Carlos Alberto Montaner
Hace exactamente 70 años el economista austriaco Friedrich Hayek publicó Camino de servidumbre. El
libro, un best seller en su tiempo, conserva (casi) toda su vigencia en
esta América Latina nuestra que no aprende de sus errores ni olvida sus
peores comportamientos. Tres décadas después de publicar su obra más
conocida, la academia sueca le otorgó el Premio Nobel de Economía en
1974.
¿Qué dijo Hayek en su famoso libro? Algo muy
importante: que la planificación centralizada por el Estado va en contra
de las libertades y del progreso. Nos empobrece espiritual y
materialmente.
¿Por qué? En esencia, aunque no lo explicó Hayek de
esa manera, porque la libertad es el ejercicio pleno de la facultad que
tenemos de tomar decisiones y construir con ellas nuestras vidas de
acuerdo con nuestros valores, intereses y querencias.
Cuando el Estado decide por nosotros lo que
supuestamente nos conviene, además de empobrecernos, nos genera un
profundo malestar. Ese tipo de Estado deja de ser un conjunto de
instituciones a nuestro servicio y bajo nuestras órdenes, y pasa a
convertirse en nuestro amo y señor. Nos somete a la más vil servidumbre.
Sucedió en Cuba, como ha ocurrido siempre en los
Estados totalitarios, cuando el gobierno estableció los libros que
debíamos leer y los que debían ser destruidos. Cuando unos
revolucionarios iluminados decidieron las verdades que ya habían sido
establecidas y hasta el modo en que nos debíamos ganar la vida.
Incluso, escogieron las personas a las que debíamos
querer o detestar, como ocurrió cuando se dio la orden de interrumpir
los lazos con los “gusanos” que habían abandonado el país y se rompieron
parejas, y padres, hijos y hermanos dejaron de hablarse. O cuando se
persiguió a los homosexuales porque el Estado, cruelmente, había hecho
metástasis a la zona afectiva y había decidido controlar las emociones
de las personas para hacerlas felices y obligatoriamente “normales”
mediante la reeducación que se lograba maltratándolas en los campos de
caña.
Al margen de lo que Hayek escribió en Camino de servidumbre,
hay un elemento esencial que mantiene la vigencia de la obra siete
décadas después de haberse publicado. Del texto se desprende el rol que
debe desempeñar el Estado en su relación con la sociedad, y, sobre todo,
el que no debe jugar porque todos acabamos perjudicados.
No es verdad que el Estado, una entelequia manejada
por personas, como todas, que tienen sus intereses, preferencias y
clientelas políticas, es capaz de definir el “bien común” y actuar
eficientemente y con sentido de la justicia. Lo demostró otro Premio
Nobel de economía de la misma cuerda de Hayek, James M. Buchanan, con
sus estudios sobre la “elección pública”.
No es verdad que el Estado debe elegir "triunfadores”
y “fracasados” o asumir la función de repartidor de bienes para igualar
los resultados del trabajo. Suele hacerlo mal, distorsiona y reduce el
proceso de creación de riquezas y demoniza los logros económicos como si
fueran actos vergonzosos.
Entre las decisiones sesgadas de los funcionarios
convertidos en comisarios, supuestamente transformados en píos agentes
de una improbable justicia social, y el mercado, conformado por las
decisiones libres de millones de personas, el mejor resultado, el que
suele conducir al desarrollo y eleva el nivel de vida de toda la
sociedad, es el que se deriva del mercado que es, sin duda, una
expresión de la libertad.
Al principio de esta nota subrayé que Camino de servidumbre conserva casi toda
su vigencia. ¿En qué falla? Tal vez en suponer que el socialismo
conduce inevitablemente al totalitarismo. No siempre es cierto. Los
socialistas inteligentes aprenden de la experiencia y pueden rectificar.
Lo hicieron los suecos ante la crisis económica de
los años noventa provocada por los excesos del Estado de Bienestar.
Termino con un párrafo de Mauricio Rojas, un chileno del socialismo
carnívoro que llegó a Suecia exiliado tras el golpe de Pinochet, allí
adquirió un doctorado en economía, evolucionó intelectual y
emocionalmente, y llegó a ser miembro del parlamento sueco representando
al partido de los liberales.
Dice Rojas, hoy de regreso en Chile, muy preocupado por las medidas que está tomando la señora Bachelet:
“Sería muy lamentable emprender un camino, el del
gran Estado-patrón, que otros han tenido que desandar. Se puede
construir un Estado del bienestar distinto, que una la fuerza creativa
de la competencia, la diversidad y el capitalismo con un profundo
compromiso solidario, pero para ello no hay que dejarse llevar por las
consignas de quienes creen tener la razón por el simple hecho de gritar
más alto”.
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José Manuel González