La escapatoria era dejarlo todo atrás. De nuevo. Ese batallar por
décadas, por media vida. El español Arturo González Fernández (Asturias,
Trasona, 1905) emigró a Cuba con 14 años. Y le tocó.
De nuevo. La Revolución Cubana, la que él mismo había financiado, le
obligó a partir. Con lo puesto. El primer día de 1959, Fulgencio
Batista, El Hombre, fue derrotado. Cayó su régimen. Y Arturo, quien
apoyó a Castro y los suyos, poco a poco vio lo que deparaba ese cambio.
Expropiaciones justas e injustas, con fusilamientos incluidos. Decidió
regresar. Abandonó tres fincas rústicas y dos urbanas en Vitoria de las
Tunas, además otra finca en La Habana. Se llevó los títulos de propiedad
por lo que sucediera. Siempre quiso volver a por lo suyo: 55 años
después hay una oportunidad. La Sociedad 1898-Compañía de Recuperaciones Patrimoniales en Cuba,
con sede en Barcelona, está buscando en todo el país a las 3.000
familias que retornaron a España. Ya han firmado un acuerdo con esta
organización 57 de ellas.
El inventario del patrimonio que dejaron tan sólo estas últimas es cuantioso: 255 viviendas, 71 solares edificables, 57 terciarios [propiedades dedicadas a los servicios, al comercio, a la industria] y 41 fincas rústicas
[terrenos yernos, parcelas, tabaqueras, pastos, cañaverales]. El fin de
su labor es exigir que Cuba devuelva los bienes o indemnice a los que
escaparon. Cada uno de ellos con una vida de novela. En pleno escándalo
por el relato sobre La Vie Cachée de Fidel Castro (La vida oculta de
Fidel Castro) -donde se relata su vida «a lo Luis XV»» en la Isla- sus
herederos exigen justicia. Reparar la herida.
Arturo dormía en un barracón, en la trastienda de un tío emigrante
como él. Llegó de un pueblo pequeño. Se fue a Cuba en 1919, nació en
1905. Dormía en la misma tienda donde trabajaba con su
pariente lejano. «Era la tierra de las oportunidades... Vendió
periódicos. Limpió zapatos», cuenta a Crónica su hijo, Arturo González
Olmedo, consejero de BYA -grupo Bosch Aymerich-, director de la agencia
de transportes Trota y catedrático de la Escuela de Organización
Industrial.
Ahorraba y ahorraba. Hasta que el dinero le dio para sus primeras
escaramuzas empresariales. «Se estableció... Tenía negocios de
ganadería. Llegó a tener sus propios grandes almacenes.
Estaba ubicado en Las Tunas, ciudad en el oriente [capital de la
provincia del mismo nombre]». El ya exitoso empresario, para los años 50
estaba bien asentado en La Habana. «Poseía una finca de ganado con
1.000 cabezas, negocios inmobiliarios... y era dueño de Almacenes
Cayamas». Esta gran superficie era uno de los focos del comercio de Las
Tunas, una zona geográfica también conocida como el Balcón de Oriente.
Ejemplo mundial
«Se llevó a tres hermanos más y juntos lucharon».
Eran los tiempos en que Almacenes del Encanto, fundados por los
asturianos Pepe y Bernardo Solís, eran ejemplo mundial de cómo
desarrollar un negocio de venta al público. Precisamente uno de sus
gerentes, César Rodríguez González, fue el primer
presidente de El Corte Inglés y tío del fundador, Ramón Areces
Rodríguez. Ellos fueron el espejo en el que se miró Arturo González para
su negocio, los Almacenes Cayamas. Muy especialmente, Ramón Areces.
«Eran muy amigos. Él fue testigo de la boda de mi padre... Ambos eran
emigrantes asturianos y eran una comunidad unida».
Todo iba bien en 1959, cuando tuvo que irse. El balance que figura en
Sociedad 1898 es cuantioso. Tres fincas rústicas y dos urbanas en
Vitoria de las Tunas, más una vivienda en La Habana. Eso sin contar con
lo que tenía dentro, que ya se da por perdido. «Hay unas 3.000 familias
que pueden probar que fueron dueños de propiedades en Cuba. La valoración era de 350 millones de dólares del año 1968.
En 1986, se podría decir que valían 2.991 millones. Es decir, 8.000
millones hoy», calcula González Olmedo. Una estimación de este
economista a tomar en cuenta considerando que, además de ser un gran
conocedor de la realidad cubana, es graduado del MBA por el IESE y
además ha realizado estudios en el INSEAD, en la Universidad de Michigan
y en Columbia.
Lo peor que recuerda era como dejó la isla, su hogar. «Se tuvo hasta que desnudar antes de viajar. Únicamente le permitieron irse con lo puesto y las gafas. Ni el reloj le dejaron llevarse... No es un caso único, hay muchos más».
Uno de 3.000, según estima el informe de la Universidad Creighton
sobre las reclamaciones de propiedad entre Cuba y España, actualizado
hace tres años, que utiliza la Sociedad 1898 como pilar para sustentar
la enorme deuda económica que el Gobierno de los Castro tiene con esos
españoles, con las 3.000 familias de Cuba expropiadas, las que salieron
entre 1959 y 1962, el foco de su actividad. De ellos una buena parte
está en Galicia, Asturias y Cataluña. Sólo entre los gallegos se contarían 600.
Su reclamación esta semana alcanza otras dimensiones cuando se han
hecho públicos nuevos movimientos en -o a favor de- Cuba para liberarlos
de la precariedad económica que padecen sus habitantes.
El lunes se difundió que 40 personalidades firmaron una carta dirigida al presidente de EEUU,
Barack Obama, para que acelere las medidas para la apertura económica
de la isla. Léase, el fin del embargo. Entre ellos nombres de alcurnia
como David Rockefeller, nieto del todopoderoso John D., el magnate
venezonalo-dominicano-español Gustavo A. Cisneros... Y además, como bien
explica el intelectual Moises Naim, también firmante de la carta: «Tres
ex subsecretarios de Estado para el Hemisferio Occidental -Jeff
Davidow, Alexander Watson y Arturo Valenzuela-, dos antiguos
representantes de la sección de intereses de Estados Unidos en La Habana
-incluido Michael Palmry, designado por el republicano George W. Bush- y
el ex comandante supremo aliado de la OTAN y comandante del Comando Sur
estadounidense (SouthCom) almirante James Stavridis». Casi nada. El fin
del embargo y la apertura de la isla tendrían repercusiones mundiales.
Por ende, obviamente, también en Europa. Desde febrero, por ejemplo, la
UE aprobó charlar con Cuba. El primer paso sería mejorar las relaciones
comerciales.
Precedentes
Pero, como en el caso de los países del antiguo bloque soviético, creen desde 1898 que Cuba deberá por fin hablar de compensaciones
o devolución de los bienes confiscados. «La historia y los estudios
confirman que la resolución del conflicto patrimonial será uno de los
principales asuntos que se abordarán, independientemente del tipo de
régimen en que nos encontremos», señalan desde esta organización.
«La historia de la caída de los países comunistas de Europa del Este,
en su tránsito de una economía planificada a una de libre mercado, nos
brinda la oportunidad de entender cómo se solucionó el problema
patrimonial», extractan del informe de la Universidad Creighton. Se cita
la experiencia tras la caída de los regímenes comunistas de República
Checa, Estonia, Letonia, Eslovaquia, Hungría, o la República Democrática
Alemana... En todos los países citados «se promulgaron leyes para su recuperación».
Ésa es la esperanza de las familias españolas que ven las propiedades
de sus familias en fotografías sepia. Una esperanza retratada en
canciones incluso. «Nunca podré morirme, mi corazón no lo tengo aquí./
Allí me está esperando, me está aguardando que vuelva allí./ Cuando salí
de Cuba, dejé mi vida, deje mi amor./ Cuando salí de Cuba, dejé
enterrado mi corazón...», cantaba Luis Aguilé, otro expropiado. A él se le quedaron cuando la Revolución triunfó 14.500 dólares, de los 16.000 que tenía, su disco de oro...
En la carta a Obama aparece uno de los reyes del azúcar mundial,
Andrés Fanjul, miembro de los polémicos Fanjul Brothers, una familia que
dejó gigantes campos de caña en su salida. Eran del grupo de los amos
del principal producto de exportación del país.
Uno de los hombres que vendía el azúcar de Cuba era el reputadísimo Claudio Escarpenter. «Trabajó con Batista y huyó en una misión diplomática
de venta de azúcar», cuenta María Teresa Escarpenter, su hija,
responsable de Ediciones Nowtilus. Es la historia de una saga histórica.
El padre de Claudio llegó a principios del siglo XX. «Con 16 años le
mandaron a hacer fortuna y la hizo». No vio «el largo de la calle por
dos años».
Trabajaba en una ferretería que después compró. «Montó con su familia
una sociedad que se llamaba los Escarpenter Brothers». Tuvo tres hijos.
Los dos varones, Claudio y José Emilio, se mudaron a Cuba. Claudio,
tras graduarse en la universidad en Barcelona. Su éxito académico fue
tal que además «inauguró la cátedra de Economía de Cuba». Llegó a lo más alto en el Banco Nacional de Cuba. «Dio la vuelta al mundo para vender azúcar para el Gobierno».
José Emilio optó por negociar terrenos. El abuelo de María Teresa se
fue primero. Claudio y José Emilio, tras el triunfo de la revolución. «Salimos con cinco maletas».
Para no regresar. Entre sus bienes, dejaron casas y apartamentos en La
Habana, una residencia en Miramar, terrenos de playa y rurales... En
algunas de sus propiedades hay ahora levantados supermercados o están
alquiladas a extranjeros. «Y no éramos los que más teníamos», recuerda
María Ángeles Escarpenter, hija de José Emilio. Tienen la esperanza de
recuperarlo todo.
Nueva ley de inversiones
La necesidad de dinero de Cuba es enorme y puede complicar la misión
de Sociedad 1898, que espera poder alcanzar el sueño de estos exiliados
españoles en una década a lo sumo. Se acaba de aprobar por resolución del Ministerio del Interior
una nueva visa para los extranjeros «que sean propietarios o
arrendatarios de bienes inmobiliarios, así como de sus familiares
extranjeros que lo requieran». Es parte del camino que surge tras la
nueva Ley de Inversiones, promulgada en marzo, que permitía la
adquisición de inmuebles a extranjeros inversionistas. De venderse
bienes que antes fueron expropiados, el lío jurídico sería tremendo para
los reclamantes [y para Sociedad 1898 que sólo cobra si tienen éxito
las reclamaciones: se lleva un 30% de las posibles indemnizaciones].
Ya largo tiempo han esperado. Lorenzo Abascal, empresario, recuerda a
la perfección el lugar donde quedaba la destilería de su familia. «La fábrica y alambique Ron Castillo era vecina de Ron Bacardi y de una cervecería».
Se ubicaba en Santiago de Cuba. La marca Castillo era propiedad de la
familia por parte de su madre, Josefina, quienes también poseían la
destilería Rovira y Compañía. «Nos fuimos porque el que se quedaba podía ir a la cárcel».
Cuando fueron expropiadas todas las empresas de ron, otra de las
exportaciones importantes del país, «el ron Castillo se convirtió en la
alternativa para el consumo de los cubanos, en la marca para consumo
interno». Lorenzo, que reside en Cataluña y con una agenda imposible,
suelta un suspiro mientras recuerda la vida de sus padres. Donde sus
abuelos hicieron fortuna. «Acabaron en Barcelona pensando que en poco
tiempo volverían». Sus herederos esperan cumplir su voluntad.
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