La caja de Pandora del castrismo: la sucesión
Lázaro González/ Cubanálisis-El Think-Tank
“Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida.”
Woddy Allen
" No soy ni seré nunca jefe de fracción o grupo. No puede deducirse,
por tanto, que haya pugnas dentro del partido"
Fidel Castro
I
Hace unos anos un periodista francés obtuvo las palmas por revelar con rotunda precisión -según él y los analistas de la ultima novedad- la clave de las relaciones de poder en Cuba. Con motivo del desmayo sufrido por Fidel Castro el 23 de junio del 2001 durante un discurso en el Cotorro, La Habana, el periodista centró su atención en el comportamiento grupal de lo que él define como los tres grupos de poder en Cuba [familia y amigos personales de Fidel Castro, talibanes e históricos] y extrae sus conclusiones siguiendo la rutina seudo socio-sicológica traída por los pelos de “¿Quién miró a quién? ¿Quién ordenó y actuó? ¿Quién tomó la palabra en la tribuna para sustituir a Castro…?”
Bueno para un thriller, pero no aplicable a la meca de la simulación. No se si el referido periodista estaba viendo la transmisión del acto en directo o vio retransmisiones de un video que ya no está disponible en la red.
En cualquier caso lo que ocurrió fue que el desconcierto reinó entre los que él denomina los tres grupos de poder, y ninguna orden se emitió; y si la situación estaba prevista en los planes operativos de contingencias, los mismos no se ejecutaron. Durante varios segundos el país, los grupos de “poder” y la nomenklatura experimentaron la paralización que generan imponderables de esa naturaleza.
Felipe Pérez Roque, el que mejor interpretaba el pensamiento del Comandante en Jefe, desbordó a los históricos y a los escalones de mando designados, e improvisó una arenga que forzó a los paralizados Comandantes de la Revolución a hacerle un sumiso y silencioso coro.
Pérez Roque auto-desempeñando el papel de delfín designado, pudo haber dicho cualquier cosa aquella mañana en el Cotorro. Optó por tranquilizar a la ciudadanía y al mundo que seguía los acontecimientos con mirada incrédula y respiración entrecortada. Pudo incluso tomar el control político del país y ordenar el movimiento de las tropas. No lo hizo. Ya hoy no existe: lo imponderable es un factor sin el cual la Historia no existiera como la conocemos ni sería tan lineal y aburrida como la concibió Carlos Marx.
La estrepitosa caída del Comandante en Santa Clara fue otra oportunidad para calibrar la reacción de la nomenklatura y la eficiencia de la respuesta operativa, donde la mejor reacción de los encargados de poner en ejecución los planes de contingencias fue cortar la transmisión televisiva hasta que el magullado, en silla de ruedas, retornara para declarar que estaba entero.
Si en vez de un brazo y una pierna el anciano se quiebra la base del cráneo en aquel paso al vacío, el terror provocaría todo género de reacciones. El incidente donde un Pérez Roque les gana la arrancada a los históricos no se repetirá en el caso de un Raúl Castro desvanecido por cualquier razón. La cadena de mando adecuada a cada momento respondería con eficacia meridiana.
Y no es porque la nomenklatura le profese un sentimiento legitimo de afecto al líder, sino porque su propia supervivencia como grupo social está condicionada en ese instante a él; hoy esas lealtades están en franco proceso de reordenamiento en torno al liderazgo gris del general y monitoreando las señales que irradia el centro, en un macabro proceso de tanteo donde los errores se castigarán brutalmente.
Cuando un Carlos Valenciaga, promovido meteorícamente desde la FEU [Federación de Estudiantes Universitarios] a jefe de la oficina de Fidel Castro, daba lectura con voz trémula a la “Proclama del Comandante en Jefe al Pueblo de Cuba” el 31 de julio del 2006, se hacia pública la delegación de algunas funciones al primer nivel de la nomenklatura. De los siete designados por la orden ejecutiva del Comandante en Jefe, tres de ellos ya no forman parte del círculo de poder.
Carlos Lage, quien como Pérez Roque y Valenciaga fue promovido a los primeros niveles del partido por la vía expedita de las preferencias de Fidel Castro, y quien creyó que el cumplimiento fiel de la ordenes recibidas lo hacían miembro real del circulo intimo del poder y tercer hombre en la cadena de mando, solo después de los hermanos Castro, y de hecho segundo en la nomenklatura de cargos oficiales como Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, puestos a los que se consideraba merecedor; comprobó en la reunión del Buró Político convocada expresamente para analizar su situación, junto a la de Pérez Roque, Remírez de Estenoz y otros, con la sangre helada en sus venas, que ni había hormonas para enfrentarse a la maquinaria del poder real, ni había aprendido las claves de ese poder.
Y es que las claves de ese poder son múltiples y han sido examinadas siguiendo el principio de la “caja negra”, donde son conocidos los inputs y outputs, desconociéndose los procedimientos internos que transforman unos en otros. Fuente de todo genero de especulaciones, sensacionalismo, y pronósticos no sustentados, voluntaristas y no verificados en la praxis, de lo que se trata en un primer momento del análisis es hacer abstracción de las entradas y las salidas para concentrarse en los operadores de la “caja blanca” del castrismo en tanto sistema que adopta las tendencias mas eficientes a los fines de su reproducción, adaptación y perpetuación.
Así, los familiares y amigos gradualmente desplazados del centro, y solo unidos por el cordón umbilical que se adelgaza y tensa en la medida que se apaga la salud de Fidel Castro y se esfuma su presencia, se reajustan a las nuevas relaciones de poder en torno al sucesor designado en primera instancia.
Los talibanes han desaparecido más rápidamente que lo que ascendieron, y los históricos, encabezados por los tres Comandantes de la Revolución, también condenados por la implacable biología, establecen nuevas alianzas tácticas para sobrevivir la desaparición del líder.
II
Uno de los más frecuentes errores conceptuales al abordar diversos autores los posibles escenarios, es el carácter apriorístico y determinista de las bases del análisis que conducen a conclusiones que no responden a la dinámica castrista. En lugar de analizar la ¨caja blanca¨ del castrismo, que como especie de caja de Pandora oculta de las miradas externas las esencias del sistema, se suelen imponer total o parcialmente factores ajenos a la singularidad histórica de este sistema político de control y coerción social, que se reproduce sobre la base de perpetuar la pobreza estructural social en un dinámico pero férreo sistema piramidal de castas.
El fenómeno “Solidaridad” en Polonia o el enfant terrible de Yeltsin no tienen paralelos en Cuba, y en ambos casos fueron condicionados por procesos políticos y sociales con estabilidad temporal, que permitieron su maduración como actores principales en las transiciones polaca y soviético-rusa. Los Gorbachov de la Unión Soviética y Hans Madrow de la ex–RDA, en la versión cubana, están por aparecer, si es que en algún momento lo hacen.
Personalidades relevantes provenientes de distintos estratos sociales, desempeñaron papeles claves en la transición de los países de la Europa del Este hacia sistemas democráticos. El político Mijail S. Gorbachov en la Unión Soviética, el general polaco Wojciech W. Jaruzelski, el intelectual Václav Havel en Checoslovaquia y una figura emergente en la antigua RDA como Hans Madrow; constituyeron entre otros, y de diversa manera agentes facilitadores del cambio.
Figuras con esa potencialidad no han surgido en los círculos de poder de Cuba, lo que no es óbice para que existan. El régimen cubano ha trabajado ardua y sistemáticamente para que no surjan las condiciones para que personalidades de estas características se desarrollen y, cuanto un Aníbal Escalante, o un Carlos Aldana o los recientemente defenestrados Lage, Pérez Roque y Estenoz, comienzan a nombre de la salvaguardia de la Revolución a tomar iniciativas propias, la demoledora maquinaria represiva entra en función con una eficacia destacada.
La academia cubana tampoco esta exenta de la inquisición y ahí estan las represalias brutales al Departamento de Filosofia de la Universidad de la Habana y al Centro de Estudios de América por solo mencionar los mas de mayor impacto en la opinión publica.
León Trotsky, quien conocía bien de represiones y fue objeto violentamente de ellas, explico meridianamente el rol de la función terror-represión en la regulación de la dinámica de la nomenklatura y su lealtad al centro:
“El aparato gobernante adapta sistemáticamente el partido y sus instituciones a este cambiante programa; es decir, al servicio de nuevas capas sociales, cada vez más privilegiadas. Para efectuar esta adaptación, el principal método es la purga dictatorial”.
Uno de los mitos mas comúnmente aceptados se refiere a que las relaciones de poder en Cuba se sustentan sobre el principio de la lealtad acrítica al Líder; siendo esta en su expresión esencial, una de las formas de manifestación de una relación de convivencia mutuamente conveniente en términos de supervivencia de los individuos, los grupos y la sociedad y, no la lealtad per se. Y no lo es porque los valores culturales sustentados en el reiterativo, impositivo y excluyente discurso de más de medio siglo y expresados en normas de conducta y actitudes, condicionan la supervivencia a la lealtad.
Es cierto que el sistema emplea el terror como factor correctivo y subyacente, pero siempre ejercido, a diferencia de otras experiencias históricas del mismo orden, en las magnitudes justas para mantenerlo en los marcos de la supervivencia y de la gobernabilidad. Nada que celebrarle o agradecerle al castrismo, e igualmente criticable por la sistemática violación de los mas elementales derechos ciudadanos, pero que marca una diferencia sustantiva. No importan los sacrificios que sean necesarios realizar en lo personal y lo social en aras de preservar la supervivencia del sistema. Valor socialmente entronizado que cobra especial relevancia para la nomenklatura política, militar y administrativa.
El individuo que con solo 14 años, en pleno proceso de formación de la personalidad, enviaba una carta al presidente de los Estados Unidos, sin distinción de jerarquías, solicitándole un billete de diez dólares, y se ofrecía como dealer de geoeconomia en plena II Guerra Mundial, y cuyas lecturas formativas iban desde el “Mein Kampf” hasta “La simulación en la lucha por la vida”, de José Ingenieros, no podía dejar de imprimir sus características sicológicas al sistema que ha conformado durante mas de medio siglo. Porque no ha sido un acto de creación culminante, sino que el castrismo, sin renegar de sus esencias, sobrevive, entre otros factores, por su capacidad de adaptación y simulación.
El futuro esta predeterminado solo en las concepciones mecanicistas y evolutivas, y considerar que la situación cubana desembocaría en los escenarios deseados es de una ingenuidad rayana en la estulticia.
Una parte significativa de la nación cubana durante medio siglo ha vivido cifrando sus esperanzas y anhelos en la muerte de Fidel Castro. Expectativas renovadas luego de su crónica enfermedad de secreto de estado. La comunidad cubana en la diáspora, y el exilio duro en particular, la disidencia interna, gobiernos, agencias de inteligencia y los medios de comunicación, viven en permanente estado de alerta a la menor señal al respecto. Y el castrismo se burla una y otra vez de esos estados de ansiedad, que son manipulados a conveniencia desde La Habana. Una de las claves del poder castrista es ser proactivo, colocando a los actores externos en posiciones reactivas, donde son más vulnerables a la manipulación.
Y los outsiders al poder castrista están convenientemente estructurados. Actores externos son los gobiernos extranjeros y la comunidad cubana en el exterior, y también el pueblo que reside en el archipiélago. Pero el secretario del partido de una provincia es también un outsider respecto al poder central, como igualmente lo es un ministro respecto al centro. El nuevo ministro de economía y vicepresidente del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros, Marino Alberto Murillo Jorge, a pesar de todos sus cargos y de ser un hombre del equipo de Raúl Castro, es un outsider, en tanto su rol en la política económica del país se limita a la función normativa-controladora y no al trazado de estrategias socioeconómicas, las que le son ordenadas. Murillo Jorge obedece e instrumenta, no participa en su definición.
El general de división Lucio Morales Abad, quien sustituyó al general de cuerpo de ejercito Leopoldo Cintras Frías como jefe del Ejercito Occidental, es en gran medida un outsider al propio ejercito que comanda, en tanto las misiones del mismo les son predeterminadas por el Estado Mayor General y porque existen unidades de importancia táctico-estratégica que no se le subordinan, entre ellas las que defienden direcciones estratégicas donde se micro-localiza el poder central.
Una de las misiones de estas unidades es neutralizar en primera instancia cualquier “error” de alguna de las unidades del propio ejército, y cuenta con la misma prioridad que el desembarco de un comando enemigo: no importa el origen o procedencia, todos son enemigos potenciales y son tratados consecuentemente. Si Punto Cero y Punto Uno cuentan con sus propias unidades de protección, también unidades del Ejercito Occidental, no subordinadas al mismo en la línea de mando, dan cobertura, apoyan y están en capacidad de contrarrestar a las propias tropas de protección.
Me extiendo en los ejemplos anteriores para evidenciar otra de las claves del poder castrista, que consiste en excluir a todos los sujetos involucrados de los procesos de la toma de decisiones estratégicas. Outsiders, en tanto ejecutores de los objetivos estratégicos diseñados, son entonces convenientemente ubicados en un sistema piramidal de castas en que el poder estructura a todos los individuos del país, no importa si alguien es miembro del Buró Político o un simple ciudadano del barrio Chicharrones, en Santiago de Cuba.
En tanto pirámide flexible, es un sistema dinámico que se modifica bajo la influencia de factores externos e internos y por la vertiente temporal, y en la cual las migraciones de un estrato social a otro son oportunamente estimuladas, reprimidas, condicionadas o provocadas, según la conveniencia.
Al menos dos elementos esenciales cualifican al sistema de castas:
Nadie es inamovible en la pirámide. Los movimientos laterales y ascendentes y descendentes son posibles. Incluso los tres Comandantes de la Revolución, sin hasta el momento perder su status de tales, han sido desplazados en todas direcciones.
Tema de interés en las correlaciones de poder seria analizar la posibilidad que alguno de ellos perdiera esa condición honorífica. Aun más interesante seria examinar la posibilidad que Raúl Castro enfermara gravemente, perdiera el favoritismo del Big Brother, o que un golpe de mano lo sacara de su actual posición.
Las diversas castas son recompensadas formalmente de acuerdo a la posición que ocupen en la estructura, aunque ello no conlleva el igualitarismo grosero. Analistas extranjeros o expertos cubanos que han vivido largos periodos fuera del país, suelen considerar la recompensa como dádivas materiales. Y efectivamente existen, pero cada vez más restringidas, en la medida que la situación económica obliga a la austeridad, pero, en cualquier caso, son equivalentes en los altos niveles de la estructura a las que cualquier ciudadano común del primer mundo disfruta. Y aunque en lo interno marcan una gran diferencia respecto al resto de la población, a nivel de secretarios de partido municipales, provinciales y ministros, las “asignaciones extra”, en razón de los cargos, no los distancian mucho del ciudadano común, a pesar de la creencia popular al respecto.
Las “ayudas” comprometedoras por parte de los tenedores de recursos –empresarios- son inevitables y, a la vez, fuente de corrupción crónica. Entonces, las claves de la retribución no están básicamente en los aspectos materiales, sino en la subjetividad de unos individuos que se sienten parte integrante de una nomenklatura, en tanto han sido involucrados en compartir el valor que privilegia la supervivencia e integridad del sistema por encima de la del individuo, por lo que la lealtad comprometida se convierte en el factor decisivo para permanecer en ella y sobrevivir.
No hay vida posible fuera de ella, si no se quiere compartir la vida de un joven y dinámico ex ministro de relaciones exteriores, que luego de gerenciar por un buen tiempo la limpieza de los detritus del Parque Almendares, ahora responde a todas las llamadas telefónicas diciendo que el es pintor y solo habla de pintura. Otros no han sido tan afortunados.
Juan Almeida y Guillermo García vegetan en sus cortes propias, entre música y gallos finos respectivamente, mientras tienen la obligación de asistir a los eventos en que es requerida su presencia.
Pero el caso de Ramiro Valdés es distinto. El dos veces ultra-poderoso Ministro del Interior de Cuba, segundo al mando de la columna invasora que comandaba Che Guevara mientras Raúl Castro y Juan Almeida estaban distantes de las primeras líneas de fuego, realizando ensayos de administración local y escaramuzas sin ningún valor militar, se ha mantenido muy activo, independientemente de su posición funcional en el sistema de castas.
III
Casi todas las personas –profesionales, neófitos o absolutos ignorantes- que tienen la posibilidad de acceder a un medio de comunicación, se sienten obligados a brindar sus pronósticos sobre lo que pasará en Cuba después del “Día Cero”. Y el primer error radica precisamente en que no hay un “Día Cero”, entendido por la fecha en que Fidel Castro fallezca.
Lo que ha estado ocurriendo hasta ahora, y que convencionalmente pudiéramos fijar como el momento de despliegue, se marca cuando Fidel pronuncia el discurso en el Aula Magna de la Universidad de la Habana el 17 de noviembre del 2005, donde alerta sobre el carácter reversible de la Revolución que podía autodestruirse.
Aunque el proceso haya venido discurriendo desde mucho tiempo atrás y se estructure en lo que se ha denominado “Operación Caguairán”, que erróneamente se encasilla como una operación militar en el sentido estrecho de la acepción, cuando es en realidad un proceso multidimensional y multifuncional, cuidadosamente planeado y ejecutado en lo político, militar, ideológico, social, económico y cultural, con vistas a concretar la sucesión a Raúl Castro, reforzada por los históricos de confianza disponibles en una primera etapa intermedia, a la que seguirá la sucesión generacional castrista a los verdaderos herederos designados.
En el campo de la modelación de escenarios futuros de Cuba por personas que residen en otros países, se pueden encontrar infinitud de aproximaciones, la mayor parte de ellas surgidas sin seguir un procedimiento metodológico consecuente, y resultado muchas de ellos de entusiastas brainstormings, en ocasiones en solitario.
Y en la planeación prospectiva el castrismo, como en todo lo que compromete su supervivencia, marcha bien adelantado frente al común empirismo de las conclusiones apriorísticas, aunque no sean capaces de producir ni siquiera calabazas y boniatos.
Por cuanto el futuro no esta predeterminado en su integridad, es posible imaginar, diseñar, planificar y concretar futuros más convenientes, factibles, viables, y deseables. El futuro no es en modo alguno un destino inexorable, sino que es potencialmente múltiple, flexible y alternativo; por tanto, es cognoscible y manipulable. Y el castrismo, hoy mas que nunca, sabe que se juega su supervivencia en ello; y los que de una forma u otra pensamos diferente a un régimen de oprobio, debiéramos actuar en consecuencia: el instrumental metodológico-conceptual existe y el talento y la voluntad también.
Es igualmente posible y necesaria la evaluación concreto-conceptual de los mismos, brindando margen a lo fortuito, a aquellos factores imponderables que no han sido considerados o satisfactoriamente evaluados. El acriticismo en los resultados de una investigación puede ser tan desventajoso como el propio empirismo. Sorprende leer que en ocasiones reconocidos especialistas en asuntos cubanos se refieran al tema en los siguientes términos:
- De poco sirve la insistencia oficial que la institucionalidad tramitará la sucesión. Puede que así sea temporalmente, pero a dicha institucionalidad hay que entrecomillarla por su precariedad y por no haberse enfrentado aún con su prueba de fuego —más candente y delicada si el deterioro del comandante se acelera sin un rápido devenir del velorio.
- La transición debe conjurar que se restaure el castrismo…Si la correlación de fuerzas torna inviable que la vieja guardia retenga su poder, podrían subastarse las propiedades estatales... El cálculo político es simple: semejante privatización despojaría enseguida a la élite comunista de su poder omnímodo. Tampoco se descarta que la restauración del castrismo venga con otro régimen represivo, pero anticastrista.
Sin pretender ofrecer una descripción de los mínimos imprescindibles para ubicar conceptualmente el tema de los escenarios posibles -por demás innecesaria a nivel académico- se requiere, no obstante, acotar algunos términos cardinales.
- ¿Cuenta el grupo de poder que en Cuba prepara la sucesión definitiva con una visión a largo plazo?
- ¿Tiene un entendimiento holístico del proceso sucesorio?
- ¿Están debidamente consensuadas las interrogantes estratégicas de “hacia dónde ir y por que caminos?”, y las consiguientes concreciones tácticas de “¿cómo, cuándo, con qué y con quién?”.
No tengo dudas de ninguna índole que el castrismo se ha aplicado diligentemente a estas cruciales tareas, en medio de la administración del caos, que es la situación operativa del país. En ello les va lo que mas aprecian.
La consulta popular a través de asambleas, efectuada en el 2007, que recogió más de un millón y medio de planteamientos, aunque no publicada, ha sido metódicamente tabulada, evaluada por expertos y simulada.
Poderosos instrumentos como las técnicas Delphi, la Matriz de Impactos Cruzados, análisis FODA, Mapeo Contextual, Estadísticas de Bayes, MACTOR, Incasting o pronósticos deductivos, Backcasting o pronósticos retroactivos se utilizan.
Igualmente emplean el Análisis Estructural, Matrices y Árboles de Decisiones, el enfoque Delfos para la toma de decisiones, Escenarios Retrospectivos y Coyunturales, entre otras, que forman parte del arsenal técnico para garantizar la sucesión.
De hecho, el proceso asambleario realizado, y el que se organiza, constituyen un gigantesco brainstorming, que puede apoyar y soportar el consenso de una visión castrista a largo plazo.
El denominado “Visioning” ha sido ejecutado en tiempo real e impunemente a la vista de todos, y será próximamente perfilado en la consulta que Raúl Castro ha denominado el socialismo que queremos construir, y que cuenta en lo público con dos grandes eventos: la convocada Conferencia del Partido y la consulta popular vinculada al eventual VI Congreso del partido, pospuesto indefinidamente.
Mientras opositores políticos y academias en latitudes no insulares, en el más satisfactorio de los casos, contribuyen con una visión limitada a la transición deseable, el castrismo, en su fase raulista, construye una visión en proceso de consensuar con el declarado propósito de eternizarse.
No albergo la más mínima duda de que mientras se ejecuta una despiadada represión contra la oposición interna por múltiples vías, con el deliberado propósito de impedir que se erija en un factor político alternativo, los think-tanks del castrismo han elaborado meticulosamente las diferentes alternativas de los escenarios posibles de la sucesión:
· Tendencial: Extrapolación sustentada en la situación actual. ¿Qué pasaría si no hacemos ningún cambio?
· Utópico: Lo máximo deseable a partir de reestructurar el sistema. ¿Qué pasaría si todo nos sale bien?
· Catastrófico: Lo máximo indeseable. ¿Qué pasaría si todo nos sale mal?
· Futurible: Escenario escogido en tanto se ubica entre lo deseable y lo posible, pero se verifica factible y viable. Es el futuro que real y efectivamente podemos construir.
Mientras los valerosos opositores al castrismo sobreviven en medio del acoso y la represión sistemática que les impide vertebrarse en una alternativa política, el enfermo de Secreto de Estado, el General Presidente, los Escogidos y los Think--Tanks trabajan tranquila, pero metódicamente, en su realización.
Y con la excepción del delirio irracional y criminal que es el castrismo en sí, el resto del proceso transcurre dentro de los rigurosos marcos conceptuales-metodológicos de la prospectiva:
- Reconstrucción histórica
- Diagnóstico Situacional
- Grandes Escenarios
- Escenarios Futuros
- Grandes Estrategias
- Decisiones Estratégicas
Y, tácticos por excelencia, concretan en planes operativos los objetivos planteados en la Planificación Estratégica: El “cómo”, el “cuándo”, el “con qué” y “con quién”, pasan a constituir la hoja de ruta de la sucesión castrista.
En uno de los primeros y más serios trabajos de aproximación a la dinámica de las transformaciones en Cuba, Mesa-Lago y Fabian [1993] proponían cinco escenarios alternativos, mientras el impacto de la desaparición del campo socialista hacia sentir sus efectos devastadores en un sistema castrista, parasitario por antonomasia:
1. Continuación del status quo
2. Creciente militarización y represión cada vez mayor sin transformación económica
3. Cambio hacia el modelo chino-vietnamita de autoritarismo político y socialismo de mercado
4. Democratización y reforma económica orientada hacia el mercado
5. Ruptura del régimen por medios electorales legítimos, por un golpe militar, o por una insurrección de masas
Transcurridos 16 años de aquel análisis, ninguno de los escenarios sugeridos se verificó, como tampoco ninguno de los propuestos por decenas de trabajos de otros igualmente prestigiosos autores. Y es muy importante para la praxis y la investigación científica determinar los factores que conspiraron contra ello:
· En la mayor parte de los trabajos e investigaciones no se aplicaron las técnicas de modelación de escenarios o se hizo de manera limitada
· Se toma como referencia solamente la experiencia histórica de transformaciones anteriores, no contemplando la aparición de nuevas vías, incluyendo la singularidad de la vía castrista
· Se tiende a jerarquizar factores en detrimento de otros, sin percibir que la sociedad cubana y el castrismo son sistemas integrales, multi-funcionales e interdependientes. Diferentes autores priorizan unos sobre otros: interno-externo, política-economía, represión-gobernabilidad, etc.
· Enfoques apriorísticos donde se sustituye lo real por lo deseable
· Análisis de las formas de manifestación de las esencias del Castrismo y no de las mismas, lo que hemos denominado sus “cajas negras” y “cajas blancas”
· Occidentalización de los criterios, en el sentido que se aplican mecánicamente instrumentos de análisis sin adecuarlos a las realidades cubanas
· Alta sensibilidad emocional y política que obnubila la reflexión serena
· Tendencia a subvalorar la elevada capacidad de adaptación del castrismo a diferentes macro y micro entornos, sin hacer concesiones significativas a los objetivos centrales establecidos
· Enfoque reactivo fácilmente manipulable por la proactividad del régimen
· Exámenes forenses de la realidad cubana a partir de información oficial manipulada, o de fuentes no verificables, o de cuestionable credibilidad. Escasez de propuestas fundamentadas sobre la hoja de ruta de la transición
· En ocasiones se observa pesimismo académico e indigencia conceptual concreta
IV
Cuando el 30 de noviembre del 2006 Ramiro Valdés hablaba en Santiago de Cuba en el acto central conmemorativo por el cincuentenario del levantamiento armado en esa ciudad, ejecutado como maniobra diversionista en apoyo al desembarco de los expedicionarios del yate Granma, se estaba sellando formalmente hacia lo interno y externo la alianza de los históricos en torno a Raúl Castro, en los inciertos momentos que toda Cuba y el mundo estaban a la expectativa de si Fidel Castro reaparecería públicamente en el acto central en la Plaza de la Revolución el 2 de diciembre.
En un discurso que muchos consideran como propio, pero que indudablemente tuvo que previamente ser consensuado al máximo nivel, Valdés ponía públicamente a un lado sus diferencias con Raúl Castro y declaraba: “En sus méritos, sus atributos, firmeza, su lealtad, en su internacionalismo, reconocemos a Raúl como firme cancerbero de la revolución cubana”.
Hoy Ramiro Valdés ocupa un asiento pleno en todos los organismos del máximo nivel del país: miembro del Buró Político, del Consejo de Estado, Vicepresidente del Consejo de Ministros, y mantiene su cartera al frente del poderoso y estratégico Ministerio de la Informática y las Comunicaciones. En Valdés, de 77 años, solo uno menor que Raúl Castro, aunque con una salud mucho más sólida, no están depositadas las llaves de la caja de Pandora, al menos oficialmente: él lo sabe, y eso lo hace aun más peligroso.
Durante 56 años solo se ha subordinado a Fidel Castro independientemente de la posición oficial que haya ocupado. Organizador de los órganos de inteligencia y contrainteligencia y del Ministerio del Interior; cuenta también con amplia y exitosa experiencia en el management moderno y los negocios internacionales. Aunque no se le subordinan tropas militares regulares, cuenta con mas de ocho mil ciber-espías, organizados paramilitarmente, que trabajan intensamente las 24 horas del día en los objetivos de interés. El sistema de comunicaciones del país está bajo su control y disfruta de la capacidad técnica de bloquear cualquier comunicación interna y externa, incluyendo las de los ejércitos cubanos y la tropas especiales y de seguridad personal. Es hoy en día el segundo hombre más poderoso del país.
¿Por qué Fidel Castro por una parte ordena y/o permite el reagrupamiento y promoción de los hombres de Raúl Castro para reforzar su liderazgo, mientras que por otra sienta a la siniestra de su trono a Ramiro Valdés?
Las verdaderas razones probablemente desaparezcan con el Comandante, pero me aventuro, siguiendo la lógica enrevesada de un pensamiento manipulador, dual y extremadamente desconfiado y simulador, en que Ramiro Valdés es el único hombre en el quien confía para rectificar cualquier desvío de Raúl Castro en términos de la estrategia trazada, aún si tuviera que ponerle una pistola en la frente en medio de una reunión del Buró Político, y retomar el rumbo.
Al frente del país el general-presidente tiene en estos momentos tres prioridades fundamentales. mutuamente interdependientes:
1. En la administración diaria del caos que es Cuba, el gobierno que preside no puede permitir a ningún costo el creciente deterioro de los ya depauperados niveles de vida de la población, so pena de encarar crisis locales de inestabilidad social que pueden ralentizar o dar al traste con la ejecución de la prospectiva sucesoria trazada.
2. Continuar el desarrollo de los planes de acción táctico-estratégicos de la sucesión a la segunda generación castrista. Culminación de la preparación de los herederos designados y su nombramiento.
3. Concretar en un plazo de 1-2 años, si no el levantamiento de todas las prohibiciones comerciales de los Estados Unidos, al menos abrir importantes brechas que permitan el flujo de recursos financieros en forma de turistas, créditos comerciales e inversiones; y en un segundo momento transferencia tecnológica, equipamiento y know how.
Cuba vive en crisis permanente, y en nada se desenvuelve mejor el castrismo que administrándolas. Los escenarios de colapso del régimen por los denominados efectos “dominó” “resonancia sincronizada” y otros pronosticados, son menos probables, pues no existen las condiciones para ello, a pesar de la crisis socioeconómica y la desesperanza reinante, y porque, en última instancia, las inestabilidades sociales en Cuba son convenientemente gerenciadas para evitar que se transformen en crisis de gobernabilidad, no importan los costos asociados.
La amplitud de las aperturas imprescindibles estará en dependencia de la fortaleza del régimen para administrarlas, sin correr los riesgos que otros corrieron y que dieron al traste con el “socialismo real”.
La tesis ampliamente empleada que presenta a un Raúl Castro partidario de reformas liberadoras y a un ultra-conservador Fidel Castro bloqueándolas o limitándolas, no se corresponde con una realidad que surge en el remoto Birán hace ya más de 70 años, y que se extiende hasta nuestros días.
Cuba le importa a los Castro en tanto feudo, no como nación; lo que habría que hacer para retornar a Cuba al sendero del progreso y la prosperidad en un periodo de 3-5 años les es tan conocido como incompatible con su razón de ser.
La fábula de antaño del Fidel bueno y comprensivo y el Raúl malo y duro, aparentemente se ha trocado en lo opuesto, y creer que los papeles ahora se han invertido es confiar en la naturaleza manipuladora del régimen. Seguir esa creencia es seguir pensando que la muerte de Fidel Castro es la solución del problema. Craso error.
La división entre pragmáticos o reformadores y ortodoxos en un contexto político de dirección unipersonal no tiene sentido, y solo puede resultar de interés para las agencias de inteligencia, si es que alguien olvida los recientes acontecimientos en torno a los agentes españoles.
Los sistemas de alarmas reaccionaron vigorosamente cuando Fidel Castro desautorizó de hecho las declaraciones de Pérez Roque respecto a que el levantamiento de las sanciones por parte de la Unión Europea “era un paso en la dirección correcta”. Inmediatamente volvió a la carga, y en un artículo en Cuba Debate, que los medios cubanos no reprodujeron para estimular el morbo, arremete con aquello que “No soy ni seré nunca jefe de fracción o grupo. No puede deducirse, por tanto, que haya pugnas dentro del partido”.
No es éste ahora el lugar apropiado para examinar con detenimiento la estructura lógico-formal de la anterior aseveración, pero aquella no cumple con los requerimientos de la Lógica de Proposiciones: que alguien no sea jefe de una fracción no es condición necesaria ni suficiente para que no hayan pugnas en el seno del partido, del estado o de las fuerzas armadas. Lenguaje manipulador que, por un lado, promueve la idea de que no tolera tales pugnas, y que por otro estimula el sensacionalismo y la confusión.
Con un Buró Político ampliado a 22 miembros en el VI Pleno de abril del 2008, hay 7 militares de carrera en activo, pero ninguno con mando directo de tropas, aunque estén los casos de los generales Colomé Ibarra, Casas Regueiro, Cintras Frías, Ramón Espinosa y Álvaro López Miera, que ocupan puestos de ministros, viceministros y jefe de estado mayor respectivamente: aunque por jerarquía se le subordinan tropas, no tienen el control directo sobre ellas. Más interesante aun, todos los jefes tradicionales de los ejércitos cubanos, héroes de las contiendas africanas, fueron oportunamente “promovidos” a viceministros.
Al margen de los Almeida, Machado Ventura, Alarcón y Balaguer, que han constituido el núcleo central de la estabilidad, y en el caso particular de Machado también a cargo del trabajo operativo diario, se destaca una nueva promoción de políticos con firmes experiencias de dirección en las bases, como Pedro Sáez, Misael Enamorado, Miguel Díaz-Canel y Jorge Luis Sierra. Del primer grupo, algunos tal vez no serían renovados en la Conferencia Nacional, mientras que el segundo está siendo sometido a todo tipo de pruebas para validar su continuidad como miembros de la siguiente generación de sucesores.
La sustitución de Pedro Ross será solo formal, pues desde hace tiempo no es miembro real. Salvador Mesa tiene un asiento reservado siempre y cuando no sea relevado como Secretario General de la Central de Trabajadores de Cuba. Concepción de la Campa igualmente ni aporta ni representa, y su status se deriva simbólicamente de los tiempos dorados de la biotecnología. Yadira García, a cargo de la industria básica, no logra concretar los proyectos de explotación petrolera en la Zona Económica Exclusiva de Cuba, en tanto Abel Prieto también vio pasar sus mejores momentos políticos.
¿Qué general agraviado al punto de que temerariamente salte los limites de la lealtad controlada por la supervivencia, y sin mando de tropas, puede dar un golpe de mano sin que el poder no esté previamente sobre aviso y lo neutralice convenientemente? ¿Que oficial superior se negaría a reprimir un disturbio, sabiendo que el segundo escalón de la defensa está esperando la oportunidad para ganarse la confianza de los superiores?
¿Quién seguiría a un secretario provincial del partido o presidente de gobierno local en una revuelta a lo Yeltsin, declarando ilegal a la dirección suprema del partido comunista, autorizando el multipartidismo en el territorio, o convocando a elecciones al margen del partido?
Entonces, la hipótesis conspirativa de reformistas versus ortodoxos carece de fundamentación probatoria ¿Quién de los nombrados levantaría su voz para exponer un tímido programa de reformas que no le fuera previamente “orientado”, o se apartaría de la prospectiva realizada?
Al menos no es el momento.
Evidentemente no están todos los son ni son todos los que están para garantizar la sucesión a la segunda generación, y nuevos nombres ascenderán meteorícamente al estrellato castrista en breve. Alejandro y Mariela Castro podrían estar entre ellos, antes del retiro de Raúl Castro en el VI Congreso del Partido. O tal vez no. Entonces verificaremos si la prospectiva castrista fue viable y si ningún IMPONDERABLE no evaluado oportunamente dio al traste con sus intenciones de perpetuidad.
Nada más deseable.
te la comiste compadre, te felicito
ResponderEliminarFuera de liga, mas claro ni el agua. espero los proximos.
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