El enigma cubano y el liderazgo mediocre ( I I I , FINAL) Los caminos hacia la Cuba post-castrista
Eugenio Yáñez, Antonio Arencibia y Lázaro González/
Cubanálisis-El Think-Tank
De todos los enigmas cubanos, sin dudas el más profundo, complejo y embrollado está en elucidar lo que puede deparar el futuro de Cuba tras el paso de los Castro.
Sin embargo, es tanta la insistencia en el asunto por parte de los medios, expertos y hasta emocionales neófitos, que el tema llega a ser parte del folklore cubano.
El denominado “Día Cero”, entendido por la fecha en que Fidel Castro muera, carece de importancia en si mismo, más allá del espectáculo de las faraónicas pompas fúnebres y los lloriqueos hipócritas de estos y aquellos. El primer error metodológico-conceptual se ubica en que precisamente no hay un “Día Cero”.
Lo que ha estado ocurriendo, y que convencionalmente pudiéramos fijar como el momento de inflexión, se marca cuando Fidel Castro pronuncia un discurso en el Aula Magna de la Universidad de la Habana el 17 de noviembre del 2005, donde alerta sobre el carácter reversible de la Revolución que podía autodestruirse.
El proceso ha venido discurriendo desde mucho tiempo atrás y se estructura en lo que se ha denominado por el castrismo como “Operación Caguairán”, que erróneamente se encasilla por algunos como una operación militar en el sentido estrecho de la acepción.
Sin embargo, se trata en realidad de un proceso multidimensional y multifuncional en marcha, cuidadosamente planeado y ejecutado en lo político, militar, ideológico, social, económico y cultural, con vistas a concretar la sucesión a Raúl Castro, ya ejecutada, reforzada por los históricos de confianza disponibles en una primera etapa intermedia, a la que seguirá la sucesión generacional castrista a los verdaderos herederos designados, lo que se maneja con la mas absoluta discreción.
Sin dudas, y ante la inobjetable realidad de la capitulación biológica de la elite, el objetivo estratégico del castrismo es lograr su perpetuación neocastrista.
En la prospectiva de los escenarios de Cuba, se pueden encontrar infinitud de aproximaciones, la mayor parte de ellas elaboradas con más entusiasmo anticastrista que elementos de análisis. Y aunque el castrismo no sea capaz de producir ni harina de maíz, tasajo y boniato, que era la dieta básica de los esclavos africanos, y más tarde la de los braceros haitianos y jamaicanos, tiene elaborada su planeación, como en todo lo que compromete su supervivencia, y marcha muy adelantado frente al común empirismo de las conclusiones apriorísticas de muchos analistas.
Y es que el futuro no está predeterminado en su integridad. Es posible imaginar, diseñar, planificar y concretar futuros más convenientes, factibles, viables, y deseables a la alternativa castrista.
El futuro no es en modo alguno un destino inexorable, sino potencialmente múltiple, flexible y alternativo; y por lo tanto sus variantes son cognoscibles y manipulables.
El castrismo hoy más que nunca sabe que se juega su supervivencia personal y política en ello; y nosotros, los que de una forma u otra pensamos diferente a ese régimen, deberíamos actuar en consecuencia: el instrumental metodológico-conceptual existe, y el talento y la voluntad también.
Si no se hace no es por falta de oráculos, profetas, brujos de la tribu y adivinos de café con leche, que pululan en medios de prensa y agencias de noticias estadounidenses o europeas que se consideran a sí mismos instituciones serias, con corresponsales acreditados en Cuba que muchas veces cuidan más su status que la precisión de sus despachos. Además, abundan informes de “académicos” con abultado currículum que no consiguen no ya pronosticar, sino tan siquiera anticipar, una tendencia específica o un fenómeno muy concreto de lo que puede suceder en el país.
De la misma manera, se calcula que hay más de mil doscientos blogs sobre el tema cubano, tanto en el exterior como dentro de la Isla, que van desde los muy serios y respetados, que son un verdadero dolor de cabeza para el régimen, hasta los de a tres por diez centavos, y esta variedad de blogs conforman un periodismo digital que se extiende desde los que acumulan miles y más miles de lectores cada día hasta los que solo se leen en la familia, si es que en tal familia no están muy ocupados.
Cubanálisis-El Think-Tank, dedicado más, como siempre, a preguntas que a respuestas, que no pretende la verdad absoluta, las primicias inconsistentes, ni los “ya lo habíamos anunciado aquí”, pretende analizar el futuro plausible de una Cuba post-castrista, sin intentar sobresaltos ni tremendismos, respuestas definitivas, ni mucho menos verdades absolutas.
Una Cuba post-castrista que no se puede modelar en base a las declaraciones aquí o allá de Juan Formell con sus Van-Van ni de Mariela Castro, o las réplicas de Paquito D’Rivera, Arturo Sandoval, o de los bebedores de café del Versalles, porque aquí no se trata de timba, latin-jazz, preferencias sexuales o cortaditos, sino de realpolitik, escenarios políticos y análisis económicos muy en serio y que requieren de heurística y brain-storming, con mucho más brain que storming, y donde las experiencias personales, situación de la familia, o criterios de vecino buena gente, le dan colorido a la situación, pero no van a enfocarnos necesariamente en escenarios plausibles, ni mucho menos en conclusiones responsables.
Para pensar seria y responsablemente en una Cuba post-castrista, es conveniente, en muy primerísimo lugar, desechar los escenarios fantasiosos o con muy pocas probabilidades de materializarse, si se analiza sin incluir en el análisis los deseos o el “ojalá” del Parque del Dominó en la Calle Ocho, o “La Carreta”, o El Hurón Azul o La Cecilia en La Habana, y tener muy en cuenta siempre que tampoco se piensa igual en La Moncloa, el Kremlin, Miraflores o el Palacio Quemado, que en La Timba habanera, Chicharrones, El Polinesio, La Loma de la Cruz, o la Marina Hemingway, ni es lo mismo el Versalles de la Calle Ocho en Miami que el barrio de ese nombre en Matanzas.
Por otra parte, antes de desgastarse analizando cómo sería una Cuba futura es muy necesario, imprescindible, pensar en cómo sería la salida de la Cuba presente, los posibles vericuetos por donde se moverá la realidad, y cómo podrían actuar desde los apparatchiks hasta los aseres, los doble-moralistas, los coroneles, la intelligentsia, los cuadros, los militantes, y los cubanos de a pie.
Sin ello, cualquier proyección analítica sobre el futuro estaría basada en diversos fundamentos muy endebles y quedaría en un ejercicio intelectual inútil.
ESCENARIOS MENOS PROBABLES
Y se dice “menos probables” porque el criterio imposible no debe utilizarse nunca y no debe descartarse definitivamente en ninguna circunstancia, pero aparentemente se trata de las situaciones y circunstancias que menos factibles y plausibles aparecen en cualquier análisis político serio y responsable.
a) Invasión de las fuerzas armadas de Estados Unidos
Nadie en su sano juicio considera probable o posible una invasión de las fuerzas armadas de Estados Unidos contra Cuba, a pesar de lo que repita como papagayo Ricardo Alarcón, el inefable Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, los llamados de alerta sobre el tema del general-presidente, las interminables reflexiones del anciano y enfermo dictador, o los incontables recursos que el régimen destine a los ejercicios “Bastión”.
Con dos guerras que pelear en Afganistán e Irak, y retos nucleares desde Irán y Corea del Norte, más la constante amenaza terrorista, Cuba no es en estos momentos una prioridad para Estados Unidos ni una amenaza para su seguridad nacional, a pesar de las denuncias radio-televisivas que ya aburren en Miami, los “cazadores de espías”, titulares sensacionalistas en la prensa miamense, y las reacciones alarmistas en el Sur de la Florida.
La administración Obama ha expresado claramente que el tema de la política hacia Cuba se lo está tomando “con calma”, y lo que busca son contactos bilaterales y diversas formas de acercamiento y enfriamiento de tensiones que han existido por varias décadas, y no una salida violenta de la situación, ni el uso de la fuerza.
Sin embargo, una situación extrema de inestabilidad social e ingobernabilidad en Cuba, o el levantamiento de los controles en las fronteras cubanas para provocar un éxodo masivo hacia la Florida, serían circunstancias que pudieran accionar alguna respuesta militar norteamericana.
Altamente improbable, sobre todo en el contexto de la administración Obama, sería, no obstante, un escenario no descartable en momentos de crisis políticas o sociales extremas, o incluso ante una catástrofe natural de gran envergadura o una seria amenaza geopolítica.
b) Insurrección popular
Tema oportuno y demasiado emocional para la política local, sobre todo en tiempo de elecciones locales, donde las autobiografías anti-castristas priman más que capacidades de gestión o destreza para resolver problemas muy concretos. No es fácil ni realista suponer una insurrección popular en las calles cubanas, básicamente en las habaneras, sin un movimiento contestatario organizado, reconocido, aceptado o apoyado, que brilla por su ausencia, no importa cuantas organizaciones, movimientos, grupos o partidos políticos reclamen un liderazgo o presencia que, -debido a la represión y el monopolio informativo del régimen- resulta más virtual que real.
El “maleconazo” habanero de 1994 es hoy, desde algunos lugares de Miami, más leyenda que una narración histórica exacta y realista, y sus posibilidades de repetición, aunque no pueden ser descartadas, teniendo como detonante cualquier incidente, en una guagua, un puesto de viandas, una asamblea estudiantil, o una “cola” cualquiera para comprar alimentos, no pueden ser consideradas como acontecimiento seguro, o siquiera probable.
c) Golpe de estado militar
Un movimiento contestatario desde las fuerzas armadas cubanas no tiene sentido si no se produce antes una situación, cualquiera, que reclame definiciones de los miembros de las instituciones militares o el Ministerio del Interior, un “efecto Timisoara” (Rumania) que lleve a las instituciones militares o paramilitares a pronunciarse en contra de una brutal represión militar.
Tal escenario sería posible si se dieran las condiciones apropiadas, pero no es probable de por sí, simplemente por el empeoramiento de las condiciones de vida, si no se dan esas condiciones de una orden de represión que fuera cuestionada por los estamentos militares.
Por otra parte, considerar que las relaciones de poder en Cuba se sustentan en el principio de la lealtad acrítica al Líder es un juicio que no se verifica, en tanto la “lealtad” así entendida no es más que una relación de convivencia mutuamente conveniente en términos de supervivencia de los grupos de poder y mantenimiento del status quo. La “lealtad” como condición de supervivencia puede ser quebrada si peligra la misma.
Y es por ello que el poder real emplea entre sus propias filas el terror subyacente como factor aglutinador, desestimulante, contentivo y correctivo. Los que aún no lo habían percibido con total en claridad en 1989, quedaron petrificados cuando los disparos de un pelotón de fusilamiento terminaron con la vida del General Arnaldo Ochoa.
Entre las primeras medidas profilácticas que tomó Raúl Castro al asumir el mando estuvieron las “promociones” a viceministros de las FAR de los generales jefes de los tres Ejércitos de Cuba. Si bien una primera lectura de la decisión indica que el General-Presidente reforzó su bunker, por otra parte los dejó a sin mando directo de tropas. Una agrupación de artillería o una brigada de tanques responde no a un viceministro, sino a su jefe de Ejército.
El general de división Lucio Morales Abad, quien sustituyó al general de cuerpo de ejercito Leopoldo Cintras Frías como jefe del estratégico Ejército Occidental, es en gran medida un outsider al propio ejército que comanda y al poder real, por cuanto las misiones del mismo le son predeterminadas por el Estado Mayor General, y porque existen unidades de importancia táctico-estratégica que no se le subordinan, entre ellas las que defienden direcciones estratégicas donde se micro-localiza el poder central.
Una de las misiones de esas unidades es neutralizar en primera instancia cualquier “error” de una de las unidades del propio Ejército, y cuenta con la misma prioridad que el desembarco de un comando enemigo; no importa el origen o procedencia, todos son enemigos potenciales, y son tratados consecuentemente. Si Punto Cero y Punto Uno cuentan con sus propias unidades de protección, unidades del Ejército Occidental, no subordinadas al mismo en la línea de mando, dan cobertura, apoyan y están en capacidad de contrarrestar a las propias tropas de protección.
d) Negociación con los disidentes
La “variante polaca” no tiene futuro en Cuba. Durante más de medio siglo el único lenguaje del régimen frente a los opositores de cualquier tipo ha sido la violencia, desde la golpiza callejera al paredón de fusilamiento, pasando por “la limpia del Escambray”, los mítines de repudio, las largas condenas de cárcel, las “advertencias”, las presiones sobre familiares, la descalificación política, el “asesinato moral”, las acusaciones de “agentes” o “mercenarios”, el chantaje y la compra de la conciencia.
El régimen, genéticamente, no está diseñado para negociar, cuando históricamente ha enfrentado el conflicto con la violencia, y ha prevalecido y obtenido con ella los resultados que esperaba.
Acuerdos y consensos no son el estilo del castrismo ni del neocastrismo, y no es este el momento, político ni biológico, para comenzar a experimentar.
Además, y es fundamental, se negocia con el adversario cuando éste puede significar algún peligro o ejercer determinado liderazgo en sectores de la población, que no es, lamentablemente, el caso cubano, con infinidad de organizaciones sin coordinación entre sí, a veces con una cantidad de miembros que se pueden contar con los dedos de las manos, estériles polémicas entre sus liderazgos, programas demasiado débiles, cuando los hay, y poco o nulo reconocimiento internacional.
Nunca el régimen negociará con unos grupos a los que puede detener y encarcelar en cuestión de horas en todo el país, a pesar de los “twitter” y los “facebook”.
e) Negociación con el exilio
¿Por qué habría de hacerlo el régimen? El exilio cubano intransigente y “duro” en estos momentos ya no es tan numéricamente significativo, ni existen condiciones de ningún tipo en Estados Unidos para llevar a cabo acciones combativas en términos de enfrentamiento violento a la tiranía, ni mucho menos poner en peligro su existencia.
Su capacidad de influencia sigue siendo determinante en la política local del sur de La Florida o New Jersey, pero su capacidad de inclinar la balanza en los asuntos federales de política exterior es cada vez menos trascendente, más allá de las declaraciones políticas de algunos líderes electos, sobre todo cuando ese exilio apostó todo al candidato perdedor en las pasadas elecciones presidenciales.
Eso en Estados Unidos, donde la cantidad de cubanos pasa del millón. En Europa o América Latina, con mucho menos peso numérico e influencia menor aún, no pasa de sueños de una noche de verano.
Hasta el momento, el régimen está obteniendo de los cubanos en el exterior lo que realmente le interesa: remesas y viajes familiares que le garantizan alrededor de mil millones de dólares anuales, y un chivo expiatorio al que acusar continuamente, sobre todo teniendo en cuenta las innumerables oportunidades que una parte de ese exilio, tan dura como torpe, le regala continuamente a los hermanos Castro.
ESCENARIOS MÁS PROBABLES
a) El escenario de la solución biológica
A la que muchos están apostando, a veces en silencio vergonzante, parece ser la que más posibilidades apunta de inmediato, aunque presenta tres escenarios muy diferentes, en dependencia de quienes sean los que siguen el curso biológico primero.
Esos tres posibles escenarios serían:
Variante # 1: Muerte de Fidel Castro y quedan en el escenario Raúl Castro y Ramiro Valdés
El poder será compartido entre ambos y, dadas las características de personalidad de los contendientes, Ramiro Valdés se irá imponiendo silenciosa y paulatinamente al general-presidente.
Aunque esta posibilidad repugne por la naturaleza abiertamente represiva de las tareas que ha ejecutado Ramirito a lo largo de más de cincuenta años, no se puede olvidar que si desaparece primero Fidel Castro del escenario, él y Raúl Castro serían los únicos dos históricos en el país, con una biografía que comienza en el asalto al Moncada y se prolonga hasta el día de hoy: más nadie puede mostrar en Cuba lo que se consideran los méritos mayores para la legitimidad del poder, y nadie se los disputará, si no son ellos mismos uno al otro.
Dependerá de las alianzas (actuales y futuras) y que puedan marcar ambos el rumbo de los acontecimientos a partir del Gran Funeral, con la desventaja para Raúl Castro de que ya se ha desgastado en casi cuatro años de poder sin mostrar el más mínimo logro significativo en lo referente a las condiciones económicas y sociales.
Teniendo en cuenta, además, que tras la muerte del Comandante en Jefe la política no podrá seguir manteniendo ese primerísimo lugar que ha ostentado durante más de medio siglo, entre las mesas vacías de los cubanos y las frustraciones de toda una nación.
Ideología aparte, que en ese momento ya no va a contar, y que hace mucho que no existe (¿alguien recordó el aniversario de la “Segunda Declaración de la Habana” el 4 de febrero?), Raúl Castro podrá mostrar en el círculo cerrado de poder sus tibios y muy tímidos experimentos del perfeccionamiento empresarial en las empresas militares, mientras Ramiro Valdés ostentará a su favor los resultados de “Gran Caimán”, el negocio autofinanciado que creó al frente de la electrónica cubana, y de todas las operaciones “para romper el bloqueo” llevadas a cabo bajo su mando absoluto en el Ministerio del Interior.
Se darían las condiciones para avanzar en la aplicación de reformas económicas que, sin poner en peligro el poder, aflojarían la presión de la olla cubana. No por un espíritu reformista ni mucho menos, sino por el más elemental sentido común, que cuando se le llama “pragmatismo” le molesta a muchas personas, pero que sería lo imprescindible para alejar un estallido popular.
Dólar por dólar, Ramiro Valdés mostrará cifras mayores que las de Raúl Castro. Y comandante por comandante, tras la muerte de Fidel Castro, el general-presidente tendrá a los del segundo frente, pero el Comandante de la Revolución contará a los de la columna de Che Guevara, incluidos los tanquistas, y los duros del MININT.
Y si de disposición a llegar a los extremos para mantener el poder, estado físico y mental de salud, o de valor personal se trata, todas las opciones favorecen a Ramiro Valdés, quien regresó al parnaso del poder durante la etapa de la sucesión gracias a la bendición de Fidel Castro, y que en estos momentos representa personalmente al anciano dictador en Venezuela, por encima de todas las instituciones tradicionales y oficiales, con el pretexto de dirigir una Comisión Técnica sobre el tema de la crisis de energía eléctrica en ese país: eso tal vez no lo sepan muchos expertos sobre el tema cubano, pero de seguro lo sabe la nomenklatura, y mucho mejor los generales cubanos.
Aparentemente, la iniciativa del envío de Valdés a Venezuela no surgió del propio Chávez, sino de Fidel Castro, quien para guardar las formas propuso hacerlo a través de Raúl Castro. Lo cual demuestra que el Comandante, a pesar de su precaria salud, mantiene destellos de lucidez para olfatear los peligros y se dio cuenta de la fragilidad de Chávez en estos momentos, por lo que decidió realizar una jugada estratégica enviando a Caracas el arma más potente que podría haber enviado.
No por gusto “Ramirito” no llegó a Venezuela vestido de guayabera, sino con su uniforme y sus grados de Comandante de la Revolución, uno de los dos únicos cubanos que lo ostentan. Y no por gusto, tampoco, desde hace algunos días los titulares del periódico Granma han comenzado a referirse a “Ramiro” por su nombre de pila, sin cargos ni apellidos, tratamiento exclusivamente reservado para los hermanos Fidel y Raúl Castro.
Estamos en presencia de dos personalidades grises, carentes de carisma, que se desenvuelven mejor en segundas posiciones y no en los liderazgos tropicales. Sin embargo, ambos disfrutan de fidelidades históricas y grupos de poder de diferente naturaleza, pero singularmente complementarios.
Ambos solo se subordinan a un solo jefe, aunque éste pase actualmente buena parte del tiempo en el limbo. Mientras Raúl Castro ha conformado un cuerpo de oficiales superiores que le deben sus posiciones a él, ha sustentado unas obsoletas fuerzas armadas hoy más aptas para la represión antimotines en una segunda posición que para batallas reales, y mantiene el monopolio de los órganos de inteligencia y contrainteligencia, Ramiro Valdés cuenta, por su parte, con el control de la tecnología más sofisticada, y con más de ocho mil ciber-espías, organizados para-militarmente, que trabajan intensamente las veinticuatro horas del día en los objetivos de interés, además de la inmensa cantera en todo el país de estudiantes de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI).
El sistema de comunicaciones del país está bajo su control, y disfruta de la capacidad técnica para bloquear cualquier comunicación interna y externa, incluyendo las de los ejércitos cubanos y las tropas especiales, y las de la seguridad personal.
Más que el rencor acumulado entre sus fieles desplazados del poder a partir de 1989, el verdadero poder de Ramiro Valdés reside en ser el imprescindible Lucca Brasi de Fidel Castro, y en su capacidad cierta y real de neutralizar las comunicaciones del circulo raulista.
Con un Fidel Castro ausente del control operativo del poder, se hizo necesario para una personalidad psicótica como la suya ponerle a Raúl Castro un ejecutante de absoluta confianza, como oportuna medida de control profiláctico.
De los visibles, el único hombre que puede y, si fuera necesario, hasta pondría una pistola en la frente de Raúl Castro en una reunión del Buró Político, acusándolo de traidor a la Revolución, es Ramiro Valdés.
Por ello, hay quienes han dicho que Raúl Castro le susurró al oído al Moribundo en Jefe, en uno de sus letargos, que había que enviar a Ramirito a Venezuela para salvar a Cuba, enderezándole los entuertos a Chávez.
De acuerdo a esa versión, dicho y hecho. Ramiro Valdés ya está en Venezuela, y por algo será. Raúl Castro sigue en Punto Uno, y por algo será. Y por algo el Comandante sigue reflexionando en Punto Cero, con algunos momentos de lucidez.
Y eso lo sabrían muchos, Raúl Castro incluido, quien no desea más sobresaltos en su proyecto.
La dicotomía de poder planteada entre Raúl Castro-Ramiro Valdés parecería encontrarse una por cero en estos momentos, de acuerdo a esa versión, y todo podría depender del tiempo y el desenlace de la inédita misión de un Comandante de la Revolución en el exterior.
Ramiro Valdés cumplirá 78 años -uno menos que Raúl Castro- el 28 de abril, y no importa en que condición física y mental se encuentre, en los últimos tiempos le han estado sobre-utilizando y exponiéndolo públicamente, lo que es una de sus debilidades. Si la edad o la biología no le provocan un infarto, podrían hacerlo tantas y tan diferentes tareas.
Si a Ramiro Valdés, en algún momento, sus ocho mil ciber-espías no le dieran la adecuada retroalimentación, sería porque pusieron sus redes bajo otro mando.
Variante # 2: Muerte de Raúl Castro y quedan en el escenario Fidel Castro y Ramiro Valdés
El Comandante de la Revolución Ramiro Valdés sería entonces el poder real en Cuba, actuando como vicario de Fidel Castro, y se alejarían enormemente las posibilidades de elementales aperturas en la economía, dándose más importancia a la política que a los mecanismos económicos, con el consiguiente daño sobre las condiciones sociales y materiales de la población.
Es sintomático que fuera precisamente Ramiro Valdés quien expresara: “Tenemos que tratar (...) que las masas participen en la solución de sus propios problemas y no esperar que papá Estado venga a resolverles y como los pichones: abre la boca que aquí tienes tu comidita. Así no es”.
Valdés cuenta con una fructífera experiencia empresarial en la economía real, obtenida durante sus años de presidente de la corporación Copextel. Cuenta asimismo con amplias relaciones con ejecutivos y hombres de negocios chinos, y disfruta de la simpatía del poder central en China.
Sus redes de importación y exportación alcanzan niveles globales, y es un experto en negocios triangulares. Gran parte del sofisticado equipamiento tecnológico que se emplea en Venezuela en misiones de inteligencia, contrainteligencia y coerción social, proviene de operaciones ejecutadas por estas redes.
En ciertos contextos, y con el apoyo chino, Ramiro Valdés tiene potencialidades de convertirse en el último dragón cubano.
¿Tendría Ramiro Valdés, con su biografía, legitimidad internacional? No parece lógico ni fácil, pero él no necesita los máximos cargos, ni ninguno, para ejercer el poder real. Cuando algunos analistas han dicho que ya Valdés es el número tres de la cúpula, dan por sentado que Fidel Castro no está en el juego. En nuestra opinión Valdés es el numero tres detrás de esos dos que son Fidel Castro y Raúl Castro, y Machado Ventura queda relegado a un cuarto lugar.
José Ramón Machado Ventura, actual primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en realidad se dedica a atender al PCC y la UJC, incluso a nivel de asambleas municipales de la juventud, y recibir protocolarmente a visitantes extranjeros. En este posible escenario podría fácilmente ser nombrado Presidente, y como se necesitará otro vice-presidente, ahí está Esteban Lazo, nulo pero de raza negra, quien vendría muy bien a los efectos de la imagen del régimen.
Nada nuevo bajo el sol: al nacer la República nada se hacía en Palacio sin mirar a La Quinta de Los Molinos; posteriormente, sin mirar a Columbia; más tarde, sin mirar a Cojímar o Calle Once; que en un nuevo escenario haya que mirar hacia Jaimanitas, donde reside “Ramirito”, sería business as usual. Nada más.
Variante # 3: Muerte de Ramiro Valdés y quedan en el escenario Fidel y Raúl Castro
Escenario aburrido, sin dudas. Poco que cambiar. Raúl Castro, como mínimo líder, no se atrevería a nada que vaya contra las opiniones del máximo líder, interesado en estos momentos en el calentamiento global, el terremoto de Haití o cualquier cosa que no sea el destino de la nación cubana, que él mismo hipotecó, o de los cubanos, que no le importan en lo más mínimo.
Sería el mejor momento para Machado Ventura, segundo virtual, experto en hablar inconsistencias, y últimamente boberías sobre el futuro y el relevo juvenil, pero sin más nada concreto que mostrar.
Estos reiterativos mensajes sobre el relevo garantizado de las generaciones históricas de la Revolución, puestos en boca de Machado Ventura, están igualmente dirigidos a crear esperanzas dentro de las filas y sedimentar el camino para los sucesores designados.
Las pocas aperturas que podrían verse serían las imprescindibles para evitar el estallido, convencidos de que siempre se puede más, acusando al imperialismo y al “bloqueo” de todos los males de Cuba, manteniendo la represión de baja intensidad y sin que nada cambie significativamente, haciendo múltiples promesas incumplibles, ocultando la cara cada vez que se pueda, y continuar apostando, en silencio, a los milagros: considerar que si hasta este momento, por más de medio siglo, ha sido posible mantenerse en el poder, será posible eternamente.
Como podrá verse, la figura de José Ramón Machado Ventura, oficialmente Primer Vice-Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en cualquier escenario resulta absolutamente virtual y decorativa: sin una verdadera ascendencia sobre los mandos militares, y considerado por todos en la nomenklatura como un perfecto burócrata, despótico y testarudo, sin carisma ni liderazgo, sería un eterno segundo en términos oficiales, pero sin poder real en ninguna circunstancia.
En su interminable paseo cantinflesco por las asambleas de la UJC, Machado Ventura ha llegado recientemente a expresar una frase de lesa militancia, al señalar que “los jóvenes son la vanguardia de la Revolución”. ¿Cómo es eso? ¿La vanguardia no era el Partido?
No importa lo que piensen los corresponsales extranjeros en La Habana o los auto-considerados especialistas en temas cubanos: el poder real no depende de salir en primera plana en Granma o cargar con una retahíla de cargos y títulos antes del nombre, sino de la posibilidad de dar órdenes que sean cumplidas por los generales y los primeros secretarios provinciales del partido, el verdadero poder territorial.
¿Raúl Castro? Más o menos. ¿Ramiro Valdés? Sí, y al que lo ponga en duda él se va a encargar de aclarárselo inmediatamente. ¿Machado Ventura? Si se trata de dar órdenes a la Unión de Jóvenes Comunistas, los pioneros, los apparatchiks o burócratas de segunda, podrá hacerlo: pero al poder real, nunca.
b) El escenario de la sucesión monárquica-dinástica
Las tres figuras más conocidas de la dinastía de los Castro son, internacionalmente, Mariela Castro, “Fidelito” Castro Díaz-Balart, hijo de Fidel Castro, y Alejandro Castro Espín, hijo de Raúl Castro.
En los círculos reales del poder cubano, que es lo que cuenta, el más prominente es Fidelito, con su soporte de ingeniero nuclear, aceptado como buen especialista en su profesión, pero nada más.
Sobre sus robustas y bien alimentadas espaldas, Fidelito carga el pesado fardo que representan los millones de rublos y de metros de hormigón armado vertidos en la única tarea concreta que recibió en su vida: la Central Electro-nuclear de Juraguá. Y nadie pondría un país en manos de alguien que representa el fracaso más estrepitoso de las ínfulas de su padre.
Alejandro, coronel del ministerio del interior, especialista en inteligencia y contrainteligencia, y actualmente asesor del Consejo de Estado, se sabe que está a la sombra de “papá”, pero no incide para nada en el verdadero poder. Al menos por ahora. Sus funciones de “asesor” del Consejo de Estado se concretan en ser un asistente personal de su padre.
En un país como Cuba, donde los cargos formales son simplemente eso, pura formalidad en muchos casos, y donde los que tienen que saber qué es un teléfono rojo lo saben perfectamente, carece de importancia práctica quien está efectuando la llamada, pues el que la está recibiendo sabe de donde vienen las órdenes que hay que cumplir. Y eso confiere al que llama autoridad y poder per se.
Y Mariela, que le saca la baba a la prensa extranjera en cualquier parte, más por el apellido y el tema que maneja que por una verdadera capacidad de liderazgo, a los efectos del poder real en Cuba es alguien que se dedica a esa cosa extraña, pero que hay que atender, que es el “problema gay”, y que puede hablar porque es hija de quien es, pero no cuenta para nada en las decisiones que de verdad tienen que ver con el mantenimiento del poder.
Sin embargo, la popularidad de Mariela no es casual, y sin dudas es un serio trabajo de construcción de personajes. No debe descartarse que pueda ampliarse notablemente su influencia a segmentos igualmente críticos y de alta sensibilidad popular, tanto en lo interno como en lo externo. Muchas cancillerías, sobre todo europeas y organizaciones de las entelequias, lo recibirían con beneplácito.
Pero aquí el tema tiene una dimensión temporal que es crítica: Raúl Castro cumple 79 años dentro de cuatro meses, y Ramiro Valdés 78 en dos meses. Por ello se convoca a una Conferencia Nacional de Partido y no al Congreso, pues es imposible despojar a un Fidel Castro, en el limbo pero aun respirando, del ultimo y supremo cargo del país, el de Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba.
En el corto plazo las urgencias no son de cuadros y sucesores, pero sí lo son en el mediano plazo. El castrismo tiene el propósito y la voluntad de perpetuarse en la modalidad del neocastrismo, y ahí no hay espacios para los Raúl Castro, los Ramiro Valdés y los Machado Ventura. El poder, inexorablemente, tiene que renovarse en una nueva generación, aunque se mantengan determinadas claves de poder en manos históricas y/o fieles: son los peligros e incertidumbres de un proceso que no quiso renovarse oportunamente.
Resulta peccata minuta que la gerontocracia tenga serios problemas con los cuadros en los niveles intermedios y territoriales. El caso más representativo lo constituye la designación como Primera Secretaria del Partido en Ciudad de la Habana de la inexperta Lázara Mercedes López Acea.
Un caso que revela lo cuidadoso y perspicaces que están siendo en la promoción de los cuadros es el de Julito Martínez. Martínez sustituyó al tranquilamente defenestrado Otto Rivero como primer secretario de la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba, cuando éste fue nombrado vicepresidente del gobierno cubano a cargo de esa otra entelequia que fue la “Batalla de Ideas”.
Después de servir fielmente durante nueve años en la UJC, Julito ha sido nombrado miembro del buró provincial del partido en Ciudad de la Habana, movimiento demasiado discreto teniendo en cuenta los ascensos que dirigentes anteriores han recibido desde esa posición.
Entre otras cosas, esto demuestra que no basta la ejecutoria ejemplar de un cuadro para ser promovido al primer nivel del poder, si es que eso fuera factible. Los hilos del poder están reservados para los elegidos y no para los plebeyos, no importan cuan fieles y ejemplares hayan podido ser.
Entonces la pregunta de rigor es: ¿por qué?
Cuando el individuo que acapara los máximos cargos de poder del país tiene como su ayudante personal a su propio hijo, e interpone entre su pecho y una bala homicida a su propio nieto como escolta principal, estamos en presencia no solo de un episodio típicamente esquizoide, al cual el mismísimo Fidel Castro nunca estuvo tentado, sino a una situación tan paranormal que no puede ser entendida en los marcos de la lógica política.
LA PROYECCIÓN DEL RÉGIMEN EN POLÍTICA INTERNACIONAL
1.-Primera Prioridad : La “cubanización” del proceso “bolivariano”
Hay que confesar que una cosa es mirar el tema de la alianza castro-chavista desde el lado del nacionalismo cubano, y otra es verlo desde la óptica patriótica venezolana.
El planteamiento de Carlos Lage en Caracas, en octubre del 2005, de que Cuba era el país mas democrático del mundo por tener “dos presidentes: a Fidel y a Chávez”, lo marcó como lamebotas estelar, pues se atrevió a decir lo que ni su Jefe había expresado.
Aquel momento fue singular, pues inició la resistencia silenciosa del generalato castrista que se convertiría en retranca firme a los planes de unión bi-nacional de Hugo Chávez durante la Sucesión de Raúl Castro.
Pero visto desde la otra orilla, en aquella misma reunión, el teniente-coronel de Sabaneta, había proclamado “Cuba y Venezuela nos hemos juntado (…) Juntos desde ahora y para siempre. (…) A estas alturas debe saber el mundo que nuestros destinos están sellados”.
Lo que se dijo públicamente en el 2005 está cuajando un lustro después en Venezuela, no en Cuba. Los pasos típicos de la penetración castrista en varios países de África y América, se repiten en el marco del gobierno de Hugo Chávez: envío de médicos, pedagogos, y asesores civiles y militares; control de la seguridad personal del mandatario; incremento de personal militar y político a todos los niveles.
Eso se ha estado produciendo en suelo venezolano desde hace más de una década, pero se ha incrementado en estos momentos con asesoría en las aduanas y los centros de control de tele-comunicaciones.
Como pinceladas propias del chavismo están la adopción del lema castrista ampliado de “Patria, Socialismo o Muerte”, la aplicación del término “batalla de las ideas” a la politización pro-gubernamental de la Fuerza Armada Nacional, e incluso la confección y uso por Hugo Chávez de un uniforme verde-olivo con estrellas de Comandante en Jefe.
No obstante, exageran los que hablan de nombramientos de generales de las FAR a puestos clave en la Fuerza Armada de Venezuela. Fidel Castro y Hugo Chávez no necesitan eso, y sería una provocación innecesaria: como asesores, los altos oficiales cubanos tienen todo el acceso que necesitan a la cúpula chavista, y en caso de necesidad o bloqueo de sus “orientaciones” pueden apelar directamente al quasi-dictador.
En vez de la temida “Cubazuela, lo que se está dando, de forma paulatina y en todos los ámbitos, es lo que los opositores de Chávez llaman “cubanización” del proceso “bolivariano”. En realidad, “Cubazuela existe ahora, tras el envío de Ramiro Valdés a Caracas, en la mente y en la práctica virtual de Fidel Castro, quien desde su lecho de moribundo tiene en estos momentos los hilos que mueven los destinos tanto de Cuba como de Venezuela.
¿Qué raíces y perspectivas tiene esa tendencia? Aunque se basa en un acuerdo estratégico entre Fidel Castro y Hugo Chávez, se está acelerando para evitar la crisis política terminal del estado venezolano.
Desde la izquierda crítica hasta la derecha opositora hay unanimidad en que esto es lo que se avecina, desencadenada recientemente por una devaluación monetaria inadecuada y tardía, agravada por el empleo de los militares en el combate a la llamada “especulación comercial”, que no es más que el intento de la población de protegerse de los efectos desastrosos de la devaluación.
Además, el llamado “ajuste cambiario” estableció dos tasas muy diferentes entre el bolívar y el dólar, una que favorece a sectores priorizados por el gobierno y otra que castiga con una especie de impuesto suntuario a las importaciones en las ramas automotriz, de electrodomésticos, textiles, electrónica, gráficos, tabaco y licores. A esto se suman medidas de persecución contra los que negocian el dólar fuera del mercado oficial.
Estas decisiones de control comercial interno y externo enrarecen aún más el clima de inseguridad, de corrupción, de inflación desenfrenada, de caída del Producto Interno Bruto, de desabastecimiento e inseguridad bancaria, de crisis energética, que padece la ciudadanía.
La solución que ven los chavistas más furibundos, ante la probable derrota en las elecciones del 2010 y 2012 es la radicalización (cubanización) del régimen.
Pero en medio de las protestas estudiantiles por el cierre de medios de comunicación privados, a lo que se opone más del setenta y cinco por ciento de la población, Chávez lanza un mensaje ambiguo: por una parte ataca a todo el sector comercial y por otra plantea la alianza entre el gobierno y los empresarios para construir un “modelo productivo socialista”.
Es decir apela a la vieja táctica comunista de mediados del siglo XX de tratar de atraerse a “la burguesía nacional” y cerrar el paso a la “burguesía comercial”. Si la historia del castrismo le sirve de lección a los venezolanos, en Cuba ese doble rasero terminó en solo dos años con la incautación de casi toda la industria y el comercio nacional.
A estos planeamientos de Hugo Chávez se le suma una tardía decisión de superar el “modelo rentista petrolero” tras una década de utilizarlo como arma de expansión política en el hemisferio, y en medio de una situación de inestabilidad económica global.
Todo esto hace dudar a las clases medias y a parte de la base chavista de la viabilidad del proyecto “bolivariano”, que se asemeja cada vez más a las promesas demagógicas del castrismo temprano.
Por eso La Habana tiene que seguir “calzando” el proyecto chavista, cuyo declive arrastra consigo también a todos los países de la alianza Albista. Las últimas encuestas en Venezuela señalan que el 61% de los venezolanos considera la situación general el país entre “mala” y “muy mala”.
De ahí la jugada desesperada de Chávez de admitir la ingerencia abierta del régimen castrista en los asuntos de Venezuela, evidenciada por la llegada de Ramiro Valdés como representante personal de Fidel Castro ante Miraflores.
El Comandante de la Revolución y actual Vice-Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros tiene ante sí no una tarea energética -como se pretende-, sino la responsabilidad del asesoramiento político a Hugo Chávez, con todas las implicaciones que eso tiene para el establecimiento de su dictadura en Venezuela.
El compromiso de apoyo de Fidel Castro incluye una alianza apresurada contra el gobierno de Uribe entre las guerrillas rivales de las FARC (aupadas por el chavismo) y el ELN (ahijadas del castrismo), para incrementar la tensión en Colombia.
No obstante lo anterior, los Castro se cuidarán mucho de excederse en la intromisión en Venezuela, por lo que el envío de tropas regulares está totalmente descartado.
En última instancia, y aunque parezca una predicción arriesgada, si el derrumbe del proceso “bolivariano” ocurre antes o en las elecciones del 2012, el régimen de La Habana todavía podría tener posibilidades de evitar su propio colapso, pues en el pasado lo ha logrado a pesar de perder subsidios y suministros muy superiores a los que les ha dado Hugo Chávez. Aunque en un hipotético caso como ese la historia podría repetirse esta vez más bien como parodia.
En fin de cuentas, los castristas “históricos” llevan mucho más de medio siglo aplicando a la política internacional la táctica de la guerrilla: atacar solo con ventaja y replegarse ante el contra-ataque.
En este caso, está claro, la responsabilidad de la derrota de Chávez se la adjudicaría Raúl Castro a Ramiro Valdés, y veríamos un reacomodo de poderes en La Habana.
Pero si el chavismo se mantiene en el poder hasta después de esas elecciones presidenciales, y llega la solución biológica al enigma cubano en cualquiera de sus posibles escenarios, se tendrá que rediseñar totalmente la relación entre La Habana y Caracas.
2. Otras relaciones priorizadas, pero sin resultados determinantes
Los cambios acaecidos en Rusia y China en los últimos tiempos determinan que si el régimen de La Habana quiere relaciones más significativas con esas grandes naciones se deberían promover sus inversiones en la Isla, un intercambio comercial creciente y lo más equilibrado posible, y la apertura del mercado interno a los productos rusos y chinos.
Pero como no hay reformas en Cuba, el país está en bancarrota, y ni Rusia ni China están dispuestas a subsidiar al castrismo, las relaciones económicas se mantienen a un nivel bajo, y lo que llega es en pago al alineamiento político castrista en la arena internacional.
El Ministro de Exteriores y vice-presidente del gobierno ruso, Igor Sechin, visitará Cuba del 11 al 13 de febrero y encabezará la delegación de su país en la ceremonia de inauguración de la Feria del Libro de La Habana, en la que Rusia participará como invitado de honor.
Además se reunirá con Raúl Castro, y con su homólogo Ricardo Cabrisas, con el que se entrevistó en Moscú a fines de enero. La prensa rusa reportó en aquellos días que Sechin y Cabrisas analizaron la “ejecución de los créditos gubernamentales y los procesos inversionistas en diferentes ramas de la economía cubana”, y discutieron la “colaboración en los campos científico-técnico, educacional, cultural, informático, comunicaciones, aeronáutica, transporte y la industria básica”.
Todo ese lenguaje está muy bien, pero la visita de Igor Sechin a Cuba, con lo que va a coincidir es con el primer embarque de 100,000 toneladas de trigo, que Rusia donará como “ayuda humanitaria”. Una ayuda de ese tipo fue anunciada en Moscú también a favor de la depauperada Bangladesh. Mientras tanto, queda pospuesto resolver el peliagudo asunto de la deuda del régimen cubano desde la época soviética, y los nuevos créditos son muy reducidos. Cuando Raúl Castro se entreviste con Sechin fingirá la mejor de sus sonrisas, y recibirá el trigo ruso sin darle mucha publicidad. Porque es mejor coger del “Oso” un pelo.
China, por su parte, sigue aprovechando su ascenso como potencia en medio de la recesión mundial, y endurece su posición frente a Estados Unidos, mientras le da ayuda y asesoría a otras autocracias, incluida la castrista. Indiscutiblemente, desde la primera visita del presidente chino Ju Hintao en el 2004, (repetida a fines del 2008), hasta la del presidente del Parlamento, Wu Bangguo, en septiembre pasado, China ha incrementado su participación económica, convirtiéndose en el segundo socio comercial del regimen, después de Venezuela.
Pero como apuntase acertadamente Alejandro Armengol, “al igual que ocurre con Rusia, los créditos que otorga el gobierno chino son limitados y en su mayor parte destinados a áreas de interés del país que otorga el dinero”.
Por eso los acuerdos más importantes chino-cubanos están surgiendo en el área del turismo. El 3 de febrero, producto de un convenio entre la cadena hotelera española Sol Meliá, la compañía estatal china Suntine International, y la empresa Cubanacán, se celebró la inauguración de un hotel “Gran Meliá”, de 686 habitaciones, en el centro financiero de Shanghái. La ceremonia contó con la presencia del Ministro de Turismo del régimen, Manuel Marrero.
Ya en octubre pasado la compañía china Suntine había formado otra empresa mixta con el grupo Cubanacán, para construir en la Marina “Hemingway”, al oeste de La Habana, un hotel de lujo de 600 habitaciones, con vistas a aprovechar el incremento del turismo norteamericano a la Isla.
El inicio de las obras está programado para mediados de este año, pero como no se vislumbra el levantamiento de la prohibición de viajar a Cuba por parte del Congreso de Estados Unidos, es posible que se pospongan los planes.
Es decir, los chinos están extraordinariamente interesados en utilizar la Isla como plataforma conveniente para el comercio con Estados Unidos, pero no pueden avanzar en ese proyecto mientras el régimen mantenga sus inadmisibles exigencias a Washington.
Y en estos momentos, con el Presidente Obama en dificultades, y teniendo que garantizar la mayoría demócrata en las elecciones congresionales de este año, no es de esperar que Estados Unidos se esfuerce demasiado en recomponer las relaciones con un régimen que no da muestras de tener interés en hacerlo.
Con relación a los países latinoamericanos, no hay mucho más que decir: El ALBA está en declive, especialmente cuando Chávez está en crisis, y el régimen desperdició las oportunidades que hubieran podido darle Brasil y México si se hubiese abierto a las reformas.
El incremento de las relaciones económicas del régimen con Irán tiene un peso relativamente importante. Aunque en el pasado mes de noviembre se firmaron acuerdos, principalmente en materia de transporte, y se duplicó el comercio entre el 2007 y el 2008 (de 23 a 46 millones), lo más importante para La Habana es el incremento de los créditos iraníes, de 272 a 680 millones de dólares.
Aún así, en el plano político las relaciones son bastante frías. Si exceptuamos la visita que hizo Mahmoud Amadinejad a Cuba durante la cumbre de los NOAL en el 2006, no ha sido invitado a visitar la Isla, a pesar de haber estado varias veces por la región, especialmente en países del ALBA.
Los amigos tercermundistas con deudas de agradecimiento a Cuba, como Angola, Argelia, Sudáfrica, Guinea Ecuatorial o Libia, están en disposición de mantener vínculos económicos bilaterales y ofrecer determinadas facilidades, pero no a subsidiar indefinidamente a un régimen que ha demostrado hasta el agotamiento su ineficacia y su desinterés en resolver los problemas económicos del país.
EL DILEMA DE LAS REFORMAS ECONÓMICAS
No es necesario ser economista ni especialista en asuntos cubanos para comprender el camino que debería adoptarse en Cuba para comenzar a superar la profunda crisis económica, política y social en que se encuentra la nación cubana.
Basta un manual serio de economía para poder hacer mención a innumerables medidas elementales que sería necesario aplicar en Cuba para comenzar a sacar al país del marasmo económico en que se encuentra: privatizaciones, medidas fiscales, regulación responsable y atractiva para la inversión extranjera, legislación económica y comercial, eliminación de la injerencia del Partido Comunista en todas las actividades de la economía, información contable y estadística transparente, acceso de los cubanos a las inversiones en pequeñas y medias empresas, liberación de la totalidad del mercado de trabajo, eliminación de las regulaciones burocráticas absurdas, facilidades a los pequeños productores campesinos, cooperativistas y cuentapropistas para trabajar, comercializar sus producciones y tener acceso a los insumos fundamentales, y muchas más.
Sin embargo, todas esas medidas, y muchas otras que no se han mencionado en el párrafo anterior, quedarían en un inútil ejercicio intelectual al no existir la más elemental voluntad política por parte del gobierno de afrontarlas seriamente y hacerlas avanzar.
No se trata de que la gerontocracia no pretenda hacer nada, sino de que todo lo que pretende hacer parte de un desconocimiento abismal de las realidades de las ciencias económicas y las tendencias mundiales, las experiencias internacionales y los caminos que han demostrado su viabilidad y resultados, incluso en países que han ejecutado esos cambios sin perder las riendas del poder dictatorial de sus partidos comunistas.
Ya no son solamente China o Vietnam, sino hasta Laos y Camboya van tomando esos caminos que repiten la experiencia china adaptados a sus condiciones, y van obteniendo resultados que, aunque modestos, representan pasos de avance específicos, y logran cada año resultados superiores a los del año anterior.
Sin embargo, en el contexto de las supuestas reformas y ajustes que está desarrollando el gobierno de Raúl Castro, esos criterios y experiencias no son tenidos en cuenta más allá de algunas menciones propagandísticas sobre “los avances” chinos, sin detallar como se consiguieron ni los cambios sustanciales que se realizaron.
En Cuba, contrariamente a todas esas experiencias internacionales, aunque se sabe perfectamente que la concepción de “Papá-Estado” ya hace mucho tiempo que no funciona y no se puede mantener, lo único que se les ha ocurrido, bajo los disfraces del lenguaje demagógico y el interminable cantinfleo, es tratar de sustituirla, gradual pero rápidamente, por la del “sálvese quien pueda”, y ya en estos momentos la imposibilidad declarada de sostenerla está tensando, mucho más aún y a gran velocidad, las relaciones población-Estado.
Incluso ya hoy se está diciendo, porque ya no queda nada positivo que decir que sea creíble, que hasta los que no trabajan tienen acceso a las magras asignaciones alimentarias de la libreta de abastecimientos y a los servicios gratuitos de salud y educación, y ha comenzado la campaña para convencer a los cubanos de que eso no es justo.
Se aumentó la edad de jubilación, está en proceso el cierre de comedores obreros, y el propio Salvador Valdés Mesa, Secretario General de la Central de Trabajadores [única] y miembro del Buró Político, cumpliendo órdenes y sin molestarse en preguntar la opinión a los afiliados a los distintos sindicatos que supuestamente representa, está pregonando la necesidad de eliminar el subsidio estatal a los trabajadores que queden disponibles, a los cuales se les ofrecerá trabajar en los sectores “priorizados” de la agricultura y la construcción.
Y todo esto crea tensiones y genera descontentos que ya los mecanismos de coerción ideológica y política no son capaces de manejar o controlar a su antojo.
En Cuba uno de los mitos propagandísticos ha sido el “pleno empleo” reportando cifras de desempleados, que nadie cree, por debajo del 2% [exactamente 1.7% en el 2009], pero el régimen se las toma muy en serio en sus campañas publicitarias.
Este dato esconde la alta cifra de “plantillas infladas” [personal sobrante en las entidades], personas en cursos de superación y/o precalificación infinitos, como los de los obreros azucareros, y los eufemísticamente denominados trabajadores disponibles.
Con este otro acto voluntarista, uno más, en la conducción de las eufemísticamente llamadas reformas económicas, el castrismo comete varios errores estratégicos.
En una situación de recesión y crisis como la que experimenta la economía del país es razonable que se estimule la reinmersión laboral de las personas que han perdido su trabajo, pero para ello no es necesario obligarlas trabajar en los puestos de trabajo que el gobierno necesita o considera apropiados, sin tener en cuenta el criterio, los deseos o los intereses de esos trabajadores.
Esa conducta, en sí misma totalitaria, además de remedo del esclavismo, es inmoral, económicamente irracional y socialmente desestabilizadora.
La medida sensata sería estimular el flujo de los desocupados hacia actividades priorizadas no sobre la base de la coerción, sino del beneficio económico de los mismos, es decir, del beneficio económico mutuo del estado y el trabajador.
En su concepción voluntarista y autoritaria de las reformas económicas, el raulismo se inclina por la represión económica y social, porque sabe que la mayoría de las personas en esa situación no apoyaran las medidas y se sumarán a la larga lista de los inconformes y potencialmente conflictivos ciudadanos.
Sin otra manera de concebir el ejercicio del poder, más allá de la coerción y la represión, y excluyendo del proceso de análisis y toma de decisiones a todos los que no piensen como ellos, aunque se consideren revolucionarios, la gerontocracia cubana le sigue temiendo, como el diablo a la cruz, a una verdadera participación de los trabajadores, a quienes dice representar, en la dirección de la economía y la toma de decisiones de verdadera trascendencia política y social, y sigue aferrada a los mecanismos, procesos y experiencias que han fracasado en Cuba durante casi medio siglo, y en el mundo por más de setenta años, y siguen fracasando en la actualidad.
Cuando más necesita de una verdadera inclusión de la sociedad en el análisis de los problemas de la nación y la búsqueda de soluciones reales, frescas y creativas, más se aferra la gerontocracia a su espíritu de camarilla cerrada y secreta, a despreciar las opiniones del pueblo que alega representar, a excluir cualquier opinión o propuesta que no esté en línea con sus vetustos, obtusos y demostradamente fracasados criterios, y a considerarse monopolizadores de la revolución, las verdades, proyectos y soluciones, todo apoyado en una supuesta legitimidad histórica y revolucionaria que cada vez es menos legítima, histórica o revolucionaria.
El pavor a perder el poder les está encerrando más y más en un castillo de marfil cada vez más deteriorado, con goteras y salideros, apuntalado, con sus arcas y alacenas vacías, sin proyectos ni programas realistas ni concretos, con huracanes a la vista, y a punto de derrumbarse.
Como nunca antes, el régimen está inyectando presión a la olla del descontento popular, en una irresponsable apuesta contra-reloj, jugando a creer que tienen tiempo de que ocurra un milagro antes que estalle la olla.
¿Revolucionarios marxistas esperando milagros? Bueno, eso es lo que queda hoy de aquella “revolución” cubana.