cubanalisis
Dr. Eugenio Yáñez
Como
continuamente ocurre en Cuba, en estos últimos tiempos ya ha surgido
una nueva estrella en el firmamento de las fórmulas mágicas o
milagrosas para la supuesta solución definitiva de todos y cada uno
de los problemas del país, que con el paso del tiempo irá mostrando,
como todas las anteriores, su carácter efímero.
Cuando un gobierno pretende ignorar las reglas elementales de la
economía, y considera que basta con la voluntad de sus líderes para
lograr lo que se proponga, aprende mucho más temprano que tarde que
ese es el camino equivocado, y lo lógico e inteligente sería un
cambio de dirección rectificando las desviaciones anteriores y
tratando de encontrar el rumbo recomendable en base a las enseñanzas
de la ciencia, la experiencia universal y la modernidad.
Sin
embargo, en el caso cubano, no se trata de una equivocación que se
haya producido una única vez, sino varias, y en ningún caso se ha
intentando volver a los caminos de la experiencia y la lógica, sino
que se considera, contra todo sentido común y pragmatismo, que con
una utopía mayor que la anterior no solamente se logrará lo que se
desea, sino que también serán superados los temas y problemas que
quedaron pendientes al fracasar la previa.
La utopía y el fracaso
Y la
historia se continúa repitiendo, fracaso tras fracaso, utopía tras
utopía, siempre culpando del fiasco a fuerzas externas, ajenas,
incontrolables y malignas, a las que se les llama “factores
objetivos” con ese malabarismo castrista de disfrazar el lenguaje
para pretender enmascarar la realidad, y nunca reconocer el
voluntarismo que se practica y que conduce inexorablemente al
fracaso.
Así
ha sucedido a lo largo de más de medio siglo con la reforma agraria,
la reforma urbana, la industrialización, la campaña de
alfabetización, las guerrillas latinoamericanas, el Cordón de La
Habana, la zafra de los diez millones de toneladas de azúcar en
1970, los planes especiales, los faraónicos proyectos en la
ganadería y la pesca, las microbrigadas para la construcción, las
escuelas al campo y en el campo, la brigada comunista que construía
la planta de fertilizantes de Cienfuegos, la columna juvenil del
centenario, las milicias de tropas territoriales, el médico de la
familia, la brigada Che Guevara, la batalla de ideas, la siembra de
pangola, la emulación socialista, el internacionalismo proletario,
los complejos agroindustriales, la inseminación artificial, la
siembra de algodón, la masificación de universidades y la
universalización de la enseñanza, la malanga isleña japonesa, el
plátano microjet, la guerra de todo el pueblo, el ordeño automático,
los contingentes obreros, el proceso de rectificación de errores y
tendencias negativas, la ley de la vivienda, el período especial,
los trabajadores sociales, las combinadas cañeras, el protestódromo,
las marchas del pueblo combatiente, Ubre Blanca, la batalla contra
la corrupción, la potencia médica, la revolución energética, los
planes arroceros, la moringa, el trabajo voluntario, el café
mezclado, los proyectos hidráulicos, la cría artificial de tilapia,
y cuanto desaforado y caprichoso proyecto haya pasado por la mente
calenturienta de Fidel Castro.
Cuando se hizo evidente la debacle del “socialismo real”, la caída
del Muro de Berlín, y el desmerengamiento de la Unión Soviética, se
instrumentaron nuevos proyectos supuestamente maravillosos que se
aseguraba eran los adecuados para permitir sacar al país del fondo
del abismo a que lo había conducido el castrismo durante treinta
años. Así se promovió entonces el desarrollo del turismo, la
ingeniería genética y la biotecnología, la industria del petróleo,
la producción de azúcar y derivados, la producción de níquel, la
exportación de servicios médicos, la entrega en usufructo de tierras
ociosas, las refinerías petroleras enmarcadas en los proyectos de
Petrocaribe y del ALBA, la colaboración con Venezuela, o la
declaración de la producción nacional de alimentos como un asunto de
seguridad nacional del país.
Sin
embargo, casi con la misma celeridad con que fueron apareciendo las
supuestas nuevas fuentes mágicas de soluciones para los problemas
del país, va surgiendo la certeza de que las cosas no pueden ser
resueltas como se pretende desde el Palacio de la Revolución en La
Habana, y se iban imponiendo otras realidades, menos
sensacionalistas que las que se proclaman en los discursos,
congresos, plenos del comité central y reuniones ampliadas del
consejo de ministros, pero más acordes con las verdaderas
posibilidades, y como resultado de los esfuerzos realizados.
Las utopías más recientes
En
nuestros días ya no se trata de apostar por el turismo en abstracto,
que a pesar de las extraordinarias condiciones naturales de la Isla
no se puede limitar a sol y playa ni basarse en atraer solamente
segmentos de mercado extranjero que no aportan demasiado a los
ingresos de la nación. Mucho menos cuando el turismo en Cuba depende
de una producción nacional de alimentos, insumos y servicios que
resulta insuficiente, de poca diversidad y de muy baja calidad,
cuando se compara con lo que se ofrece por parte de la competencia
internacional.
El
turismo en Cuba se mantiene atascado a determinado nivel y sin poder
avanzar entre las limitaciones materiales y la ineficiencia de una
gestión donde confluyen combinadas todas las limitaciones y trabas
de la economía centralizada, la incompetencia, la ineptitud, la
abulia, la desidia, la corrupción y la burocracia.
Si
se comparan los niveles actuales de la actividad del turismo en Cuba
con los que existían hace un cuarto de siglo o durante toda la etapa
“revolucionaria” en el país, los resultados son alentadores, pero si
la comparación es con las cifras y resultados de esa misma actividad
turística no ya en todo el mundo, sino en naciones cercanas, mucho
más pequeñas y con menos fuerza de trabajo calificada, como
República Dominicana, San Vicente y las Granadinas, Grenada,
Bahamas, Jamaica, Barbados, Trinidad y Tobago, Santa Lucía, Antigua,
Guadalupe, Martinica, Panamá, Turcos y Caicos, Gran Caimán,
Montserrat, o regiones mexicanas específicas como Cancún, Cozumel y
la Riviera Maya, todo cambia.
Cuba
no solamente no marcha a la vanguardia y ni siquiera en el pelotón
de avanzada en lo que a explotar eficiente y efectivamente sus
múltiples recursos y maravillas naturales, y a beneficiarse de
ingresos netos por la actividad del turismo se refiere, sino que
resulta incomparablemente ineficaz.
Con
la ingeniería genética y la biotecnología tampoco se avanza como se
imaginó y como se desearía, y los delirios de grandeza de Fidel
Castro en este campo podrían haber sido apropiados para entretener
aduladores y visitantes ingenuos, y para poder tener algo que decir
a la población mediante la prensa domesticada, para que los cubanos
no se dieran cuenta de que no había soluciones para los tremendos
problemas que era necesario enfrentar.
Pero
la palabrería de los discursos no bastaba para poner a punto un plan
global y estratégico, responsable y realista, de producción y
mercadeo, y mucho menos para poder colocar en un mercado tan
competitivo como ese los productos cubanos, como no fuera a través
de gobiernos aliados o simpatizantes dispuestos a consumir buena
parte de la producción biotecnológica cubana, al margen de su
calidad real y de las condiciones del mercado.
Las
otras aparentes estrellas del firmamento, que en algún momento se
pensó que podrían lograr resultados promisorios, como el níquel y la
industria azucarera, ya han demostrado que han alcanzado las cotas
máximas dentro del manicomio castrista, y que sin una verdadera
gestión empresarial moderna y dinámica, y programas serios de
inversiones y desarrollo, no pasarán de ser promesas incumplidas e
ilusiones vanas.
Los
contratos de administración con que se hacen funcionar en la Isla
muchos hoteles e instalaciones turísticas de todo tipo,
fundamentalmente por parte de los españoles, y que se autorizaron
también con carácter experimental para ejecutar por los brasileños
en un central azucarero en la provincia de Cienfuegos, no bastan
para transferir la experiencia y posibilidades de gestión a las
contrapartes cubanas, no por limitaciones de aprendizaje o falta de
interés por parte de los cubanos, sino por las múltiples y
permanentes trabas y dificultades que el sistema cubano de economía
centralizada continúa imponiendo al desarrollo de las fuerzas
productivas en el país, a pesar de tantos reiterados fracasos y
frustraciones que permanentemente ocurren en todas las ramas y
sectores de la economía.
Para
empezar a destrabar ese sistema se requieren inversiones que ni
soñando podría el neocastrismo obtenerlas sin la participación de la
inversión extranjera y la tecnología occidental, lo que no se podrá
lograr mientras no exista en el país un marco jurídico apropiado
para la llegada y despliegue de nuevas inversiones de emprendedores
serios y con recursos. Porque los capitalistas de pacotilla van a
Cuba no a invertir en grande sino a establecer chinchales y
chiringuitos y coger mangos bajitos en operaciones de servicios o
suministro para la economía de subsistencia cubana, mientras
disfrutan el clima tropical, el sol y la playa, y se lanzan a la
búsqueda de la mulata (o mulato) de sus sueños que les haga felices
mientras se benefician obscenamente esquilmando a los cubanos en
complicidad con la dictadura.
Varitas mágicas que no funcionan
Los
proyectos creados en colaboración con China, Vietnam y Rusia ya han
mostrado sus límites, mucho más estrictos que lo que deseaban en La
Habana. Los chinos hace mucho tiempo que han dejado atrás la
ideología y la filosofía en sus relaciones comerciales e inversiones
en el extranjero, y se basan en patrones tan concretos como la
competitividad, la oferta y la demanda, las necesidades productivas
y las garantías de recuperación de sus capitales y créditos, y no se
acuerdan ni de un internacionalismo proletario abstracto que ya no
existe. El espíritu de la Gran Marcha de Mao Zedong en estos
momentos ya no conduce a una nueva, abstracta y gloriosa sociedad
paradisíaca, sino a territorios mucho más concretos y ventajosos,
como las naciones petroleras del Medio Oriente, la Bolsa de New
York, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Vietnam, aunque aun nostálgico de aquellos tiempos antiimperialistas
que considera gloriosos, y que quizás se mencionen y recuerden al
inicio de conversaciones comerciales para darle sabor
“revolucionario” a las reuniones, se guía también por esas
materialistas consideraciones comerciales a la hora de negociar.
Por
eso, y más allá de donaciones de cientos de miles de toneladas de
arroz a Cuba, y otras donaciones menores aunque cargadas de
simbolismo, ya que recalcan la permanente ineficiencia castrista
frente a la legendaria tenacidad vietnamita, Hanoi requiere que La
Habana haga lo que hoy no hace, el envío de una contrapartida
adecuada de productos y servicios para hacer funcionar el comercio
entre los dos países y un intercambio que verdaderamente resulte
productivo y conveniente para ambas partes.
Rusia, por su parte, como mantiene con el binomio Putin-Medvedev la
nostalgia y muchas de las aspiraciones de la era soviética y la
pasión por la guerra fría, así como por las tibias y calientes
cuando les parece conveniente, en el tema cubano no tiene reparos en
realizar declaraciones de apoyo y firmar convenios de colaboración
que contribuyan a consolidar y afianzar la presencia rusa en el
hemisferio occidental.
De
ahí su papel en la reparación y construcción de aeropuertos cubanos
y la presencia de aviones rusos en la flota comercial cubana, y la
manera en que utiliza la influencia del régimen de la Isla para
avanzar más en Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Ecuador y otros países
latinoamericanos, a través no de eventuales bases navales, como se
repite absurdamente por la prensa desinformada, sino de centros de
aprovisionamiento, reposta y reparación de equipos, y para el
descanso y esparcimiento de sus tripulaciones.
Sin
embargo, a pesar de todo lo anterior, están muy lejos, por no decir
inaccesibles, aquellos días de la desaparecida Unión Soviética,
cuando las armas y los recursos financieros, materiales y
científicos se enviaban hacia La Habana prácticamente sin mirar las
cuentas ni el estado de las arcas, y muchas veces en base a lo que
solicitaran esos revoltosos cubanos de Fidel Castro que andaban por
medio mundo creando, fomentando y peleando conflictos ajenos, para
gloria y orgullo del comunismo internacional.
La
condonación a Cuba del 90% de la deuda que existía con Moscú desde
los tiempos de la Unión Soviética, y que Rusia asume como propia, no
se realizó para regalar recursos a la dictadura cubana ni mucho
menos, sino porque esa acción básicamente representa el
reconocimiento de que Cuba nunca podría pagarla ni estaba dispuesta
a hacerlo, y entonces Moscú prefirió desarrollar una jugada que
compromete a La Habana con el apoyo y la colaboración para hacer
avanzar más profundamente los intereses de Rusia no solamente en
América Latina y el Caribe, sino también en África.
Por
eso hay que estar consciente de que en ningún caso las añoranzas de
Moscú por los tiempos de la desaparecida superpotencia implican
subsidiar y mantener indefinidamente al gobierno cubano de espaldas
a los imperativos económicos y financieros de la nación eslava.
Por
otro lado, las posibilidades de prospección, extracción y producción
de petróleo en la cuenca submarina de los mares al norte de Cuba, en
lo que se conoce internacionalmente como la Zona Económica Especial
cubana, dividida en 59 bloques marítimos, recibieron un duro golpe
con los fracasos en los primeros intentos llevados a cabo por la
petrolera española Repsol, la malaya Petronas, PDVSA, de Venezuela,
y la rusa Zarubezhneft, que enfriaron los ánimos en La Habana.
No
se trata de que no exista petróleo en esas áreas, sino que se
encuentra a muy grandes profundidades, bajo lechos de rocas
submarinas muy duras, y su extracción conlleva un alto costo de
operación de las plataformas semi-sumergibles. Ante tales
dificultades, y eventuales yacimientos más promisorios localizados
recientemente en otras partes del planeta, las compañías petroleras
prefirieron trasladar sus esfuerzos a otras regiones y mantener los
proyectos en las aguas cubanas dentro de sus carteras de negocios,
pero sin considerarlas prioridades inmediatas.
Cada vez menos opciones
De
manera que, cada vez más y más, las opciones disponibles para Raúl
Castro y su gerontocracia a la hora de encontrar una varita mágica,
un sencillo botón maravilloso que al apretarlo garantice el
funcionamiento de la economía y la tranquilidad de la camarilla, se
reducen continuamente y no aparecen posibilidades de revertir esta
tendencia, a no ser que estuvieran dispuestos a realizar en serio
las transformaciones que se necesitan, y esa voluntad no se ha visto
hasta ahora, a pesar de todas las declaraciones altisonantes,
discursos, congresos partidistas, campañas de prensa y discursos de
Raúl Castro para justificar todo lo que no se hace con explicaciones
abstractas y aquella frasecita de “sin prisa pero sin pausa”.
Lo
que en un momento parecía que podría ganar mucha más fuerza, que
fueron los proyectos para la construcción de campos de golf y
marinas de lujo, en un esfuerzo encaminado a atraer a la Isla el
turismo de high-end. En un momento se hizo referencia a la
construcción de dieciséis campos de golf, donde podrían estar
involucrados más de tres mil millones de dólares, así como marinas
de lujo vinculadas con instalaciones turísticas paradisíacas,
concebidas para el uso y disfrute de verdaderos magnates que podrían
gastar su dinero para asegurarse temporadas agradables en Cuba sin
tener que preocuparse demasiado, no de paseantes de clase media con
embarcaciones de unos pocos metros de largo.
En
realidad, estos proyectos no han avanzado mucho más allá de los
primeros chapoteos, debido a que sigue empantanada la cuestión
relativa a la propiedad de superficie en los inmuebles que serían
vendidos, lo que impide el desarrollo de la confianza de potenciales
compradores, que tienen muchas otras atractivas opciones disponibles
tanto en las costas del Golfo de México como en las del Mar Caribe.
La
mayor y aparentemente más segura fuente de ingresos del régimen, la
que más se había desarrollado en los últimos años y la que más
promisoria se presentaba, que tiene que ver con la amplia
exportación de servicios médicos a todas partes del mundo, ahora
comienza a padecer serias dificultades.
Algunos antiguos aliados que cuentan con arcas más profundas, como
Angola, Argelia, República Surafricana, Guinea Ecuatorial e Irán,
parecen haber alcanzado ya los límites lógicos y de intereses
propios que esa colaboración les permite con relación a Cuba, y
aunque lo desearan no podrían ir mucho más allá por ese camino.
El
gran Rey Midas contemporáneo para el régimen, que es el gobierno
venezolano, con la situación actual que se vive en aquel país, entre
protestas estudiantiles y de la población, cuestionamientos al
gobierno, reclamos de salida de los asesores militares y de
seguridad cubanos, y una represión cada vez más torpe y brutal por
parte del liderazgo post-chavista, ya no constituye fuente segura de
subsidios y ayuda a través de los programas de colaboración
establecidos.
Por
ello, y aunque tal vez todavía las cosas no estén como para que se
interrumpan bruscamente esas relaciones intergubernamentales que
tantos beneficios y recursos aportan a La Habana a costa del sudor y
las carencias de los venezolanos, es de pensar que en el Palacio de
la Revolución y en La Rinconada, basados en la formación militar de
la alta jerarquía, desde hace tiempo tienen que haberse previsto
escenarios donde esta colaboración se pueda limitar, o incluso
interrumpirse, lo que traería consigo nuevas y complejas realidades
nada convenientes al neocastrismo.
La carta brasileña, las remesas y el embargo
De
ahí el acelerado y estrecho acercamiento en los últimos tiempos con
el Brasil de la guerrillera urbana Dilma Rousseff y el sindicalista
y corrupto Luiz Inacio Lula da Silva, donde al momento de escribirse
estas líneas ya se habla de una colaboración de servicios médicos
cubanos en el gigante suramericano que asciende a unas 11,400
personas, 9,000 de ellos médicos, y que, a pesar de los más
recientes aumentos de salarios como tímida respuesta de los
gobiernos de Brasil y Cuba a las protestas por el abusivo pago que
llegaba a manos de los médicos cubanos, todavía representan cientos
de millones de dólares anuales en plusvalía para la tiranía de La
Habana.
Otro
de los salvavidas del régimen son las remesas que los cubanos en el
exterior envían a sus familiares y amigos en la Isla, así como los
envíos de medicamentos y productos con el mismo destino, por valor
de varios miles de millones de dólares anuales que entran al país y
que, más tarde o más temprano, terminan de una u otra forma en los
cofres de la gerontocracia gobernante.
Aunque es muy difícil conocer el volumen exacto del valor anual de
estos envíos de productos y dinero, porque el gobierno cubano no
publica estadísticas sobre estos aspectos, y parte de esos envíos se
realizan por vía personal sin que medien empresas o registros, no
existen dudas de que superan ampliamente los ingresos que producen
la industria turística, la azucarera y la minería en Cuba, y con
seguridad superan también la suma total de los ingresos netos de
esas tres actividades mencionadas.
Es
bochornoso que la dictadura cubana no brinde información sobre uno
de los rubros de ingresos mayores y más importantes que recibe, y
que tienen para el gobierno un costo mínimo en recursos materiales y
humanos, por el simple hecho de no querer reconocer que los
“gusanos”, la “escoria”, personas a quienes tanto ha vilipendiado,
nunca dudan en enviar continuamente a familiares y amigos en la Isla
recursos fundamentales para la subsistencia.
Además, y mucho que le duele a la dictadura, una gran proporción de
los cubanos que envían dinero y recursos hacia Cuba residen en el
sur de Florida, en ese territorio que genéricamente se conoce como
Miami o el Gran Miami, cubanos que radican entre lo que en La Habana
llaman cobarde y despectivamente, sin especificar, “la mafia de
Miami”, y que al ser el territorio extranjero donde más cubanos se
concentran es también la plaza desde donde más dinero y recursos
salen anualmente hacia la Isla.
El
régimen está apostando, también, a que de alguna manera el gobierno
americano, sin violar las regulaciones del embargo que están
codificadas en la legislación y sobre las que solo podría actuar el
Congreso de Estados Unidos para modificarlas, apruebe a través del
sistema de órdenes ejecutivas del presidente la autorización de
viajes a Cuba de todos sus ciudadanos, sin las limitaciones de los
objetivos de los viajes y las cantidades de dinero que pueda gastar
en el país cada viajero.
A pesar de que sabe que la otra opción es mucho más difícil, la
dictadura continúa moviendo peones en el exterior, un grupo de los
cuales acaba de
celebrar un encuentro en Miami, al que se dijo que asistieron unas
cincuenta personas, para abogar por el levantamiento del embargo y
poder restablecer una “relación normal”
entre ambos países. Algunos de los participantes en el cónclave expresaron maravillas tales como
que “una mayoría de cubanos residentes en Estados Unidos se opone a
la política de embargo” o que “hay que fomentar un cambio de
mentalidad” entre los cubanos del exilio (parece que los reunidos
contra el embargo no consideran necesario ningún cambio de
mentalidad por parte del gobierno cubano). Según los participantes,
unos eventuales cambios que se producirían tras una supresión del
embargo “no serían inminentes y formaría parte de un proceso” al que
no se le han determinado plazos, límites ni condiciones, sino
solamente ilusiones abstractas.
Sin
embargo, existen serias complicaciones en las relaciones bilaterales
provocadas por la arbitrariedad de mantener encarcelado en La Habana
al ciudadano norteamericano Alan P Gross con una atrabiliaria
condena de quince años de cárcel, y la absurda pretensión de
canjearlo por espías capturados de la “Red Avispa”, que fueron
juzgados con amplias garantías, hallados culpables, y que cumplen
sus sanciones en Estados Unidos.
Ya
Washington ha respondido claramente que tal canje no procede y no lo
acepta, pues Alan P Gross no era un espía al servicio del gobierno
de Estados Unidos, como eran los miembros de la Red Avispa con
relación al gobierno cubano. En tales condiciones, lo que pretende
La Habana no tiene futuro, pues no parece demasiado fácil la
posibilidad de que un presidente de Estados Unidos, quienquiera que
sea y del partido que sea, pueda estar dispuesto a flexibilizar las
regulaciones para viajes de americanos a Cuba, una medida que de
seguro beneficiaria al régimen sin una contrapartida adecuada o
algún tipo de beneficio para el gobierno norteamericano o la
población cubana en la Isla.
¿Por
qué, entonces, debería Washington complacer a La Habana a cambio de
nada, y nada menos que frente a un país que durante más de medio
siglo no ha dado muestras de un interés real en mantener relaciones
amistosas con Estados Unidos?
Sin
embargo, a pesar de todas estas realidades, la dictadura cubana ha
podido beneficiarse de dos nuevas fuentes de apoyo que no se veían
como evidentes un tiempo atrás: el gobierno de México y nuevamente
el gobierno de Brasil, ambos interesados en estar presentes en el
escenario cubano “el día después”, es decir, cuando se produzcan los
grandes funerales y comience la larga y tortuosa senda del
post-castrismo hacia quién sabe dónde.
El
nuevo gobierno del PRI en México, a través del birlibirloque y el
cantinfleo para explicarlo a su pueblo, redujo casi el 80% de la
deuda cubana que databa desde bastantes años atrás, y reestructuró
el remanente de esa deuda para ser pagado en diez años, operación
muy peligrosa cuando se trata del régimen de La Habana, un deudor
que no se caracteriza precisamente por cumplir sus obligaciones ni
por su puntualidad a la hora de hacerlo.
El megapuerto de El Mariel
Brasil, con un plan más antiguo y también de largo plazo, y las
mismas intenciones que los mexicanos, contribuyó con más de
setecientos millones de dólares a la construcción de un moderno
megapuerto en la bahía de El Mariel, que deberá concluirse en su
totalidad en el 2015, y del cual en el pasado mes de enero se
pusieron en funcionamiento los primeros setecientos metros de
espigones.
En
aquella inauguración ocurrió algo paradójico: se recibió el primer
buque, nada menos que norteamericano, el “MV.K Breeze”, cargado con
quinientos contenedores de pollos congelados para consumo de los
cubanos, y para la siguiente semana se esperaba otro buque de la
misma línea, el “Crowler”, en lo que constituiría una curiosa manera
de reforzar y profundizar por parte de Estados Unidos un supuesto
“criminal bloqueo imperialista” contra Cuba, según declara
continuamente la propaganda del gobierno de La Habana.
Sin
embargo, más allá del simbolismo y la carga política de la
inauguración, que contó también con la presencia de los presidentes
de Venezuela y Bolivia, Nicolás Maduro y Evo Morales, que
participaban, como Dilma Rousseff, en la cumbre de la CELAC en La
Habana, no estuvieron presentes en ningún caso ni inversionistas, ni
exportadores o importadores, ni armadores de empresas navieras, ni
representantes de los sectores que serían los encargados de que se
moviera el megapuerto una vez que los “dirigentes” se retiraran de
la actividad, acabaran las fotos de la inauguración, se apagaran las
cámaras de televisión, y hubiera que volver a la normalidad, es
decir, a producir bienes y servicios y a crear riquezas.
Y
aquí fallaron no los planes, que no parecían existir, sino también
las ideas, que parecen escasas, y quizás hasta los sueños, porque
tras la ceremonia de inauguración, durante las semanas siguientes,
en un puerto concebido en última instancia para operar entre 700,000
y un millón de contenedores anuales, que representan entre 53,000 y
86,000 mensuales, como señala nuestro colega Lázaro González,
solamente transitaron por sus instalaciones 7 buques y 1,158
contenedores, lo que provocó una precipitada visita de Lula da Silva
a La Habana, porque a ese ritmo los mil millones de dólares que
Brasil ha puesto en ese proyecto corrían el riesgo de morir de
aburrimiento y finalmente desaparecer ante la poca efectividad de la
actividad de los cubanos.
Por
eso Lula da Silva, que sabe perfectamente todo lo que se trae entre
manos, declaró en público que “...a partir de ahora se inicia un
proceso más complicado aún y es el de convencer a los inversionistas
de las oportunidades que ofrece la Zona… ahora solamente necesitamos
derrumbar el bloqueo norteamericano para que Cuba pueda
desarrollarse a plenitud”. Es decir, que la tarea que queda por
delante se presenta como mucho más compleja que la misma
construcción del megapuerto.
La
razón del compromiso brasileño con el megapuerto era la posibilidad
de contar con un puerto de aguas profundas capaz de recibir, operar
y trasbordar los gigantescos buques “Panamax” y “post-Panamax” que
surcarían el Canal de Panamá una vez que las obras de ampliación de
esa vía interoceánica queden concluidas en 2015, y donde Mariel
podría ser un atractivo puerto de trasbordo, aunque no le faltarían
competidores en el Caribe, el Golfo de México y la costa este de
Estados Unidos.
Para
el gobierno cubano, era también la posibilidad de convertir al
Mariel en el principal puerto comercial cubano, dejando al de La
Habana, tras un proceso de modernización, saneamiento y dragado,
para el servicio a cruceros y buques de turismo que se prevén
arribarían a la Isla en un futuro no lejano, vinculando ese puerto
con el área turística de La Habana Vieja y la Bahía de La Habana con
los complejos monumentales de El Morro y La Cabaña, y creando una
potente infraestructura de almacenes, tiendas, restaurantes,
instituciones de arte y cultura, y centros de diversión y
esparcimiento, todo en función del turismo extranjero en la capital
del país.
Sin
embargo, el gran limitante de todos esos proyectos brasileño-cubanos
sigue siendo el embargo de Estados Unidos contra el régimen. Para
Brasil este limitante real no presiona demasiado, pues aunque la
solución de este dilema demore, no demorará más que la solución
biológica por la que pasarán los hermanos Castro más tarde o más
temprano, y los brasileños confían, o quizás es que saben algo que
no han hecho público, que se podría conseguir un acomodo con el
gobierno de Estados Unidos si se ofrecen concesiones suficientes por
parte del gobierno cubano para encontrar una solución intermedia
mientras el Congreso de los Estados Unidos no elimine la compleja
legislación del embargo, y en Brasilia consideran que pueden estar
en condiciones de apretar lo suficiente a los “amigos cubanos” para
que aparezca tal solución por algún lugar.
Tan
convencidos parecen los brasileños con encontrar salida a tales
atascos que muy recientemente el gobierno de Brasil anunció un nuevo
crédito por 290 millones de dólares para que el gobierno cubano
continúe las obras alrededor del puerto del Mariel, lo que eleva los
créditos alrededor del proyecto del megapuerto a mil millones de
dólares.
La Zona de Desarrollo Especial de Mariel
Con
la creación de una Zona de Desarrollo Especial que se ha convertido
en estos momentos en la nueva utopía, la nueva panacea con la que el
neocastrismo considera que podría resolver todos los problemas que
le golpean y atenazan durante tantos años, y que les posibilitaría,
tal vez, enfrentar los complejos escenarios que se producirían si
por alguna razón no deseada la situación se modifica tanto en
Venezuela que no se pueda seguir contando con las ayudas y subsidios
que se han recibido de ese país en los últimos años.
El
gobierno de Raúl Castro ha concentrado en estos momentos el
principal proyecto de desarrollo económico del país, (por encima del
de refinación petrolera en la región de Cienfuegos en cooperación
con Venezuela, que era de elevadísima prioridad), en lo que se
conoce con el nombre de Zona de Desarrollo Especial de Mariel (ZDEM),
que aunque no se repita muchas veces por la prensa oficial cubana se
subordina operativamente a la corporación Almacenes Universales de
las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
La
Zona se extenderá alrededor de la bahía de El Mariel, situada a 45
kilómetros (unas 29 millas) de La Habana, donde se proyecta crear un
área de 465 kilómetros cuadrados alrededor del puerto, con la
intención declarada de atraer inversión extranjera e innovación
tecnológica, lograr una elevada concentración industrial con vistas
a incrementar las exportaciones, sustituir importaciones y generar
nuevas fuentes de empleo, en articulación y consonancia con la
economía interna.
En
la Zona, según señala el gobierno cubano en informaciones divulgadas
para promover el proyecto y en la legislación puesta en vigor, se
fomentará y protegerá a empresas, proyectos industriales,
agropecuarios, metalmecánicos, turísticos y todo tipo de actividad
permitida por las leyes cubanas, que utilicen tecnologías limpias y
produzcan bienes y servicios de valor agregado basado en el
conocimiento y la innovación.
Para
el régimen, según palabras del general-presidente, se trata de la
obra más importante que se está haciendo en el país, y donde se
supone que “están las bases para alcanzar el despegue económico que
necesitamos”.
Para
ello, se llevan a cabo en función del Proyecto de la Zona de
Desarrollo Especial Mariel inversiones y trabajos de construcción en
las vías férreas y los viales para garantizar las conexiones con la
capital del país, así como en el abasto de agua, infraestructura de
telecomunicaciones, sistemas técnicos de seguridad y protección,
electricidad, en la zona de actividades logísticas y en el dragado
de la bahía.
En
otras palabras, la Zona Especial de Desarrollo Mariel (ZDEM) es
ahora la nueva varita mágica a la que apuesta el régimen en su
permanente juego de ruleta rusa con la economía.
Y
aunque ciertamente, según declaran funcionarios del régimen, se han
presentado para la Zona unas setenta propuestas, de las cuales no se
conocen ni el grado de concreción ni los objetivos, y además unas
sesenta solicitudes de ampliación de información, tal parece que las
propuestas recibidas se enfocan hacia los sectores de industria
ligera, envases y embalajes, química, sideromecánica, materiales de
construcción, logística y farmacéutica, en propuestas provenientes
de España, Italia, Rusia, Brasil y China. Por regiones, Europa ha
mostrado el mayor interés (54%), seguida por América Latina (29%) y
Asia (17%).
Aunque las cifras pudieran parecer interesantes a primera vista, no
hay nada claro con relación a informaciones imprescindibles, como
por ejemplo cuánto capital de trabajo generarían, cuántas
inversiones directas e indirectas, cuántos ingresos brutos podrían
esperarse, qué porcentaje del PIB representarían esas cifras,
cuánta fuerza de trabajo se contrataría y dónde vivirían todos esos
trabajadores si no existen viviendas suficientes alrededor o en
ñareas cercanas a la ZEDM, así como a cuanto ascendería el beneficio
neto económico, tecnológico y social para el país, entre otras
muchas interrogantes.
Sin
disponerse de las informaciones anteriores es muy difícil tener un
criterio realista de lo que representaría la ZDEM. Y por eso mismo
es que vale la pena preguntarse si un inversionista serio y con
posibilidades reales de aportar un capital significativo a un
proyecto cualquiera en la ZDEM, estaría dispuesto a arriesgarlo en
un país donde hasta estos momentos no existe ni una ley de
inversiones verdaderamente transparente ni un marco jurídico
realmente confiable.
Un
país donde la imprescindible separación de poderes que debe existir
en cualquier nación para que funcione un Estado de derecho que
permita al inversionista reclamar ante tribunales imparciales y
profesionales en caso de cualquier desavenencia o diferencia de
interpretación con sus contrapartes, es una ficción con referencia a
Cuba, donde no se oculta que los miembros de los tribunales no se
subordinan a las leyes ni a su conciencia, sino, en primer lugar, al
Partido Comunista.
Mucho peor aun cuando se conoce, y así se proclama en la
Constitución, que el gobierno cubano también reconoce que ese
partido “es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del
Estado” y que, por lo tanto, no hay posibilidades reales de
imparcialidad y trato justo y profesional cada vez que sea necesario
litigar con contrapartes que actúan como juez y parte
simultáneamente.
Limitaciones de la Zona de Desarrollo Especial
Entonces, la Zona Especial de Desarrollo Mariel prevista por el
régimen está resultando demasiado complicada y poco promisoria.
¿Cómo es que podría lograrse que la actividad de la ZEDM se articule
y se pueda mantener en consonancia con la economía interna, si en el
país no existe un mercado interno ni una demanda real más allá de la
economía de subsistencia?
Con
una población con ingresos por trabajador estatal, aun considerando
generosamente los equivalentes de lo que recibiría a través de la
educación y salud pública gratuitas, que no resultan suficiente ni
para lograr una alimentación decorosa y adecuada para la familia
durante todo el mes, mucho menos para obtener vestuario, calzado,
medicamentos, posibilidades de adquisición o reparación de vivienda,
facilidades de transporte para asistir al trabajo o a gestiones
personales, o el simple y modesto esparcimiento, ¿cómo puede
desarrollarse el mercado interno?
Que
en Cuba existan actualmente automóviles nuevos en venta a precios
estratosféricos no significa que exista una demanda real y solvente
de los mismos ni un mercado interno real. Las necesidades por sí
mismas, sin posibilidades materiales de satisfacerlas, no pueden
considerarse como demandas reales, sino solamente como aspiraciones
y deseos abstractos de las personas, con el mismo grado de
concreción que la aspiración de todo ser humano a alcanzar el
paraíso en otra vida, lograr ser una persona buena, o que en el
mundo no existan injusticias.
Entonces, si el inexistente mercado interno no puede ser factor para
articularse y actuar en consonancia con la economía interna, que por
otra parte funciona con una moneda que no es la misma que la moneda
fuerte que debe funcionar en la ZDEM, tal zona tendrá que
articularse y pretender funcionar exclusivamente con el comercio
exterior y, en el mejor de los casos, con una mentalidad de
actividades “off-shore”.
Lo
anterior no sería necesariamente imposible, sino perfectamente
factible, pero entonces el proyecto no tendría posibilidades de
convertirse en esa especie de locomotora o de varita mágica que hizo
señalar a Raúl Castro que sería el lugar donde estarían “las bases
para alcanzar el despegue económico que necesitamos”.
Ahora bien, si la ZDEM se concebirá en la práctica en función de
actividades “off-shore”, habría que preguntarse si realmente en Cuba
existen las condiciones para vincular la lenta maquinaria de la
economía cubana a las velocidades y requerimientos que suponen la
globalización y la automatización de infinidad de procesos, donde a
cada paso es un poco más imprescindible una gestión moderna y
eficiente.
Para
la operación y manejo del megapuerto de Mariel fue contratada la
compañía PSA International, de Singapur, empresa con gran
experiencia en esas actividades, que ya opera otros catorce puertos
en todo el mundo y continúa presentando licitaciones en diversos
países para ganar el derecho a operar otros más. En este sentido se
puede suponer que existe la capacidad gerencial suficiente para
operar el nuevo megapuerto con efectividad, eficiencia y solidez.
Sin
embargo, ni el puerto mejor operado del mundo puede resolver
problemas que surjan en la economía cubana producto de la
centralización absoluta, las trabas burocráticas, el descontrol y la
corrupción.
Por
ejemplo, el proceso de aprobación de los pedidos por parte de los
inversionistas, a través del mecanismo llamado de ventanilla única,
donde se supone que han sido introducidas mejoras para agilizar,
mejorar la tramitación y hacer más seguro el proceso, demora entre
45 y 65 días, según informa la Oficina Reguladora de la ZDEM,
entidad directamente subordinada al Consejo de Ministros. Sin
embargo, nuestro colega Lázaro González nos indica desde Toronto,
Canadá, que esos mismos plazos teóricos ya funcionaban hace años en
los grandes almacenes de Wajay, Berroa y en el mismo Mariel en su
momento. Entonces, ¿dónde estaría la diferencia en las nuevas
condiciones que se supone que se introducen con la ZDEM?
Por
otra parte, el gobierno requiere que los eventuales inversionistas
suministren tecnología, mercados, bienes de capital, know-how y
capacidad gerencial, y que todo ello sea compatible con las
“prioridades” del país, pero en realidad esas prioridades no las
conoce ni el mismo gobierno.
Aún
si los potenciales inversionistas aceptaran jugar con esas reglas
del juego que se pretenden establecer desde La Habana, habría que
preguntarse qué tiempo se requeriría por la parte cubana,
independientemente de los proyectos y programaciones que se diseñen
por los inversionistas extranjeros, para proyectar cada una de las
inversiones, ejecutar la construcción civil, instalación y montaje
del equipamiento y pruebas de puesta en marcha, así como poner en
funcionamiento la nueva inversión, ajustar el arranque y alcanzar el
nivel de capacidad mínima requerida para que tal inversión sea
sustentable.
¿Qué
tiempo se requeriría para todo eso? Naturalmente, los plazos varían
de acuerdo a las dimensiones y complejidad tecnológica, pero
parecería imposible que, en las condiciones cubanas, en el mejor de
los casos, todo eso pueda realizarse en menos de dos años para cada
inversión, y no debe olvidarse que en la ZDEM, de acuerdo a lo
previsto, se estarían llevando a cabo diversas inversiones al mismo
tiempo en un área que cuenta con una extensión superficial
relativamente limitada.
¿Estaría el gobierno cubano en condiciones de asegurar que todo eso
funcionara a la vez sin interferirse unas inversiones con las otras,
y sin que al mismo tiempo choquen con los intereses y prioridades de otros
componentes de la economía que no estén vinculados con la Zona de
Desarrollo Especial, y sin que se generen trabas, demoras,
complicaciones y cuellos de botella por situaciones imprevistas?
Teniendo en cuenta el historial del régimen durante más de medio
siglo, no parece nada adecuado otorgarle, porque no se lo ha ganado
ni lo ha merecido, el beneficio de la duda ante una tarea de tal
magnitud.
¿Funcionaría la nueva varita mágica del régimen?
¿Significa todo lo anterior que todo el proyecto de Mariel
(conformado por el megapuerto y la Zona de Desarrollo Especial) está
condenado de antemano al fracaso, suceda lo que suceda?
La
respuesta más seria debería ser un rotundo no, no necesariamente
fracasaría.
Sin
embargo, si no se modifican los condicionantes externos del
proyecto, las múltiples trabas y coyundas de la economía
centralizada contra la gestión empresarial, la continua injerencia
del partido comunista en el funcionamiento de la economía, y la poca
seriedad con que se abordan las tareas económicas en el país, sin
tener en cuenta conocimientos y experiencias contemporáneas para
dirigir la economía y la nación, no se podrá avanzar demasiado.
Si
el proyecto del Mariel es visto como una herramienta del desarrollo
que requiere un conjunto de acciones que hay que llevar a cabo para
que pueda funcionar efectivamente, y que obligará a modificaciones y
transiciones dolorosas en los hábitos de dirigir que han estado
presentes en la dirección del país durante tantos años, entonces
podría aspirar a lograr resultados positivos.
Si,
por el contrario, es visto como la nueva varita mágica con que se
resolverían todos los problemas que hay que resolver y que no se
sabe cómo se resolverán, entonces los únicos resultados posibles
serán los mismos a los que ya nos tienen acostumbrados después de
más de medio siglo.
Sería, una vez más, una apuesta para perder, y que requerirá
justificaciones abstractas, culpar a factores externos del fracaso,
y tratar de inventarse otra nueva utopía, para poder mantenerse
hasta el próximo fracaso.
Al
menos mientras los cubanos en la Isla sigan soportando este insulto
a la inteligencia que en nuestros días todavía se sigue llamando la
revolución cubana.
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