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Olga Kotelko se calzó unas zapatillas de atletismo por primera vez a los 77 años. Competitiva por genética, no se conformó con dar paseos a ritmo ligero como aconsejan los médicos a personas de su edad. Ella quería correr, correr de verdad. Se convirtió en una máquina de ganar medallas y de destrozar récords en atletismo para personas mayores. Compitió hasta que una hemorragia cerebral la derrotó el pasado martes y falleció a los 95 años.
Más de 500 medallas y 26 récords mundiales son cifras que impresionan. Más aún si se sabe que esos triunfos se cosecharon entre los 77 y 95 años. Y más aún cuando la protagonista no había practicado nunca el atletismo. Porque a Olga Kotelko (Vonda, Canadá, 1919) lo que le gustaba era el béisbol. De joven no le importaba recorrerse varios kilómetros para jugar cuando salía de la escuela y luego volver a casa.
Criada en una granja del interior de Canadá, era la séptima de 11 hijos de un matrimonio de origen ucranio. Desde muy pequeña compaginó la escuela con las tareas domésticas y en su tiempo libre jugaba al softball y béisbol. Se graduó en la escuela para profesores en 1941 y comenzó a enseñar en una escuela de Vonda. Su matrimonio se rompió en 1957, cuando estaba embarazada de su segunda hija. Se mudó con su hermana a la Columbia Británica y se sacó un título universitario mientras criaba a sus vástagos.
La carrera en la enseñanza de Olga continuó hasta 1984, el año de su jubilación. Hasta entonces nunca se planteó la práctica regular de deporte, pero una vez que tuvo tiempo libre retomó el softball. Kotelko jugaba con dedicación pero con sus más de 70 años los reflejos y agilidad empezaban a fallarle en el juego.
A los 77 una compañera de equipo le aconsejó el atletismo en pista y Olga se puso a ello. Contrató los servicios de una entrenadora húngara que le apretó las tuercas, cosa que gustó a la casi octogenaria deportista. Se sometió a interminables y agotadoras sesiones de gimnasio y entrenamiento en pista y sus músculos respondieron de forma asombrosa. Entonces decidió competir.
En los campeonatos de atletismo para gente mayor los veteranos deportistas se dividen en franjas de edad. Hay muchos sexagenarios, septuagenarios y octogenarios. A partir de los 90 los participantes escasean. Olga Kotelko arrasó en cada franja en la que compitió. De hecho, sus marcas a menudo eran mejores que las de atletas más jóvenes.
Además de un ejemplo de longevidad, Olga lo fue también de polivalencia. Podía correr, saltar, lanzar… Así arrasó en categorías atléticas tan dispares como los 100 y 200 metros lisos, salto de altura y longitud o lanzamiento de martillo y jabalina. Y en todas ganaba. Cientos de medallas y 26 récords —gran parte de ellos entre los 90 y 95 años— cuantifican su éxito en el deporte.
El fenómeno de Kotelko avivó el debate sobre los efectos del ejercicio de alta intensidad en los mayores. Cualquier galeno aconsejaría hacer deporte a un octogenario o nonagenario, pero Olga machacaba sus músculos y estos se fortalecieron a la vez que se ralentizó su envejecimiento. La atleta fue objeto de estudio y los expertos concluyeron que su caso era excepcional: sus riñones procesaban las enzimas y subproductos necesarios para que su masa muscular se regenerase después de un ejercicio intenso. Olga podía emplearse a fondo en el deporte porque se recuperaba de manera rápida y eficaz.
La veterana atleta canadiense fue rebajando el ritmo de sus entrenamientos en los últimos años, pero sus resultados siguieron siendo espectaculares. Al margen de los estudios a los que fue sometida, los investigadores obtuvieron una conclusión evidente: su tenacidad y competitividad fueron claves en su exitosa carrera deportiva.
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