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Por eso hoy, 24 de febrero, en lugar de escribir sobre ese grupo de valientes que en 1895 al grito de "¡Independencia o Muerte!" reiniciaron la lucha por la independencia de Cuba; prefiero comentar de Luis Alberto; personaje arrogante, insensible, calculador, abusivo con apellido de actriz porno, amante de los números siempre que sumen a su favor, certero en aritmética y la épica, que a pesar de todos sus cargos (presidente ejecutivo del Grupo de Administración Empresarial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y miembro del Comité Central del Partido Comunista), intenta escapar de sí mismo y adultear su destino.
Cosa dificil, él sabe que hacer negocios con el clan o querer entrar a “La Familia” siempre acarrea nefastas consecuencias. Su matrimonio de muchos años con Deborah Castro marchaba, como ya se sabe, bajo un largo historial de maltratos e infidelidades que siempre fueron toleradas. Pero suspicaz, como de costumbre, entendió que en esta neotransición económica que lleva al país del paleolítico a la edad media, estaba perdiendo el poder e intentó sin resultados usar a Deborah como escudo.
Está claro que su ex, la mayor de los Castro Espín, es un enorme desatino que corrige sus errores cometiendo otros peores; pero el siempre seductor Rodríguez López-Calleja, en lugar de esnifar cocaína se fumó la compostura y se puso los guantes de boxeo. Le dio una tranquiza brutal, Deborah terminó en el hospital con serias contusiones.
Cobarde, como cualquier golpeador, no necesita la lámpara de Aladino para entender que, en un país como Cuba, donde la clase baja es muy baja, la media no tiene medidas y la alta carece de clase, su vieja superioridad se transformó en jaula. Sabe muy bien que en su contra, y deseando vengar la tristeza de su suegro-líder, está todo un ejército obediente que, en franca restructuración, necesita colgarse medallas.
Juzgarlo sería lo correcto, pero en casos como este, con toda lógica, a los padres nos parece que la ley no suele ser justa.
El gobierno de Raúl ha sabido sortear con habilidad varias crisis, y no quiere hacer de esta, un escándalo noticioso. Por ello ordenó sobreseer la causa penal y enviará, o ya envió, al padre de sus nietos a cumplir misión en Angola, una tierra peligrosa para un cubano en desgracia.
Pero ahora, Luis Alberto, urgido, hábil y estratega, está moviendo cielo y tierra por y para mantenerse asido, aunque sea un poquito, al apoyabrazos del diván aunque ya tenga comején. Conoce muy bien que el hampa no perdona, sabe que en cualquier lugar protegido de miradas indiscretas, le llegará el último recibo.
Quizás ni siquiera llegue a pisar tierra africana, quizás ni suba al avión; o quizás, porque siempre hay un quizás, cuando menos lo esperemos, lo tengamos por acá.
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