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Carmen /Tres minutos, toda una vida
Por FERNANDO BETHENCOURT
Diosbelys Hurtado, el chico de Oriente, pelea en Gran Canaria por el título de la Organización Mundial de Boxeo en el peso superwélter. El combate será el día tres de septiembre y en juego, para el aspirante cubano de 38 años, hay algo más que el cinturón de campeón y es que la suya es una historia de superación que trasciende lo deportivo para convertirse en un relato homérico. Desde los tres minutos que le faltaron para derrotar al Pernell Whitaker, la crisis de los balseros, la demanda contra Don King, el 11-S, el drama de su exilio o la muerte de sus padres y hermanos. "La crónica de mi vida es la de un boxeador que debió quedar loco o arrastrado por las drogas", describe. En cambio, ahora sueña, con la oportunidad de volver al lugar que por derecho le corresponde, encima de un ring, ante los ojos del mundo para medirse a las principales figuras del cuadrilátero y convertirse en rey de reyes.
Muchos años después, frente a la derecha asesina del campeón Pernell Whitaker, el aspirante cubano Diobelys Hurtado, subido al ring del título mundial, en Atlantic City y ante los ojos del mundo, había de recordar aquella infancia remota en la Sierra del Peladero cuando compartía cama con siete de sus 11 hermanos en una casa tan humilde que cuando la lluvia caía con fuerza lo mejor era ponerse al descubierto.
Era una zona de mosquitos, intrincada en el monte y con la ciudad de Santiago a lo lejos, solo a vista de pájaro. Un pueblo tan pequeño que si no lo nombra él nadie más en el mundo lo hará. A los doce años empezó a boxear de la mano y el puño amable de su hermano Geovanis, componente del equipo nacional. Diobelys le imitaba en los movimientos, mientras caminaba los quince kilómetros diarios que le separaban de la escuela de boxeo más cercana, el de la central azucarera Los Reinaldos. Cuando comenzó a destacar, se ganó un puesto en el internado de la EIDE, un centro de alto rendimiento para deportistas al cobijo del aparato castrista. Estudió la carrera de educación física al tiempo que se labró un futuro esperanzador como uno de los valores más destacados de la célebre cantera cubana, con maestros como Teófilo Stevenson, un nombre con una leyenda a la altura del gran Mohamed Ali.
43 victorias y tres derrotas como profesional. En toda su trayectoria fueron 201 las ocasiones en que se subió a las cuerdas para celebrar, frente a 20 en las que fue él quien besó la lona. Diobelys pronto destacó para convertirse en campeón en cada una de las categorías en las que participó. El chico de Oriente, como le apodaron sus maestros al pertenecer a la zona más al este de la isla caribeña, ganó sus cien primeros combates antes de caer en la número 101. Su primer gran revés llegó cuando su oportunidad para ir a los Juegos Olímpicos se esfumó ante un nombre, el de Julio González, amigo del Estado y al que él previamente había ganado. El púgil cubano no alcanzó las medallas y el oro fue para Óscar de la Hoya. Su primer viaje fuera de la Isla se produce en el año 94, Irlanda del Norte, y se traduce en el título del mundial amateur; el cinturón de los retadores. De ahí viaja a Miami para reeditar el clásico entre Cuba y EE UU, dos mundos en una guerra de pobres contra ricos. Al día siguiente, tras ganar su pelea, dejó la habitación del hotel Marlon donde se hospedaba para desaparecer en las calles de Miami.
"Yo quería ser campeón del mundo y tomé esta decisión como la aventura de mi vida". Los hechos se precipitaron con inercia propia. Esa noche en el célebre hotel de la capital de Florida, un recepcionista natural de Guantánamo le puso en contacto con un púgil amigo, también cubano. Al día siguiente de su huida, con 500 dólares en su bolsillo, pese a que su primera idea era la de trabajar para ayudar a su familia, ya vestía sus guantes nacarados para abrirse camino en una suerte de picotazos de avispa; en busca de la gloria del cuadrilátero. Corría entonces una de las peores crisis en la carencia eterna que ahoga a los cubanos. Todos salían, muchos sin suerte, en la denominada crisis de los balseros. Desde ese momento, su familia toma un papel capital. Él les construye una casa donde antes había una cabaña, pero el gobierno castrista le sancionó de por vida y en trece años no vuelve a pisar la isla. Mientras tanto morían tres de sus hermanos, dos primos, sus abuelos y sus padres. El mal del exiliado le consumió por ello, al tiempo que perseguía su sueño, la dureza de la represión caía como plomo fundido sobre su familia. En el camino, el campeón Pernell Whitaker, el ruso Kostya Tsziu, el nicaragüense Ricardo Mayorga y, finalmente, Randall Bailey. Llegar a la cumbre por la senda más dura. Pero para lograr el título de rey de reyes pagó un precio demasiado elevado.
El sueño robado
El circuito americano le llevó por la fuerza de su talento al día clave en su trayectoria deportiva; Whitaker. En el año 97, Hurtado estaba ya entre los diez primeros del ranking en el peso de superwélter. "Ellos estimaron que yo podía ser un oponente fácil antes de medirse a Óscar de la Hoya", explica el púgil, que a sus 23 años acepta el reto. Diobelys no solo se mantuvo en pie sino que ofreció un recital de golpes, baile y estética transformada en un arma tan letal como certera. En el undécimo toque de campana, todos los jueces le daba una ventaja clara a los puntos. Solo tenía que aguantar y la élite del cuadrilátero daría un vuelco histórico para escribir su nombre entre los grandes. Entonces, a falta de tres minutos para la gloria, a falta de 180 segundos escasos de ser él quién se midiera a De la Hoya con una bolsa de beneficios valorada en siete millones de dólares, el campeón americano le sorprendió con un golpe de izquierda. Whitaker, ante una de las pruebas más difíciles de su carrera, cayó sobre el cubano como un rayo con toda su rabia acumulada y sus ansias de victoria. Diez golpes de derecha sobre su rostro, uno detrás de otro, sin piedad ante la pasividad del árbitro, le hundieron entre las cuerdas. Hurtado, con medio cuerpo en el aire, sintió que el mundo se paraba y su oponente le robaba su triunfo. "Perder esa oportunidad fue muy difícil". Tuvo que volver a levantarse en un ejercicio que con los años convertiría en una rutina de orgullo y pundonor.
Tardó un año en enfrentarse a otro de los grandes del momento; Kostia Tsziu, el poder ruso. La batalla se convirtió en épica, con un primer round que entró directo en los anales de la historia del boxeo. Todo estaba en su contra. Sus manos estaban fracturadas después de que 15 días antes disputara una pelea encarnizada. El combate se celebró en Los Ángeles, en un día muy frío y al aíre libre. Él no se pudo preparar ya que le contrataron con cinco días de antelación. "En realidad nunca debí haber peleado pero era un niño y me engatusaron". Primero cayó Hurtado, después por dos veces el ruso besó la lona. "Me convertí en un peleador muy respetado y cotizado para las televisiones", señala, para añadir: "Me presenté al mundo y de nuevo, aunque perdí, me gradué con honores". Cayó en el sexto round, por cansancio, pero el primero fue elegido como el mejor del año y Hurtado escribió su nombre en el libro de honores como el número 32, en la lista de los mejores asaltos de la historia del boxeo. "Fue una pelea enorme".
Tras esta derrota, unas vez más el púgil se levanta, después de la dura caída, y en 2002 por fin llega su momento de gloria. Tras muchos combates llega a estar clasificado en el primer puesto cuando primero tuvo que demandar al celebre promotor Don King, antes de lograr el título frente a Randall Bailey. Las técnicas abusivas del agente de Mike Tyson, en las que le exigía los derechos de un número de veladas si Hurtado vencía a uno de sus representados, paradójicamente le salvaron de una muerte segura en el atentado más dramático de la historia de los Estados Unidos. El boxeador le denunció y el poderoso le retiró de la pelea, a disputar el día quince de septiembre del año 2001, en la ciudad de Nueva York. El día 11, Hurtado debía partir de San Antonio, hacer una escala y coger el cuarto avión secuestrado: el vuelo número 93 de United Airlines, que cayó, después de un motín, en Pensilvania. "Yo tenía que volar en ese avión pero Don King me había quitado del cartel", explica mientras aún se estremece. "Nos salvamos, yo y mi equipo, fue algo divino". Después de esto ante el agravio sufrido por el agente Hurtado se convirtió en el primer púgil en acogerse a los derechos del boxeador, bajo la denominada Ley de Mohamed Ali. Gana la demanda. De la misma manera venció a Bailey en el round 7, en Puerto Rico y con Sugar Ray Leonard en su esquina, como su promotor, para proclamarse campeón.
Mientras tanto, a pesar de la corona, Diobelys pasaba por su peor momento personal, lastrado por la muerte de sus familiares y con su madre pidiendo su regreso. Perdió el cinturón en la primera de las defensas, contra Vivian Haris, a los pocos meses. La depresión mostró su peor cara y se retiró en el año 2004. Entonces el boxeador se mudó a Gran Canaria, donde encontró un psicólogo y conoció al promotor Chano Plana. En 2006 una llamada de su tierra le anunció la muerte de su madre. El funeral le esperó durante once días eternos hasta que gracias a la mediación del Vaticano y la Cruz Roja, Diobelys logra volver a su tierra para enterrar a su madre. "Ha sido lo más duro que he vivido en mi vida", señala. Tras esto vuelve a competir y se entrena en un gimnasio de Cruce de Arinaga. "Ahora estoy mejor que nunca y dispuesto a volver a pelear con los mejores". El primer capitulo de su nueva vida se escribe en Gran Canaria.
el campeon mundial,regresa by ELCAMPEONMUNDIAL
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