Lavandero es vicerrector de la Universidad de Ciencias Informáticas de La Habana, UCI, que depende del Ministerio de Informática y Comunicaciones que estuvo bajo la conducción del general Ramiro Valdés hasta 2012. El oficial –quien ahora ocupa la Vicepresidencia del Consejo de Ministros y del Consejo de Estado de Cuba– es considerado el artífice de los sistemas de inteligencia política de la isla conocidos como G-2 y era uno de los jefes de Lavandero para el momento en que el funcionario trabajaba en el diseño del Saime. El vicerrector revisó cinco borradores y dio el visto bueno al proyecto definitivo para la constitución del organismo. La última versión, del 4 de agosto de 2006, tiene un casillero que corrobora su nivel de responsabilidad: “Aprobado por José Lavandero”.
El proyecto del vicerrector no dejó escapar detalle alguno. Tiene 218 páginas encabezadas por el logo de Albet Ingeniería y Sistemas, compañía que vende los programas informáticos elaborados por los estudiantes de la UCI y la cual se ha convertido en un contratista privilegiado del gobierno venezolano en el área del software. El documento señala de manera explícita que el nuevo Saime –que reemplazó a la extinta Oficina Nacional de Identificación y Extranjería– debía contribuir a la consolidación de la denominada “Nueva Estrategia Electoral”, un objetivo trazado por Chávez en 2005 cuando formuló el plan de la “Nueva Etapa de la Revolución Bolivariana”. “Para nosotros era importante incluir a nuestra base de apoyo, a los sectores excluidos a los que se les garantizó el acceso a las cédulas”, reconoce José Javier Morales, quien presidió la Onidex y fungió como gerente de la iniciativa para crear el Saime. El vocero no oculta la visión política. “Esta es una revolución de los más pobres y había que garantizar su derecho a participar”, añade el ahora diputado del PSUV a la Asamblea Nacional por Trujillo, quien insiste en que el vicerrector cubano se limitó a tener un papel de asesor.
La propuesta de Lavandero especificó hasta las escalas salariales para los funcionarios del Saime. Se recomendaba pagar, por ejemplo, 1.061,99 bolívares mensuales a un analista en sus primeros dos años de servicio. Los isleños establecieron cómo debía funcionar cada área: los objetivos y valores, el organigrama, el perfil de los cargos, la planificación económica, la gestión de recursos humanos, los manuales e instrucciones de procedimientos, las relaciones con otros entes de la administración pública y hasta los nuevos proyectos tecnológicos. Nada quedó al azar.
Posición privilegiada. Lavandero tiene un papel clave en Venezuela: dirige al grupo de informáticos cubanos destacado en el país. El vicerrector ha dirigido trabajos de grado de universitarios que han desarrollado propuestas para la administración pública nacional. En 2008, fue tutor de la tesis de Ray Guadarrama Mieres cuyo título no deja de ser sugerente por lo cacofónico: “El cuadro de mando integral y la dirección integrada de proyectos: su integración en el proceso de dirección estratégica de la Misión de la UCI en Venezuela”. La investigación pretendía proponer una mejora en la capacidad de dirección del grupo de programadores antillanos en el país. El autor –quien luego se convirtió en director de proyectos de Albet– afirma en un pasaje que las amenazas contra el gobierno de Chávez constituían una fuente de vulnerabilidad para los objetivos que él y sus colegas perseguían en el territorio venezolano.
La presencia de Albet, lograda en buena medida con el aporte de Lavandero, tiene muchas caras. Hace seis años, el Ministerio de Interior y Justicia suscribió con la empresa el contrato para la elaboración de la cédula electrónica por 172 millones de dólares. Los programas de los registros y notarías, de la policía y del sistema carcelario, entre otros, también son diseñados por la firma cubana. La experiencia de los antillanos en Venezuela ha permitido acumular a otras empresas de tecnología de la isla exportar software para identidad y migraciones a países de Latinoamérica como Argentina y Bolivia.
Más de una década. La llegada de Lavandero a Venezuela es ubicada en el año 2001 por fuentes consultadas para este trabajo. Anthony Daquin, ex asesor del Ministerio de Interior en materia de identificaciones electrónicas, lo explica así. “Fue el primer cubano con el que me reuní en 2001. Estaba interesado en saber cómo eran nuestros registros, qué era un registro principal, secundario, de identidad. Quería saber qué sistemas necesitaba manejar”, dice el ingeniero venezolano que solicita asilo político en Estados Unidos porque –asegura– fue perseguido por cuestionar la injerencia cubana en asuntos estratégicos venezolanos. Tras la experiencia de las reuniones con Lavandero durante año y medio, describe al cubano como un hombre de confianza de Ramiro Valdés e incluso afirma que es el responsable del G2 en el país.
El físico Luis Núñez, profesor de la Universidad de Los Andes, se cuenta en el pequeño grupo de venezolanos que ha visto al vicerrector antillano en el país. Coincide con Daquin al señalar que Lavandero llegó en 2001: “Vino con una docena de programadores de la UCI y han desarrollado las principales bases de datos de las cédulas y los pasaportes”. El académico participó entre 1997 y 1998 en una comisión técnica que nombró el presidente Rafael Caldera para evaluar el sistema de identificación nacional. Núñez afirma que las recomendaciones de los expertos locales fueron desechadas y el proyecto le fue cedido a los cubanos en los albores del gobierno de Chávez:
Seguir el rastro de la trayectoria de Lavandero fuera de Venezuela no es sencillo. Las páginas web cubanas apenas muestran la hoja de vida del funcionario. Son escasas las declaraciones suyas que pueden rastrearse en medios de comunicación y son también difíciles de hallar fotografías de sus actividades en los 40 años que –según la versión oficial– ha dedicado a la academia. Elizardo Sánchez, presidente de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, dice que sus connacionales conocen poco al vicerrector de la UCI. “Sabemos que tiene un alto cargo ahí y se le vinculó a Valdés cuando era ministro de Informática. Pero nada más, no es un hombre que dé entrevistas”, señala la fuente vía telefónica desde La Habana.
Arranque oficial. La misión de Lavandero en Venezuela, sin embargo, comenzó oficialmente en 2003 con su participación en la Misión Identidad, el primer paso de Chávez para masificar la expedición de cédulas. Su presencia en esa iniciativa coincidió con un momento político de gran tensión en la víspera de un referendo revocatorio contra el presidente fallecido. El despliegue de las misiones sociales fue una de las estrategias del entonces jefe de Estado para asegurarse el salto de respaldo electoral que lo llevó a una victoria, cuestionada después por la oposición.
Una fuente cercana al Ejecutivo, que pidió resguardar su nombre, indica que conoció a Lavandero en esa época. El consultado afirma que el cubano también participaba en el estudio de las tendencias electorales. “Él estaba en un grupo que cruzaba información sobre quiénes votaban, de qué estratos sociales eran. Desmenuzaba el registro electoral para analizar escenarios en los comicios según resultados pasados. Era un asesor más de la sala situacional de Miraflores”, recuerda. Las conclusiones de ese grupo de entre 10 y 15 técnicos y estadísticos –precisa la fuente– se le presentaban al presidente Chávez y a sus ministros semanalmente, si había una elección cerca.
Lavandero asumió a partir de 2005 el proyecto para constituir el nuevo servicio de identificación. En el historial de observaciones de la cuarta versión del plan se leen las siguientes líneas: “Documento terminado presentado a la Onidex, MIJ (Ministerio de Interior y Justicia) y MPD (Ministerio de Planificación y Desarrollo) según los acuerdos de estas organizaciones y los asesores de Albet, conteniendo el diseño de la solución organizacional del Saime”.
El ex guerrillero Héctor Pérez Marcano nunca ha tenido en sus manos el texto, pero asegura conservar fuentes en la isla que le informan sobre las tareas que cumple el funcionario cubano en el país desde la víspera del referéndum revocatorio de 2004. “Los cubanos diseñaron el Saime, porque si tienen el control de ese sistema pueden manipular también el Registro Electoral y ese era su interés”, dice quien fuera uno de los miembros de la expedición que partió desde Cuba en 1967 con la intención de invadir Venezuela desde las playas de Machurucuto, Miranda. “Lavandero es el responsable de la entrada de todos los cubanos aquí”.
Núñez afirma que los antillanos, dirigidos por Lavandero, trabajan de manera encubierta en el manejo de las bases de datos de identidad. Este punto es rechazado por Morales: “Es falso que el sistema de identificación lo manejen cubanos y lo digo con toda propiedad. Los centros de datos funcionan todos en Venezuela. El cerebro de esa tecnología está manejado 100% por venezolanos”. El ex presidente de la Onidex dice que Lavandero fue responsable del proyecto por la parte cubana y que existía una contraparte venezolana que él mismo lideraba. “Fue así en todas las áreas del proyectos. En sistemas, estructura, organización y las demás. Cada fase requería aprobación de ambos lados. Los cubanos sólo dieron asesoría para ensamblar el proyecto”.
Lavandero ha tenido participaciones en foros internacionales sobre tecnología. Alberto Uribe Correa, rector de la Universidad de Antioquia de Colombia, coincidió con Lavandero en un encuentro académico en México en 2010. Recuerda que los rectores que estaban en esa reunión comentaron la presentación del cubano porque les extrañó que la UCI desarrollara programas y tecnologías. “Nos llamó la atención porque conocemos de las limitaciones de la isla en esas áreas”, dice. La fuente allegada a Miraflores recuerda que Lavandero trabajaba las estadísticas electorales en hojas de Excel, sin los programas avanzados de análisis y visualización que a los que los técnicos venezolanos estaban acostumbrados: “Él estaba aprendiendo aquí”.
Lavandero y una comisión de la UCI asistieron el año pasado a la conferencia anual de ingeniería que organiza la Universidad Tecnológica de Panamá. Ramfis Miguelena, profesor de esa casa de estudios, dice que comenzó a ver al antillano en esos encuentros desde 2009. “Diría que su enfoque es más del tipo curricular. El sector cubano habla siempre de modelos académicos”, sostiene. En esas citas internacionales, el cubano no se ha referido públicamente a sus proyectos en Venezuela, aunque ostenta el mérito de haber aprobado el diseño de la institución que ahora maneja los datos de identidad de 29 millones de venezolanos.
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