El bloguero cubano Yusnaby Pérez
colgó esta semana en su cuenta de Instagram la foto de una travesti
cubana, Celia, (José según su identidad administrativa), que representa
el verdadero estado de los derechos de la comunidad lesbiana, gay,
transexual y bisexual (LGBT) en la isla. Cuenta el bloguero en la breve
descripción de la imagen que colgó que la protagonista, Celia, tiene que
sacarse una licencia de payaso para poder trabajar. Esto, a pesar de la
instrumentalización de los gays por parte del régimen para lavarse la
cara, pone en evidencia lo que significa para el castrismo -homófobo en
esencia- que un hombre se vista de mujer: una payasada.
El post de Yusnaby en Instagram. |
Yusnaby no nos aporta más datos de Celia, pero la historia que se
adivina detrás del personaje en la Cuba actual seguro que da mucho de
sí. Sería interesante poder conocer a Celia y a tantos individuos que
viven bajo el sostenido maltrato del injusto sistema cubano. Cuántas
historias se pierde el periodismo cubano. La realidad de esa isla está
“infratratada” por culpa de esa mordaza que el castrismo mantiene
limitando la libre iniciativa de los periodistas. El periodista debe
poder actuar al margen de cualquier organización periodística, cálculo
político o económico y en Cuba eso no es posible.
En paralelo a la interesante nota de Yusnaby, que retrata con más
precisión lo que sería la Cuba real y la verdad de lo que sufren los
ciudadanos de esa Isla -especialmente las minorías-, ha aparecido
publicado en toda la prensa internacional -acompañado con el usual bombo
y platillo que se activa cuando algo “pasa” en Cuba- el primer “No” de
la Asamblea Nacional, durante una votación sobre el Código de Trabajo.
El “No” procedía de una parlamentaria emparentada con la cúpula del
poder en Cuba, la presunta activista en favor de los derechos de los
gays Mariela Castro Espín, hija y sobrina de dictadores. Es una noticia
que, más que un signo de los “nuevos tiempos” que vive el califato
castrista, pondría en evidencia en todo caso la inutilidad del histórica
del parlamento cubano y la de todos sus miembros desde el día en que se
formó bajo las reglas castristas. Este “No” de la pequeña de los Castro
debería avergonzar a todos los diputados cubanos e indignar a
cualquiera. Este “No” pone los pelos de punta.
Un parlamento en el que todo el mundo acata no es más que la
expresión máxima de la dictadura. En una democracia a nuestros
opositores se los defiende a la vez que se los combate. La unidad y el
consenso solo se justifica bajo un pretexto de excepcionalidad que en
Cuba se ha mantenido de forma constante, un chantaje por el que se
entregó la soberanía del país a una organización política que (cables de
Wikileaks dixit) ha actuado como una auténtica trama mafiosa. El
parlamento cubano es la tapadera de una organización que maneja
intereses económicos y políticos sin tener en cuenta el interés general.
Porque si un parlamento trabajara para el interés general, no estaría
todo el pueblo en la miseria, como lo está el de Cuba.
Más sorprendente que el “No” de Mariela es la incapacidad de
asombrarse por una realidad tan obvia y evidente. Si la lectura del “No”
de Mariela es que algo cambia en Cuba y que existen “fisuras”, que se
“avanza hacia la apertura”, el notición será en todo caso la incapacidad
del mundo de asombrarse ante una de las mayores estafas políticas de la
historia. Y todavía peor es que en todo este proceso se acabó por
extirpar de los cubanos ese resorte que permitiría activar la
indignación, lo que conseguiría lanzar el reto al autoritarismo y
presentarle la guerra allá donde merece encontrarla, en sus propias
narices, en las calles. Porque es que no existe otra salida y quien la
vea, que la indique.
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