—No pares de invocar al pueblo. Alguno que otro se sentirá aludido.
—Promete mucho pero sobre todo castigar a los ricos (los más obedientes se convertirán en pobres honorarios).
—Búscate un enemigo externo en nombre del cual aplastar a la oposición interna.
—No importa lo que digas: recuerda que tus grandes enemigos son tus escrúpulos y tu conciencia. Deshazte de ellos de inmediato.
—Preserva con mimo a tus mejores aliados: la envidia, el rencor, el miedo y la esperanza. Sobre todo los tres primeros. La esperanza NO es lo último que se pierde.
—No tengas miedo que cometer cualquier crimen siempre que tengas el cuidado de acusar a tus contrarios de tus propias intenciones.
—Recuérdalo: tus intenciones siempre han sido buenas. Son los otros los que te impiden llevarlas a efecto.
—El pueblo nunca te dará la espalda pero habrá ocasiones en que no esté a la altura de tus sueños. Ya tendrá tiempo de Madurar.
—Los discursos son buenos pero recuerda que el pueblo madura mucho más rápido a golpes.
—La función de los discursos es explicar por qué los que reciben golpes se los merecen, por qué no son pueblo.
—Por supuesto que detestas la violencia. Son los otros los que no te han dejado otra opción.
—Convence a todos de que buscas el bien para toda la humanidad. Si luego hay quienes renuncian a su condición humana porque prefieren ser gusanos, escuálidos, pitiyanquis, escoria, majunches, oligarcas o traidores no es culpa tuya.
—Evita las elecciones. Aunque las ganes son peligrosas porque propagan la idea perversa de que no todos te adoran.