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Días después, ya en la ciudad canadiense de Windsor, sede del Campeonato Mundial Juvenil de 1986, se paseaba por el dugout y a cada rato le recordaba al desaparecido mentor Juan Delís: "Profe, yo estoy listo para jugar". Por fin le llegó su oportunidad, en la esquina caliente, y lo hizo muy bien, maravillando a todos por su velocidad en el corrido de las bases.
Han transcurrido 25 años. Y Enrique Esteban Díaz Martínez sigue jugando a la pelota, con el mismo entusiasmo de cuando era juvenil. Ayer fue, quizás, su día más feliz: rompió una marca en poder de uno de los grandes peloteros cubanos, Antonio Pacheco, al conectar su jit número 2 357 —una línea al jardín derecho— sobre un envío del zurdo pinareño Julio Alfredo Martínez, a quien más tarde le disparó otro sencillo, el 2 358.
En eso de romper marcas establecidas por gigantes de nuestra pelota no hay quien le gane. Ya había dejado atrás a Omar Linares en carreras anotadas y desde hace más de un mes es el único que sobrepasa las 1 600, exactamente 1 623. Ninguno se ha parado en el home más veces que él, ya anda por 7 877 turnos oficiales y es el líder histórico en comparecencias, 9 540.
¿Su secreto? Jugar al béisbol por amor. Sin pensar en si hacía o no el equipo Cuba. Solo así se puede estar activo durante 26 temporadas y seguir siendo regular, primer bate con 43 años que no han hecho mella en su anatomía. Un dato adicional: de sus 2 358 indiscutibles, 1 046 fueron conectados con bate de aluminio y 1 312 con el de madera. Y otro más: su tacto le ha permitido ser el segundo en bases por bolas recibidas, 1 414, solo superado por otro coloso, Antonio Muñoz.
El día que le diga adiós al béisbol lo vamos a extrañar. Por su entrega diaria, en el entrenamiento y en el juego.
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