El autor considera que, aunque aborrecible, es un mérito "técnico" haber conseguido un grado de influencia absurdamente desproporcionado en América Latina, y fuera de ella. Explica que la eficacia de la gestión externa “es un éxito malévolo de la política exterior y los mecanismos de inteligencia castristas, potenciados por una propaganda que el mismo Goebbels habría envidiado”.
Resalta el diplomático que a pesar de la indignante opresión y el empobrecimiento de los cubanos, los Gobiernos temen ser "políticamente incorrectos" si critican esa revolución tiránica y destructiva, pero transubstanciada por la propaganda, y maquiavélicamente convertida en símbolo de resistencia en la trillada "lucha contra el imperialismo".
Entre los métodos de la política exterior castrista, Ponce Vivanco resalta el enorme esfuerzo para preservar el obsoleto Movimiento de los No Alineados, que –dice-- sirve a La Habana para manipular a una vasta mayoría de miembros de las Naciones Unidas contra el Occidente "imperialista", la democracia representativa y el Estado de derecho.
Asimismo, Cuba y otras notorias dictaduras “utilizan los derechos humanos para neutralizar intervenciones urgentes, como en Siria, o para promoverlas y apoyarlas, como en Honduras y Paraguay”. El juego –apunta el embajador retirado-- es proteger y apoyar a los regímenes tiránicos, teocráticos o socialistas que comparten sus objetivos.
El autor, quien es rector de la Academia Diplomática del Perú, observa que haber inducido a la creación de un foro como la CELAC, que defiende la democracia pero acepta ser representado por una dictadura tan longeva, es un triunfo resonante que el Gobierno de Cuba comparte con el hegemónico Brasil, y con Venezuela, Argentina, el ALBA y los beneficiarios de las dádivas de Petrocaribe.
De las mismas proporciones –concluye diciendo el ex vicecanciller peruano-- es la vergonzante derrota de la dignidad en América Latina, cuya demostración de pusilanimidad y cinismo será una merecida causa de desprestigio.