Florentino Fernández (derecha) ensaya su famoso gancho de izquierda en
un entrenamiento con el legendario Muhammad Alí, en el famoso gimnasio
Fifth Street de Miami Beach en 1960.
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En la pequeña sala de su casa en Miami cuelga una foto de sus años de esplendor sobre los cuadriláteros. Florentino Fernández era entonces un pegador recio y destructivo, capaz de tejer una cadena de 16 knockouts (KO) consecutivos y hacer historia en el boxeo cubano de todos los tiempos.
Con una racha demoledora de 24 victorias al hilo desde su aparición en el boxeo profesional, en 1956, hasta su derrota frente a Rocky Kalingo en noviembre de 1959, Fernández emergió vertiginosamente como un ídolo de las multitudes. ''El Buey'' -apodo que se ganó a ritmo de puñetazos descomunales- no vaciló en subirse al ring para retar a peleadores marcados por la leyenda, se llamaran Rubin ''Huracán'' Carter, Dick Tiger o Emile Griffith.
''Fue una pelea brava, Fullmer era un boxeador muy fuerte pero yo gané'', afirma Fernández. "He visto después la grabación muchas veces y no me quedan dudas''.
Sobre el televisor descansa una copia en video de aquella batalla campal en Ogden, Utah, que terminó con una decisión dividida a favor de Fullmer. Fernández relata que sus golpes con la zurda llevaban ese día tanta furia que llegaron a provocarle tres fracturas en un brazo de su rival.
The Ring -la Biblia del boxeo mundial- le ha concedido el lugar 56 en la lista de los 100 más poderosos pegadores de todos los tiempos.
Nadie ha pegado así
Acaba de arribar a los 70 años el pasado 6 de marzo, pero nadie que observe su complexión física y su andar de hombre esbelto podría acertar en un cálculo de edad. Todavía conserva cierta gallardía juvenil y sus brazos mantienen una robustez envidiable.
Y su memoria preserva tanto los pormenores dentro del cuadrilátero como los extravíos adolescentes bailando con la comparsa de San Pedrito en los carnavales de Santiago de Cuba, su ciudad natal.
Conversa con soltura y amabilidad. Ha desengavetado un manojo de fotos históricas que muestra con orgullo, una de ellas con el rostro ensangrentado durante uno de sus violentos desafíos y, sobrepuesta, una frase del gran Eladio Secades: "En el boxeo cubano no hemos visto jamás a un pegador de la precisión, de la violencia, de la capacidad destructiva de Florentino Fernández. Ningún boxeador cubano ha pegado así".
¿Cómo fue que se decidió a ser boxeador?
De niño me gustaba la pelota. Venía de una familia pobre y era un muchacho pacífico, pero cuando se metían conmigo y les soltaba un 'trastazo', la gente iba directo pa'l suelo. Comenzó el rumor de que yo pegaba duro. Tenía 15 o 16 años cuando fui por primera vez a un gimnasio para hacer entrenamiento y realmente me entusiasmó lo que pude hacer. En 1956 me fui a La Habana y empecé a entrenarme con Higinio Ruiz, que era un hombre muy sabio.
¿Alguien le inspiró como modelo de peleador en esos años?
Kid Gavilán. Era un boxeador muy técnico, pero también un fajador incansable. Para mí fue el mejor de todos.
De su paso por el boxeo amateur quedaron registradas 17 victorias muy rápidas, casi todas por KO, y una pelea con un compatriota que llegaría a convertirse en campeón mundial, Luis Manuel Rodríguez. ¿Cómo fue esa pelea?
Fue tremenda. Yo lo tiré una vez a la lona y le gané la pelea por decisión. No peleamos nunca más y desde entonces mantuvimos estrecha amistad hasta su muerte (en 1996).
En el profesionalismo su fama creció como la espuma, un KO tras otro. ¿Había una estrategia calculada en esas embestidas que enloquecían al público?
Mi estrategia era salir a decidir la pelea cuanto antes. En el boxeo hay que recibir golpes, pero si no te cuidas terminas hecho un guiñapo, porque a la larga los golpes hacen daño. En mi carrera de 16 años recibí muchos golpes, pero muchos menos que los demás, porque conmigo las cosas terminaban rápido la mayoría de las veces.
De campana a campana
A partir de 1959 se fraguan los más espectaculares combates de su carrera, siete de ellos con campeones mundiales. Para muchos conocedores del boxeo su nombre estará asociado para siempre con el KO que le propinara Rubin Carter en el Madison Square Garden de Nueva York en 1962. ¿Cómo fue eso?
Me cogió sorprendido y me tiró en el primer round. Cuando me levanté me pararon la pelea. Creo que estaba en condiciones de seguir.
¿Y que pasó con Dick Tiger en la pelea de Miami Beach?
Perdí por una herida. Si no, la historia hubiera sido otra.
El combate con Emile Griffith en agosto de 1960 lo pierde por decisión en 10 rounds...
Se agarró todo el tiempo para sujetarme el brazo izquierdo y así se fue la pelea. Yo quise la revancha con todos ellos, pero ninguno me la dio.
Y de todos, ¿cuál fue el más difícil para usted?
Fullmer, sin dudas. Pero también corrió mucho por todo el ring.
¿Cuál fue su escenario favorito para pelear?
El Coliseo de la Ciudad Deportiva de La Habana. Alli perdí muy pocas veces.
¿Cómo recuerda La Habana de esos años?
Era una ciudad increíble. Todavía cierro los ojos y me la imagino llena de luces, paseando por el Malecón.
¿Por qué se fue en 1963?
Porque se acabó el boxeo profesional y no quería que todo acabara en el mejor momento de mi carrera.
¿No ha regresado?
Nunca. Hasta que todo no se arregle.
¿Qué piensa del boxeo actual?
Mucha propaganda. En mi época había más caballerosidad y respeto entre los peleadores fuera del ring. Ahora hay menos boxeo pero se paga más por el espectáculo. Antes para ganarse $3,000 había que sudarla.
¿Cuál fue la suma más alta que ganó por una pelea?
Cuando discutí el campeonato mundial en 1961. Me dieron unos $15,000.
¿Asiste con frecuencia a carteleras de boxeo?
A veces. Otras lo veo por televisión, aunque sin esa furia de antes.
Dígame su secreto para mantenerse atlético y vital a los 70.
Nunca fumé ni bebí un trago de alcohol. Comía de todo, pero lo quemaba en el ring. Ahora estoy de vago, pero me mantengo.
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