sus familias en
Cuba? Los compradores de ese mercado inmobiliario, salvo
excepciones, están fuera del país, y son los que fijan el nivel de
precio real.
Un médico cubano, ahorrando la totalidad de los 20 dólares que gana al
mes, demoraría 250 años en reunir los 60,000 dólares que le puede
costar una casa en el barrio del Vedado, como de la que tuve
noticias hace apenas unos días.
Otra pregunta ¿Qué parte de ese dinero se queda en la isla, o se marcha
junto con el vendedor a los Estados Unidos o a España, después de
vender su casa para tener algo con qué “aterrizar” en su lugar de
destino y empezar una nueva vida?
La buena noticia para el régimen es que Hugo Chávez ganó las últimas
elecciones aunque ni siquiera pudo jurar el cargo y, si la suerte le
acompaña, el chavismo sin Chávez perdurará como mínimo otros seis
años, por lo que la exportación de los servicios de salud (que
representaron alrededor del 70% de los ingresos por ventas totales
al exterior en 2011) está más o menos garantizada. Sin embargo, en
cuanto al resto de las opciones de crecimiento las cosas no son tan
prometedoras. En el mejor de los casos, serán suficientes para
reproducir la escasez y el sometimiento.
El turismo, mencionado como una fuente de recursos por el informe de
CEPAL, promete un incremento en el número de visitantes. La cuestión
no es cuántos visitantes más puede recibir el país, sino cuanto
cuesta obtener cada dólar ingresado por ese concepto, en un país que
tiene que importarlo todo, hasta la ensalada que se sirve en los
hoteles. Bien es cierto que dispone de un mercado cautivo en los
cientos de miles de cubanos residentes en el extranjero que visitan
anualmente la isla.
En cuanto a la minería, Martínoticias.com daba a conocer a finales de
abril de 2012 que la compañía canadiense Sherrit International
Corp., el mayor inversionista extranjero en Cuba como ya se ha
comentado, reportó una caída de la mitad de sus ingresos en el
primer trimestre del año debido a la disminución de los precios del
níquel y el bajo nivel de sus exportaciones, y prevé en el año una
disminución de un 2.0% en la producción del mineral, un 4.0% en la
producción de petróleo y un 11.0% en la generación de electricidad,
lo que tendrá sin duda un impacto negativo sobre la economía cubana.
El petróleo no acaba de brotar en abundancia, aunque la posibilidad real
existe. Algunos estudios estiman que en la zona de exploración puede
haber reservas de entre 5,000 y 9,000 millones de barriles de crudo,
mientras que el gobierno de Cuba eleva la cifra a 20,000.
El Nuevo Herald reprodujo el 3 de noviembre de 2012 un artículo de
Carlos Batista, enviado desde La Habana, en el que da cuenta del
tercer fracaso consecutivo en encontrar petróleo en aguas cubanas
del golfo de México. Un pozo perforado en asociación con la empresa
venezolana PDVSA, finalmente ha sido declarado no apto para su
explotación comercial.
El 5 de junio la compañía española Repsol, asociada con compañías de
India y Noruega, se retiró definitivamente al no haber encontrado
petróleo en su perforación con la plataforma Scarabeo 9 frente a la
costa habanera.
El 6 de agosto las compañías Gazpromneft (Rusia) y PC Gulf (Malasia) “también
determinaron el carácter no comercial de su perforación, aunque
continuaron evaluando la información de sus cuatro bloques
contratados, tras entregar la plataforma a PDVSA”. Al parecer la
plataforma Scarabeo 9 se retirará en breve, lo cual alejaría por el
momento cualquier posibilidad real de encontrar crudo en las aguas
cubanas.
Pero supongamos que aparece petróleo en cantidades suficientes como para
autoabastecer al país y exportar; que se dispara el precio del
níquel; que el turismo logra un mayor nivel de eficiencia y permite
aumentar los márgenes de rentabilidad con que opera; que la
industria azucarera alcanza el nivel de producción potencial que le
queda (unos cuatro millones de toneladas según se dice oficialmente)
y se aprovecha convenientemente el alza en los precios del azúcar
crudo que se está produciendo en estos momentos. Supongamos incluso
que ocurre un milagro: que la superficie sembrada y los rendimientos
agrícolas y pecuarios en las explotaciones estatales aumentan, y se
logra la “suficiencia alimentaria”. Pregunto:
·
¿Ello sería
suficiente para levantar la economía del país y colocarla en la
senda de la prosperidad y el desarrollo de manera sostenible?
·
¿Alguien
podría asegurar que todo ello repercutiría en el aumento del
bienestar y del nivel de vida de la población de forma concreta, por
ejemplo, en el desayuno, el almuerzo y la cena? ¿podrían los
cubanos, por fin, tomarse un café cada vez que quisieran, o un vaso
de leche como dijo Raúl Castro en 2007?
·
¿Serían por
ello los cubanos más libres en la cotidianidad para decidir sobre su
presente y su futuro personal y familiar?
·
¿Adquirirían
con ello los cubanos derechos políticos, económicos, laborales,
sociales o civiles?
Me temo que la respuesta es no. Todo ello se pondría a disposición del
mantenimiento de la estructura de poder como primera prioridad, de
la transición ordenada y tranquila hacia el neocastrismo, y de los
caprichos megalómanos y las obsesiones antiimperialistas del
“Paciente Máximo”. No hay ni un solo indicio que haga pensar lo
contrario.
En lo económico, hay dos factores que han resultado ser claves para la
supervivencia del régimen en esas condiciones: la sustitución de la
Unión Soviética por Venezuela en el sostenimiento de la dependencia,
y las remesas de los cubanos residentes en el exterior.
El suministro de petróleo, el comercio, las inversiones, los créditos y
los subsidios de Venezuela a Cuba han adquirido una dimensión
crucial. He aquí algunos datos
[9]
que permiten evaluar la situación:
·
Entre 2005 y
2010, el intercambio comercial entre Cuba y Venezuela saltó del 23%
al 40%, equivalente a $ 6.028 millones; la participación de
Venezuela en el déficit comercial de bienes cubanos subió de 27% a
42% ($2.570 millones) según el Anuario 2010 de la ONE. Cuba no
informa cómo sufraga dicho déficit, pero pudiera ser en parte con el
superávit de servicios como se verá de inmediato.
·
El balance de
servicios cubanos, excluyendo el turismo, fue $7.442 millones, que
correspondería al pago de profesionales en el extranjero (médicos,
enfermeros, maestros, entrenadores de deportes, personal de
seguridad) en su gran mayoría estacionado en Venezuela.
·
Esa cifra
excedió en más de $1000 millones al déficit de $6.047 millones en la
balanza de bienes (ONE, Anuario 2010) Considerando que alrededor de
un 73% de los servicios son exportados a Venezuela (según el
promedio registrado entre 2007 y 2009, y según fuentes oficiales
venezolanas) ello representaría unos $5.432 millones del total.
·
El Acuerdo
Integral de Cooperación firmado en 2000 entre los dos países
estipula que Cuba suministrará servicios profesionales y bienes
pagables por Venezuela, a cambio del suministro de petróleo y
derivados; el actual convenio se extiende de 2010 a 2020; no se ha
especificado este intercambio ni la forma de fijar los precios de
los servicios. De acuerdo con la CEPAL el valor de los servicios es
indizado al precio del petróleo.
·
Venezuela
suministra 105.000 barriles diarios de crudo y derivados, 92.000
para el consumo (62% de la demanda total cubana) y 13.000 para
refinar en Cienfuegos, supuestamente pagados con los servicios
profesionales, pero se mostró que el valor de estos es, al menos,
dos veces superior al del petróleo. Cuba recibe un trato
preferencial para el pago de las importaciones del crudo: debe
abonar 50% en 90 días y 50% en 25 años, con dos de gracia y una tasa
de interés de 1%; el financiamiento aumenta según sube el precio del
crudo, lo que protege a Cuba contra las oscilaciones del precio. No
hay estadísticas fidedignas sobre el pago del petróleo por Cuba; el
Anuario ya no reporta el volumen y precio importado del crudo total
y desagregado por países.
·
El valor del
crudo importado por Cuba procedente de Venezuela en 2010 fue $2.759
millones (105.000 barriles x 365 días x $72 el barril) y el valor de
los servicios profesionales se ha estimado conservadoramente en
$5.432 millones como ya se comentó, lo que resulta en un excedente
de $2.673 millones en favor de Cuba, que puede ser usado para
sufragar el déficit de la balanza de bienes con Venezuela.
·
Cuba acumuló
una deuda de $4.975 millones entre 2001 y 2009, 24% del adeudo total
de Petróleos de Venezuela (PDVSA) Otro estimado es $13.800 millones
(El Nacional, 14-11-2010).
·
Cuba exporta
petróleo al mercado mundial gracias a Venezuela, confirmado en 2009
por el Vice Ministro cubano de Economía y Planificación Julio
Vázquez, aunque se refirió a crudo de producción nacional (diario
mexicano La Jornada, 6-10-2009).
·
Desde que se
creó la Comisión Intergubernamental de Cooperación entre los dos
países en 2000 hasta 2011, se firmaron 370 proyectos de inversión
(36 empresas mixtas y 200 en negociación) por un estimado de $11.000
millones.
·
El Banco de
Desarrollo Económico y Social de Venezuela (BANDES) asignó $1.500
millones para financiar proyectos cubanos en 2007 y 2010, el 88% del
desembolso total del BANDES en el período. Además, a través de su
Fondo Autónomo de Cooperación Internacional otorgó créditos por $890
millones a 100 empresas cubanas; otros créditos por $193 millones
fueron concedidos para financiar los ferrocarriles y aeropuertos
internacionales en La Habana y Varadero.
·
En resumen,
el valor del intercambio de bienes y servicios con Venezuela en 2010
se estima de manera conservadora en $12.928 millones. Esta cifra
excluye la deuda petrolera que debería pagar intereses, así como los
créditos de BANDES y FACI. El total equivale entre el 20,8% y 22,5%
del PIB cubano en 2010 (basado en dos estimados del PIB por The
Economist Intelligence Unit, 2011).
·
Según un
estimado de Mesa-Lago en 2002, el monto del intercambio comercial,
subsidios, créditos e inversión de la Unión Soviética era en el año
1989 de $12.715 millones, y aunque es muy difícil comparar ambas
cifras (dado que parte de la ayuda soviética era en rublos, parte en
pesos y parte en dólares, a lo que habría que añadir el ajuste por
la inflación) es obvio que la relación con Venezuela ($12.928
millones) es tan primordial como la que había con la URSS.
Esa extraordinaria ayuda puede resultar muy vulnerable porque depende de
la situación política y económica de Venezuela, bastante complicada
después de la muerte de Hugo Chávez, aunque ahora en principio el
futuro a corto plazo es relativamente alentador para el régimen
cubano. De ahí los esfuerzos que está haciendo el gobierno por
tratar de diversificar las fuentes de comercio, inversión y
subsidios, aunque sin mucho éxito hasta el momento.
Otro factor de capital importancia para el sostenimiento del régimen ha
sido (y es) el volumen de las remesas que envían los cubanos
residentes en el exterior para ayudar a sus familiares en la isla.
Ya en 1999, el economista cubano Pedro Monreal
[10] señalaba “la creciente dependencia
del país respecto a las transferencias externas, en particular las
remesas familiares y donaciones… las cuales permitirían mantener
niveles de consumo superiores a los que cabría esperar del
funcionamiento exclusivo de la economía interna”. Adelantándose
casi cinco lustros a la actual ofensiva desplegada desembozadamente
y sin el menor recato por el régimen (apoyada y alentada por los
cambios recientes en las leyes migratorias cubanas) añadía: “El
incremento del potencial migratorio del país (temporal y definitivo)
así como el vertiginoso crecimiento de los flujos de remesas
familiares, sugieren la existencia de una especie de esfuerzo
modernizador <> en vastos sectores de la
población cubana.”
Según Monreal, en 1996 las transferencias corrientes netas (en su
mayoría integradas por remesas familiares y donaciones) alcanzaron
los 743.7 millones de dólares. Otros estimados fijaban un volumen de
300 ó 400 millones, mientras CEPAL calculaba el valor de dichas
remesas en unos 800 millones de dólares. El citado autor asumía
personalmente como supuesto unos 500 millones, lo que en cualquier
caso situaba a las remesas como uno de los más importantes
sectores de la economía cubana (equivalente al 27.0% de las
exportaciones cubanas de bienes) solamente superado entonces por el
turismo y el azúcar. La tasa de crecimiento promedio anual entre
1992 y 1996 fue del 242.0%, diez veces superior al ritmo de
crecimiento del turismo.
Un trabajo mucho más reciente
[11] de Emilio Morales, presidente de Havana
Consulting Group, asegura que las remesas enviadas a Cuba en 2011
alcanzaron la cifra de 2,294 millones de dólares, con lo cual se
consolidan como “la fuente principal de entrada de divisas al
país por vía directa a la población.” Según la Oficina Nacional
de Estadísticas e Información de Cuba (ONE) el turismo aportó al
país en el año 2011 un total de 1,738 millones de dólares en
términos brutos.
El estudio presenta una serie histórica de los envíos de remesa a Cuba
entre los años 2000 y 2011, que pone en evidencia un crecimiento
sostenido de las mismas (a partir de 2001, y siempre por encima de
los 1,000 millones de dólares) y una notable aceleración en los
últimos cuatro años. Entre el primero y el último año de la serie,
se ha producido un incremento del 232.5%, lo que representa en
términos absolutos un aumento de 1,307.58 millones de dólares. El
valor registrado en 2011 fue un 19.0% superior al de 2010.
En opinión de Morales, entre los factores desencadenantes de esa
tendencia están el levantamiento de las restricciones de los viajes
y del envío de remesas a Cuba por parte de la administración del
Presidente Obama; la “apertura” del sector privado, la aún reciente
autorización para comprar y vender casas y coches, y la liberación
de los servicios de telefonía celular por parte del gobierno cubano,
lo que supone un jugoso negocio para el monopolio cubano ETECSA de
cientos de millones de dólares. A todo ello habría que añadir el
crecimiento sostenido, por todas las vías imaginables, de la
emigración (temporal o “definitiva”) durante estos años.
El periodista Roberto Álvarez Quiñones
[12] añade al cash procedente de
remesas y de los bolsillos de los 500,000 cubanos que visitan la
isla anualmente, otros “2.500 millones de dólares que
comerciantes y agencias de paquetería de Florida calculan recibe
Cuba en mercancías que trasladan desde EE UU quienes visitan a sus
familiares, y las "mulas" profesionales que llevan… artículos de
consumo de todo tipo... (que) abastecen el imprescindible mercado
negro, y que son la única fuente proveedora que tienen los
cuentapropistas, a falta de un mercado mayorista que el Gobierno se
niega a crear. En caso de ser ciertos estos estimados, los cubanos
residentes en el exterior estarían aportando a Cuba casi 5,000
millones de dólares anuales “libres de polvo y paja”.
De cualquier forma, es innegable que la diáspora está contribuyendo en
gran medida al sostenimiento económico del régimen. La inmensa
mayoría de los emigrados intenta aliviar las penurias por las que
atraviesan sus padres, hijos o hermanos que permanecen como rehenes
en la isla.
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