Cubanalisis-Think Tank
En ocasión de cumplirse medio siglo de la
Crisis de Octubre, la periodista Erika Lüters Gamboa, de la
Sección Internacional del prestigioso diario “El Mercurio”,
de Santiago de Chile, entrevistó al general Rafael del Pino,
quien durante la Crisis de los Misiles de 1962 estuvo en el
Puesto Central de Mando de Fidel Castro, como representante
de la Fuerza Aérea Revolucionaria cubana. Cubanálisis-El
Think-Tank reproduce esa entrevista.
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En el búnker durante la Crisis. De derecha a
izquierda: Fidel Castro, Rafael del Pino, Claudio Rey Moriñas,
Flavio Bravo
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Periodista - ¿Qué significaba “asistir a
Fidel Castro en lo concerniente a la Fuerza Aérea cubana”
durante la Crisis de los Misiles? Específicamente, ¿cuál fue
su responsabilidad?
R. del Pino - Para mí fue una experiencia
enorme en todos los sentidos. La tensión, la incertidumbre, la
preocupación por los familiares que desconocían los terribles
peligros que le acechaban. En fin, fue un episodio muy difícil de
olvidar. Fui enviado para asistir a Fidel Castro sobre la
aviación por dos razones, primero yo era uno de los seis pilotos
sobrevivientes de la batalla de Bahía de Cochinos, había
derribado dos B-26, y junto a otros había hundido varios barcos, o
sea, era un hombre de confianza. En cuanto comenzó la crisis los
vuelos de la aviación de reconocimiento de Estados Unidos se
intensificaron y él quería saber de inmediato en sus recorridos
que tipo de avión era éste o aquel. Además preguntaba
constantemente que posibilidades teníamos nosotros contra los
aviones que pasaban a muy baja altura sobre nosotros. Como
podrás imaginarte, eso significaba que no podía despegarme un
instante del comandante. En los primeros tres días si pude
dormir 4 o 5 horas fue mucho.
P - ¿Cómo era el búnker donde estaba
Fidel Castro?
¿Me lo puede describir?
R - El búnker estaba recién terminado. Se
encontraba en las márgenes del río Almendares en el corazón de
La Habana. Se utilizó un farallón, o sea, un desnivel del terreno
de más de cien metros de altura, que facilitó la excavación del
túnel. Era un proyecto soviético, muy bien construido, y según
nos decían ellos, podía resistir hasta golpes nucleares. Se
trataba de un túnel con un pasillo de tres metros de ancho por
cuatro de alto, en forma de bóveda, todo reforzado con hormigón
armado. Cada veinte metros tenía lo que llamábamos gavetas.
Estas eran salones de seis metros de ancho por doce de
profundidad, también en forma de bóveda, destinados a las
diferentes especialidades. Recuerdo que primero estaba el centro
de comunicaciones junto con los especialistas de claves y
códigos. Los encargados de cifrar las comunicaciones y todo tipo
de mensajes. Después estaba la gaveta nuestra que la
compartíamos el representante de la Marina de Guerra y yo, le
seguía el salón de operaciones, donde radicaba el Capitán Flavio
Bravo, jefe de Operaciones del Estado Mayor General. Allí también
radicaba el Jefe de la Inteligencia, comandante Pedro Luis -no
recuerdo ahora el apellido- [NOTA DE CUBANÁLISIS: el
apellido era Rodríguez] y después estaba la
gaveta del Comandante en Jefe Fidel Castro, donde radicaba él y
el entonces Jefe del Estado Mayor General, el comandante Sergio
del Valle.
El búnker tenía una cisterna de agua
inmensa que tenía posibilidades de bombear agua desde el río
Almendares en caso que se destruyeran las redes de agua y
acueductos. Poseía una entrada y una salida, ambas con tres
puertas consecutivas blindadas. Es decir, la primera,
posteriormente a dos metros la segunda, y a otros dos metros la
tercera. Parecidas a esas que utilizan las bóvedas de los
bancos. Y eran tres porque, en caso de radioactividad debido a
golpes nucleares, al traspasar la primera puerta estaba el
personal químico para descontaminar y dejar nosotros la ropa que
llevábamos puesta. Después de la segunda puerta era donde
debíamos recibir la ropa nueva. El túnel era en forma de Y
griega. La base de la Y era la entrada principal, el extremo
derecho de la Y era la salida de emergencia, y el extremo
izquierdo terminaba en un elevador que conducía hacia el
interior de una casa que se encontraba en la superficie del
farallón; es decir en la zona ocupada por el reparto Kohlly,
que después de la crisis fue entregado enteramente a los
especialistas y jefes rusos hasta el derrumbe y desaparición del
imperio soviético.
P - ¿Qué tan cerca estaba de Castro durante
la Crisis? (Estaban en el mismo lugar, se comunicaban por
teléfono, tenía usted acceso a reuniones de más alto nivel)
R - Castro se movía constantemente, por lo
que cada vez que partía del búnker a visitar las unidades
militares yo debía viajar en el segundo jeep de la caravana. En
una oportunidad que llegamos a la base aérea de San Antonio de
los Baños nos encontramos que no había comunicaciones entre las
quince baterías de artillería antiaérea emplazadas allí con el
puesto de mando de la base. Eso era un gran problema pues no
había forma de avisar a los artilleros sobre la proximidad de un
ataque. Entonces me pregunta si yo tenía idea de cómo poder
resolver el problema, y le contesto que nosotros en la Fuerza
Aérea no teníamos las posibilidades que tenia la Policía de
tener radios microondas en todos los automóviles patrulleros, y
que lo poquito que existía en la base eran teléfonos soviéticos
de magnetos, de la segunda guerra mundial, que para llamar había
que dar vueltas a una manigueta. Ahí mismo dio la orden de que
llamaran al Ministro del Interior para que enviara 16
patrulleros para situar uno en cada batería y otro en el Puesto
de Mando. Me imagino que Ramiro Valdés me debe de haber
maldecido por contribuir a reducirle el parque de patrullas de
un plumazo.
P - ¿Es verdad que Castro rechazó en un
primer momento el emplazamiento de los misiles soviéticos?
R - No, de ninguna manera. Fue él y Raúl
quienes les pidieron a los soviéticos que lo hicieran
P - También se dice que Castro prefería
que el despliegue se hiciera de manera pública.
R - Tampoco lo creo. Fíjate que hubo un
compañero, el comandante Enrique Oropesa del Portal,
que era el jefe de la artillería antiaérea cubana,
que se entera por un general soviético borracho que ya habían
misiles nucleares, y cuando Oropesa
informa sobre esta conversación al mando superior,
lo arrestan y lo aíslan por completo,
hasta que ya comienza la crisis al anunciar Kennedy la
cuarentena impuesta a la isla. O sea que todo debía mantenerse
en el más estricto secreto.
P - Realmente la URSS quería defender a
Cuba de un supuesto ataque o lo hizo para tener un pie más cerca
de EE.UU.
R - Creo que las dos cosas.
P - Se supone que el despliegue soviético
respondió a una amenaza de invadir Cuba hecha por Eisenhower.
¿Necesitaba Fidel Castro
la presencia soviética en la isla?
R - Eso es un cuento para justificar el
entreguismo al imperio soviético. Kennedy heredó de Eisenhower
los planes de la invasión de Bahía de Cochinos y pudo haber
utilizado ese momento para invadir Cuba y no lo hizo. ¿Por qué
lo iba a hacer después, basado en una amenaza de la
administración republicana anterior? No tiene sentido.
P - ¿Las fuerzas armadas cubanas no eran
suficientes ni capaces?
R-Ya en aquel momento las fuerzas armadas
cubanas eran suficientes para hacerles pagar muy caro una
invasión a Cuba. Además, estábamos políticamente muy motivados, y
creíamos que la verdad y la justeza de nuestra causa estaba de
nuestro lado.
P - ¿Es verdad que a los militares cubanos
se les prohibía el ingreso a la base donde estaban los
soviéticos? ¿Cuál era la relación entre los soviéticos y los
cubanos?
R - Se le prohibía totalmente el acceso de
los militares cubanos a donde estaban los soviéticos. Incluso
después de pasada la crisis ocurrieron problemas con los
soviéticos, al tener que transferirnos estos la tecnología poco a
poco, debido a que teníamos que asimilar esa tecnología y no
teníamos suficiente gente preparada. Parece que el mando
superior de los soviéticos no se percató bien del cambio en la
situación, y los oficiales al mando de sus pequeñas unidades no
habían recibido las debidas instrucciones. En cuanto termina la
crisis a mi me nombran jefe de la base aérea de Holguín, en el
oriente del país, y entre otras cosas debíamos recibir las
estaciones de radar que permanecían controladas por los rusos
dentro de la base. Una mañana me avisa el jefe de servicios
médicos que era imprescindible realizar una limpieza general en
el área de los radares, debido a un brote de disentería producido
por la suciedad y las montañas de desperdicios que allí tenían
los militares soviéticos encargados de las estaciones de radar.
Yo doy la orden al jefe de logística que enviara un equipo de
limpieza para sanear toda el área, y el jefe soviético de dicha
unidad les prohíbe la entrada argumentando que ese era
“territorio soviético”. Yo no quise discutir con ese jefe, pero
si le di de su misma medicina: le comuniqué que fuera del
perímetro de sus radares era territorio cubano, y yo les prohibía
la entrada en territorio cubano, pues ponían en peligro el estado
de salud de mis tropas. Paralelamente, informé al Estado Mayor de
la Fuerza Aérea la situación creada, y estos le pasaron el
incidente a los jefes soviéticos. Esa misma tarde el mando
soviético envió un general en uno de sus aviones, que destituyo
inmediatamente al jefe de los radares y se lo llevó preso para
La Habana.
P - En lo personal, en su interior, ¿qué
pasaba por su cabeza? ¿Sintió temor?
R - Le soy sincero, nosotros estábamos muy
motivados políticamente. Había transcurrido solo un año y
algunos meses de nuestra victoria en Bahía de Cochinos. Siempre
pensamos que teníamos derecho a defendernos y formar alianzas
con quien estuviera de nuestra parte. Y estábamos acondicionados
a luchar hasta la muerte. Lo que si desconocíamos totalmente
eran las interioridades del acuerdo entre el gobierno cubano y
el de la Unión Soviética. Al desaparecer la URSS y
desclasificarse los archivos, conocimos las famosas cartas entre Krushov y Fidel Castro durante la crisis.
La sorpresa más
grande fue al conocer que Castro le había pedido a la URSS que
iniciara los ataques nucleares preventivos contra Estados
Unidos. Eso hubiera significado el holocausto de centenares de
millones de personas, incluyendo la desaparición de la mayoría
del pueblo cubano. Lo más vergonzoso y cobarde de esta solicitud
de Fidel Castro es haberla hecho desde un búnker
a prueba de golpes nucleares. Los cubanos iban a desaparecer, a
excepción de los que nos encontrábamos en el famoso búnker.
P - Habiendo sido usted tan cercano al
régimen y a su líder, ¿qué fue finalmente lo que lo alejó y lo
llevó a desertar?
R - Fueron varios factores los que me
llevaron a recapacitar. Primero, influyó mucho nuestra
intervención en la guerra de Angola durante 14 años. Yo fui el
jefe de la Fuerza Aérea del cuerpo expedicionario en el inicio
de la guerra. Cumplí mi misión convencido de que nuestra causa
era justa. Y creo que fue justa hasta el momento en que las
tropas invasoras de África del Sur se retiraron al sur de la
frontera con Namibia y se pudo consolidar el gobierno del MPLA.
Pero ya a partir de ese momento, en lugar de ser una fuerza que
acudió en ayuda de un país agredido, nos convertimos en un
ejército de ocupación. Con cinco regimientos blindados motomecanizados acantonados a todo lo largo y ancho del país que
solo respondían a las ordenes de Fidel Castro en La Habana, y
arriba de eso se creó un cuerpo especializado en lucha
antiguerrillera, nombrado “Los Olivos”, dirigido inicialmente por
el general Raúl Menéndez Tomasevich y posteriormente por el
general Enrique Lussón, el cual llevó
todo el peso de la lucha contra el movimiento UNITA dirigido por
Jonas Savimbi. Es decir, caímos en el mismo error en que cayeron
los norteamericanos en Vietnam. Este espasmo napoleónico duró
nada menos que 14 años, al precio de miles de vidas de cubanos y
la dilapidación de enormes recursos económicos.
Desde el momento en que se cambia la
inicial misión “altruista” por la otra de ocupación militar, yo
comienzo a darme cuenta de la forma tan criminal en que fuimos
manipulados por Fidel Castro. Al mismo tiempo, estoy observando
la corrupción rampante en todas las esferas del gobierno y sus
dirigentes, desde Fidel Castro hacia abajo, a todos los niveles.
Analizo el desastre económico creado no solo por un sistema
totalmente improductivo y fracasado, sino fundamentalmente por
los métodos caudillistas de dirección de Fidel Castro. Porque
déjame decirte, Erika, ahora los dirigentes del régimen cubano
hablan de que van a “actualizar el socialismo”, pero es que en
Cuba jamás ha existido socialismo; un populismo caudillista y
voluntarioso no tiene nada que ver con el socialismo. Con todo
esto en mente, tomé la drástica situación que me dictaba la
conciencia: romper definitivamente con la tiranía y ponerme al
lado del pueblo cubano.
El tiempo me dio la razón. Un año después
de mi ruptura con el régimen se produjo aquel conocido escándalo
de la Causa No.1 y No.2, donde Fidel Castro fusila al más
condecorado de los generales, el general de división Arnaldo
Ochoa, y a otros altos oficiales del MININT. A su vez, envían a la
cárcel al general Abrantes, ministro del interior, a su segundo
jefe, y a varios altos cargos de dicho ministerio.
No era un secreto para nadie que el
Ministerio del Interior, dirigido por el general Abrantes, se
había convertido en un mundo aparte, en una completa
organización mafiosa. Pero la mejor muestra de que no es
problema de hombres, ni cuadros, sino un problema intrínseco del
sistema impuesto a la fuerza, es que ya han transcurrido 24 años
de aquel gran escándalo, y vemos que en Cuba hay más corrupción
que nunca en sus altas esferas. Reconocido públicamente por el
propio Raúl Castro, diciendo que: “Cuba está al borde del
precipicio”
Mi mayor satisfacción en esta vida es haber
decidido romper definitivamente hace ya más de un cuarto de
siglo con los que traicionaron nuestros ideales para eternizarse
en el poder y han destruido nuestra nación.
P - ¿Qué opina de Raúl Castro y cómo cree
que lo está haciendo a la cabeza del régimen?
R - Raúl Castro sabe que el régimen
colectivista que implantaron, y con el que han destruido la
nación, no funciona, y quiere emprender reformas económicas, pero
sin alterar la dictadura de un solo partido, y continuar
gobernando sin devolverle al pueblo cubano las libertades que
reclama y necesita para poder sacar el país adelante. Se niega a
negociar con la actual administración del presidente Obama,
perdiendo una gran oportunidad que a lo mejor se le termina si
éste pierde las elecciones de noviembre. Ya han transcurrido
casi dos años desde que anunció reformas y cambios, y el país
continúa cayéndose a pedazos. Además, el tiempo se le acaba. La
máxima dirección actual del gobierno cubano, Raúl Castro, Machado
Ventura y Ramiro Valdés, son unos ancianos octogenarios, que no
les queda mucho en este mundo. O reforman de verdad el sistema
imperante, estableciendo una verdadera democracia participativa
con todos los derechos que les fueron conculcados a los cubanos,
o aquello se hunde. No hay otra solución para salir de la
terrible crisis que atraviesa el país.