( Peña Factor 821) se convirtió en un sitio para deponer la penuria y el sálvese quien pueda. Artistas de toda condición regalaban a los otros sus obras, muchas veces en actos de amor profundo. Una de ellas, muy habitual allí, fue una bellísima canción que dedicó Reinaldo a Yoani. Se estaban conociendo. Le acababa de regalar también una primorosa edición de
El tambor de hojalata, su libro preferido de entonces. Y entre estos primeros regalos estuvo
La soledad en sí. Con los años más duros se fueron también aquellos memorables encuentros y la canción, que nunca se grabó, dejó de escucharse para siempre. No obstante, nunca, en casi veinte años, se fue de mi memoria. La llevé conmigo y serví a ella como un fiel humano máster de grabación. Hace poco, cuando Yoani ha volado hacia los cuatro costados del mundo, regresó a mí con fuerza el recuerdo de aquel tema precioso que había musicalizado Hanry con tanta gracia. A la búsqueda de un buen músico que pudiera leer en mi mente esa caprichosa partitura, al modo del Bárbaro del Ritmo, La soledad en sí resurgió en las sagaces manos sensibles del Chino Carrasco que le ha devuelto a la canción todo su esplendor. ¡Ojalá la emoción de los que entonces lo vivimos, regrese como a mí, con ese ímpetu! Y quiera Dios que La soledad en sí, sirva de aliento delicado a los tantos y tantos cubanos que tienen lejos a su amor, a sus hermanos, a sus padres, a sus hijos…
Ahora que las voces de Yoani y Reinaldo resuenan firmes por todas partes, La soledad en sí es un ejemplo de esas pequeñas cosas que los gendarmes del poder no pudieron saber nunca: “No lo saben todo, mi amor, no lo saben...” “Nuestros vigilantes, pobre de ellos, nunca han leído la primera canción que me hiciste.” Pero está bien ponerles ante el rostro la ternura. Aquí radica mi honor… El gran honor que el recuerdo de esta gran canción me ha regalado. ¡Cuánto placer devolverles lo que es tan suyo… y tan nuestro ya…! ¡Cuánto placer!
2013
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