Encíclicas de panaceas sin resultados
Dr. Pablo A de Cuba/ Cubanálisis-El Think-Tank
Apenas un mes de la encíclica castrense de Agosto de 2006, se inician serias y determinantes pugnas en la agotada e inoperante esfera política cubana que no trascienden, como siempre ha sido, los corredores del poder.
Estas pugnas, son fácilmente controladas por la cúpula dirigente histórica de la Revolución cubana. Solamente el rechazo mental a los nombramientos ocurridos, expuso a sus pensantes a la causal de defenestración definitiva en Cuba.
El control del poder en la isla es por imposición directa y no colegiada, como pretende publicitar. El resto de la supuesta e inexistente democracia electiva queda a razón de un mero ensayo dramático en un teatro reducido a actores con el simple papel de agradecidos, y espectadores de segunda fila encargados de batir palmas dirigidas.
Para la fuerza histórica política cubana, un cargo de gobierno no es más que un mero obsequio por agradecimiento y en deuda eterna con la trayectoria de ese grupo de poder. Un ministro de nuevo orden cubano es, y será, so pena con sus adversarios, un nuevo inquilino pasajero en la pasarela del orgullo cubano, capaz de compensar lealtades pero nunca en determinar la influencia política histórica y, menos aún, en el desvarío del poder real. En definitiva, un nombramiento con gozo autorizado de canonjías.
Sin embargo, la otra parte de realidad cubana apenas reaccionó con la “sacudida” de otros “nuevos pinos” que caían. Más pompas le otorgó la prensa extranjera (principalmente la local hispana de Miami) que los oídos de los habitantes de la isla caribeña.
Las expectativas del pueblo cubano no se centraron en los movimientos políticos, de los cuales ya esta saturado, sino en como “vivir un poco mejor y resolver la situación existente”.
De ahí, se colmaron los anuncios de supuestas “nuevas medidas y programas realistas” ajustados a la situación existente en el país de las sombras cortas. El dolosamente planificado “espejismo” revolucionario colmó las expectativas, de por si ya vacías, del cubano mañanero y de diario andar.
La palabra de orden que embaucó a los analistas (en su mayoría de buró) fue “reformas al sistema”. El déjà vu no vaciló en aparecer, y las correcciones afloraron denotando el carácter proteico de los políticos, sin poder definir los contornos de la realidad que interesa al cubano.
El fracaso de los políticos revolucionarios ha ocultado la delimitación de cual es el sistema. Será fidelista, marxista-martiano, ¿cual es el real entorno para definir el programa político?
No existe claridad temática, pero si de fondo, que emerge sin temor al error, emerge fundado en la práctica y supera la prueba del tiempo: la frustración. El imposible acto de reconocer el fracaso sistémico del socialismo cubano y sus históricos y modernos administradores. La realidad del socialismo totalitarista con su experta conducción a la quiebra de la existencia humana. No importa si es, además, leninista.
De nuevo la imagen del discurso agotado y las propuesta de medidas. Siempre “medidas en su momento” (…) “sin vueltas al capitalismo” (…)”medidas socialistas” y un sinfín de justificantes de orden hacia lo imposible.
Se comenzó la utilización de un arsenal de términos precisos pero inaplicables. La carencia de expectativas sociales, principalmente en la juventud, derivó que los discursos no se desprendieran de enfatizar lo agotado con una terminología privativa de un futuro cierto.
La cúpula dirigente solamente dispone de términos degradados, deformados y en gran medida trivializados, por el abuso en sus discursos y campañas, que solamente quedaba pretender dar un enfoque de familiaridad con los temas abordados. A pesar de lo imposible de convencer, se mantiene la cínica expectativa de renovación.
Más espejismo y medidas de medio alcance. Puro efectismo instrumental sin resultado. Diletantes de nuevas euforias y consignas ideológicamente sesgadas por el conservadurismo.
Todo ha sido algo repetitivo de lo mismo. Cualquier análisis serio no supera la expectativa de lo conocido. Nada nuevo en el discurso político cubano. Tautología de pretender el establecimiento de un nuevo status vivendi.
Ninguna “medida” fue racional ni en tiempo ni en contenido. Solamente se encubría una realidad que no pudo soportar más en su cofre custodiado por la mentira política: la insolvencia del país.
No una insolvencia de estado contable, estamos hablando que en Cuba la insolvencia es generalizada y no solamente se circunscribe al aspecto financiero. Vivimos en presencia de una insolvencia que recorre desde lo económico, lo político, lo social, y culmina con un aliento a lo incompresible del humano: el vacío existencial ante la falta de credibilidad futura.
El cubano se ha visto obligado a hacer de la necesidad una costumbre, y del discurso político de sus administradores un letargo reiterado de promesas incumplidas. Ese es el contexto de hoy.
En Cuba la era de buscar un acróstico en la redacción de un programa político no superó la palabra fracaso. La doncella de la “revolución” dejo de ser la Sibila de los cubanos.
Muchos datos actuales reflejan la inoperancia de la fuerza productiva cubana. La condición real es de una apatía generalizada con basamento en el descontento de vivir en un estado de fracaso absoluto.
Lo peor, es que sus máseres, tanto históricos como actuales, lo saben a conciencia, pero no exponen su acuso. Ellos mismos no pueden pecar de ignorancia y dejar de entender, a plena y absoluta conciencia, que son el origen y condición sine qua non del desconcierto actual.
El poder político cubano sabe plenamente que detrás de esa apatía existe una inoperancia absoluta del cubano, con fuertes consideraciones de incredibilidad en el sistema. Los trabajadores cubanos cumplen una “huelga” encubierta en sus propias decepciones. La doble moral se ha convertido “tapadera” del comentario y de la conspiración de grupo.
El poder ahora habla de autodestrucción de la revolución. Cada vez es menor la importancia participativa en la escena política del Estado socialista.
Ahora se critica un Estado paternalista, contrario a la eficiencia productiva del obrero. Este nuevo lema de comparsa carnavalesca no busca otra cosa que dilatar los resultados nefastos de Estado cubano, con una pretendida nueva praxis política del totalitarismo basada en nuevas técnicas de utilización de las masas “útiles” en la economía con un enfoque de empleo y producción (incluyendo el cambio o comercio) de subsistencia de grupo.
En esta etapa, la agrícola, sobre tierras de propiedad estatal dada en usufructo a cambio de la producción destinada al consumo y al cambio. Este ejemplo de medida, con un enfoque cratológico insuficiente de planteamiento estatal, enmarca una dependencia de consumo de los medios de producción a una fuente seca e incapaz de solventar las necesidades de ese mismo sistema productivo que pretendió implantar y manipular. Baste refrescar la intención de acceder a determinados insumos en moneda de cambio extranjero (chavitos o CUC) de producciones, inclusive, nacionales y no importadas.
Este fatídico panorama nos enmarca y conduce aún más en la insuficiencia humana que actualmente lleva la conducción del proceso cubano. Luego, no nos podemos engañar a nosotros mismos y elevar a mito las falsas apetencias morales que sobre el proceso revolucionario ha llevado nuestras humildes generaciones.
La claridad y evidencia de los hechos a través de estos 51 años denota que las pretensiones heurísticas no han dado resultados positivos, y los logrados han sido mal mantenidos hasta su destrucción.
Ejemplo, los propios sistemas de educación y médicos, que se han convertido en “palenques” para mediocres consignas políticas a cambio de la insolvencia moral de sus propios benefactores.
Hemos tenido que regalar nuestra dignidad y la poca libertad a cambio de una servidumbre por deuda económica y política, sin capacidad para cambiar dicha condición, salvo la higienización de fondo para estructurar un nuevo sistema.
Para la incompetente dirigencia cubana, el juego de consignas políticas y el espejismo del “reformismo” raulista, se convierte en una mezcla de magia y superstición.
Hablar o pensar en abdicación es una ignominia que sacude cualquier expectativa básica de análisis.
No hay azares en este macabro juego. Todo esta debidamente calculado en una ecuación de tiempo-vida-poder.
Todo es posible, menos desleír la capacidad del poder y la estructuración del nepotismo.
No hablemos de nuevos ricos, sino de futuros inquisidores con el poder de calificación mas refinado. Negociar con ellos en un futuro, será la garantía mas corrupta de disposición gubernamental.
Veremos nuevos “capataces de haciendas” pretendidamente impolutos en sus tronos, pero saturados del miedo, y eso es lo peor.
Basta recordar que el poder político en Cuba no proviene de la potestad jurídica, y por ello esa es la segunda barrida contra los controles de la nueva mafia cubana derivada del desgargantado proceso inicial de transición, pero nacidas bajo la sombra del poder político.
Esperemos que no se confundan los gritos de libertades en bocas de inquisidores costosamente vestidos de altos ejecutivos empresariales. Ninguno de ellos será de fiar.
Todos son enemigos acérrimos de la libertad; por suerte y gracia, solo los cubanos podemos a tiempo destruir el sistema y sus resultados.
No intentemos buscar un Agnus Dei en ninguno de ellos. Así de absoluto será de por ver el resultado al cruzar el río Jordán. No esperemos para ver y hagamos, que mucho hay por hacer.
Hoy por hoy, la cúpula del gobierno cubano no se asoma, ni en juegos, a buscar una "socialización del riesgo" en nuevas reformas de fondo.
Esta socialización conduciría a soportar, y lleva aparejado un principio antiliberal y muy relacionado con el socialismo: la pérdida de responsabilidad.
Ninguno del alto poder cubano ha aprendido de sus errores, ya son otros los que lo cometen y le sacan las castañas del fuego continuamente, aun a costa de sus propiaS vidas o carreras: es un asunto de lealtad insuperable manipulada hacia abajo, y ese actuar limita el raciocinio y tiende a reiterar los comportamientos negligentes tan “reprochados” por la dirigencia revolucionaria de primer nivel.
Es lo que se llama “riesgo moral” y los puros lo traspasan a los pecadores.
Hablemos claro: el nuevo sistema no solo será nefasto, sino que será intrínsecamente corrupto.
Más corrupto que el actual.
Los políticos profesionales no tienen ni el rubor de ocultar sus miserias personales con tal de hacer algo que los ponga en la palestra de la historia (sea para bien o para mal).
Por el contrario, nos muestran como convierten los privilegios y el tráfico de sus influencias en una subasta, sin sonrojo, en un mercado ominoso sin ningún sentimiento de culpa.
No nos confundamos: la insolvencia es un mal generado por los hombres en su actuar, y su cambio no es cuestión de voluntarismo ni de fórmulas de alquimistas en la política.
Si entramos en el juego con ellos, seremos parte activa en sus resultados.
Como cubanos, somos capaces de enfocar el qué y cómo hacer. Sin demagogia ni juegos oportunistas.
No busquemos un protagonismo desde afuera, que sabemos que el liderazgo es interno.
Tampoco pretendamos ignorar o menospreciar a otros por “estar dentro”.
La realidad se impone. Los tiempos van a cambiar.
La mentira por su propia naturaleza es efímera, solo la verdad soporta impávida el tiempo.
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