Dr. Eugenio Yáñez
A medida que se consolida el
neocastrismo y se avanza en las decisiones que va tomando el régimen
con vistas al establecimiento de un post-castrismo como resultado de
una sucesión que en lenguaje moderno se llamaría light, y en
puro cubano “suave, fresca y bajita de sal”, se tornan más complejas
las tareas para todos aquellos que sinceramente buscan una salida al
drama cubano.
Una salida verdadera, que
responda a las necesidades e intereses de la gran mayoría de la
población y no a los de una camarilla corrupta y dictatorial, ni
tampoco los de un puñado de oportunistas gobernantes y hombres de
negocios que ven la democracia y el estado de Derecho solamente a
través de los informes de sus embajadas en La Habana, o de los
reportes de contabilidad de sus negocios y las cuentas bancarias de
sus corporaciones.
Para ellos Cuba es -todavía- un
lugar insoportable para vivir con su familia, pero tal vez sea un
destino agradable para pasarse unos días de arena, sol y playa en
Varadero o Cayo Guillermo, lejos del mundanal ruido y de la chusma
diligente de los “nativos” cubanos.
Esa es la óptica que prevalece
en Europa y Estados Unidos, y en menor escala en América Latina,
mientras que rusos y chinos apuestan a la dictadura habanera pura y
dura con un barniz de “oportunidades económicas”, pero sin
preocuparse demasiado por las formas que al fin y al cabo se
adopten.
Pero las realidades para los
cubanos de a pie, desde el Cabo de San Antonio a la Punta de Maisí,
son muy diferentes: necesidades, escaseces, arbitrariedades,
maltratos, tumultos, desinformación, interminables colas, cortes de
agua y electricidad, derrumbes, desalojos forzosos, adoctrinamiento
permanente, precios oficiales descabellados e inaccesibles,
insalubridad, secretismo, epidemias, hambre, inspectores
deshonestos, promesas falsas del gobierno, indigencia.
Y todo eso mientras los máximos
jerarcas y los militares bien posicionados en la escala de castas
verde-olivo, así como sus familiares y amantes, viven una vida de
abundancia y excesos.
Mientras, para quienes se
atrevan a quejarse, se dediquen a organizar protestas, o agruparse
en cualquier forma no autorizada por el régimen, les caen encima
mítines de repudio, descalificaciones, golpizas, insultos, prisión,
expulsiones del trabajo, acosos, amenazas, detenciones sin
acusaciones ni juicios, fiscales y tribunales venales, policías
corruptos, presiones constantes, mazmorras, incomunicación,
vigilancia paranoica, prohibiciones ilegales, segregaciones
vejatorias y exclusiones caprichosas.
La emergente
sociedad civil en Cuba
En ese entorno tienen que
moverse dentro de Cuba los disidentes, opositores, periodistas
independientes, blogueros, activistas, bibliotecarios
independientes, algunos líderes comunitarios y religiosos, y cuanto
cubano pretenda contribuir al desarrollo de la nación, de una región
o de una pequeña localidad, formando parte de eso que ahora se
insiste en llamar “sociedad civil” -sin que muchos se atrevan a
definir ese concepto seriamente- resistiendo y combatiendo los
caprichos, disposiciones, arbitrariedades y antojos de un régimen
interesado solamente en mantenerse en el poder a toda costa.
En el verdadero concepto de
“sociedad civil” en Cuba no incluyo a los Comités de Defensa de la
Revolución (CDR), Federación de Mujeres Cubanas (FMC), Central de
Trabajadores de Cuba (CTC) o Asociación Nacional de Agricultores
Pequeños (ANAP), como pretende hacer el régimen en los últimos
tiempos de cara a su imagen internacional, porque no es cierto que
esas instituciones, ni ninguna de las “organizaciones de masas” en
un régimen totalitario en cualquier país, sean independientes del
gobierno y puedan y deseen actuar por iniciativa propia sin seguir
las directivas que reciben del partido comunista y de las
autoridades estatales.
Poco a poco se han ido
estableciendo determinadas correlaciones políticas e ideológicas, y
la emergente y verdadera sociedad civil en la Isla, instituciones y
personas que actúan a manera de mediadores o intermediarios entre
los intereses del Estado y los de los cubanos de a pie dentro de
Cuba, y a la vez también con los cubanos en el exterior, que a su
vez actúan o pueden actuar como proyecto de la sociedad civil
interna a medida que cooperan con los compatriotas dentro de nuestra
isla.
En dependencia de esas
afinidades -mucho más pragmáticas que planificadas- se han ido
estableciendo y desarrollando relaciones en el triángulo cubanos
disidentes dentro de Cuba--cubanos contra el régimen en el
exterior--gobiernos democráticos extranjeros, que se comprueba
constantemente por la cantidad de interacciones que se producen
entre ellos, la frecuencia y profundidad de las mismas, así como la
significativa ausencia de otros componentes en esa coalición.
Así, para algunos cubanos en el
exterior -en Miami, pero también en todos los Estados Unidos, así
como en España, Canadá, México, y el resto de Europa y América
Latina- parecería que determinadas agrupaciones contestatarias o
alternativas dentro de Cuba, o algunos de sus líderes, simplemente
no existen, mientras, por el contrario, otros líderes y agrupaciones
aparecen en todas las fotografías que se publican.
Lo mismo sucede con relación a
diferentes gobiernos y partidos políticos extranjeros,
fundamentalmente en Europa y América Latina. Sin entrar a mencionar
nombres de países o de organizaciones alternativas cubanas dentro de
la Isla, lo que a larga podría complicar este análisis, está claro
que determinadas tendencias políticas europeas y latinoamericanas,
que se agrupan internacionalmente en organizaciones que son
calificadas como democratacristianas, socialdemócratas o liberales,
por solamente mencionar algunas, no tienen las más cálidas
relaciones con sus supuestas organizaciones “homólogas” dentro de la
Isla, y en ocasiones esas relaciones llegan a ser casi nulas.
El exilio y
la sociedad civil en Cuba
No estoy señalando causas ni
culpas para ese fenómeno, sino constatando una realidad que en
muchas ocasiones se nos escapa y diluye entre el calor de las
emociones y las tensiones del día a día; hablo de las necesidades de
la supervivencia diaria de estos protagonistas y sus familias dentro
de Cuba, ya que prácticamente ninguno de ellos se pueden considerar
“cuadros políticos profesionales”.
Por consiguiente, cuando no se
pueden superar esas dificultades, se dañan estratégicamente las
posibilidades y las opciones no solamente de las organizaciones
alternativas directamente afectadas, sino en la práctica de todas
las organizaciones de la sociedad civil dentro de Cuba, a la vez que
se limita y cercena la efectividad de todos los factores externos
que pretenden interactuar con los internos dentro de Cuba.
Insisto en que pretender
aferrarnos a nombres en este análisis público resultaría mucho más
dañino que efectivo, pero no se trata de lanzar cortinas de humo ni
nebulosas impenetrables. Cualquiera de los lectores puede revisar
mentalmente cuáles son las organizaciones de cubanos fuera de Cuba
que más se conocen y más aparecen en la información pública, por una
razón o por otra. A la vez, revise el lector cuales son las
organizaciones y los líderes alternativos dentro de Cuba que,
igualmente, más se conocen y más aparecen dentro de Cuba, y con esto
no pretendo evaluar a ninguna organización ni ningún líder, sino
simplemente constatar realidades.
¿Existe correlación en las
relaciones entre las organizaciones de cubanos fuera de Cuba que más
se conocen y las instituciones y líderes dentro de Cuba más
conocidas y mencionadas? O, por el contrario, no siempre se puede
percibir claramente tal correlación e interacciones entre ambos
componentes de esta ecuación.
Si no se perciben porque no
existen estas interrelaciones, es obligado preguntarse el por qué de
este fenómeno tan desafortunado y dañino para la lucha por la
libertad y la democracia en Cuba, que es lo que se supone que debe
movilizar a todos quienes estén involucrados en este proceso de una
manera o de otra.
Hay que preguntarse el porqué,
aunque estén en todo su derecho de hacerlo, determinadas
organizaciones fuera de Cuba se concentran o privilegian a
determinadas organizaciones y líderes de dentro del país, a la vez
que ignoran o ningunean a muchos otros.
Y por qué, a pesar de
determinados apoyos y recursos a favor de algunos y no de otros,
parte de los beneficiados dentro del país no logran elevar su
estatura política o su nivel de aceptación entre los cubanos de a
pie, que aunque es un fenómeno que lamentablemente afecta a
prácticamente todas las organizaciones e instituciones
contestatarias dentro del país, en algunas es mucho más evidente que
en otras, a pesar de los sostenes mediáticos y de recursos desde el
extranjero.
Gobiernos
extranjeros y la sociedad civil en Cuba
Sin embargo, el tiempo pasa y
nos vamos poniendo viejos, como dijera el trovador, pero no cambian
los enfoques con que abordamos estos temas ni mucho menos las
estrategias para superar estas limitaciones, suponiendo que exista
algún tipo de estrategia para algo en muchos de los intérpretes de
este drama cubano que ya dura más de medio siglo y no da muestras de
que vaya a aparecer muy pronto la luz al final del túnel.
Así, a los efectos de las
relaciones con gobiernos e instituciones extranjeras, es casi
absolutamente irrelevante si una agrupación alternativa dentro de
Cuba se considera o es catalogada de liberal, socialdemócrata,
democratacristiana, monárquica, ecologista, o cualquier otra
etiqueta de las tantas que existen en estos momentos en el mundo
político. Porque ese etiquetado no necesariamente significa que
quienes deberían ser aliados naturales en el extranjero lo serían
preferentemente hacia esas organizaciones dentro del país.
Para ampliar lo anterior con un
ejemplo, y solo como ejemplo ilustrativo y nada más, un partido de
corte democrático como el partido de los socialistas en Francia, en
estos momentos en el poder, no necesariamente apoya inequívocamente
ni mantiene relaciones cercanas con algunas instituciones
contestatarias dentro de Cuba que se consideran y se proclaman
socialistas. Y no tiene sentido alegar que se trata de que ese
partido mantenga estrechas relaciones con el régimen, porque no es
el caso.
La realidad es que no existe
suficiente conexión ideológica o lazos de empatía con instituciones
dentro de la Isla que supuestamente se deberían estar moviendo en
las mismas coordenadas socialistas de ese partido, aunque las
diferencias geográficas, culturales y de entorno no posibiliten,
naturalmente, repetir dentro de Cuba estrategias, tácticas y
posiciones programáticas de un partido socialista europeo.
Lo mismo sucede entre países,
sobre todo en Europa. Aunque en sentido general todos se proclaman a
favor de la democracia y el estado de Derecho, las experiencias,
intereses y perspectivas de unos y otros influyen grandemente en la
medida en que llevan a cabo las relaciones con los embriones de la
sociedad civil cubana y con el régimen.
Naciones que vivieron -y
sufrieron- el totalitarismo comunista, como la República Checa o
Polonia, son mucho más sensibles a los dolores y necesidades del
pueblo cubano que otros países que, aunque simpaticen con la causa
de la libertad y la democracia en todas partes del mundo, no
acumulan esas vivencias del totalitarismo en su memoria histórica,
aun que también hayan sufrido en épocas relativamente recientes
extensas e incómodas dictaduras, como España y Portugal.
Los miembros de la Unión
Europea pretenden, según ellos mismos señalan, profundizar más aun
sus relaciones con La Habana, “acompañar” las reformas emprendidas
por la isla y fomentar un mayor respeto por los derechos humanos en
Cuba. Retórica aparte, lo que se intenta desde hace muchos años,
bajo la promoción, primero del gobierno socialista de España, y
ahora del gobierno del Partido Popular, es debilitar la Posición
Común mediante un mecanismo de consulta que conduzca a un hipotético
entendimiento dentro de determinadas normas, con el objetivo de que
la UE pueda salvar la cara y vestir su desnudez ideológica con hojas
de parra, destacando referencias abstractas al respeto de los
derechos humanos en la Isla caribeña o recalcando ilusiones y
supuestos importantes avances en el programa de “actualización” del
régimen.
Holanda es un caso claro de
cómo funcionan estas cosas entre los europeos: nadie pone en duda el
compromiso de ese país y su gobierno con los valores democráticos de
la humanidad. Sin embargo, últimamente se ha mostrado
particularmente activa en la promoción de un todavía impreciso
“acuerdo de diálogo político y cooperación” con La Habana, sin
insistir demasiado en el mantenimiento de la Posición Común aun
vigente en la Unión Europea.
Hasta donde pueden pesar los
intereses económicos holandeses en su política exterior se comprobó
ampliamente hace pocas semanas, cuando el gobierno del Reino de
Holanda cedió a las presiones de Caracas para liberar y devolver a
Venezuela a un corrupto general “bolivariano” en retiro que se
encontraba detenido en Antillas Holandesas a petición de Estados
Unidos, que tramitaba su extradición para juzgarlo por delitos de
narcotráfico.
Posiciones
encontradas en el exilio
Por otra parte, con los cubanos
que se encuentran en el exterior, tanto los que radican en Estados
Unidos -que indudablemente constituyen la abrumadora mayoría de la
diáspora cubana, y dentro de ese universo el área metropolitana de
Miami- como los que radican en otros países europeos, Canadá y
América Latina, a pesar de que existen diversidad de organizaciones,
y por consiguiente también diversidad de posiciones, programas,
estrategias y tácticas, se pueden deslindar con relativa precisión
dos posiciones muy concretas.
Una de ellas, que representa a
la vez la más antigua, masiva y radical, prioriza, en lo que sería
la continuación histórica de la línea tradicional de Miami desde los
primeros momentos, una confrontación sin matices, que defiende la
política de apretar las clavijas al régimen en todo lo posible y sin
concesiones de ningún tipo.
Sin embargo, en los últimos
tiempos, fundamentalmente desde el comienzo de la administración
Obama, un grupo de cubanos de esa línea, a pesar de favorecer una
política fuerte hacia La Habana, no se oponen a los envíos de
remesas ni a las visitas familiares a la Isla, así como tampoco a la
visita a Estados Unidos de familiares cubanos residentes en Cuba.
Aunque tal vez algunos salten
al leer el párrafo anterior que he escrito, téngase en cuenta que
las cifras que se conocen hablan de envíos de remesas y productos
que se mueven en el orden de los miles de millones de dólares
anuales. Tal vez las cantidades que más se manejan podrían requerir
un ajuste o precisión a la baja, dado que los per cápitas
resultantes de esas cifras que se hacen públicas podrían resultar
demasiado elevados, teniendo en cuenta las características laborales
y los ingresos de muchos de los cubanos que envían remesas a sus
familiares o viajan a la Isla a visitarlos, pero como quiera que sea
son números que muestran claramente un masivo interés de cubanos en
Estados Unidos y otras partes del mundo de enviar ayuda a familiares
y amigos en Cuba.
Y si no bastaran las cifras de
remesas y envíos, las cifras de viajeros cubanoamericanos que
visitan la Isla cada año supera ampliamente los cuatrocientos mil, y
se mantiene en aumento, lo que indica también que las posiciones de
“cierre total” y guerra a muerte a todo tipo de relaciones y
acercamiento con la Isla, que defienden los grupos más radicales de
esa línea tradicional de confrontación que hemos mencionado, no se
comparte por cientos de miles de cubanos que envían remesas y
paquetes y viajan a la Isla.
Sin embargo, y es lo más
curioso, muchos de estos que favorecen y realizan los envíos y
visitas familiares se expresan también en contra de acercamientos
políticos con la dictadura, y a favor del embargo y de impedir a
toda costa que La Habana pueda recibir créditos y financiamientos
garantizados por instituciones de Estados Unidos, alegando que al
final del día serían los contribuyentes americanos quienes deberían
cargar con esos gastos, porque los Castro tienen fama de pagar mal,
tarde y corto, si es que pagan en algún momento.
Además de todo lo anterior, en
los últimos tiempos han surgido otras posiciones que aunque no son
nuevas y ya habían existido anteriormente, han ido cobrando fuerza
otra vez recientemente.
Ya se sabe que poderoso
caballero es Don Dinero, y evidentemente Don Dinero está detrás de
estas nuevas estrategias, que encabezan empresarios de origen cubano
que radican en Estados Unidos y que cuentan con capitales
suficientes para poder abrirse camino en la madeja de posiciones y
estrategias hacia el tema cubano que se mueven en el sur de La
Florida. En función de los eventuales beneficios que traerían
aparejados estas estrategias en caso de poder materializarse
exitosamente, la felicidad y el futuro de los cubanos en la Isla es
pecatta minuta vista desde algunas oficinas refrigeradas en
el sur de La Florida.
Cuentan estos señores, a su
vez, con el complemento y la colaboración -voluntaria o
involuntaria, eso no tiene importancia- de un amplio grupo de
entretenidos, despistados y tontos útiles, casi todos cubanos de
nacimiento o descendientes de cubanos, que no se caracterizan
precisamente por sus grandes capitales pero sí por su gran
abyección, que a cambio de ser recibidos en las legaciones del
régimen o permitidos a visitar una que otra vez los cuarteles
habaneros de la dictadura, y de vez en cuando ser obsequiados con un
mojito aguado -la corrupción, ya sabemos-, venden su alma al diablo
diariamente, y si no lo hacen más a menudo es porque no pueden, no
porque no quieran. Aunque no se les deba llamar agentes de
influencia del régimen, pues no existen evidencias en este momento
para demostrarlo, se puede decir con absoluta certeza que son lo que
más se puede parecer a eso.
A ellos se suma un grupo de
norteamericanos, muchos de ellos con posiciones en la academia y los
medios, algunos con un odio visceral y paranoico a al propio país en
que nacieron -aunque disfrutan de la vida en esos mismos Estados
Unidos que insultan y desprecian- y que claman por el levantamiento
del embargo y la liberación de los espías convictos de la Red
Avispa, sin ni siquiera pedirle al régimen de La Habana que permita
a los pescadores vender el producto de su pesca a los cubanos sin
acosos de la policía o los inspectores que someten al pueblo a
carencias y hambre a nombre de sistemas “superiores” de producción,
como serían las ineficientes empresas estatales.
Esos inefables personajes
estadounidenses que forman parte del elenco del extraordinario circo
de las relaciones con el régimen en tiempos del cólera y en pleno
siglo 21, se dedican continua y exclusivamente a buscar resquicios
que permitan realizar y ampliar negocios e inversiones en la isla
con el visto bueno de La Habana, y facilitar espacios que relajen
las tensiones entre la dictadura y Estados Unidos, para beneficio de
los muy poderosos intereses económicos de diferentes magnates de
origen cubano y cubanoamericanos, a los que interesan más las
ganancias que los valores morales y el futuro de todos nuestros
compatriotas.
Están en su derecho a pensar y
actuar así cada vez que lo deseen -¡viva la democracia y God
bless America (Dios bendiga a América)!-, pero eso no significa
que tales posiciones se puedan justificar fácilmente en términos
éticos y morales, ni mucho menos que la historia podrá ser benigna
al evaluarlos.
El mundo
visto desde la sociedad civil cubana
Ahora bien, no olvidemos que si
estos temas son complejos y espinosos vistos desde fuera de Cuba y
con extraordinarios caudales de información pública a disposición
nuestra, cuan difícil debe ser para nuestros compatriotas dentro de
Cuba enterarse de todos estos fenómenos, poder comprender lo que
está sucediendo y cuáles son las posiciones, estrategias y programas
de cada uno de los grupos con los que deben interactuar en un
entorno tan complejo y difícil, y con cuáles establecer las
relaciones más cordiales o las más distantes.
Relaciones y apoyos que tienen
que buscar en el extranjero de manera casi forzada, teniendo en
cuenta que el régimen les niega no solamente posibilidades reales de
intentar subsistir como agrupaciones o instituciones legales en el
país, sino incluso la posibilidad de subsistir como seres humanos y
de trabajar honestamente y ganar el sustento para ellos y sus
familiares. Es sabido, incluso, que las represalias laborales y
económicas no se aplican solamente a todos los miembros de
instituciones de la emergente sociedad civil en la Isla, sino
también a todos sus familiares más cercanos, como cónyuges, padres,
hijos y hermanos, y también hasta a amistades cercanas.
De la misma manera que la
aplastante mayoría de los cubanos acabados de llegar a Estados
Unidos deseando establecer su residencia permanente en este país no
“escogen” su primer trabajo, su primer auto o su primera vivienda,
sino tienen que aferrarse y conformarse con lo que aparezca y puedan
conseguir hasta que se vayan estabilizando las cosas y la situación
mejore, los verdaderos componentes de la emergente sociedad civil
cubana dentro de la Isla establecen relaciones de colaboración para
recibir apoyo moral y material de grupos de exiliados, o de
instituciones y gobiernos extranjeros, primero que todo en la medida
de sus posibilidades reales mucho más que de sus preferencias, y
solo posteriormente buscarán esas relaciones de colaboración con
grupos o instituciones afines a sus políticas, programas y
estrategias.
No quiere decir esto que
cualquier componente de la sociedad civil cubana necesitaría aceptar
ayuda o vincularse a cualquier grupo o institución de dudoso
historial financiero, moral o administrativo, ni se justificaría,
por ejemplo, aceptar dinero de organizaciones terroristas o de
grupos de narcotraficantes alegando simplemente las necesidades de
los grupos o personas dentro del país para justificar pactos con el
diablo que, además de ilegales, serían profundamente inmorales.
Entonces, dentro de las normas
éticas, morales, legales y funcionales que deben presidir todo tipo
de relaciones entre opositores, disidentes, activistas, periodistas
independientes, blogueros y líderes comunitarios y religiosos con
grupos e instituciones en el resto del mundo, sean cubanos o
extranjeros, será necesario definir de la mejor manera posible, por
ambas partes, cuáles serán las reglas del juego y lo que se espera
de cada parte para que de esta manera se pueda reducir el riesgo de
decepciones y frustraciones por la existencia de expectativas que no
se corresponden con las realidades o con las posibilidades reales de
los proyectos, estrategias y programas de colaboración establecidos.
Es cierto que, en todas partes
y todas las épocas, el que paga manda, Sin embargo, aun dentro de
este tan difícil de rebatir precepto fundacional se pueden encontrar
ajustes y acomodos suficientes para hacer la relación llevadera y
aceptable para todas las partes sin humillaciones ni lenguajes
hirientes o que cierren los diálogos, en vez de abrirlos y
facilitarlos.
La crisis con
“Primavera Digital”
Algo de este tipo es la
situación que está viviendo en estos momentos la prestigiosa
publicación independiente cubana “Primavera Digital”, a la que los
patrocinadores suecos parecen querer cortarle el agua y la luz y le
han cambiado los códigos de acceso al servidor que les permite
publicar sus trabajos, a la vez que amenazan con no facilitar ni
posibilitar la continuidad de esta veterana publicación del
periodismo independiente cubano después del año 2014.
Primavera Digital (PD) recibe
fondos de patrocinadores privados suecos a través del Centro
Internacional Demócrata Cristiano de Suecia (KIC en sueco, CIDCS en
español), una Organización No Gubernamental con lazos ideológicos
con el Partido Demócrata Cristiano sueco, que según expresa en su
página de internet, desarrolla sus proyectos en colaboración con sus
asociados de cada país en base a sus necesidades específicas, y en
países con regímenes represivos haciendo énfasis en el apoyo a
medios independientes de comunicación y a los movimientos
demócrata-cristianos.
De manera que el KIC o CIDCS
canalizaría tanto fondos asignados por el presupuesto sueco como
donaciones de “financistas” o instituciones privadas suecas.
“Primavera Digital” no es un movimiento demócrata-cristiano, sino un
medio independiente de comunicación, que por el hecho de funcionar
en un país donde impera un régimen represivo, recibía fondos del
Centro Internacional.
En los últimos tiempos parece
que los “financistas” suecos patrocinadores de Primavera Digital,
según dijo desde La Habana Juan González Febles, director de PD, “empezaron
primero con exigencias de que hacía falta jóvenes en el periódico.
Luego hablaron de cuotas raciales, de cuotas de homosexuales, pero
Primavera Digital es un espacio sin censura para todos los cubanos”.
También han protestado, dijo
González Febles, por la publicación de artículos firmados por Huber
Matos y otros exiliados “porque eran gente vieja”… “Fue
una exigencia que no toleramos”.
Tanto en la redacción como en
el equipo de colaboradores de Primavera Digital, hasta donde se
puede comprobar revisando sus páginas, entre los 108 cubanos
vinculados a la publicación de una u otra manera aparecen mujeres,
personas de piel negra, jóvenes y viejos, es decir, no parece fácil
referirse a exclusiones raciales, de género o edad en el colectivo
de PD. Muchos de ellos también publican en “Cubanet”, prestigioso
sitio digital editado en Miami que publica a numerosos periodistas
independientes de la Isla.
Por la parte sueca, la señora
secretaria general del KIC declaró a Diario de Cuba que Primavera
Digital había mostrado “incomprensión” y “falta de respeto”
en este diferendo. Explicó que el KIC intentó modernizar la
publicación “sin tener respuesta positiva”, agregando que “como
cualquier proyecto nos trazamos metas y si estas no se cumplen
porque consideran innecesario mejorar la calidad, pues se debe
cambiar el rumbo. Implementar procesos para mejorar la calidad y la
capacidad de sus socios es algo que se hace en todas las
organizaciones, empresas y corporaciones del mundo”.
Alegó que KIC intentó capacitar
periodistas y fomentar estructuras internas democráticas y modernas
para PD, “sin tener respuesta positiva”, y aunque señala
haber mantenido “una relación buena” con la publicación, dijo
algo que suena a despedida: “no queremos concluir de esta manera
el proyecto conjunto (…) aunque ellos sabían que siempre ha
habido la intención de traspasar la responsabilidad absoluta del
periódico a la redacción en Cuba, y estábamos considerando todas las
posibilidades para apoyarles a seguir su labor”. Como si ya no
fuera a continuar el apoyo.
Sin necesidad de renunciar a su
línea editorial de análisis y confrontación a la dictadura y
denuncia de arbitrariedades, desmanes, golpizas y abusos contra los
cubanos, esta notoria publicación podría intentar lograr consenso
con los financistas y patrocinadores (que se entiende que son
amigos) suecos, ideando posiciones y posibilitando acciones
creativas que satisfagan a los mecenas suecos sin tener que vender
su alma al diablo ni convertir a Primavera Digital, como dijo con
amargura González Febles, en una publicación de “temas de
jardinería, recetas de cocina o moda”, algo que indudablemente
resultaría muy “irrespetuoso, teniendo en cuenta la situación de
un país con una dictadura”.
Si por alguna absurda razón no
se lograra acercar posiciones y obtener consensos entre Primavera
Digital y los financistas suecos que la han mantenido funcionando
durante tanto tiempo, tanto Juan González Febles como Luis Cino
Álvarez, director y subdirector de la publicación, tendrán que
buscar ayuda en otras partes, mientras continúan manteniendo la
posición de reproducir los trabajos de Primavera Digital en sus
blogs personales Infierno de Palo y Círculo Cínico, respectivamente,
que aunque en el plano formal y visual no alcancen los niveles de
Primavera Digital, garantizan que todos esos contenidos que
definieron a PD como publicación anticastrista seria, responsable y
muy comprometida con la libertad de los cubanos.
Dada la correlación de fuerzas
e intereses existentes en estos momentos, ni muchos europeos, ni
tampoco los aspirantes desde Estados Unidos a convertirse en
protagonistas en el drama cubano en contubernio con los Castro y sus
herederos, serían los más probables para simpatizar preferentemente
con la línea editorial de Primavera Digital y propiciar y
materializar esa ayuda que tanto necesita ese valioso grupo de
periodistas independientes que se mantiene día a día en el combate
periodístico en La Habana.
Los descafeinados personajes de
las estrategias tanto de conciliación y aperturas de un solo lado,
como los de ese peculiar “acompañamiento” anteriormente mencionados,
sin dudas preferirían apoyar, como ya están haciendo, otras
publicaciones y personalidades más “leales”.
Con lo cual va surgiendo una
lamentablemente conclusión: si Primavera Digital no logra el apoyo
de grupos o instituciones fuera de Cuba que apoyen una línea de
enfrentamiento conceptual e ideológico con la dictadura sin llegar a
los extremos cavernícolas del todo o nada, su continuidad más allá
del 2014 está seriamente comprometida y amenazada.
Los cubanos
dentro y fuera de Cuba frente a la crisis con Primavera Digital
Si eso sucede, perdemos todos
los cubanos que favorecemos y deseamos la libertad, la prensa libre
y una democracia en serio para nuestra Patria, aunque no siempre
estemos de acuerdo con todo lo que se publica por parte de los
cubanos ni con la línea editorial de una o de cualquier publicación.
Si eso ocurre y Primavera Digital no puede continuar, ganaría el
régimen. Aunque algunos que pretenden ayudar, y ayudan
generosamente, no logren entenderlo.
En medio de todas estas
circunstancias, es imprescindible evitar a toda costa todo tipo de
confrontaciones tontas entre periodistas independientes, blogueros,
opositores, disidentes y activistas en la isla, independientemente
de los programas políticos, posiciones o simpatías y preferencias
personales de cada uno.
Todo intento enfocado a
combatir a quienes deben ser aliados naturales frente al
totalitarismo que aplasta a los cubanos termina siendo, además de
absurdo, y a la larga criminal, aunque de momento no se entienda, un
regalo que se otorga festinadamente al régimen dictatorial por obra
y gracia de la cortedad de miras o afanes desmedidos de protagonismo
y ego de petimetres y sietemesinos políticos.
De la misma manera que tampoco
resulta útil a alguien más que a la dictadura el silencio cobarde o,
peor aún, cómplice, ni el ninguneo de aquellos a quienes tontamente
se ven como adversarios en vez de como hermanos de lucha.
Tiene que ser una obligación
moral y profesional de todos los periodistas independientes y
blogueros dentro de Cuba, así como de todos los que escribimos y
hablamos en la prensa digital o tradicional en cualquier lugar fuera
de Cuba, declarar claramente y sin ambigüedades nuestra solidaridad
con todos los que dentro de Cuba, sean quienes sean, y nos
simpaticen o no, reciban presiones para publicar criterios basados
en intereses, deseos o políticas ajenas a sus propias convicciones,
independientemente de quiénes pretendan exigírselo o de quiénes
contribuyan a financiar las publicaciones.
Quienes no sean capaces de
hacerlo ya tendrán que venir con cualquier pretexto o justificación
posterior, pero no estaremos ni obligados a creerles ni mucho menos
a decir que lo entendemos.
Naturalmente que en un mundo de
consensos y colaboración siempre se podrán negociar matices
editoriales, formalidades, contenidos y detalles de lo que se
publique o deje de publicar en cualquier medio, mientras que no se
trate de principios elementales que definan nuestra razón de ser,
porque esos nunca podrían ser motivo ni de negociación ni de
comercio.
Llegados determinados extremos,
sería preferible hasta distribuir a mano una prensa libre elaborada
con instrumentos artesanales que tener que depender de puñados de
dólares o de dineros aportados que lo único que vendrían a
representar sería el salario del miedo o el botín de los cobardes.
Porque depender de esos
recursos de esa forma ya no sería periodismo, sino miserias humanas.
Y en este análisis hemos estado hablando todo el tiempo de Primavera
Digital, en ningún momento de “Los Miserables” de Víctor Hugo.
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