Eugenio Yáñez/ Cubanálisis-El Think-Tank
¿Hay derecho moral a apoyar una huelga de hambre que puede llevar al huelguista a la muerte, pidiéndole que continúe? Sería como apoyar un suicidio, y las sociedades civilizadas intentan por todos los medios atajar a los eventuales suicidas y hacerles desistir de su empeño. Es lo políticamente correcto.
Sin embargo, ¿hay derecho moral a condenar una huelga de hambre de personas que no tienen muchas más alternativas para reclamar derechos fundamentales? Aquí el dilema es mucho más complejo.
Prueba de ello es que el régimen totalitario de La Habana, que tantos derechos y libertades ha conculcado durante más de medio siglo, en su confusión y desespero, reconoció de manera muy “generosa” el derecho de Guillermo Fariñas a morir de inanición o deshidratación si ese era su deseo, aunque ahora en los hechos el gobierno parece estarse contradiciendo de sus primeras baladronadas, como se verá más adelante, pues parece que la tiranía ha pensado que el sofisma del principio bio-ético de dejarle morir, esgrimido por uno de los primeros mercenarios de la pluma que pretendió desacreditar al disidente, podría traerle muchas más complicaciones que las que ha recibido en el caso Zapata Tamayo.
¿Y qué sucede con todos los demás derechos de Guillermo Fariñas y de todos los demás cubanos? El derecho a expresar sus opiniones dentro de la ley sin temor a represalias, el derecho a organizarse en agrupaciones políticas, el derecho a moverse libremente en el territorio nacional o salir y entrar del país sin tener necesidad de “permisos de salida” y “tarjeta blanca”, el derecho a trabajar honradamente para mantener a sus familias, el derecho a elegir y ser electos, el derecho, en fin, a los derechos.
Resulta difícil coincidir con el régimen dictatorial cubano en un tema como éste, o en cualquiera: es demasiada su desvergüenza en expedientes de libertades y derechos humanos. Entonces, hay que meditar con mucha calma.
Considerando que la huelga de hambre como procedimiento de lucha es más terrible que un suicidio inmediato, no es correcto exaltarla, pero tampoco encuentro argumentos para no admirar a quienes son capaces de asumirla y llevarla hasta sus últimas consecuencias, es decir, hasta la muerte, independientemente de lo que estén reclamando: porque el sentido común y el instinto de conservación de todo individuo supone detener la huelga en algún momento, y es necesario mantener mucho coraje y mucha voluntad para continuar hasta las últimas consecuencias.
La historia de Cuba, y la nación cubana, siempre ha exaltado a los que dieron su vida por sus ideas, desde el indio Hatuey, los mambises, los luchadores de la era republicana y los revolucionarios que enfrentaron la dictadura batistiana.
No pueden ser menos, en esta valoración del heroísmo, Orlando Zapata Tamayo, Pedro Luis Boitel y otra decena de cubanos casi desconocidos que murieron en huelga de hambre en las prisiones castristas sin ceder a los instintos humanos de supervivencia para deponer su forma desesperada de protestar y reclamar.
Un oficialmente “duro” como Julio Antonio Mella, alabado por el castrismo, no pasó de las tres semanas de huelga de hambre para lograr que Gerardo Machado, el “asno con garras”, cediera: mucho menos de la tercera parte de lo que soportó Orlando Zapata Tamayo reclamando hasta el final su derecho a ser considerado lo que realmente era: prisionero de conciencia.
La intención del régimen de denigrarlo, aún después de muerto, demuestra la bajísima catadura moral del totalitarismo tropical. Ha tenido que recurrir a todos sus plumíferos de la peor especie, y a todos los asalariados de la dictadura en el mundo, para publicar inventos y calumnias sobre el cadáver que, desde la tumba, los tiene en jaque.
Hasta la hija de Che Guevara, Aleida, declara ahora en Brasil que se trata, simplemente, de “delincuentes comunes”. ¿Cómo clasifica esta señora a su padre, que entró a más de un país extranjero con una banda de seguidores para imponer la violencia y la muerte de ciudadanos de esos países invadidos, violar las leyes, atacar sus instituciones y llamar a la subversión?
Porque eso fue lo que hizo “el guerrillero heroico” en Cuba, Congo y Bolivia, y si no lo hizo en otras partes no fue porque no hubiera querido continuar su carrera de violencia y muerte, sino porque el ejército boliviano, ese que ahora Evo Morales quiere que jure “Patria o Muerte. Venceremos”, detuvo su marcha en la Quebrada del Yuro.
Si Orlando Zapata Tamayo era un delincuente común, como pretende el régimen, no fue peor que un mariguanero como Efigenio Ameijeiras, un cuatrero como Cresencio Pérez, y otros que vistieron hasta su muerte, o visten, estrellas de comandante, coronel o general en sus uniformes verde-olivo.
Y aún si hubiera sido solamente un delincuente común: ¿es que un preso no tiene derecho a la vida si no ha sido condenado a muerte? ¿No tiene derechos humanos? ¿Vale menos cualquier preso en Cuba que alguno de los cinco espías de la “Red Avispa”, convictos y presos en Estados Unidos? ¿Los derechos de los seres humanos se determinan por su condición de humanos, o por su militancia política?
¿Cuándo el régimen dictatorial ha reconocido la decencia de un opositor? Los que le enfrentaron en sus inicios eran “agentes del imperialismo”. Los invasores de Bahía de Cochinos eran todos “mercenarios”. Los guerrilleros del escambray eran “bandidos”. Los que incursionaban en el país desde el extranjero eran todos “piratas”. Los que se fueron del país eran “gusanos”. Los de la emigración masiva del Mariel eran “escoria”.
Los que se oponen al régimen en estos tiempos son todos “agentes de una potencia extranjera” (Estados Unidos). Quienes condenan al régimen y su barbarie en todo el mundo son parte de una “conspiración”. Los órganos de prensa que le critican son todos componentes de una conspiración “mediática”. La decencia es exclusiva para el régimen y su nomenklatura.
Por eso en Cuba el gobierno castrista proclama que no hay prisioneros políticos: porque a todos los adversarios los tipifica con delitos comunes. Una manifestación pacífica se considera “escándalo público” o “alteración del orden”, no someterse a la policía se considera “desacato”, expresar opiniones sin temor a la censura se sanciona como “propaganda enemiga”. Con todos estos antecedentes, creados ex profeso, un miserable como Enrique Ubieta Gómez podrá escribir en el periódico del partido comunista que el disidente estaba sancionado por “causas en nada vinculadas a la política”. Y un rebaño de oportunistas e idiotas en todo el mundo comenzará a repetirlo, muchas veces sin saber ni lo que hablan.
Desde la profunda soledad y oscuridad de su celda silenciosa, olvidado o desconocido por casi todos, un joven humilde, albañil, y negro, ha hecho temblar al régimen como nunca antes, al haber sido capaz de no claudicar en sus principios ni ceder a las palizas, vejaciones, atropellos y abusos, para morir tras una prolongadísima huelga de hambre que ha conmovido al mundo.
Siguiéndole los pasos, desde la libertad condicional que representa en Cuba no estar dentro de la cárcel más pequeña, otro hombre humilde, negro, lleva más de dos semanas en huelga de hambre, reclamando la liberación de veintiséis presos políticos con la salud deteriorada, y mantiene al régimen desconcertado, y dando palos de ciego.
Un huelguista de hambre no es un suicida “clásico”. El suicida por trastornos siquiátricos o por motivaciones políticas solamente necesita saltar al vacío desde una azotea o disparar el detonante de su mortífera carga en un segundo, quizás menos de un segundo, y ya después nada importa: ni puede arrepentirse.
Un huelguista de hambre no salta desde una azotea ni se vuela a sí mismo en un segundo con su carga de explosivos, aunque la decisión de comenzar la huelga la tome en un segundo.
Le sobran horas, días y semanas para pensarlo nuevamente y deponer su actitud; le sobran consejos de familiares, amigos y compañeros de lucha para desistir; le sobran malestares, dolores y sufrimientos; le sobra instinto de conservación para una retirada a tiempo, que podría hasta considerarse una victoria.
No por gusto son tantos, en todas partes, los que comienzan huelgas de hambre y después deciden deponerla en algún momento, y no porque sean cobardes. El peor enemigo de la huelga de hambre es el mismo huelguista, involuntaria e inconcientemente, aún sin proponérselo. Familiares, amigos, compañeros de lucha y sus propios instintos le piden detenerse, mientras el sufrimiento y el dolor arrecian continuamente, y su único recurso es tratar de gastar las menores energías posibles.
Es un pulso contra reloj del demandante frente a los demandados, y ambas partes apuestan a ver qué lado va a ceder primero. Si la huelga es en la cárcel es peor aún: todo está contra el huelguista, y la solidaridad humana no le llega con la misma intensidad o continuidad que puede llegarle cuando está en la calle. Por eso es que los que después, en la calle o en la cárcel, llegan realmente “hasta las últimas consecuencias”, son muchos menos. Aunque también la repercusión es mucho mayor y los victimarios quedan al desnudo.
Las demandas de Zapata Tamayo han querido demeritarlas los mercenarios del régimen alegando que pedía teléfono, televisor y cocina en su celda, lo cuál no es cierto. Pero de haberlo sido, pedía menos de lo que tuvo Fidel Castro en su muy cómoda prisión-centro de recreo después de asaltar un cuartel militar en medio de una ciudad en carnavales, provocando decenas de muertos de ambas partes.
Lo cuenta el mismo Comandante desde la prisión de Isla de Pinos:
“…después de todo, para mí la cárcel es un buen descanso, que sólo tiene de malo el que es obligatorio. Leo mucho y estudio mucho. Parece increíble, las horas pasan como si fuesen minutos y yo, que soy de temperamento intranquilo, me paso el día leyendo, apenas sin moverme para nada. La correspondencia llega normalmente…”
“…Como soy cocinero, de vez en cuando me entretengo preparando algún pisto. Hace poco me mandó mi hermana desde Oriente un pequeño jamón y preparé un bisté con jalea de guayaba. También preparo spaghettis de vez en cuando, de distintas formas, inventadas todas por mí; o bien tortilla de queso. ¡Ah! ¡Qué bien me quedan! por supuesto, que el repertorio no se queda ahí. Cuelo también café que me queda muy sabroso”.
“…En cuanto a fumar, en estos días pasados he estado rico: una caja de tabacos H. Upman del doctor Miró Cardona, dos cajas muy buenas de mi hermano Ramón….”.
“Me voy a cenar: spaghettis con calamares, bombones italianos de postre, café acabadito de colar y después un H. Upman #4. ¿No me envidias?”.
“…Me cuidan, me cuidan un poquito entre todos. No le hacen caso a uno, siempre estoy peleando para que no me manden nada. Cuando cojo el sol por la mañana en shorts y siento el aire de mar, me parece que estoy en una playa… ¡Me van a hacer creer que estoy de vacaciones! ¿Qué diría Carlos Marx de semejantes revolucionarios?”.
¿Fidel Castro, como ser humano, tiene más derechos que Orlando Zapata Tamayo como ser humano? ¿Es que existen algunos seres que puedan ser más “humanos” que otros? Castro fue condenado por una tiranía que llegó al poder tras un golpe de estado, Zapata Tamayo por “la democracia más perfecta de todos los tiempos”, al decir del régimen y su banda de plumíferos amaestrados que le hacen el juego por dinero, convicción, idiotez, intereses, chantaje, o por cualquier cosa.
Guillermo “Coco” Fariñas ha subido la parada tras la muerte de Zapata Tamayo: con su huelga de hambre y sed ni siquiera reclama nada para él mismo, sino para veintiséis cubanos prisioneros de conciencia, muy enfermos, que padecen las peores condiciones carcelarias, y que nunca debieron estar en prisión. No es reclamación habitual de supuestos “mercenarios” o “agentes enemigos”. Y lo hace con una perseverancia temeraria, diciendo que no teme a la muerte, y que no desistirá de sus reclamos.
Como señala Fernando García en el periódico español La Vanguardia:
“Todos los dirigentes, grupos y grupúsculos de la oposición interna han pedido a Fariñas que abandone el ayuno. La gran paradoja está en que su negativa a desistir es ahora probablemente, como madera sobre la hoguera que arde desde la muerte de Zapata, el factor principal de una inédita cohesión entre los diversos elementos de una disidencia hasta ahora desunida por diferencias y rencillas, así como por mutuas desconfianzas alentadas por varios precedentes de infiltración desde la seguridad del Estado”.
Cualquiera puede tener opiniones diferentes a las de Fariñas, y esas opiniones también merecen respeto cuando se expresan con respeto. Sin embargo, no es nada fácil respetar opiniones de quienes pretenden burlarse de él, desacreditarlo, calumniarlo, ningunearlo o ignorarlo.
Podría cualquier persona preguntarse si es que Coco Fariñas no piensa en sus hijos, en su familia, en sus amigos. ¿Se ha preguntado alguien si Carlos Manuel de Céspedes, José Martí, Antonio Guiteras, o Che Guevara, pensaron en sus hijos, en su familia, en sus amigos, cuando recurrieron a la violencia como método de lucha? Por sus convicciones ideológicas echaron todo lo demás a un lado, y no deja de admirárseles por eso. ¿Es que lo que vale para unos no vale para Fariñas, que ni siquiera recurre a la violencia más que contra sí mismo? ¿O acaso es que aquellos eran patriotas, pero Fariñas no califica para esa denominación?
¿Es inútil este esfuerzo de Fariñas? Cualquier cosa menos inútil.
¿Cuándo en Cuba antes de esta situación un director de policlínico y varios médicos de la zona habían visitado en diferentes momentos la casa de un disidente enfermo para conocer de su salud y tratarlo profesionalmente?
¿Cuándo en Cuba un funcionario de la embajada de España viaja casi 300 kilómetros de carretera para hablar con un disidente, del tema que sea, cuando hace mucho tiempo que no se recibe a ninguno en sus instalaciones diplomáticas por temor a que el régimen los amoneste?
A pesar del pataleo, las descalificaciones, las calumnias y los insultos del régimen contra todo el que no lo quiera apoyar en esta bochornosa y criminal historia que culminó con la muerte por hambre de un ser humano, el mundo entero ha repudiado la muerte de Orlando Zapata Tamayo y la actitud de la tiranía de más de medio siglo.
Solo han podido sentir el apoyo timorato de un grupito de miserables rancios comunistas en el parlamento europeo, la grosera izquierda intransigente y cerril, varios artistas españoles, y algunos presidentes y políticos latinoamericanos que se han comportado desvergonzadamente. Esos todos, aunque lo diga “Granma”, no representan la “opinión pública”, sino la hez de la sociedad.
Tras la muerte de Orlando Zapata Tamayo, Coco Fariñas ha puesto al régimen en jaque con su empecinada huelga de hambre y sed. La dictadura declara que lo atienden en el hospital “gratuitamente”, como si fuera un favor o una muestra de generosidad. No hay nada especial en ello, nada que agradecer: es lo que siempre han proclamado como un “logro” de eso que llaman “revolución”. La obligación de cualquier médico con ética en cualquier lugar del mundo es atender a los pacientes y hacer todo lo posible por sanarle y evitarle sufrimientos. ¿O es que la salud pública en Cuba, como la universidad o el deporte de alto rendimiento, es solo “para los revolucionarios”?
Por si fuera poco, el ingeniero Félix Bonne Carcassés, ex profesor universitario y co-autor del documento “La Patria es de todos”, que le costó años de prisión junto a Vladimiro Roca, Martha Beatriz Roque y René Gómez Manzano, ha señalado que, en caso de morir Guillermo Fariñas, él asumiría su lugar “hasta el final”.
Tras un entendimiento entre el gobierno español y el régimen, al “Coco” Fariñas le ofrecieron el exilio en España como solución, pero lo declinó con absoluta entereza, dignidad y cortesía, a la vez que pidió que le dieran ese asilo a los veintiséis presos políticos enfermos: eso no estaba en el plan de Zapatero, Moratinos, ni Fidel Castro, cuando el régimen, autorizando el exilio de Fariñas, le regaló al gobierno español la posibilidad de anotarse un punto a su favor, que le hubiera venido de maravillas en su intento de minar la Posición Común europea para aliviar las presiones sobre el régimen.
Extraña conducta de este empecinado huelguista, negándose a renunciar a su martirio aún sabiendo que en Madrid él y su familia serían recibidos con todos los bombos y platillos. Sorprendente conducta de alguien que ha sido tachado como “mercenario” y “delincuente común” por el régimen y sus testaferros. Alguien que, además, cuando ha recibido algún dinero de premios internacionales lo ha donado íntegro a los presos políticos cubanos. Un muy peculiar “mercenario”.
Sí escribí más arriba “Fidel Castro” y no “Raúl Castro” con relación al mejunje con el gobierno español no fue por equivocación, sino porque solamente los despistados de siempre y los “especialistas” de pacotilla pueden creer que un caso como éste, con la enorme trascendencia e impacto internacional que está teniendo, podría quedar fuera de las prerrogativas del Comandante en Jefe, a quien se le consultan, con la empalagosa aprobación de la siempre unánime Asamblea Nacional del Poder Popular, todos los asuntos importantes del país desde que Raúl Castro fue designado presidente de los Consejos de Estado y de Ministros. Un Fidel Castro decrépito y enajenado, pero que interviene en todo lo que él considere oportuno, aunque la Asamblea no lo hubiera autorizado.
Las cosas se han complicado para la tiranía de los Castro. Europa responde airada al régimen y lo condena con una resolución aplastante. Estados Unidos ha condenado a la tiranía, aunque realmente con menos intensidad de lo que merece.
Lech Walesa, Premio Nóbel de la Paz, llama por teléfono al huelguista a su casa para darle apoyo y pedirle que desista de la huelga, sin lograrlo. Mientras que de García Márquez y Saramago, también premios Nóbel, y muy amigos de la tiranía, no se sabe nada, y se mantienen vergonzosamente silentes, otro laureado con el Nóbel, Oscar Arias, presidente de Costa Rica, habla demasiado fuerte y claro denunciando la tiranía, y dice que no le importa si el régimen lo ataca por hacerlo: se siente más comprometido con sus convicciones democráticas que con otros intereses. Mientras tanto, ¿alguien sabe algo de Inzulza, la muy democrática OEA y el Comité de Derechos Humanos de la ONU sobre este tema?
El régimen está muy preocupado con toda la tensión internacional que se creó tras la “evitable” y “cruel” muerte de Zapata Tamayo, condenada en realidad con menos fuerza por el gobierno de Estados Unidos que por Europa , y esta nueva huelga de hambre no prevista por la dictadura resulta combustible sobre el fuego: si Fariñas muere, es un problema para los Castro; pero si no muere, también.
Parece que el régimen hubiera decidido una solución intermedia: mantenerlo hospitalizado el mayor tiempo posible, alimentado por vía parenteral tratando de prevenir la inanición y la deshidratación: en cierto sentido, es también una manera de tenerlo detenido, limitando el acceso de muchas personas y de la prensa internacional o independiente, con la esperanza de que el tema se enfríe y no se hable tanto de Fariñas como en estos momentos. Quizás no le falten los sedantes requeridos para que no hable demasiado, mucho menos con el exterior. Y basta la estancia en cuidados intensivos para justificar, en interés del paciente, la limitación de las visitas.
Habría que ver como responderá Fariñas a esta variante. Por lo pronto, acaba de declarar que en cuanto tenga el alta del hospital regresará a su casa a continuar su huelga de hambre y sed: presagio nada halagüeño para la tiranía. El régimen no se ha atrevido hasta ahora a impedirle recibir llamadas telefónicas del exterior, y el domingo dio entrevistas a agencias noticiosas de España y Argentina. El tema se pone más candente por horas.
La dictadura totalitaria no puede permitirse la muerte del disidente en huelga de hambre y sed sin un altísimo costo político en el plano internacional; sin embargo, el huelguista, vivo aunque débil, pero tenaz a la vez, resulta una presión cada vez más insoportable para la maquinaria castrista, mucho más que una piedra en el zapato. Y ya no pueden desacreditarlo fácilmente como vulgar delincuente común después del escándalo con Zapata Tamayo, y que Fariñas ha dado a conocer su biografía.
La embajada española en La Habana padece de insomnio en estos tiempos. Las visitas al disidente en huelga no logran convencerlo de desistir. El canciller Moratinos está desesperado, porque se le está escapando entre los dedos el proyecto de santificar la tiranía ante la Unión Europea en aras de los muy espurios intereses españoles en Cuba.
Casi todos los gobiernos latinoamericanos mantienen un silencio cómplice, y cuando hablan, como han hecho Lula y Evo Morales, desaprovechan oportunidades maravillosas de haberse quedado callados. El recién electo presidente uruguayo José Mujica se escabulló inteligentemente del tema y no pretendió desprestigiar a los huelguistas, tal vez por el recuerdo de sus catorce años en la cárcel. Está al hablar en cualquier momento Daniel Ortega, en algún receso de sus corruptelas. ¿Recordará la huelga de hambre de su compinche Tomás Borge frente a los Somoza, o se limitará a pretender desacreditar a Zapata y a Fariñas? Se puede apostar por lo segundo: todos los miserables son iguales. Además de absolutamente inmorales, todos resultan incoherentes, tratando desesperadamente de justificar que los “delincuentes comunes” no merecen derechos humanos.
Aún considerando que la huelga de hambre no sea la mejor opción, ¿cómo podemos ser capaces de condenar a Guillermo Fariñas, que con su actitud ha logrado una movilización internacional de colosal y aplastante rechazo al tiránico régimen cubano, lo que no ha logrado en muchos años ni el exilio ni todos los disidentes a la vez? ¿O es que algunos lo atacan precisamente por eso?
No apoyar, como principio, las huelgas de hambre, es una cosa. Pedirle al Coco Fariñas que abandone su temeraria huelga, porque vivo resultaría más útil, es otra. Pero ambas son algo muy distinto a atacarlo, insultarlo o pretender burlarse de él, por las razones que sean y los argumentos que se pretendan utilizar. Además de una cobardía, es inmoral.
Y si mañana Fariñas desistiese de su huelga de hambre, ¿deberíamos condenarlo? ¿Por qué? Ha puesto su vida en peligro voluntariamente, ha retado al castrismo sin temores y hablando muy claramente. Ha puesto al régimen en jaque con su hambre y su sed.
Ya no tendría que morir para que el mundo sepa que la así llamada revolución cubana es una espuria tiranía, con cárceles que aplastan a cubanos dignos, dirigida por un conjunto de ancianos sicópatas, decadentes, mediocres, que no respetan las libertades individuales ni los derechos humanos, incapaces de negociar nada, aferrados a un burdo poder que se les escapa entre las manos, y convencidos de que nada es más importante que el terror, si son ellos quienes lo ejercen.
Tengan en cuenta todos los miserables mercenarios del régimen y sus cómplices que han salido o saldrán a pretender descalificar como ser humano y disidente a Guillermo Coco Fariñas, como pretendieron hacerlo con Orlando Zapata, incluidos “J.M. Álvarez” y todos los que no se atreven a firmar con su nombre y recurren a seudónimos, y los Ubieta Gómez, Jean Guy Allard, Núñez Betancourt, Willy Toledo, Miguel Bosé, Aleida Guevara, y los que aparecerán, que el mundo comienza a comprender quién es de verdad Guillermo Fariñas, y quiénes son esos valerosos disidentes que se enfrentan al régimen totalitario sin temerle ni rendirle pleitesía, frente a múltiples golpizas, detenciones arbitrarias, chantajes, calumnias y presiones.
A continuación se puede leer aquí la autobiografía de Guillermo “Coco” Fariñas, ese supuesto “delincuente común” que el régimen pretende descalificar, que es simplemente un corajudo ser humano, que ha sido “camilito”, militar, dirigente sindical, combatiente internacionalista con tres heridas en combate, psicólogo, periodista independiente, y que tiene al régimen a la defensiva y asustado.
La autobiografía y las fotos (menos la primera) que aparecen a continuación fueron enviadas desde Cuba por Gisela Delgado Sablón, y reproducidas en los blogs “Misceláneas de Cuba” y “Baracutey Cubano”. El lector puede juzgar por sí mismo, no necesita que otros piensen por él.
AUTOBIOGRAFÍA DE GUILLERMO FARIÑAS HERNÁNDEZ
Nací el 3 de enero de 1962, en Santa Clara, antigua provincia de Las Villas. Cursé la primaria en la Escuela “José Antonio Echeverría”, sita en Juan Bruno Zayas y Callejón de las Flores, hasta cuarto grado. El quinto y sexto, los realicé en “Orestes de la Torre”, situado en Paseo de la Paz esquina a Serafín Sánchez.
La Secundaria Básica la realicé en la escuela “José Antonio Echeverría”, en calle Independencia y Juan Bruno Zayas. Al terminar noveno grado continué estudios en la escuela militar “Camilo Cienfuegos”, que en aquel momento estaba en el Km. 7, de la carretera a Camajuaní.
Pertenecí al equipo de baloncesto participando en los “Juegos Escolares”, como defensor y atacador del equipo 11-12 y 15-16 y sustituto de Leonardo “Maravilla” Pérez. Al terminar el 12 grado en 1980, en el segundo semestre, fui movilizado hacia La Habana como precadete para estudiar una carrera del MINFAR en la 5ta División, que comprendía los cadetes que iban a estudiar Inteligencia y Contrainteligencia de Tropas Especiales.
Fui ubicado en la unidad militar de Barbosa, en la Autopista del Mediodía, actual Instituto de Policiología “Capitán Eliseo Reyes”. Formé parte de las Tropas de Apoyo a la Custodia de la Embajada del Perú, del Batallón de Seguridad Personal y Batallón de Seguridad a Sedes Diplomáticas, custodié La Casa Central de las FAR, actual Hotel Comodoro, Batallón de Protección a la Valla de gallos en Managua, frecuentada por generales y comandantes de la Revolución, perteneciente al comandante Guillermo García Frías.
Fui al polígono de entrenamiento de tropas especiales en “El Cacho”, Pinar del Río, con entrenadores chinos, coreanos y vietnamitas. En Noviembre de 1980 partí hacia Angola. Fuimos destacados en el sur en las cercanías de la ciudad de Huambo, en la localidad de Piñeiro, bajo las órdenes del coronel Antonio Enrique Luzón Battle, con 5 batallones de Lucha Antiguerrillera de Tropas Especiales.
Fui asignado al Batallón de Tropas Especiales para formar parte de los Comandos de Demolición Penetración y Sabotaje subordinados directamente al Ministro de las FAR. En estas funciones realicé once incursiones en la retaguardia de la UNITA, en las cuales recibí 5 condecoraciones y 11 diplomas, ocupados por la DSE en la primera prisión en 1995
En las penetraciones recibí dos heridas de bala una en la pierna izquierda y la otra en la columna vertebral, la segunda bala fue amortiguada por los objetos que estaban dentro de la mochila.
Regresé a Cuba en 1981, estuve tres meses de vacaciones. En agosto de 1981, partí hacia la antigua URSS. Allí estuve como cadete en la Academia de Desembarco Aéreo de la ciudad de Tambov, en las cercanías de Moscú 280 Km. Allí con entrenamiento de vietnamitas, coreanos y chinos, además de entrenadores rusos, en una práctica por negligencia del oficial en rasos fui contaminado por un gas neuroparalizante, el cual me produjo crisis de epilepsia y fui evacuado hacia Moscú y al poco tiempo al Hospital Naval de La Habana.
Allí me mantuve ingresado durante varios meses, haciéndome estudios clínicos y finalmente se me dio la baja militar por ser mi enfermedad incompatible con la vida militar. En septiembre de 1983, matriculé en la Facultad de Psicología de la Universidad Central de las Villas. Fui dirigente de la FEU, en la esfera deportiva y en 1986 estuve a punto de ser expulsado, pues el DSE me identificó dentro de un grupo seguidores de Freud y por ser este mismo grupo partidario de la Perestroika y de la Glasnot.
En 1988 me titulé en julio a pesar de haber pasado el SMA. En la vida militar me enviaron como represalia a la provincia de Las Tunas. Como no había presupuesto para los psicólogos me enviaron de regreso para mi provincia, donde abrieron una convocatoria por concurso para profesor de Psicología, en la facultad de ISP “Félix Varela”, pero no se me permitió ejercer como profesor universitario, por no ser confiable políticamente.
Ejercí como Psicólogo Clínico en el policlínico comunitario del municipio Camajuaní “Octavio de la Concepción y de la Pedraja”. De allí fui expulsado en 1989, siendo el Secretario General de Unión Jóvenes Comunista, UJC, por oponerme al fusilamiento del General de División, Arnaldo Ochoa Sánchez. De ahí fui trasladado hacia el Hospital Pediátrico “José Martí” de Sancti Spíritus. Allí cree la Sala de Salud Mental y la Clínica del Adolescente de ese hospital.
En 1991, se me informó por la Dirección Provincial de Salud, en Sancti Spíritus, que a pesar de mis logros científicos, no se me otorgaría casa por no ser confiable políticamente.
Me trasladé hacia Ciudad de La Habana para el Hospital Pediátrico “Pedro Borrás”. Allí en 1993, emplacé al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, ante la prensa extranjera, pidiéndole que se comprometiera ante la misma de que cumpliera su promesa hecha ante los trabajadores de este hospital en reconstrucción, de reabrir el mismo a los seis meses, por lo que Fidel montó en cólera. Por esta acción, los compañeros de trabajo me eligen Secretario General del Sindicato de Trabajadores de la Salud.
En 1995, ante la corrupción de la Directora del hospital y miembro del Comité Central en ese momento, que se apropiaba de las donaciones de la Unión Europea, la denuncié ante la unidad de la PNR de L y Malecón y fui a dar con mis huesos a la cárcel de “Valle Grande” en La Habana por un año y ocho meses. Se me acusó de varias cosas, entre las que estaba la Tenencia Ilegal de Armas de Fuego, todas sin fundamento jurídico.
Después me sentenciaron a 3 años de privación de libertad por un delito de Convicción Moral de los jueces, en 1997, a raíz de mi apoyo a Los Ayunantes en Santa Clara del partido Andrei Sajarov, fui sentenciado a un año y medio de privación de libertad, por lo que realicé un ayuno de alimento sólidos durante esos 18 meses.
Después realice varias huelgas más por diferentes motivos. En el año 2002 fui atacado por el Agente “Félix” de los órganos de la Seguridad del Estado y fui condenado a siete años de privación de libertad, por lo que me planté por 14 meses en una huelga de hambre en la Sala de Penados de Delitos contra la Seguridad del Estado, en el Hospital Militar “Carlos J. Finlay”. Siendo puesto en libertad, con un alto deterioro de mi salud, con Licencia Extrapenal.
Fui uno de los fundadores de la agencia “Cubanacán Press”. La redacción siempre estuvo en mi casa. En el año 2005 cuando su director fundador pasó al exilio, comencé como director de la agencia. En ese mismo año y a raíz del bloqueo del “Ciber Café”, de Santa Clara, por parte de la Seguridad del Estado, a la agencia, me declaré en huelga de hambre en carácter indefinido, hasta que todos los cubanos tuvieran un libre acceso a Internet, desde el 31 de enero hasta el 31 de agosto del 2006.
Por esta protesta recibí los premios anuales de Reporteros sin Fronteras, el Premio Internacional de Derechos Humanos de la ciudad alemana de Weimar, donando los 5000 euros de este último premio para los presos políticos. En mayo del 2009, fundo junto a un grupo de colegas el Foro Cubanacán Press, un blog de noticias, caricaturas, chistes, artículos de opinión y fotos referentes a la Región Central del país.
El 10 de Diciembre del 2009, fundo la organización política Foro Antitotalitario Unido, para el que fui designado su Coordinador General.
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