Amanda Mars
La primera y más dura crisis que vivió Kenneth J. Arrow (Nueva York,
1921) fue la Gran Depresión. Tenía ocho años. Al que muchos años
después, en 1972, recibiría el Nobel de Economía se le grabaron en la
memoria las colas de gente esperando una ración de comida. La Gran
Recesión, apunta, ha sido la más dura desde entonces, pero aun así no ha
llegado a temer consecuencias tan dolorosas como aquellas. Pero siempre
hay cosas que escapan al control de cualquier previsión. En la II
Guerra Mundial, cuando sirvió en el departamento de las previsiones
meteorológicas, advirtió de que muchas de ellas no estaban bien, pero
los superiores las reclamaban igualmente. Es algo que, de algún modo,
este viejo catedrático de Stanford ha comprobado a lo largo de su
trayectoria. Todo el mundo necesita pronósticos, escenarios en la
economía. Arrow, padre del teorema de la imposibilidad —esta dice,
grosso modo, que las reglas para la toma de decisiones sociales o
políticas no obedecen estrictamente al criterio de racionalidad— preside
el jurado del Premio BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de
Economía, que hace dos semanas se falló en Madrid.
Pregunta. Durante la II Guerra Mundial, cuando
trabajaba en los servicios meteorológicos, vio lo mal que funcionaban
los pronósticos. En la economía ha visto algo parecido. ¿Un buen
pronóstico es el que acierta? ¿O el que parte de un buen análisis?
Respuesta. Lo que vi entonces es que los pronósticos
tenían muy poco poder de predicción. Pero todo el mundo necesita unas
previsiones: en el Ejército hacían falta para decidir si volaban los
aviones y en la economía las necesitan los empresarios y los Gobiernos.
Otra cosa sería decir qué es lo que se entiende por una buena previsión:
en meteorología un buen pronóstico no es decir si va a llover o no,
sino la probabilidad de que llueva. Esto no es tan obvio como parece.
Algo así tenemos que buscar con temas como el empleo o la producción,
las probabilidades. En la economía veo que hay poca dedicación a la
valoración de los pronósticos, a observar lo bien o mal que han
funcionado. En el Ejército, en cambio, se dedicaba un gran esfuerzo en
echar la vista atrás y comprobar qué tal habían funcionado las
previsiones.
P. ¿Su experiencia allí le sirvió después en sus investigaciones?
R. Son dos ámbitos muy diferentes... Aprendí los
límites intrínsecos que tiene la predictibilidad. Es algo muy complejo,
intervienen muchos factores tanto en el clima como en la economía, pero
se entiende mucho mejor la ciencia subyacente en el clima que en la
economía. Y es mucho más acertado. Cualquier pequeño error en una medida
genera grandes distorsiones. Pero en la economía ni siquiera entendemos
los fundamentos de cómo un consumidor reacciona a los cambios de los
precios o cómo las empresas los modifican… Tenemos teorías, pero es muy
difícil. Cuesta saber incluso lo que ocurre en un momento dado.
P. Usted dijo que las fuerzas internas de la
economía son más fuertes que la acción de los Gobiernos a la hora de
determinar los ciclos económicos.
R. Sí… Lo interesante es cómo las acciones de los
Gobiernos no necesariamente se dirigen en la dirección que se supone que
van dirigidas. Los Gobiernos intervienen para reducir el desempleo o
para reducir los precios y a veces funciona y otras no. La capacidad de
un Gobierno para controlar la economía es limitada. Te podrías preguntar
por ejemplo por qué tenemos esta tremenda tendencia hacia la
desigualdad y es difícil ver qué hizo el Gobierno para que ocurriera...
De acuerdo, bajaron los impuestos a los mayores ingresos o eximieron las
ganancias de capital desde los noventa. Pero, si miras más allá, no es
un factor suficiente para explicar esta enorme brecha, incluso los
conservadores en Estados Unidos han empezado a preocuparse un poco. No
creo que la política del Gobierno sea el principal factor, afecta, pero
no basta.
P. Pero influyen, ¿cómo explicaría si no la diferencia de prosperidad entre países con similares características?
R. Las políticas juegan un papel, pero no se puede
apuntar solo a eso. La depresión de la economía japonesa lleva 20 años y
no veo una explicación para eso. El Gobierno ha intentado estimular la
economía a lo largo de los años, ha habido muchos empleos fomentados por
el Estado, pero no ha bastado. ¿Por qué está siendo tan lenta esta
recuperación, por ejemplo? En todo el mundo, EE UU, Europa, Japón...
Hemos tenido recesiones muy duras, como la de 1981, pero la recuperación
tomó menos de un año. ¿Por qué se recuperó tan rápido entonces?
P. ¿Tiene una respuesta?
R. Cuando tienes una crisis financiera, con los
bancos cayendo y los valores colapsando, tiendes a sufrir una recesión
más larga, eso es algo empírico. Y en los ochenta no hubo ese colapso:
estaba cargando con unos tipos de interés muy altos, pero ahora están
casi en cero y no basta.
P. ¿Qué recuerdos guarda de la Gran Depresión?
R. Yo tenía ocho años, recuerdo mucha pobreza,
incluida la de mi familia. Mi padre perdió su trabajo, había colas de
gente esperando por comida, los bancos iban cayendo… Y las entidades
cerraron durante dos semanas para parar el pánico. La situación política
en Europa era inestable, especialmente en Alemania…
P. ¿Ha llegado a temer una situación de pobreza así por la dureza de la crisis actual?
R. No, los Gobiernos, las autoridades monetarias
harían algo para pararlo. Es complicado, incluso ahora, con muchos
problemas en Europa y la austeridad, que es algo completamente
equivocado, y el Gobierno de EE UU no ha intervenido suficientemente,
pero ha hecho algo. La política monetaria ha sido fuerte, la fiscal no
tanto.
P. El economista al que han premiado, Elhanan
Helpman, dice que su vida cambió cuando leyó el libro de Paul Samuelson.
Usted también dice que fue el mejor de su tiempo.
R. Sí, lo creo. No cubrió todas las áreas de la
economía, ni yo, ni nadie, pero introdujo un gran rigor en las teorías,
explicó muy bien el comercio exterior, dónde el Gobierno debería
intervenir, dónde no y otros conceptos teóricos, influenció a mucha
gente después.
P. ¿Echa usted de menos haber estudiado más algún campo?
R. Sí, me hubiese gustado trabajar mucho más en el
papel del conocimiento en la economía, creo que muchas cosas de la
macroeconomía tienen que ver con el conocimiento. Es una mercancía que
tiene un coste y una utilidad, pero no puedes venderla como cualquier
otro producto, como el aluminio, por ejemplo. Porque es algo que, aunque
yo te lo dé, yo sigo conservándolo. Ese es un problema. Y otra
dificultad es que cuando usas una información da igual en qué escala lo
hagas, es decir, con el mismo diseño puedes construir un coche o un
millón de coches, no te hacen falta dos diseñadores. Y creo que muchas
olas económicas tienen que ver con cambios de creencia… Pero esto no es
una teoría, sino una idea para una teoría.