La incontinencia "literaria" de Fidel Castro
Eugenio Yáñez /Cubanálisis-El Think-Tank
El 22 de enero de este año Fidel Castro escribió: “He reducido las Reflexiones tal como me había propuesto para el presente año, a fin de no interferir ni estorbar a los compañeros del Partido y el Estado en las decisiones constantes que deben tomar frente a dificultades objetivas derivadas de la crisis económica mundial”.
Sin embargo, ésta no es la primera vez que el anciano dictador hace algo distinto de lo que anuncia, y la última será cuando deje de respirar algún día: en lo que corre de 2009, después de tres semanas de silencio convaleciente forzado, posteriores al 50º aniversario de la Revolución, ha publicado 65 “reflexiones”, y no muestra intención de detenerse. Reproducidas inmediatamente en todos los medios de difusión del país, son de estudio obligado para la nomenklatura, y continuamente se exaltan como la verdad de las verdades por parte de los ideólogos del régimen.
El ex-embajador mexicano en Cuba, Ricardo Pascoe, (en un artículo que reproduce Cubanálisis en la sección “Cuba en la prensa mundial”) escribe algo muy cierto en cuanto a los resultados, pero con lo que no es fácil coincidir enteramente en cuanto al momento inicial:
“Es a partir de que se quedó sin voces eficaces dentro del gobierno que ha empezado a escribir todos los días, a veces hasta dos veces por día. Siempre había escrito artículos, pero eran más bien esporádicos. A veces nada se sabía de él en cinco o seis semanas. Incluso eran artículos reflexivos, filosóficos o nostálgicos, a veces sin mucha carga de opinión sobre temas coyunturales. A partir de la destitución de sus representantes en el gobierno, todo cambió. Ahora opina sobre todo, discurre ante los temas internacionales y trata de definir la “línea oficial” cubana a partir de su silla de ruedas”.
En realidad, desde el anuncio en la “reflexión” de enero 22 de que escribiría menos, comenzó a acelerar la periodicidad de sus bodrios reflexivos, más de un mes antes de que Raúl Castro defenestrara a sus dos “favoritos” Carlos Lage y Felipe Pérez Roque, y designara a “Chomy” Miyar Barrueco en el cargo de Ministro de Ciencia y Técnica, para alejarlo del de Secretario del Consejo de Estado, al que quitó toda trascendencia ejecutiva y protagónica. El secretario personal del líder, Carlos Valenciaga, ya había sido trasladado anteriormente a un (literalmente) muy oscuro puesto de trabajo burocrático en la Biblioteca Nacional.
Por ello, la característica que acertadamente señala el señor Pascoe en la prolijidad “literaria” del anciano dictador, no es producto de un incremento del ritmo tras la caída en desgracia de “los suyos”, sino que comenzó desde principios de este año, a consecuencia, muy probablemente, de un repunte en su estado de salud.
Dada la personalidad de Fidel Castro, con un desmesurado ego y su absoluto y total desinterés por todo lo que no sea él mismo, es sensato considerar que, sintiéndose mejor de salud, no quiera conformarse con mirar los toros desde la barrera y desee participar mucho más activamente, teniendo en cuenta que, en sus percepciones, nadie puede hacer las cosas mejor que él.
Había escrito 67 “reflexiones” en el 2007, y 107 en el 2008, concentrado en temas tan esotéricos como un submarino inglés o los “superrevolucionarios”, o más actuales, como el presidente Lula o el candidato John McCain. En menos de cinco meses del 2009 ya ha publicado 65, y de temas específicos y en detalles, abarcando temas y problemas desde el Clásico Mundial de Beisbol a la OEA, la Cumbre de Trinidad-Tobago, el encuentro con los congresistas norteamericanos del caucus negro, la ridícula huelga de hambre de Evo Morales, la “sabiduría” (¿?) de Hugo Chávez y Daniel Ortega, sobre el presidente Obama, y la crisis económica mundial.
Significativamente, ni una sola vez aborda temas que en realidad interesan a los cubanos: la falta de libertades y derechos individuales, la continua escasez, la frustración y la desidia social, la corrupción, los salarios que no alcanzan, el inmovilismo estatal, la absoluta improductividad, o la juventud sin futuro, entre otros muchos.
Cuando se ha referido a evidentes incertidumbres críticas del país, como la crisis de la educación o de los servicios de salud, ha sido para señalar que “no estamos tan mal”, o que podría ser peor. Ciertamente, los haitianos están peor. Nada más.
Su ego le obliga a “reflexionar” continuamente, en primer lugar, como “prueba de vida”, de que no está muerto y conservado en un congelador, como repiten algunos despistados. A pesar de que las “reflexiones” son un reflejo fiel de su torcida psicología y estilo, hay algunos todavía que se refieren a esos bodrios como “atribuidos” a Fidel Castro”, tal vez creyendo que alguien en Cuba pudiera y se atrevería a escribir a nombre del Comandante, ni aún si estuviera muerto.
Además de dar continua “fe de vida” con sus “reflexiones”, necesita marcar su territorio de poder, como las fieras cuando orinan, para dejar claro que estará alejado contra su voluntad, pero nunca retirado: cuando hace falta, reniega de sus “delfines” defenestrados y los califica de indignos; dice sin sonrojarse en lo más mínimo que Obama simplemente “malinterpretó” las palabras de Raúl Castro; recibe a los congresistas estadounidenses junto a “Chomy” Miyar, su permanente auxiliar desde los años sesenta, a pesar de que el general-presidente lo alejó físicamente del líder de la revolución; se salta la autoridad del canciller y el gobierno para dar instrucciones directas al embajador cubano en La Paz; ataca al gobierno mexicano a pesar de que Cuba reconoció el esfuerzo de México en la lucha contra la gripe porcina; y no deja de ser una continua y humillante amenaza a la pobre y gris gestión de Raúl Castro, diariamente concentrado en tratar de llegar al día siguiente sin tener que tomar decisiones trascendentes.
La permanente presión de Fidel Castro se está ejerciendo en un país que en estos momentos se encuentra virtualmente paralizado, dirigido por una gerontocracia aferrada al poder en base a una dudosa legitimidad histórica, e incapaz de correr riesgos: en medio de una terrible crisis de efectivo, este año no alcanza el dinero para comprar los alimentos que es necesario importar, mientras las tierras agrícolas están cubiertas de marabú en más del cincuenta por ciento.
Sin embargo, la entrega de las tierras improductivas en usufructo a quienes deseen trabajarlas, autorizada por legislación desde hace más de un año, no avanza lo suficiente, y los pocos cubanos que hasta ahora han recibido tales tierras no tienen el más mínimo respaldo para ponerlas a producir, ni financiero, ni de maquinarias, ni tecnológico por parte del gobierno, único empresario autorizado. Al celebrarse el 50º aniversario de la Ley de Reforma Agraria la agricultura cubana está peor que nunca en su historia.
Se definió como importantísimo el pago del trabajo de acuerdo a los resultados, y con ello se renegó de los conceptos de igualitarismo guevarista vigentes por casi medio siglo, pero más de nueve meses después de aprobada la ley correspondiente no se ha podido todavía materializar su aplicación, gracias a una combinación de ineficiencia, ineptitud, desinterés de los trabajadores, descontrol, indisciplina generalizada, y resistencia de la burocracia, que siempre resulta mucho más efectiva bloqueando las transformaciones que impulsando verdaderas opciones de avance.
Después de años de cantinelas sobre la revolución energética, el periódico “Granma”, órgano oficial del inmovilista partido comunista cubano, señala que “el primer cuatrimestre del año arroja un sobre-consumo no planificado de 40,000 toneladas de combustible en función de la energía eléctrica”. Peor aún, añade que “en los tres primeros meses del año fueron detectadas 2,200 violaciones de las medidas organizativas y del plan dispuesto en las instituciones”. Además, “en un 10% de las casas visitadas fueron reportados fraudes eléctricos”.
Siendo informaciones oficiales del régimen, vale preguntarse: ¿para qué sirven el partido, el gobierno, y las organizaciones de masas, si cosas como éstas ocurren diariamente y lo único que puede decir la “vanguardia” revolucionaria es que “los excesos de consumo injustificados llevarán al análisis y la búsqueda de soluciones”: como hubiera dicho alguien, se trata de un concierto para violín, y nada más.
No todos en la nomenklatura saben lo que deben hacer, más allá de cuidar sus pequeñas prebendas y ridículos privilegios, y los pocos que lo saben se paralizan ante el temor de lo que pudiera suceder si las cosas avanzaran o, peor aún, de la eventual “reflexión” del líder, que les calificaría de cualquier cosa indeseada y pondría en peligro sus carreras, dejándoles solamente las opciones de sepultureros, guarda parques o auxiliares de contabilidad en una granja municipal, en el mejor de los casos, pues ni siquiera tales “privilegios” los tienen los integrantes del “plan payama”.
¿Hasta cuándo puede durar el actual ataque de desenfreno epistolar, que no epistemológico, del Comandante? Imposible saberlo con precisión, más allá de poder estar seguros que solamente terminará cuando la salud le reclame el reposo obligado al que no está dispuesto a acceder por voluntad propia o por un sentido de humildad del que siempre ha carecido.
O tal vez cuando, definitivamente, se convierta en balsero nada ilustre de la barca de Caronte, y finalmente posibilite la realización de los muy esperados Grandes Funerales, que fueron previstos por los sucesores para que se celebraran mucho antes del ya muy demorado Congreso del partido comunista de finales de este año.
Aunque ya va llegando el momento de lanzar su convocatoria y presentar un proyecto de Programa, sin que sobre el tema se sepa públicamente mucho más de lo que hablan Pedro Campos y unos pocos de sus colegas, uno de los cuales acaba de ser separado de su trabajo definitivamente y sin apelación , por utilizar los correos electrónicos y las redes electrónicas en función del “socialismo participativo”: ese que propugnan en Cuba varios militantes trasnochados, pero que no entienden ni quieren entender ni saber de eso en el Palacio de la Revolución.
Entonces, el Comandante seguirá “reflexionando”; Mariela Castro continuará embobeciendo a una buena parte de la prensa extranjera más superficial y sensacionalista, organizando desfiles homosexuales en La Habana, y hablando superficialidades en un país que reclama soluciones de fondo; la prensa oficial mantendrá su tradicional conducta autista; y el general Raúl Castro seguirá cantinfleando y hablando sin decidirse a hacer, mientras diversos “expertos” de ultramar continuarán viendo señales de “cambio” en Cuba.
Y los cubanos de a pie deberán seguir haciendo colas, sufriendo carencias y necesidades artificialmente creadas, y soñando con “la balsa o la visa” como posibilidad de escapar del infierno, mientras los ideólogos del régimen seguirán cerrados de ojos y oídos a las realidades, y asegurando que el futuro “pertenece al socialismo”.
¿Hasta cuándo?