Esa es la razón que ha facilitado a Cuba, en esta primera parte del siglo XXI, servirse de los vastos recursos petroleros de Venezuela; consumando un eje letal con los déspotas de Bolivia, Ecuador y Nicaragua, promoviendo al Irán de los ayatolas y ejerciendo de ventana continental para el acceso de Rusia y China.
Y ello sí califica como la amenaza más formidable para los intereses y la seguridad nacional de Estados Unidos en este continente, entorpeciendo la lucha contra el terrorismo, el tráfico de drogas y empeorando los problemas de inmigración.
La llave para entender el control cubano es la presencia de unos 60,000 cubanos en áreas que van desde las fuerzas armadas hasta los departamentos de seguridad, salud, educación, deportes, comunicaciones y demás.
El principal componente es el Estado Mayor cubano permanente en Fuerte Tiuna, en contacto directo con el Centro de Operaciones de La Habana, e integrado por dos generales, cuatro coroneles, cinco tenientes coroneles y 25 oficiales subalternos, los cuales dirigen ocho batallones cubanos.
Además, este Estado Mayor tiene bajo su mando inmediato al fuerte de Barquisimeto y las bases aéreas de Carrizal, Apure y Maracaibo, y supervisa y planifica todas las operaciones de las Fuerzas Armadas de Venezuela.
Parte importante del entramado militar cubano son sus altos oficiales que operan directamente en las jefaturas de las seis divisiones de infantería venezolanas localizadas en Maracaibo, Caracas, San Cristóbal, Maracay, Apure y Ciudad Bolívar.
Con gran habilidad, la Contra Inteligencia Militar cubana (CIM) ha organizado su contraparte venezolana y tiene infiltradas las instalaciones militares principales, al Ministerio de Defensa, al Estado Mayor venezolano, la fuerza aérea, la marina y la Guardia Nacional.
Por su parte, la Inteligencia cubana funciona en la cancillería y embajadas venezolanas. Y existen estructuras paralelas de cubanos que replican las principales instituciones estatales venezolanas e interfieren en las mismas. Por ejemplo, la infraestructura petrolera clave, como la de Planta Centro, se halla custodiadas por Tropas Especiales cubanas que sólo responden a La Habana.
Pero la gran intromisión es la del general cubano Herminio Hernández Rodríguez en su carácter de asesor presidencial desde Miraflores para las operaciones de represión urbana y el manejo de las crisis políticas internas.
Alrededor de 150 cubanos altamente entrenados están a cargo de los varios anillos de seguridad personal que fueron del ex presidente Hugo Chávez y ahora del actual Nicolás Maduro, así como del perímetro de Miraflores. Además de mantenerse dispositivos de Tropas Especiales cubanas en puntos neurálgicos de Caracas.
A esto se añaden los destacamentos militares cubanos que velan la planta iraní de extracción de uranio del Alto Orinoco, área de Esmeralda, y el Puerto Ordaz utilizado para su transporte. Igualmente hay militares cubanos destacados en el Estado de Cojeda, en Puerto Cabello y en la frontera colombiana, especialmente en Guasdalito y Apure.
El grado de intervención de Cuba llega hasta el control orbital del satélite venezolano "Venesat-1", el cual cubre el continente. A ello se suma el cable submarino de fibra óptica que enlaza ambos países, garantizando una mayor supervisión de las áreas estratégicas venezolanas.
Esto ha permitido manipular las elecciones venezolanas desde Cuba, la cual administra el registro de las identificaciones personales, incluyendo los votos electorales. La prueba palmaria fue el último comicio presidencial donde Nicolás Maduro resultó elegido por el conteo y resultado de los votos procesados en La Habana.
Lo que está en juego es hacer irreversible el flujo petrolero venezolano a la Isla, y aprovechar la apertura de oportunidades que abre la nulidad política de Estados Unidos en el continente para consolidar un grupo de países afines con la postura del supuesto trascendentalismo castrista, edulcorado como "Socialismo del siglo XXI".
La clave del actual régimen de Nicolás Maduro, como se ve, radica en la estructura castrense de cubanos que actúa dentro del territorio venezolano. Despareciendo tal presencia, el autoritario régimen caraqueño se desmoronaría como una torre de naipes.
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