La "rana hirviendo" del castrismo
Lázaro González/Cubanálisis-El Think-Tank
“Utilicemos el tiempo como herramienta, no como vehículo”
John F. Kennedy
“…cruzando el río palpando cada piedra…”
Deng Xiaoping
I
El tiempo, en tanto discurrir de los procesos, es una magnitud que permite la determinación de un orden secuencial para un fenómeno observado dado, estableciendo el pasado, el presente y el futuro del mismo. Solo el observador del proceso es quien le confiere racionalidad al tiempo.
Algunas concepciones económicas como el post keynesianismo y el marxismo ven al tiempo denominado histórico como un proceso lineal e irreversible, donde el pasado compromete las decisiones futuras. La propia historia ha confirmado las potencialidades que tienen las sociedades positivas, que no positivistas, de modificar sus futuros.
Alguien ha expresado que en tanto el hombre es el sujeto de la historia, el tiempo histórico es mesurable solo a escala de la vida humana, olvidando que la obra histórica creada puede ser perdurable a través de las instituciones, tal y como muestran numerosos procesos históricos: mientras mas sólidas y articuladas son las instituciones de una sociedad mayor es la garantía de trascendencia social.
Importante lección que el castrismo no logra asimilar, pues no se sustenta en instituciones sino en sus protagonistas. Agotado el tiempo humano que le ha sido concedido, el castrismo o desaparece como sistema de dominación política o se transforma en neocastrismo, al cual le son propias otras características. En algún momento Fidel Castro expresó: “los hombres mueren, el Partido es inmortal”, pero el partido que él creó como otro de sus instrumentos personales de dominación de la nación, no es una institución por eso mismo, y desaparecerá con él o tendrá que asumir los cambios inexorables en proceso.
Por consiguiente, el ritmo del tiempo histórico ocupa un lugar relevante en todos los procesos sociales, y el castrismo no esta sustraído a él, a pesar de todos los intentos voluntaristas de la gerontocracia en el poder por congelarlo.
Desde el positivismo de un Comte que consideraba un progreso social lineal, hasta un W.W. Rostow con su concepción desarrollista, pasando por los neo-malthusianos y Nietzsche con su teoría del eterno retorno, el ritmo del tiempo histórico es un problema aún sin una clara solución en la ciencia histórica.
Leninistas, fidelistas y guevaristas foquistas entre otros, al parecer inspirados en aquella tesis de Marx de que las revoluciones son la locomotora de la historia, han insistido en agudizar las contradicciones de una sociedad determinada empleando oportunistamente lo que denominan el “acelerador” de la historia, con más fracasos que aciertos.
Muchos estudiosos del proceso cubano insisten en un antes y un después de la caída del Muro de Berlín y la posterior desaparición de la Unión Soviética. Sin desconocer la relevante importancia histórica de estos acontecimientos y sus impactos en Cuba, en términos de iniciativa y ritmo histórico resulta difícil comulgar con dicha afirmación en el caso cubano.
La propuesta castrista mantuvo una posición activa hasta mediados de 1961, que retomó de manera virulenta en marzo de 1968 con la denominada “Ofensiva Revolucionaria”.
El 13 de marzo de ese año, en un discurso en la escalinata universitaria en La Habana, Fidel Castro lanzó su ofensiva revolucionaria contra “los últimos vestigios del capitalismo y de la moralidad burguesa”. En apenas 24 horas nacionalizó unos 58,000 pequeños negocios, que iban desde relojerías y barberías hasta puestos de fritas. La pequeña y mediana burguesía cubana vio así como la lanzaban a la proletarización forzosa o al exilio, luego de toda una vida entregando sus energías a sus medianos y pequeños negocios.
En otro de los capítulos negros del castrismo la ofensiva revolucionaria incluyó también la neutralización y eliminación política de elementos provenientes del Partido Socialista Popular que venían prestando grandes servicios al proceso, pero que se consideraron por esa misma razón con el derecho a brindar puntos de vistas alternativos a la visión del líder, aún desde posiciones favorables a la revolución.
Con la liquidación como clase social de lo que quedaba de la mediana y pequeña burguesía, y de la potencial oposición política interna despectivamente denominada “micro-fracción”, el castrismo agotó su proyecto social.
Quizás en términos de iniciativa y ritmo histórico la ultima propuesta del castrismo se remite al consabido fracaso del esfuerzo voluntarista de la Zafra de 1970, de los diez millones, a partir de la cual Fidel Castro rinde toda su virulencia revolucionaria a los pies de los soviéticos, a cambio de la subsistencia en el poder.
Nunca más el castrismo retomó la iniciativa histórica, y su posterior desenvolvimiento han sido meras acciones defensivas y adaptativas a los escenarios cambiantes, con vistas a garantizar su supervivencia.
En abril de 1986, cuando Castro lanzó el “proceso de rectificación de errores y tendencias negativas”, ya era evidente que los nuevos tiempos históricos estaban tocando las puertas del progreso social.
Con la glasnost y la perestroika abriendo los espacios en la URSS para una reformulación fallida del “socialismo real”, Fidel Castro se movió en dirección opuesta a los vientos de la renovación histórica, por la sencilla razón que la misma es incompatible con su razón de ser. Una vez más se demuestra que el castrismo actúa reactiva y no pro-activamente.
Similar comportamiento se verifica durante la crisis que comienza a principios de los años 90 y continúa hasta nuestros días. Catástrofe nacional debió denominarse y no periodo especial en tiempo de paz, expresión que, por cierto, no ha continuado siendo empleada por la maquinaria propagandista del régimen.
Sin embargo, consciente de esta debilidad histórica, el castrismo se ha concentrado en administrar los ritmos temporales a su conveniencia. Y en ello, como en muy pocas otras cosas, [la reproducción de la pobreza estructural, la dominación política de la sociedad, y el control de la información] ha alcanzado una maestría que se erige en uno de los pilares del sistema de dominación y coerción social que, en ultima instancia, es el castrismo
Contrario a la mayoría de los países donde la estabilidad crea condiciones óptimas para la gerencia del sistema, el castrismo no está diseñado para alcanzar la estabilidad, y por ello hace lo que mejor sabe hacer, que es administrar las crisis de cualquier naturaleza, a las cuales les aplica sus propios tiempos.
Si existieran dudas al respecto, el propio Fidel Castro lo aclara en su discurso del 1ro. de mayo del 2000: “Revolución es sentido del momento histórico…”.
II
Esta habilidad del castrismo de manejar los ritmos históricos, en contraposición a su incapacidad de generar nuevos proyectos sociales, reviste la mayor importancia para la comprensión del fenómeno cubano.
La transición del castrismo al neocastrismo no se limita solamente a la sucesión de la nueva élite al poder, sino implica la ejecución de un amplio programa de reformas. Contrariamente a lo que muchos pronosticaron o desearon, la ejecución de estas reformas ni ha sido articulada públicamente en un programa ni se ha ejecutado en un breve lapso.
Existen dos razones que explicarían este supuestamente “extraño” comportamiento, considerando las urgencias en que se debate la administración del país.
Por una parte se encuentra la incapacidad de la élite de elaborar un nuevo proyecto social una vez perdida su iniciativa histórica, lo que la coloca en posiciones estratégicas y tácticas eminentemente reactivas. Y por otra parte, como he apuntado anteriormente, una de las claras fortalezas de esta élite es manejar el ritmo de los acontecimientos.
Y este comportamiento no debería sorprendernos.
Desde que el “pequeño timonel” Deng Xiaoping exhortara a “buscar la verdad en los hechos” para formular las bases de la nueva misión del partido, el 18 de diciembre de 1978, durante la tercera sesión plenaria del XI Comité Central del PCCh, hasta que en el mismo majestuoso Gran Salón del Pueblo el actual presidente chino Hu Jintao resumiera las experiencias del proceso, transcurrieron 30 años.
Los “impacientes”, que claman a degüello por la aceleración de las transiciones lo hacen por irresponsabilidad social, desconocimiento, o porque nunca se han visto involucrados en un proceso transicional real.
Una de las reformas estructurales menos estudiada es la realizada por un país democrático como Nueva Zelanda en la década de los 80. País insular relativamente pequeño, disfruta de una competitiva industria nacional, sólidas instituciones y estructurados mercados, y sin embargo experimentó una aguda recesión con altas tasas de desempleo, de las cuales no se recuperó hasta 10 anos después.
Chinos y neozelandeses, entre otros, sabían lo que estaban haciendo. Solo los que no comprenden estas realidades, no importa en que acera ideológica se ubiquen, pueden clamar por terapias de choque que conducirían al caos total en Cuba.
El tema de los ritmos de las reformas ocupa un lugar medular en las diferentes concepciones que se agrupan en la Transitología.
Karl Popper, en “La sociedad abierta y sus enemigos” [Londres-1945], analiza meridianamente dos tipos de ingeniera social en cuanto a los ritmos de ejecución.
Por una parte, la ingeniería social utópica, que es un mega proyecto reestructurador que adapta los instrumentos y medios a sus objetivos, convocando usualmente al bien común, y requiere de un poder central fuerte en manos de una élite.
Por otra, la ingeniería social fragmentaria, que no cuenta con un acabado plan general, y que va modificando aquellos segmentos del entramado social que presentan mayores urgencias desestabilizadoras.
Mientras las elites rusas emprendieron la ingeniería social utópica, las chinas adoptaron la fragmentaria, y los resultados de ambas acciones son de todos conocidos.
El régimen de La Habana está ejecutando una anti-terapia de choque gradual, siguiendo al pie de la letra la conocida técnica de management denominada Síndrome de la Rana Hervida.
Si tomamos una rana y la introducimos en una olla de agua hirviente, inmediatamente tratará de escapar del peligro. Pero si por el contrario la colocamos en agua a la temperatura ambiente, y no la asustamos, creerá que se encuentra en su medio natural. Si vamos elevando la temperatura 1˚C cada 3 minutos, la rana no será capaz de experimentar las variaciones de temperatura, e incluso puede que hasta lo disfrute. A cierto nivel de temperatura la rana comenzará a aturdirse, no será capaz de percibir que está siendo hervida, y no podrá hacer algo por salir de la olla.
La gigantesca tarea de ensamblar en un corto periodo todas las reformas parciales en un sistema operativo exitoso es de una complejidad tal que nadie puede garantizar que no se produzca un cataclismo social.
Estudiosos como pocos de las experiencias de las reformas en la Europa del Este, China, Viet Nam y, posiblemente hasta la de Nueva Zelanda, el castrismo, fiel a sus esencias reactivas, ejecuta una ingeniería social fragmentaria al mismo ritmo con que se hierve a una rana.
En este contexto, que algunos no entienden o resisten a hacerlo, les guste a unos o no, es que el castrismo esta realizando la transición al neocastrismo.
La libreta de racionamiento de productos industriales se extinguió de forma natural hace muchos años, y no nos percatamos. La “Batalla de Ideas”, columna vertebral de la “ideología” castrista hace apenas tres anos, se extinguió igualmente sin que lo advirtiéramos. Muchos de los “talibanes” hoy medran en oscuras oficinas, sin que haya constituido noticia.
En ningún momento, en los últimos años, se han promulgado dos medidas simultáneamente.
Dentro de las graves urgencias que confronta el castrismo están el problema agrícola y el salarial [aunque íntimamente relacionados, no debe confundirse el problema agrícola con el alimenticio]. En la práctica transformativa han empleado una cautela real, aunque el discurso oficial exija resultados inmediatos y clame por la elevación de la exigencia, la disciplina, la eficiencia y la productividad. Hasta ahora, en estos sectores, nadie ha sido excomulgado por no cumplir con lo que publica el “Granma”.
Nadie recuerda hoy otro de los caballos de batalla de Fidel Castro en sus últimos años. La cacareada “Revolución Energética” encuentra su real connotación en los urgentes y severos llamados al ahorro de energía tanto al sector estatal como al privado, mientras los cortes de fluido eléctrico paralizan industrias y servicios, e impiden ver la novela de turno a las familias cubanas.
La eliminación paulatina de subvenciones a productos y servicios marcha igualmente a ritmo de rana hervida. Los estimados 350 millones de dólares que reportaría la eliminación de los comedores obreros –otro logro de la Revolución que desaparece-, comienza su aplicación por solo 4 organismos centrales, porque 100 constructores sin almuerzo en Cayo Coco tienen la potencialidad de ser el aleteo de una mariposa que puede dar al traste con todos los esfuerzos castristas.
Eliminar mediante decreto publicado en el “Granma” la libreta de abastecimientos en gradual proceso de extinción es potencialmente una buena razón para movilizar las guarniciones de tropas especiales contra ancianos y ancianas jubiladas. Hoy los chícharos y las papas, luego los huevos, y quizás mas tarde el arroz: pasos dirigidos a desarrollar una estructura mercantil donde se pase del subsidio a los productos y servicios al subsidio a las personas.
Sin dudas se seguirán instrumentado otras medidas como la autorización gradual de la ampliación del trabajo por cuenta propia y la legalización de pequeños negocios privados [posibles vías para enfrentar el galopante desempleo en proceso]. Las medidas en el sector agrícola pudieran estar dirigidas a brindarle paulatinamente más autonomía a los productores agrícolas en materia de precios, contratación con las delegaciones territoriales de la agricultura, y en la comercialización.
El hecho que las primeras medidas visibles tomadas por la nueva administración cubana se ejecutaran casi simultáneamente y estuvieran dirigidas a la autorización de la compra de efectos electrodomésticos y la apertura de las instalaciones turísticas a la población, todo por supuesto en pesos convertibles, no hace sino reforzar la tesis de una ingeniera social fragmentaria, donde primero se acometen las tareas de mas fácil solución.
Cuando “Papá Estado” se extinga definitivamente, dando paso a una suerte de “capitalismo del partido”, no nos percataremos de ello.
III
Todavía existen personalidades públicas que, lamentablemente, no comprenden los procesos que se están desarrollando en Cuba a la vista de todos los que deseen o tengan visión para apreciarlos.
Hay quienes, recientemente, incluso especulan con los dilemas de una postransición improbable, para concluir que, definitivamente, en una sociedad democrática tiene un espacio el partido comunista; pero omiten que antes hay que realizar la transición a ese tipo de sociedad, que es en buen cubano, “el pollo del arroz con pollo”.
Con un canto de “drume negrita” como este, u otros, como que hay que esperar por la muerte de Fidel Castro para comenzar un proceso de reformas estructurales a las cuales no se les pone signo [es una verdad de Perogrullo que las reformas estructurales pueden dirigirse en diferentes direcciones, y no siempre en las mas convenientes para la democratización del país], se confirma de alguna manera la incomprensión de las claves del tema cubano.
La fase raulista del castrismo no es más que un momento transicional desde un sistema social complejo en proceso de disolución, por razones históricas, políticas, económicas y también biológicas, hacia una nueva variante de sistema castrista adaptado a las nuevas circunstancias históricas, denominado neocastrismo.
El traspaso de las riendas del poder a los sucesores designados es la quintaesencia de este proceso. Pero también es necesario salvar la imagen histórica que Fidel Castro se ha construido mientras viva. Dictadores totalitarios nunca ven en vida la desintegración y transformación de sus sistemas políticos, y Cuba no será la excepción.
Y ello explica que Raúl Castro, y no el Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, lanzara la convocatoria al VI Congreso del Partido para finales del 2009, 12 años después de haberse celebrado el quinto en 1997, y que posteriormente, hace muy poco, lo postergara indefinidamente.
Dando muestras de la maestría en el manejo de los tiempos históricos que algunos no valoran, el castrismo, ante el hecho cierto de que Fidel Castro permanece respirando, pospone para una fecha indefinida la celebración del congreso, porque no es posible nombrar a otro Primer Secretario en vida del mismo.
Pero la sucesión es imprescindible e inevitable, como igualmente lo son las reformas que garanticen la estabilidad del nuevo sistema. Por eso se injerta una Conferencia Nacional del Partido, no tanto para consensuar el “socialismo que queremos construir” como se ha expresado, sino para sentar en sus poltronas ejecutivas a los sucesores.
Más de una decena de ministros y más de treinta embajadores han sido sustituidos, además de los secretarios del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros, e igualmente el Ministro de Relaciones Exteriores. Una nueva generación de dirigentes con amplia experiencia a niveles municipales y provinciales ha venido siendo sistemáticamente promovida. Pero también hombres como el actual canciller Bruno Rodríguez, quien acumula una larga trayectoria en el servicio exterior que se extiende desde su adolescencia.
No son sorpresa las promociones de Díaz Canel y Sierra Cruz, como tampoco la de Misael Enamorado. Sin embargo, el caso de la ingeniera forestal de 45 años Lázara Mercedes López Acea, con experiencias limitadas a la dirección del partido en el municipio Abreus y la provincia de Cienfuegos, a lo que se añade una breve estadía en el Secretariado del partido atendiendo la esfera del deporte, la educación y la cultura, su nombramiento como primera secretaria del partido en Ciudad de la Habana, en sustitución del liberado (con reconocimientos) Pedro Sáenz, demuestra fehacientemente la agonía de la sucesión en los niveles intermedios.
El caso de Julio Martínez, quien dirigió la Unión de Jóvenes Comunistas por nueve años y que ha sido nombrado recientemente como segundo secretario de facto en Ciudad de la Habana, también confirma la escasez de sucesores intermedios y la prudencia con que están realizando los movimientos de cuadros.
El sistema de cuadros cubano esta férreamente estructurado en estamentos. Los cuadros son municipales, provinciales o nacionales, y del partido, los sindicatos o empresariales, y salvo excepciones o urgencias, son raramente promovidos fuera del ámbito en que han sido encasillados.
Rodrigo Malmierca Díaz se hizo cargo de la cartera de Comercio Exterior e Inversión Extranjera luego de su paso por la ONU, sin haber sido ni dirigente de aula en la federación estudiantil durante sus estudios universitarios, porque pertenece por derecho heredado a la nomenklatura burocrática -que no política- del primer nivel.
Entonces, los que esperan despertarse una mañana con “Granma” anunciando a bombo y platillo un programa completo de reformas, tal y como era frecuente en los primeros años del castrismo, deberían prestarle más atención a los detalles que revelan como el poder hierve la rana.
IV
En poco más de tres años Raúl Castro ha realizado más declaraciones críticas sobre el funcionamiento del país que su hermano mayor en 47. Tampoco es para felicitarlo por ello, pues solo se ha referido a algunas de las formas en que se expresa la crisis permanente a todos los niveles de la sociedad, y nunca a las causas últimas de las mismas. Sería el suicidio político del castrismo, y son cualquier cosa menos tontos.
Refiriéndose al carácter del proceso de reformas el economista cubano residente en el país Omar Everleny Pérez expreso un tiempo atrás: “El menú está listo. Sólo falta fijar una fecha, al menos en lo concerniente a las medidas iniciales”. Y tenía razón el Dr. Everleny en ello, pero no en el manejo de los tiempos políticos convenientes para el castrismo.
Otros expertos hablan de lentitud, frenazo en las reformas, cambio de rumbo, o de prudencia en la ejecución de las mismas. Pero un Raúl Castro que ciertamente despertó muchas esperanzas en algunos sectores del país y de la diáspora, ha sido categórico respecto al ritmo de las reformas: “Pese a nuestros deseos de arreglar todos los problemas, no podemos gastar más de lo que tenemos”
Pero luego de las disposiciones iniciales que levantaban prohibiciones absurdas y que se han convertido en fuentes de ingresos adicionales para el estado, ¿es cierta la tesis que sostiene que la dinámica de las reformas se ha ralentizado?
Antes de arribar a conclusiones apresuradas, se requiere analizar el impacto combinado de un conjunto de factores.
A la crónica incapacidad del sistema económico cubano de crear bienes y servicios esenciales para el consumo local y la exportación, se añaden coyunturas como el alza de precios de materias primas y alimentos, disminución de los precios de los principales renglones exportables, la devastación ocasionada por tres huracanes de gran intensidad, y los efectos de la crisis económica y financiera internacional, entre otros.
El astronómico déficit externo cubano [efecto y no causa de los desesperados desequilibrios de la economía cubana] es convenientemente enmascarado por la exportación con fines políticos de servicios profesionales. Cuba, urgida de inversiones de capitales, se ve obligada a bloquear las transferencias de las compañías extranjeras a sus países de origen, en lo que en el argot revolucionario no es más que un impuesto de crisis. Cuba no tiene acceso a fuentes externas de financiamiento en virtud de su probada política de impagos, y las contribuciones chinas, rusas y europeas no rebasan la categoría de paliativos de emergencia. Las limitaciones de créditos norteamericanos a causa del embargo son un factor más, pero ni el único ni el más importante causante de la crisis.
En términos políticos, el castrismo trabaja intensamente en la sucesión, pero a la mencionada necesidad de probar a la menguada cantera de cuadros antes de ubicarlos en posiciones estratégicas de poder, se añade el hecho que también hay que transformar las instituciones y organizaciones con que se soporta el régimen. Quizás una de las tareas más delicadas, no mencionada con anterioridad, sea el rompimiento de los esquemas mentales tradicionales con que ha operado el sistema.
De diferentes maneras, persiguiendo diferentes objetivos y empleando variadas formas, se aprecia un incipiente resurgir de la sociedad civil cubana aplastada por medio siglo. Y el castrismo toma buena nota de ello.
No por gusto se encarga a los Comités de Defensa de la Revolución para que cuadra por cuadra y casa por casa vayan contribuyendo a crear un nuevo paradigma social, donde la Revolución representada por el estado continuará ejerciendo todas sus prerrogativas, pero no asumirá sus responsabilidades, al menos como lo había venido haciendo.
Como he mencionado en anteriores trabajos, el consenso de las bases en torno a un nuevo paradigma social se erige en una de las prioridades de la sucesión al neocastrismo en proceso. Ello explica el amplio proceso de búsqueda de opiniones durante el 2007 y el realizado durante los meses de septiembre y octubre del presente año, limitado, en este caso, al radio de acción de cada individuo.
Para evitar equívocos que puedan conducir a la generalización de la creencia popular de que se permitirían manifestaciones en contra del poder establecido como parte de las reformas en curso, se ejerce toda la brutalidad posible contra conocidos blogueros, y hostigan durante las 24 horas del día a relevantes disidentes que exigían el respeto a sus derechos ciudadanos, solo por mencionar algunos de los hechos mas recientes. Nuevo paradigma social, pero en los marcos del monopolio del poder y la información.
Cuando hace apenas un par de anos Carlos Lage Codorniz, a la sazón presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios, afirmaba que a sus 25 años apreciaba “la ausencia de una verdadera cultura de debates” y que “los espacios de participación han perdido su credibilidad…”, estaba poniendo fin a sus días como cuadro con perspectivas. No tuvo mas alternativa que emigrar a España de alguna manera antes que su padre también fuera eliminado de la nomenklatura
Porque en la administración diaria de la supervivencia en que se desenvuelve la vida en Cuba a todos los niveles, el castrismo no puede permitir, a ningún costo, el creciente deterioro de los ya depauperados niveles de vida de la población, so pena de encarar crisis locales de inestabilidad social que tendrían que ser oportunamente reprimidas, y que potencialmente pueden entorpecer la ejecución de la sucesión. Las apocalípticas limitaciones que experimentan actualmente están siendo enfrentadas precisamente con el nuevo paradigma.
Desde que Raúl Castro le extendiera un ramo de olivo al Presidente Barack Obama solo con la condición de que se respetara la soberanía nacional, entendida como el reconocimiento a que el castrismo tiene el derecho a conservar el sistema que considere conveniente a sus intereses, se han producido importantes avances que no es necesario detallar por ser ampliamente conocidos.
En estos precisos momentos se están produciendo acalorados debates en la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, en torno al proyecto de ley que levantaría las prohibiciones a los ciudadanos norteamericanos de viajar a la Isla. Se estima en 1,100 millones de dólares el efecto económico anual de esa medida para Cuba, lo que constituye una cifra significativa, pero insuficiente para producir un cambio de envergadura en las condiciones de penuria económica del país.
Lo que queda claro es que el proceso de la sucesión hasta el momento se ha estado moviendo en la dirección requerida por el castrismo, que necesita en un plazo de 1-2 años abrir importantes canales que permitan el flujo de recursos financieros frescos mediante el turismo, créditos comerciales, y eventualmente inversiones puntuales.
En su concepción parasitaria de los procesos sociales, el castrismo no comprende que la clave del relanzamiento del país transcurre de la mano de la masiva inversión directa extranjera, reconvirtiendo toda la infraestructura y la planta industrial del país, y que para ello tiene que ser capaz de garantizar un marco legal transparente y definitorio, y rendimientos satisfactorios al capital.
Como tampoco entiende que con ello no se cede la soberanía nacional, no importa si la misma es detentada por un puñado de individuos o un estado de derecho.
Por otra parte, se acaba de dar a conocer públicamente la atención que le prestó el presidente norteamericano a una solicitud de entrevista escrita que le enviara la bloguera cubana Yoani Sánchez: “El gobierno y el pueblo estadounidense nos unimos a todos ustedes en anticipación del día que todos los cubanos puedan expresarse libre y públicamente sin miedo ni represalias”; ha expresado el mandatario.
En otro lugar afirma de esa entrevista afirma el Presidente Obama: “…para alcanzar una relación más normal, va a hacer falta que el gobierno cubano tome un curso de acción…”. Cuan sólido políticamente es este compromiso ante la sociedad civil cubana y la opinión pública mundial, posiblemente solo unos pocos lo sepan.
Pero ese curso de acción que reclama el presidente norteamericano se refiere a la garantía de, al menos, respetar los derechos humanos básicos, algo que el castrismo considera un tema estratégico de soberanía nacional, y no le falta razón en ello desde su torpe visión de soberanía.
Mañana mismo el régimen puede liberar a todos los presos políticos, permitir el derecho de asociación y expresión y, al menos en el corto y medio plazo, no existen alternativas a su dominio monopólico del poder político. Sin embargo, por medio de un funcionario de cuarta categoría, califica al reciente informe de Human Rights Watch sobre Cuba como ciencia-ficción.
Pero el castrismo desde hace 40 años ha perdido la capacidad de iniciativa histórica, y todas sus acciones en este nivel tienen un carácter reactivo. No acometerá las acciones mínimas en el tema de los derechos humanos, porque lo considera un suicidio político, y continúa a la expectativa de que la principal rana que tiene cocinando a fuego lento en las relaciones con los Estados Unidos –el embargo-, no note los cambios de temperatura y salte de la olla.
Luego, la interrogante que formulábamos haciéndonos eco de cierta opinión académica: “¿Es cierto que la dinámica de las reformas se ha ralentizado”?; carece de sentido analítico por lo siguiente:
· El castrismo ha perdido su iniciativa histórica de generar nuevos proyectos
· El castrismo muestra un comportamiento eminentemente reactivo hacia lo interno y lo externo
· El castrismo gerencia los tiempos históricos siguiendo el “síndrome de la rana hervida”.
Hoy en Cuba la consigna castrista es: “Levantamiento del Embargo o Muerte”
Muy interesante tu articulo, Lazaro. Gracias
ResponderEliminarMuchas gracias chiquitacubana. Muchos afectos.
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