Las circunstancias de la historia de Pablo Vives y Jose Antonio De La Rosa, militantes del Partido Popular (PP) viajaron a Cuba en el verano del 2007, son similares a las que llevaron al fallecimiento de Oswaldo Payá y Harold Cepero el 22 de julio del 2012.
Los dos españoles que viajaron a la Isla, deseaban conocer la realidad política de la isla, más allá de los artículos de Granma, el optimismo de los noticieros de televisión y las consignas de las marchas y concentraciones por la Plaza José Martí. También llevaban pequeñas cantidades de dinero, libros y medicamentos, que entregaban a las mujeres de disidentes presos.
En La Habana, relatan al periodista Danielle Grasso, alquilaron en una agencia de turismo un auto Hyndai y partieron hacia Santiago de Cuba, acompañados de Oswaldo Payá. Al entrar en la zona oriental, un vehículo que ellos identifican como de la Seguridad del Estado cubana, inició la persecución, que ellos lograron evadir aumentando la velocidad por una maltrecha carretera, hasta que llegaron al poblado de Las Tunas.
Además de ese incidente, donde el propio Payá, quien viajaba en el asiento trasero del Hyndai, los españoles dijeron “haber sufrido la presión y la vigilancia de la Seguridad del Estado cubano, incluyendo seguimientos, persecuciones o amenazas a personas que se habían acercado a opositores como Payá,”
Pablo Vives es concejal de Movilidad, municipio próximo a la capital española, donde es concejal de Movilidad y De La Rosa es diputado de un distrito madrileño. Ambos afirmaron a El Nuevo Herald que “lo que hacíamos con Oswaldo era muy parecido a lo que hizo Angel”, explica Vives. “Le llevábamos de un sitio a otro para que se reuniera con varios opositores, a menudo gente humilde y poco conocida”.
Tenían que sensación de ser vigilados constantemente por la Seguridad del Estado y aseguran que Payá, tomaba precauciones al respecto.
En el trayecto hacia el Oriente de Cuba, reconocieron la persecución policial pues los autos de la Seguridad del Estado, eran “Ladas con matrícula oficial y más antenas que los vehículos normales”, y ellos aumentaron la velocidad para evadirlos en varias ocasiones para intentar despistarlos.
En Camagüey tuvieron que salir con urgencia de una residencia alquilada, pues ya la policía había sido avisada de la presencia de ellos, y tuvieron que encontrar refugio en la casa de otro familiar.
De La Rosa dice haber descubierto la “dos caras del pueblo cubano: apoyo a la revolución puertas afuera; pero rechazo puertas adentro y, en su caso, después de unas cuantas partidas de dominó que ayudaron a limar la desconfianza inicial”.
Tambien Lombardero, de la Asociación Cuba en Transición, dice que vivio con sosobra sus cuatro viajes a Cuba. Asegura que a Oswaldo Payá “le seguían a todas horas. Le permitían estar tranquilo mientras no molestara. El mismo estaba seguro de que Fidel, antes de morir, habría dado la orden de asesinarlo”.
Los tres entrevistados aseguran que “cuando recibieron la noticia de su muerte, no lo creyeron”.
Otro entrevistado fue José Antonio Serrano, quien estuvo en Cuba en el 2005 y conoció a Payá. Serrano afirma que “en el coche alquilado no habló, tenía miedo de que hubiera micrófonos. Tenía precauciones de todo tipo”.
También en esa ocasión, con un auto alquilado constataron que al salir de La Habana vieron que eran seguidos por un auto oficial y asegura que con la tensión y el miedo les llevó a conducir a 140 kilómetros por hora para despistar a la Seguridad del Estado.
Además de esos relatos de los españoles que viajaban a la Isla para solidarizarse y conocer a los opositores cubanos, la nota del diario miamense recuerda el caso donde la líder de las Damas Blanco, Laura Pollan resultó herida al chocar un auto contra el carro donde ella viajaba y darse a la fuga, en febrero del 2011.
Pollán viajaba junto al director de cine italiano Pierantonio Maria Micciarelli, que grababa precisamente el documental “Soy la otra Cuba”,. En la cita se observa el impacto y como el auto donde viajaba el italiano y la activista cubana se salió de la vía.
El periodista Bertrand Lagrange, colaborador en Madrid para el diario francés Le Monde, constató la persecución de la Seguridad del Estado cubana en varias ocasiones. En una ocasión que iba a visitar a Oswaldo Paya, era seguido por autos policiales, tambien le seguían cuando visitaba al opositor Vladimiro Roca.
En otra ocasión fue agredido por cuatro individuos que alertaron al chofer del taxi que “era una cuestión entre “ellos” y el periodista”. Solo le hurtaron “el bolso con la cámara con una parte de sus grabaciones”, como intentó explicar a la Policía oficial al denunciar el atraco. Supo Lagrage años después, que en la estación policial un oficial de la seguridad amonestó a una agente del orden, ahora residente en Madrid, por poner en el acta la versión del agredido.