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Armando
Navarro Vega
Los alimentos normados usualmente se distribuían en diferentes
establecimientos (la carnicería, la pescadería, la bodega, el
“puesto de viandas”, la panadería, el “punto de leche”) y a veces al
mismo tiempo, con lo cual la gente desarrolló el don de la ubicuidad
para “marcar” a la vez en varias colas, o se entrenó para salir en
zafarrancho de sus casas a cualquier hora al escuchar un grito
similar a este:
-“¡Fidelinaaa, corre que
llegaron las papas… dice Manolo el del puesto que el envío no viene
completo, así que ya tu saaabeee…!”
Cubano que viviste en Cuba en los años 60´ y 70´ ¿Cuántas veces te
lavaste los dientes con bicarbonato, o con aquel líquido rosa de
sabor indescriptible que a veces vendían en las farmacias?
¿Recuerdas la fórmula del desodorante casero? Yo si:
Ingredientes
-
Dos cucharadas de
ralladura de Jabón Nácar (nombre del jabón de baño o jabón “de
olor” normado).
-
Una cucharadita de
Bicarbonato.
-
Alcohol.
-
Un tubito plástico de
desodorante industrial.
Modo de preparación: Mezclar la ralladura de jabón con el bicarbonato
dentro del tubito plástico, y añadir alcohol hasta completar la
capacidad del recipiente. Poner el tubito al Baño María hasta que
rompa el hervor, retirarlo del fuego y esperar a que se enfríe.
Congelarlo para que se solidifique, y conservarlo luego para su uso
en el frigorífico.
Precaución: No usar con tu mejor camisa o blusa, porque decolora la ropa
irremediablemente. Evitar en lo posible el sudor, porque produce un
espumarajo espectacular.
¿Comiste Bistec Empanizado de Toronja? ¿Recuerdas cómo se
preparaba?:
Ingredientes
- Una
toronja o pomelo.
- Uno
o dos dientes de ajo, según disponibilidad.
-
Limón.
- Pan
rallado.
- Un
huevo.
-
Aceite o manteca (lo mínimo indispensable, que la media libra de
la cuota, unos 229 gramos, te tiene que durar todo el mes y “más
allá” si hay retraso)
Modo de preparación: Se le retira cuidadosamente la cáscara a la
toronja, se corta a la mitad, se extrae la pulpa o endocarpo y el
zumo, el cual se bebe preferiblemente frío. A la parte blanca
intermedia o mesocarpo se le da unos cortes para poder extenderla
sobre un plato, se lava con agua y se pone en adobo con el limón y
el ajo, añadiendo sal al gusto. Una o dos horas después se empaniza
con el huevo y el pan rallado, y se fríe hasta que se dore. Una
toronja da para dos raciones frugales, y si la comes con arroz y
frijoles te proporciona una sensación de consuelo de lo más
reconfortante.
Precaución: El zumo de la toronja abre el apetito.
Podría citar también las recetas de Picadillo o “carne picada” sin carne
(de Gofio o de cáscara de plátano) entre otras exquisiteces, pero no
quiero abrumar al lector.
Dime, paisano ¿Recogiste colillas en la calle en el año 1971 para liar
cigarrillos (los llamados “Tupamaros”) en tu maquinita casera
con la picadura extraída de ellas, con el papel y el pegamento que
apareciera?
Vecino, ¿recuerdas que los cigarrillos (antes de que los pusieran “por
la libreta” o multiplicaran por ocho su precio si los comprabas “por
la libre”) se distribuían los martes en los municipios de Centro
Habana y Habana Vieja, y los jueves en el Municipio Plaza (o
viceversa) y lo tuviste en cuenta para organizar la “recolección” de
las colillas?
¿Tuviste la sagacidad de apreciar la predisposición psicológica de los
fumadores de tirar las colillas más grandes en las paradas de
autobuses los días de reparto?
¿Compraste en el mercado negro alguna vez esa mezcla de tabaco, polvo y
tierra que le decían “barredura” y que era precisamente los restos
barridos que quedaban en las mesas (y sus alrededores) de los
torcedores de puros en las fábricas?
¿Empleaste alguna vez la publicación en “papel Biblia” policromado que
se llamaba “Cartas de España”, que regalaban en el Consulado español
situado en la calle Cárcel esquina Zulueta (creo que la embajada aún
estaba entonces en Oficios Nº 108), para la fabricación de unos
cigarrillos que además de fumarlos podías leerlos?
¿Eres consciente de que estuvimos casi un cuarto de siglo sin poder
comprar un mueble en una tienda (las tiendas en divisas habilitadas
para los técnicos extranjeros, los diplomáticos o “la Comunidad” no
cuentan, allí no podías entrar con tu dinero) hasta que aparecieron
aquellos juegos de sala nicaragüenses con un sofá, dos butacas y una
mesilla, todo de mimbre, o los sillones de madera de la misma
nacionalidad, o los cuatro artículos que producían las “empresas
locales del Poder Popular”?
¿Y qué me dices, cubano, de las colas en los consolidados
[1] para reparar cualquier cosa, desde un reloj hasta una
plancha, de los meses de desesperante espera para volver a ver tu
televisor, de la falta de garantía en las reparaciones o el
“canibalismo de piezas” al que te exponías, o de las explicaciones
“acongojantes” del compañerito administrador de la Unidad H-21 de la
Empresa Consolidada XXX del tipo: “hay causas objetivas y subjetivas
que generan cuellos de botella”, o “hay que ser conscientes,
compañeras y compañeros, de las dificultades por las que atraviesa
el país”?
Habanero ¿Te acuerdas cuando indicabas las direcciones como los
nicaragüenses después del terremoto de 1972 que destruyó la ciudad
de Managua?:
-Si, te explico, un poco más adelante de donde estaban las
“Lámparas Quesada” siguiendo por Infanta.
-¿Te acuerdas donde estaba el Teatro Campoamor? Pues justo al
doblar.
-Mira, del número no me acuerdo, pero es el edificio que está en los
altos de donde estaban “Los Tres Hermanos”, la tienda de
muebles y antigüedades. –Oye, pues no caigo.
-A ver, ¿te acuerdas de la Panadería “El Diorama”, donde hacían
aquellos panecitos riquísimos que les decían “Polaquitos”? Pues
justo el edificio de enfrente, el nuevo… el del año cincuenta y
pico.
-Mi primo vive en el primer tramo de San Lázaro, donde estaba la
“Casa Suárez”… ¡Que helados! ¿eh?... ¿Y qué me dices de los
pastelitos de guayaba, de las “señoritas” y de los éclair de
chocolate? Ahhh, la “Casa Suárez”…
La ansiedad que sienten los cubanos por la comida cuando viajan al
extranjero ya es antológica. Es mejor comprarnos una casa que
invitarnos a comer. Después de vivir casi 20 años fuera de Cuba, aún
me quedan algunos rezagos importantes:
-
No estoy dispuesto a
dejar de comer carne de res compulsivamente aunque el médico me
asegure que estoy perdiendo años de vida. Bastante más perdí ya en
los “círculos políticos”, y sin el placer que acompaña a un
Chuletón de Ávila;
-
Mi despensa y mi
frigorífico jamás pueden estar vacíos, porque ello me produce un
tremendo desasosiego;
-
Beber una taza de café o
comer pan, preferentemente de barra, se ha convertido en un
símbolo de mi gozoso albedrío que siempre celebro cuando hago lo
uno o lo otro, con una especie de plegaria de agradecimiento.
El racionamiento dejó a los cubanos totalmente a merced del Estado para
satisfacer cualquier necesidad; generó una dependencia absoluta, y
por ende facilitó el ejercicio del poder absoluto. En estas
condiciones el Estado asumió un papel paternalista de
proveedor/protector, mientras la población quedó sumida en una
suerte de infantilismo económico y civil.
El mercado desapareció y ocupó su lugar una red de distribución. El acto
de compra y venta se convirtió en entrega y recepción, previa
asignación normalizada; se estableció una economía de guerra que
convirtió al país en un cuartel, y al aparato productivo en los
servicios de retaguardia encargados del avituallamiento y la
logística.
El racionamiento generó también una red de corrupción galopante y
generalizada, de la que nadie se puede sustraer. El poder del dinero
es sustituido por el poder de los “contactos” y por el acceso
directo a los recursos.
En cierta ocasión el administrador de un bar me dijo: - Gracias a las
“Normas” sé cuánto puedo robar. Los porcentajes estimados de
“Mermas, Faltantes y Deterioros” se cumplen escrupulosamente como
una constante. La realidad se ajusta como un guante a los resultados
estadísticos esperados y a los márgenes preestablecidos.
El fervor revolucionario posibilita que una empresa pueda
planificar un volumen de producción superior a su capacidad
potencial… y sobrecumplir el plan. El carnicero vende carne a
sobreprecio, pero ninguno de los consumidores censados y adscritos a
su “unidad de distribución” se queda sin la cuota, ni la empresa
pecuaria o el matadero incumplen sus respectivos planes de
producción. Es la cuadratura del círculo, el milagro de los panes y
los peces, “lo real maravilloso” del socialismo tropical.
Cuando el individuo deja de ser ciudadano para convertirse en “pueblo”,
pierde todos sus derechos. El Estado paternalista exige al máximo
pero otorga discrecionalmente, premia y castiga con ejemplar dureza
la infidelidad, y no permite jamás que una necesidad llegue a
convertirse en una demanda en el sentido económico o político,
porque ello constituye el germen respectivamente de un mercado o de
un sujeto de derecho. Por tanto, el Estado se asegura de que esa
necesidad no rebase nunca el rango de una petición sin
exigencias.
Abraham Maslow
establece una
“Jerarquía de Necesidades” para explicar la motivación humana, que
representa como una pirámide con cinco niveles ascendentes desde la
base (necesidades básicas, de seguridad y protección, de afiliación
y afecto, de estima, y de autorrealización). Según Maslow, las
necesidades más altas demandan nuestra atención en la medida en que
las inferiores han sido satisfechas.
Desde esa perspectiva, la escasez organizada actúa como una fuerza que
empuja hacia abajo y retiene al individuo en la base de la pirámide,
permanentemente enfrascado en la “lucha” por la satisfacción de sus
necesidades básicas de alimentación, vivienda, agua, ropa o
transporte.
Cuando el Estado finge salvarnos del hambre a través del racionamiento,
pretende erigirse también en proveedor de seguridad y protección, y
gracias a la machacona propaganda que dibuja un panorama desolador
más allá del horizonte, así lo percibe un porcentaje relativamente
importante de la población. Y de paso, cimenta el miedo al cambio.
-
Apoyo internacional al
régimen, y ausencia de reconocimiento y apoyo a la disidencia
interna y externa.
Nadie escuchaba. Ese es el título del documental de 117 minutos
producido en el año 1987 por Néstor Almendros y Jorge Ulla, en el
que se recogen los testimonios de un grupo de presos políticos
cubanos acerca de los tratos crueles, inhumanos y degradantes a los
que fueron sometidos durante largos años de prisión, y que refleja
plenamente la situación de abandono al que han estado sometidos
internacionalmente los disidentes cubanos durante décadas.
La invisibilidad de las atrocidades del régimen y el desconocimiento de
todo lo que ocurría en la isla, condenó al más absoluto aislamiento
a la disidencia dentro y fuera de Cuba, y representó la guinda para
el desarrollo del Síndrome de Indefensión Adquirida o Desesperanza
Inducida, gracias a la complicidad de los partidos comunistas de las
democracias liberales, de la inmensa mayoría de la izquierda
occidental (al menos en un principio) y de la prensa afín en
particular; a la irreverente fascinación erótica de la
intelectualidad diletante con el joven Cristo de la Sierra Maestra,
y a la asimilación directa y muy extendida de cualquier oposición a
la revolución con la CIA y con el gobierno norteamericano (sin duda
el mayor logro propagandístico de la dictadura).
Es cierto que desde agencias federales de los Estados Unidos y/o con
conocimiento de ellas se han ideado, mal planificado y peor
ejecutado acciones militares, sabotajes y atentados contra Fidel
Castro. También es cierto que prácticamente las únicas condenas
internacionales al régimen por la violación de los derechos humanos
(violados sistemática y “constitucionalmente”) las ha promovido el
Gobierno de ese país, con “poco éxito de público y de crítica”.
Pero la denuncia de una política injerencista estadounidense (no así
de la subversión castrista, tolerada y aplaudida por los
denunciantes de la anterior) o el antinorteamericanismo en sus
diferentes grados y manifestaciones, no justifican la connivencia
con la dictadura.
No se puede justificar a Fidel Castro con Batista, con Duvalier o con
Somoza, de la misma forma que no se puede justificar a Pinochet con
Fidel Castro o con Pol Pot, ni a Hitler con Stalin o viceversa. Las
dictaduras son injustificables, vengan de donde vengan y sean del
signo que sean, porque son aberrantes y contrarias a la esencia del
ser humano. Pero lamentablemente la hipocresía y la mentira
prevalecen sobre los valores y la verdad.
La represión en Cuba no distingue entre “derechas” e “izquierdas”.
Muchos de los cubanos que no simpatizan con el régimen o que han
sido represaliados por aquel, se sienten, definen y expresan como
personas de izquierda. Republicanos españoles “aplatanados” tras
muchos años de vivir en la isla, socialistas, anarquistas, y
comunistas (de los de antes, de los de verdad) fueron a parar a las
cárceles cubanas. Por eso se sorprenden desagradablemente y se
decepcionan cuando no encuentran comprensión y apoyo en aquellos que
supuestamente defienden sus propios principios.
También es cierto que en la actualidad cerca de dos millones de cubanos
y sus descendientes residen en los Estados Unidos. Que de ellos un
altísimo porcentaje han logrado rehacer sus vidas allí y que en
general están muy agradecidos por ello. Muchos cayeron en el error
de pensar que podían confiar en el apoyo de los Estados Unidos para
derrotar a Castro. Si por algo se ha caracterizado siempre la
política de esa nación es por su gran pragmatismo y por la fidelidad
a sus propios intereses. Cuba ha sido una pieza más en los
escenarios geoestratégicos a lo largo del tiempo, ciertamente
molesta en muchas ocasiones, y alguna que otra vez decisiva en su
contra al menos en el corto plazo.
El fracaso antológico de Girón reveló hasta que punto el gobierno
norteamericano y las agencias de inteligencia ignoraron a la
resistencia interna, que en aquel momento podía contar con la
participación directa o el apoyo de decenas de miles de personas y
que, contrariamente a lo que proclama en la actualidad algún experto
del gobierno cubano, podía haber marcado una diferencia cualitativa
importante en el desarrollo de los acontecimientos, si hubiese
estado al tanto de la operación. La crisis de los misiles de Octubre
de 1962 selló definitivamente el pacto con la Unión Soviética que
libró a la dictadura hasta hoy día de una invasión.
Para Barack Hussein Obama, nacido el 4 de Agosto de 1961, el “problema
de Cuba” ya es historia antigua, y un incómodo motivo de discordia
con los senadores y congresistas cubanoamericanos del Partido
Republicano, al margen de sus simpatías más o menos evidentes con la
“izquierda mítica”.
Yo no fui realmente consciente de hasta qué punto estábamos
completamente solos, hasta llegar a España. Al principio cuando
hablaba sobre Cuba y la gente me devolvía la versión oficial, creía
que su simpatía por la dictadura era una cuestión de desconocimiento
y de falta de información, e intentaba hacerles ver la realidad.
Pero poco a poco me fui convenciendo de que las personas que apoyan al
régimen creen lo que quieren creer, que mucha gente de izquierda (en
principio honesta) necesita continuar alimentando el mito después
del derrumbe de la Unión Soviética y de Europa Oriental, y que la
extrema izquierda jamás va a condenar al régimen porque es
esencialmente totalitaria y represiva, y porque intentaría
reproducir e imponer el mismo modelo de sociedad si alguna vez
llegara al poder.
Conclusión
En resumen, cualquier cubano (independientemente de que estuviese a
favor o en contra del régimen) ya se encontraba de facto en una
situación de indefensión y sometimiento total en el año 1962.
Esos primeros años bastaron para convertir a los cubanos en súbditos
obedientes del régimen, demostrando la validez de la “parábola de la
rana hervida”[3]
para describir los efectos de los procesos que transcurren de manera
gradual. Si Fidel Castro se hubiese expresado y/o actuado en 1959
como en 1962, su mandato no hubiese durado una semana.
Las consecuencias prácticas sobre cada persona en cuanto a sufrir las
carencias y la pérdida de la individualidad eran las mismas, pero la
diferencia entre creer y no creer en el proceso revolucionario era
(y es) muy significativa.
A pesar de los pesares, vivir en una dictadura totalitaria y estar de
acuerdo con ella seguramente tiene su compensación emocional y
ética, porque la existencia misma adquiere un sentido de misión, y
lleva a los creyentes a decir cosas como “el fruto de este
esfuerzo lo recogerán las generaciones venideras”, “esta
revolución es más grande que nosotros mismos” o “gracias,
Fidel”.
En el año 1962 muchos ya estaban desengañados, otros comenzaban a
percatarse del engaño, pero muchos también estaban dispuestos a dar
la vida por la revolución. Como diría Sergio, el personaje
protagónico de “Memorias del subdesarrollo”, había demasiada
oscuridad en sus mentes para ser culpables, mientras que otros
en cambio sabían demasiado como para ser inocentes.
Según la doctrina oficial, no ser revolucionario implica ser
contrarrevolucionario, y eso es muy grave porque las opciones que se
tienen a partir de esa definición pasan por el “insilio”, al cual no
puede aspirar cualquiera en virtud de variables tales como la edad,
el sexo, el estado de salud, las responsabilidades y/o las cargas
familiares; la prisión o la muerte si se llega a desplegar una
oposición activa; la marginación educacional o laboral y la
limitación o inhabilitación para ejercer una actividad intelectual,
técnica, profesional o artística por disentir de la verdad oficial;
la fuga, en el sentido lato del término, porque viajar al extranjero
o emigrar está vetado salvo en las condiciones descritas con
anterioridad, o (por último) la “integración simulada en el
proceso”, respondiendo con el engaño a otro engaño.
Desde entonces, la pertenencia o
“integración” al entramado de organizaciones políticas y de masas,
la incorporación a las “tareas de la defensa”, y la demostración del
mayor grado de pureza ideológica posible (medida en términos de
“intransigencia revolucionaria”, o de renuncia a todas las
aspiraciones individuales siempre que colisionen con los “intereses
colectivos” definidos por el régimen) constituyen una condición
necesaria para aspirar a una vida “normal”, a una educación
universitaria, a desarrollar un trabajo profesional en cualquier
campo o actividad humana, o para viajar al extranjero en misión de
estudio o trabajo.
Toda solicitud de ingreso para trabajar o estudiar irá precedida de los
famosos cuéntame tu vida (unos voluminosos cuestionarios
cuyas preguntas se irían “actualizando” a lo largo del tiempo) donde
hay que señalar:
-
Extracción o procedencia
social del solicitante, una especie de genealogía o pedigree para
establecer la ascendencia socioeconómica del demandante y
clasificarlo en dos clases sociales antagónicas e irreconciliables
según el marxismo: proletariado o burguesía. Clasificar en el
segundo grupo constituye un pecado original que habrá que purgar
de por vida.
-
Integración
revolucionaria de los familiares directos (padres, cónyuges, hijos
o hermanos).
-
Parentesco y grado de
relación con familiares residentes en el extranjero, así como la
fecha y los motivos por los que abandonaron el país.
-
Parentesco y grado de
relación con familiares juzgados y condenados por los tribunales
revolucionarios, señalando la fecha y el motivo de la sanción.
-
Integración propia en
todo el repertorio posible de organizaciones.
-
Centros de estudio o
trabajo precedentes (en particular los anteriores a la revolución,
en su caso)
-
Posibles vinculaciones
con la dictadura de Batista o participación en las elecciones de
1958 (un intento tardío de Fulgencio Batista de detener el triunfo
revolucionario, considerado como un acto de “traición” de aquellos
que participaron en los comicios)
-
Creencias religiosas
profesadas, indicando si es o no practicante.
-
Integración a las
actividades de la defensa (reserva de las FAR, milicias, defensa
civil, etc.)
-
Participación en misiones
internacionalistas y en las llamadas “tareas de choque”, por
ejemplo, en el “Cordón de la Habana” a finales de los 60´, la
donación de sangre por el terremoto de Tashkent (capital de la
entonces República Socialista Soviética de Uzbekistán) en 1966, en
las Actividades de Preparación para la Defensa a partir de los
años 1991 ó 1992 construyendo túneles y refugios antiaéreos, etc.
-
Participación en los
“trabajos voluntarios”, en particular en las Zafras del Pueblo
(cortes de caña por períodos prolongados) o en las “Escuelas al
Campo”.
En muchas ocasiones también se incluyen preguntas de desarrollo en las
que se debe opinar sobre temas de actualidad. Además, toda esa
información es verificada en el CDR del lugar de residencia de la
persona, y en los centros de estudio y trabajo anteriores.
Si la solicitud es para trabajar en algún organismo de la Administración
Central del Estado, en la llamada esfera ideológica, en
alguna actividad que requiera contactos con el extranjero, o para
ingresar al PCC o a la UJC, el organismo que está procesando al
solicitante pide además un DNI, un informe de la Dirección Nacional
de Identificación (lugar donde se archiva y controla la información
significativa de cada persona, que según tengo entendido sigue
ubicada en la calle Morro entre Colón y Trocadero) que se envía
directamente al organismo sin que el interesado tenga conocimiento
de su contenido.
Solo los aspirantes a militantes tienen acceso a esa información, una
vez que culmina el “proceso de crecimiento” e integran las filas del
PCC o la UJC. Todo ello quedará registrado y sometido a evaluaciones
periódicas en el Expediente Laboral del trabajador, en el Expediente
Acumulativo del estudiante o en el expediente del militante.
El juego de la simulación, una vez que se opta por él, no es demasiado
complicado pero demanda una gran cantidad de energía emocional y
mental, al menos para los que no tienen un encefalograma plano.
Desde el punto de vista práctico se trata mas o menos de participar en
una guardia mensual en el CDR y en el centro de estudio o trabajo;
en alguna actividad de la defensa un domingo; en una REM (Reunión de
Estudios Militares) en un CEM (un Centro de Entrenamiento Militar)
quizás una o dos veces al año; en un trabajo voluntario un fin de
semana o por un período mayor (generalmente en la agricultura); en
alguna reunión o círculo de estudio del CDR o del sindicato, o en
algún desfile o concentración. Los militantes tienen el plus de sus
actividades y reuniones específicas. Lo peor fue, en su momento, la
participación en las “misiones internacionalistas”.
Basta con leer el Granma, Órgano Oficial del Partido Comunista de Cuba
(en particular los editoriales anónimos escritos por el Comandante,
o más recientemente sus “reflexiones”), con escuchar Radio Reloj por
las mañanas o con ver el Noticiero Nacional de Televisión, para
conocer y poder reproducir la versión oficial acerca de la realidad
nacional e internacional. Por eso cuando se hacen en Cuba
entrevistas a pie de calle hay generalmente una “unidad de estilo”
en el discurso.
No hay que creerse la versión oficial, solamente repetirla cuando sea
necesario demostrar que uno está bien informado, lo que
constituye además un deber de todo revolucionario.
Tampoco es necesario mostrar un gran entusiasmo, eso queda reservado
generalmente a los exaltados y a los que están purgando algún
pecado, o quieren alcanzar o recuperar un estatus perdido. Lo demás
pasa por recordar constantemente un viejo refrán: “Eres dueño de lo
que callas y esclavo de lo que dices”.
Con el tiempo el juego se va perfeccionando y la gente se da cuenta que
no hay que participar siempre en todo. Puedes excusar tu asistencia
a la reunión del CDR con una actividad del sindicato, o no asistir a
un trabajo voluntario por “coincidir” con una actividad de las
Milicias de Tropas Territoriales, a la que tampoco vas cuando de
verdad tienes que hacerlo porque te enfermas oportunamente,
presentando si fuera necesaria una justificación médica (nada
difícil de conseguir) Un certificado médico de padecer una
enfermedad crónica te puede librar para siempre de trabajar en la
agricultura, o de las milicias, o de participar en una misión
internacionalista.
El régimen también participa en el juego de la simulación. La
integración en las organizaciones revolucionarias no garantiza que
la gente piense y sienta como un revolucionario arquetípico, pero lo
relevante no es la pureza ideológica, sino la obediencia.
La ideología se adapta a la situación, y los principios se modifican
cuando es necesario en el más puro estilo “Groucho-marxista”. La
obediencia, en cambio, es la médula espinal del totalitarismo.
La simulación es la evidencia del sometimiento y la aceptación de las
reglas del juego impuestas por el régimen, y eso es lo que
verdaderamente importa, en la medida en que es el mejor indicador de
la eficacia y la eficiencia del aparato de control y represión. El
individuo simula que cree, y el régimen aparenta que se lo cree. Ya
habrá tiempo y ocasión de pasar todos los filtros necesarios cuando
la situación lo requiera.
La simulación indica que el “policía interior” está implantado y
haciendo su trabajo exitosamente, conduciendo a cada simulador hacia
la Plaza de la Revolución el 1 de Mayo o a la Marcha del Pueblo
Combatiente, impidiendo que manifieste públicamente su opinión o su
descontento, haciéndole decir lo contrario de lo que piensa hasta en
su propia casa. La perfección se alcanza cuando el individuo se
derrota a sí mismo y termina amando al Líder Máximo.
La simulación es destructiva para el individuo y para la sociedad. La
necesidad de formar parte de una comunidad se convierte en una
farsa, la autoestima se lesiona gravemente cuando se convive con la
mentira y con el miedo, y la autorrealización es una quimera en
tales condiciones.
La frustración permanente da paso a la depresión o al cinismo, y la
alienación autoinducida es la respuesta del individuo ante una
realidad alienante. Otra respuesta es la somatización de la ansiedad
y el estrés en todas las posibles patologías que puedan tener entre
sus causas dichos factores, en particular las enfermedades
cardiovasculares.
Socialmente la simulación se acepta como un requisito para la
supervivencia. Nadie escapa a ella, ni siquiera los creyentes más
devotos. ¿Quién no ha comprado una libra de malanga o un pollo en el
mercado negro para darle de comer a un hijo o a una madre enferma?
¿Quién no ha “conseguido” “pugilateado” “resuelto” o “luchado” una
bombilla o una librita de arroz, unos plátanos, un “puñaíto”
de café o de cemento, unos litros de gasolina, unos zapatos para el
niño, y más recientemente una medicina o un poquito de sal? ¿Quién
no ha sustraído un recurso de su centro de trabajo, una hoja de
papel, una tuerca o un caramelo? ¿Quién no ha aplaudido públicamente
una iniciativa del régimen, que después ha criticado en la más
estricta intimidad?
En la medida en que la simulación se extiende, y en que una masa social
cada vez mayor y significativa la practica, el mal se banaliza. La
mentira se disculpa, el robo se comprende.
La banalización del mal comienza la primera vez que se oculta la opinión
propia sin concederle demasiada importancia al hecho, y alcanza su
cota más alta cuando se asiste impávido al linchamiento público de
alguien que solo quiere irse de su país para salvar a su familia o
salvarse a sí mismo. Si además se participa activamente en ello, ya
eso tiene otro nombre.
El problema de Cuba no se resuelve solo con la afluencia de capital, con
el derecho a la propiedad privada de cada cubano, ni con unas
elecciones libres, aunque estos elementos serían una evidencia
empírica de que el cambio real ya está en marcha.
Cuba necesita una revolución espiritual, una regeneración de orden moral
como requisito previo para iniciar el camino de la verdadera
libertad: la liberación individual de las estructuras mentales
impuestas por el castrismo.
NOTAS:
“Contempló el enorme rostro. Le había costado cuarenta años
saber qué clase de sonrisa era aquella oculta bajo el bigote
negro. ¡Qué cruel e inútil incomprensión! ¡Qué tozudez la suya
exiliándose a sí mismo de aquel corazón amante! Dos lágrimas,
perfumadas de ginebra, le resbalaron por las mejillas. Pero ya
todo estaba arreglado, todo alcanzaba la perfección, la lucha
había terminado. Se había vencido a sí mismo definitivamente.
Amaba al Gran Hermano”. Último párrafo de “1984”, de George
Orwell.
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