Lo dicho. No acabamos de salir de un asombro para entrar en otro. Todos los días llegan noticias de la economía castrista que vienen a confirmar la poca seriedad de las decisiones económicas que se están adoptando, la lentitud deliberada de los procesos y las escasas posibilidades de éxito que cabe esperar del mismo.
Esta vez llega el modelo de fijación de precios decidido por las autoridades en cumplimiento del “lineamiento” número 55, con el objeto de continuar avanzando hacia la unificación monetaria.
Lo primero que conviene señalar es que una economía no necesita de normas administrativas, ni reglamentos o regulaciones para que funcionen los mecanismos de asignación vía precios. Desde hace tres siglos, de las pocas cosas que sabemos los economistas, hay una que está muy clara. Los precios están relacionados inversamente con la demanda y positivamente con la oferta. El cruce de la demanda y oferta en los mercados determina el equilibrio estable de precios y cantidades demandas y ofertadas. El modelo funciona a nivel macro y micro, y garantiza que los recursos existentes se asignan de forma eficiente.
No hay justificación alguna en los manuales de la Economía para elegir otros procedimientos. Pero en la economía castrista, se han decidido a crear una nueva brecha, aprovechando lo que denominan “reordenamiento del entorno monetario”, en suma, la eliminación del CUC y la existencia de una sola moneda para todas las transacciones, el peso cubano.
Como se expone en un artículo en Granma de Leticia Martínez, “Nuevas metodologías de precios y contabilidad que se aplicarán por las entidades cuando el país opere con una sola moneda”, las autoridades del régimen creen que el funcionamiento de los precios se puede garantizar por medio de las normas publicadas en la Gaceta Oficial Extraordinaria No.12 del año 2014.
Se trata de las resoluciones No. 19, 20 y 21, del Ministerio de Finanzas y Precios. Por medio de estas normas administrativas de rango inferior, el régimen establece los procedimientos contables y las metodologías “para la formación de los precios mayoristas y minoristas para las personas jurídicas, es decir las entidades, que deberán aplicarse a partir del momento en que en el país se decrete la unificación monetaria”.
¿No sería más fácil dejar que la demanda y la oferta actuasen libremente en el conjunto de los mercados y liberalizar el comportamiento de los agentes económicos? ¿Por qué esa resistencia numantina a reconocer los errores cometidos con la planificación central y asumir que el modelo ideado por la llamada “revolución” es insostenible? "Con vistas a capacitar a todos los cuadros, directivos y trabajadores de las áreas económicas que deberán implementar las regulaciones que hoy se publican, se han efectuado seminarios en todo el país por parte de los compañeros del Ministerio de Finanzas y Precios" dice la nota informativa de Granma. ¿Pero es que acaso hay que capacitar a alguien sobre algo tan simple, y a la vez tan potente, como el mecanismo de formación de precios en una economía?
No tardarán mucho en comprobar que esa nuevas metodologías de precios aprobadas a golpe de diario oficial y que están siendo “explicadas a los cuadros directivos y trabajadores de las áreas económicas que deberán implementar esas regulaciones”, no van a dar los resultados previstos. Ni contribuyen a la solución de un conjunto de problemas existentes en la economía, más bien todo lo contrario. Los van a aumentar.
Porque la necesaria relación de los precios internos con el comportamiento del mercado internacional no depende de regulaciones administrativas, sino de algo que no tiene la economía cubana que es un tipo de cambio único y se hace urgente su creación lo más pronto posible.
Por otra parte, la continuidad de los precios minoristas desde los mayoristas depende de las condiciones de la oferta y la demanda, de las señales que se transmiten de los mercados de consumo a los de producción y que llevan a los empresarios a ordenar y calcular lo que deben producir, en cantidades calidades y niveles de suministro. Cualquier otra manera de funcionar, propende al caos.
Incluso, las cuestiones financieras que influyen en el cálculo de precios no dependen de regulaciones administrativas, sino de la existencia de un mercado de crédito interno regulado igualmente por medio de la oferta y demanda de ahorradores y prestamistas en las máximas condiciones de transparencia. Como nada de eso existe en la economía castrista, el recurso al diario oficial para regular los precios es la única solución que se les ocurre, y eso, lógicamente, no puede funcionar.
Que alguien me explique como en una norma administrativa de rango inferior elaboradas para cumplir unos llamados “lineamientos” se puede “incentivar la competitividad de los productores nacionales, favorecer las exportaciones y la sustitución de importaciones, y contribuir al incremento de la eficiencia empresarial”. Es como el cuento de la lechera, sin vaca y sin nada que ordeñar.
Una economía para funcionar de manera eficiente necesita mucho más que órdenes, jerarquía y procedimientos. Por el contrario, las normas y procedimientos contables están muy bien, si permiten conocer con transparencia el estado de las cuentas de las empresas, pero se necesita que los agentes económicos puedan funcionar en el marco de espacios de libertad. Con ello, se puede conseguir más eficiencia en la asignación de los recursos, y romper de una vez por todas, la pesada dependencia que tiene la economía castrista de los presupuestos del estado.
¿No se trata de abrir espacios a la iniciativa privada para reducir el peso del estado en la economía, que es el origen de todos los problemas? Pues no vayan en la dirección contraria. La libertad es condición necesaria para el funcionamiento de una economía. Cuando exista una sola moneda en Cuba el conjunto de las transacciones se realizarán en esa única moneda, que es lo normal y se romperá la circulación segmentada que existe actualmente y que es el origen de graves problemas estructurales y no pocas injusticias que causan mella en amplios sectores de la población.
Lo que se tiene que hacer es dejar funcionar con libertad a los agentes económicos, devolviendo la propiedad privada a las personas y reestableciendo un marco jurídico de derechos de propiedad que permita tomar las decisiones más adecuadas en cada proceso. No hay nada de ideología detrás de este programa. Otros países de economía estalinista arrojaron por la borda sus presiones y avanzaron hacia la libertad económica. Cuba debe hacer lo mismo y dejarse de perder el tiempo identificando “dificultades que enfrentan las transformaciones inducidas por las nuevas normativas”. Lo que se tiene que hacer es dar más libertad y abrir espacios para que la oferta y demanda asignen recursos en mercados libres. El resto lo harán los cubanos.
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