miércoles, junio 25, 2014

Cuba: El éxodo interminable [II]

fragmentos del libro "Cuba, El Socialismo y Sus Exodos" de Armando Navarro Vega

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cubanalisis
Armando Navarro Vega
La estampida
Los conocidos como “sucesos de la embajada de Perú” de 1980, considerados como la antesala del éxodo de Mariel, en realidad son el final de una cadena de acontecimientos cuyos inicios se remontan al 13 de Mayo de 1979, cuando un grupo de 12 personas entran por la fuerza en la Embajada de Venezuela en La Habana con la intención de solicitar asilo político, proyectando un autobús contra la puerta de entrada.
El 11 de Junio otro grupo realiza un intento similar en la misma legación, que fue repelido por la policía y que se cerró con el saldo final de un herido por arma de fuego, y el resto de los asaltantes detenidos.
A mediados de Agosto de 1979, un policía de la unidad motorizada de tráfico llamado Ángel Gálvez, que se había ganado la confianza de los custodios de la Embajada de Perú deteniéndose a conversar con ellos entre ronda y ronda, sorprendió a todos dando un pequeño salto que lo colocó en el jardín de la sede, y solicitando a continuación asilo político. El incidente, aunque fue ampliamente divulgado de boca en boca por la población de La Habana, se trató oficialmente con discreción.
Un tercer incidente que involucra a Venezuela se produce el 16 de Enero de 1980, cuando dos hombres tratan de penetrar con un camión en la residencia del embajador. Uno resulta muerto y el otro herido por los disparos de los custodios cubanos.
Ese mismo día otras 12 personas (incluyendo mujeres y niños) penetran en la embajada de Perú en un autobús y solicitan asilo. Ello da paso a una serie de incidentes diplomáticos un tanto rocambolescos. El 21 de Enero el grupo es entregado por el embajador a las autoridades de Cuba sin la autorización de su gobierno. Tras la protesta de este último ante la cancillería cubana, el día 23 el grupo reingresa “clandestinamente” en la sede. Dos días después el gobierno cubano anuncia que no permitirá la salida de ninguna persona que entre por la fuerza en los predios de una misión diplomática acreditada en el país.
A pesar de ello, el 31 de Enero se produce un extraño suceso. Un peruano conocido como “Antúnez”, al parecer un hombre que entraba y salía de Cuba con total naturalidad y de manera frecuente, accede al interior de la legación acompañado por tres cubanos que una vez dentro solicitan asilo político. Antúnez les recrimina su acción y se retira seguidamente. Los diplomáticos peruanos sospechan que lo ocurrido contaba con el apoyo de las autoridades cubanas. El 28 de Marzo otro autobús con tres personas en su interior penetra también en la embajada.
Pero el acontecimiento que finalmente desencadena la crisis ocurre el día 1 de Abril de 1980. En esta ocasión un autobús ocupado por 6 personas logra también penetrar en la embajada. La acción es repelida a tiros por los custodios, y una bala de rebote o el fuego cruzado provoca la muerte del joven suboficial de 27 años Pedro Ortiz Cabrera.
El viernes 4 de Abril el gobierno cubano retira la custodia de la Embajada de Perú, y anuncia por la radio que las puertas de la misma están abiertas para todo aquel que quiera asilarse y salir de Cuba, “independientemente de cuál sea su historial delictivo”.
A primeras horas de ese día unas grúas quitaron las casetas donde los custodios hacían las guardias, y unos obstáculos que se habían colocado en la esquina de 5º Avenida y la calle 72 con el objeto de dificultar la maniobra de acceso por medio de vehículos. En horas de la tarde ya habían entrado unas 300 personas, jóvenes en su mayoría, de manera individual o en grupos pequeños.
Pero es durante la noche y la madrugada donde se produce la verdadera avalancha. Ya son familias enteras con niños y ancianos, gente que viene en coches particulares o del estado y los abandona en los alrededores con las llaves puestas, muchachos del servicio militar que se quitan sus uniformes y distintivos antes de entrar, militantes de la juventud y del partido comunista que tiran sus carnets. En las calles de La Habana se comenta que se han avistado en las carreteras camiones cargados de gente que viene del interior del país para asilarse.
En solo unas horas ingresan a la Embajada de Perú algo más de 10,800 personas, ocupando un área total de unos 2,000 metros cuadrados. Hay gente en el techo de la casa y en los árboles del jardín. Ello provoca un hacinamiento que amenaza con convertirse rápidamente en una crisis sanitaria de grandes proporciones, a lo que se añade la falta de agua y de comida, así como la gran cantidad de personas mayores y de niños con necesidades especiales.
Por ello es casi un milagro que no se produjera una tragedia con numerosos muertos y heridos, a pesar de las escenas de violencia que se filmaron desde el exterior en determinados momentos puntuales, como cuando los miembros del Ministerio del Interior comenzaron a “lanzar” víveres por encima de la verja de manera desorganizada y escasa, con la evidente intención de provocar riñas y altercados, y “demostrarle al mundo la falta de solidaridad y la baja catadura moral” de los asilados.
Ante la gravedad de la situación, el 6 de Abril el gobierno cubano restituye la custodia de la sede diplomática para impedir la entrada de nuevos refugiados, y bloquea las calles aledañas. En los días siguientes se inicia un reparto discrecional y deliberadamente insuficiente de comida y agua, y se instalan unas carpas de la Cruz Roja para atender urgencias médicas. Comienza un llamamiento por megafonía a los asilados para que abandonen la embajada con la promesa de que se les otorgará un salvoconducto que les permitirá permanecer en libertad hasta que se tramite su traslado a algún país que los quiera recibir.
El día 16 se inicia un efímero puente aéreo entre La Habana y Costa Rica, que concluye por la negativa por parte del gobierno cubano de permitir las salidas de los asilados por un tercer país, exigiendo que las mismas se produzcan en vuelos directos hacia los países de acogida o destino final. Varios cientos saldrían de Cuba en los días y meses siguientes por avión hacia diferentes destinos como Estados Unidos, España, Costa Rica, Ecuador, Panamá, Canadá, Alemania Occidental, Bélgica y Perú, y el resto por el Puente Marítimo del Mariel. El último en salir sería el policía Ángel Gálvez, ocho años después.
Mariel
La noche del sábado 24 de Febrero de 1990 coincidí en una fiesta particular en La Habana con un locuaz funcionario del Departamento América del Comité Central. La conversación giró en torno a las elecciones nicaragüenses que tendrían lugar al día siguiente. Según él, el Comandante estaba indignado con el gobierno sandinista, porque toda la información de inteligencia apuntaba a una más que probable derrota frente a la “Unión Nacional Opositora” (UNO) liderada por Violeta Barrios, viuda de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, periodista y destacado líder de la oposición al dictador Anastasio Somoza, por lo que había un riesgo cierto de perder en las urnas lo que se había ganado con las armas once años antes. Según este individuo, se sabía incluso que miembros del Frente Sandinista tenían intención de votar por la UNO, aunque por supuesto este no era para nada el discurso oficial en Cuba.
En algún momento de la conversación salió a relucir el Mariel y la embajada de Perú, a modo de ejemplo de cómo se pueden torcer las cosas a pesar de contar con una cuidadosa planificación. Me contó que la crisis migratoria de 1980 se preparó concienzudamente, y que existían dos escenarios operativos con los indicativos “INCA I” e “INCA II”, en clara referencia al país elegido para desatar la crisis diplomática previa, en virtud de criterios locales y regionales de coyuntura política.
La tesis de la fabricación de la crisis en la embajada de Perú la avala el propio Fidel Castro como un ajuste de cuentas dentro del más puro estilo mafioso en el discurso pronunciado el 1 de Mayo de 1980, aunque presenta este hecho como una “provocación” orquestada (no faltaba más) por la CIA y el gobierno de los Estados Unidos:
Todo el mundo sabe que el imperialismo quería afectar las relaciones entre Cuba y Venezuela y Cuba y Perú, desde hace mucho tiempo viene con esa idea maquinando cosas.
 
No podemos olvidar que en el Perú fue la Marina de ese país -la Marina de ese país, y lo sabemos, creo que no se atrevan a discutirlo-, ¡la Marina de ese país!, agentes a sus órdenes, los que hundieron nuestros dos barcos pesqueros, Río Jobabo y Río Damují. [1] Una increíble provocación. Pero, además, tampoco podemos olvidar cómo el convenio de pesca existente entre Cuba y Perú, que llevaba tiempo, que funcionaba perfectamente bien, que era útil, muy útil para los peruanos, pues ayudaba a producir alimentos para los peruanos y ayudaba también a producir alimentos para nosotros, fue cancelado unilateralmente… No podemos olvidar cómo el Gobierno de Perú incumplió el contrato de la construcción de 20 barcos atuneros que concertamos con ellos, en relación con lo cual nuestro país se gastó por otro lado decenas de millones de dólares en una planta de procesar pescado; y, sin embargo, ni siquiera fue cumplido el contrato, no fueron construidos los atuneros, y nos quedamos nosotros con la planta procesadora y sin los atuneros.
 
Aquellos polvos, ¡y otros polvos!, trajeron estos lodos, y aquellos vientecitos trajeron estas tempestades.... detrás de los barcos hundidos en el Perú, detrás de las cancelaciones de los convenios pesqueros, detrás del incumplimiento del contrato de construcción de los 20 atuneros, detrás de todo eso y detrás de todas estas provocaciones está la CIA.
Más adelante declara abiertamente con relación a la retirada de la custodia de la embajada:
Nosotros sabíamos que cuando se retirara la custodia, tan pronto el lumpen supiera que no había custodia se llenaba la embajada de lumpen. Y así ocurrió exactamente. Podría decirse que el lumpen hizo lo que se esperaba que hiciera.
 
Bien, hubo que restablecer una custodia provisional, porque la custodia en esa embajada es provisional. Quiero advertirlo, ya que está por resolver el problema todavía de qué se hace con los que penetren por la fuerza en una embajada (ALGUIEN GRITA: "¡Retirarle la custodia!") Ahora no tiene mucha importancia retirarla, porque le hemos retirado la custodia a la Península de la Florida, que es mucho más grande (APLAUSOS). Hemos tenido que quitar la custodia a la Península de la Florida, tienen un camino más fácil para ir a Estados Unidos (APLAUSOS).
Retomando el hilo de la conversación, me dijo que lo que nunca se previó fue la desbordante afluencia de personas ni la velocidad con la que se precipitaron los acontecimientos, por lo que sólo la rapidez de reflejos y la “acertada dirección del Comandante” posibilitaron una vez más convertir un probable revés “en una nueva y contundente victoria”.
En aquel entonces yo ignoraba hasta qué punto aquel individuo me había transmitido una información veraz, de manera total o parcial, producto de una imprudencia alcohólica, haciendo gala de una impúdica demostración de poder, o por el deseo de impresionar a una exuberante dama que nos acompañaba, de proporciones anatómicas imposibles y memorables.
Desde luego, los resultados electorales del siguiente día se comportaron según su predicción. Y muchos años después pude ver una entrevista con el ex capitán Carlos Cajaraville, desertor de los servicios de contrainteligencia cubanos desde 1995, en la que confirmaba que “Inca I” era la Embajada de Perú, e “Inca II” era el Puerto del Mariel, y que toda la operación fue dirigida personalmente por Fidel Castro desde un puesto de mando ubicado en el Hotel Tritón, en 3º Avenida y calle 74, muy cerca de la legación peruana.
  
Sin duda estos sucesos pudieron desestabilizar seriamente al régimen o terminar en tragedia. Quiero decir, en una tragedia mayor si cabe. Más allá de los triunfalismos oficiales, lo cierto es que para muchos dentro y fuera de Cuba estos acontecimientos marcaron el inicio de su desafección con la revolución.
Creo sinceramente que Fidel Castro también se sorprendió con la estampida. Nadie en Cuba estaba preparado para una demostración pública de rechazo a la revolución de tal magnitud. El día 10 de Abril el Comandante se presentó en los aledaños de la embajada para evaluar personalmente la situación.
Cuentan testigos presenciales que durante unos minutos permaneció de pié al otro lado de la zona de seguridad establecida, observando (en algún momento con binoculares) a la muchedumbre allí reunida, en medio de un profundo silencio. De ser cierto, es una pena que esa escena no haya sido grabada para la posteridad, porque sería un inestimable testimonio de la esencia del totalitarismo: nadie es capaz de articular palabra ante la presencia del poder absoluto, ni siquiera en el supremo instante del desafío.
La respuesta por parte de Fidel Castro fue contundente, y se estructuró en torno a tres ejes fundamentales:
Redireccionar el problema hacia los Estados Unidos, amplificarlo y generar una crisis sin precedentes, logrando a posteriori un nuevo acuerdo migratorio.
Desacreditar, difamar y deshumanizar a todo aquel que quisiera salir de Cuba, y al propio tiempo “demostrar” un “apoyo mayoritario y decidido” del pueblo a la revolución a través de una campaña orquestada en los medios de comunicación nacionales e internacionales.
Castigar brutalmente con los llamados “Actos de Repudio” a todos los que solicitaran oficialmente su salida del país, estuviesen o no vinculados a los hechos de la embajada de Perú, y disuadir con ello a quienes pudiesen albergar la intención de seguirlos.
Los asilados enviaron una solicitud de ayuda a mandatarios y organismos internacionales, entre ellos al Papa Juan Pablo II y al Presidente Carter, que junto a las gestiones diplomáticas desarrolladas por el gobierno peruano logran una respuesta inmediata de casi una decena de países, como ya se comentó.
Los ministros de exteriores de las naciones pertenecientes al Pacto Andino se reunieron en Perú en una sesión de emergencia para tratar el tema de los refugiados y su posible localización posterior. El entonces Secretario General de la ONU, Kurt Waldheim, pidió al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados que estuviese preparado para proveer ayuda a los países receptores.
La crisis se estaba internacionalizando rápidamente, pero la decisión “estratégica” de convertirla en un nuevo episodio del enfrentamiento bilateral entre Cuba y los Estados Unidos estaba en la génesis de toda la operación. En rigor, solo se trataba de una situación táctica más. 
Como evidencia de lo anterior, casi un mes antes de que se desencadenaran los hechos de la embajada peruana, Fidel Castro lanzaba esta advertencia al gobierno norteamericano durante la clausura del Tercer Congreso de la Federación de Mujeres Cubanas, en el teatro "Carlos Marx", el 8 de marzo de 1980:

“Esperamos, igualmente, que (los norteamericanos) adopten medidas para no estimular las salidas ilegales del país; porque nosotros entonces podríamos también tomar nuestras medidas. Ya una vez lo hicimos; porque no vamos a estar tomando nosotros medidas contra los que pretenden salir ilegalmente del país, y ellos estimulando la salida ilegal del país.....ya en una ocasión tuvimos que abrir el puerto de Camarioca. Y nos parece una prueba de la falta de madurez del Gobierno de Estados Unidos volver a crear situaciones similares; porque, en definitiva, nosotros mantenemos el principio de que esta asociación revolucionaria es una asociación voluntaria, ¡voluntaria! (APLAUSOS) La lucha por el socialismo y la lucha por el comunismo es una lucha voluntaria; ese fue, es y ha sido nuestro principio”.
Desde el punto de vista interno, las “condiciones objetivas y subjetivas” eran evidentemente propicias (apremiantes más bien) para producir una crisis migratoria que contribuyese a disminuir la “presión de la caldera”, acumulada desde la finalización de los Vuelos de la Libertad siete años atrás. Desde el punto de vista externo, era necesario generar una dinámica en el exilio de Miami que favoreciera un éxodo marítimo similar (aunque a una escala mayor) al de Camarioca en 1965, apelando a la desesperación de las familias por reunificarse.
Y aquí hace su entrada en escena un personaje como mínimo peculiar, José Napoleón Vilaboa de Llerena, al parecer un “todo terreno” con este extenso curriculum:
·         Miembro del Movimiento 26 de Julio hasta su pronta salida de Cuba después del triunfo de la revolución,
·         Veterano de la Brigada 2506 que protagonizó la Invasión de Playa Girón (Bahía de Cochinos) en Abril de 1961,
·         Veterano del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos de América en el que sirvió entre 1963 y 1965,
·         Jefe de Operaciones de un rocambolesco complot urdido con el connotado pandillero y esbirro del dictador Fulgencio Batista, Rolando Masferrer, para derrocar al tirano François “Papa Doc” Duvalier, imponer un presidente afín y utilizar Haití como base para invadir Cuba, del cual se retiró muy oportunamente en Noviembre de 1966, “casualmente” dos meses antes de que los federales apresaran a todos los complotados.
·         Agente de la Dirección General de Inteligencia cubana (DGI) según su propia confesión en una entrevista concedida a Liz Balmaseda, publicada con el título “Exile: I was mastermind of Mariel” (“Exilio: Yo fui el autor intelectual del Mariel”), el 31 de Julio de 1989  en “The Miami Herald”.
 
En ocasión del treinta aniversario de aquellos hechos, El Nuevo Herald publicó el 16 de Mayo de 2010 un artículo de Juan O. Tamayo titulado “El Padre del éxodo del Mariel no se arrepiente”, en el que Napoleón Vilaboa sostiene la peregrina tesis de que la idea del puente marítimo entre Cuba y la Florida fue suya y no de Fidel Castro, además de negar como ya lo ha hecho repetidamente su vinculación con la inteligencia cubana, y de proclamar que conspiró con el General Arnaldo Ochoa para derrocar a Fidel Castro (un verdadero insulto a la inteligencia de Ochoa).
Vilaboa afirma que se encontraba en La Habana a principios de Abril de 1980 participando en una ronda de conversaciones con el gobierno cubano como miembro del “Grupo de los 75”, el mismo que negoció la salida de presos políticos y las visitas de la Comunidad Cubana en el exterior en 1978.
Según su versión, fue allí y a raíz de los sucesos de la embajada de Perú, que concibió la idea de organizar “una salida masiva por mar”, un nuevo Camarioca, siempre que por cada asilado los exiliados cubanos pudieran rescatar también a algún familiar suyo a modo de estímulo. Le expuso la iniciativa a su “amigo” René Rodríguez Cruz, miembro del Comité Central del PCC y Presidente del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP) y, siempre según su versión, el mismísimo Comandante en Jefe, haciendo gala de su proverbial humildad (el sarcasmo es mío) fue a visitarlo con posterioridad a su hotel para que le contara su idea, prometiéndole valorar la opción.
Y la respuesta llegó dos o tres días después estando ya en Miami, por boca del Coronel del Ministerio del Interior Tony de la Guardia, quién le transmitió el siguiente mensaje: “El Número Uno dijo que sí, que todo sería a través del Mariel”.
Si fuese una película, el coronel cubano se retiraría después de transmitir el mensaje caminando hacia atrás, sin darle la espalda, con la cabeza ligeramente inclinada en una discreta señal de respeto; se escucharían los acordes de “Chariots of Fire” de Vangelis, mientras un primerísimo plano de Vilaboa mostraría su escrutadora mirada proyectada hacia el futuro luminoso, representado por el horizonte reflejado en sus pupilas, y aparecería la palabra “Fin”... de la sarta de mentiras burdas e increíbles contadas por este señor.
En cualquier caso, lo que sí es cierto es que el 11 de Abril Vilaboa se dio a la tarea de convocar a través de las emisoras de radio locales a los cubanos para concentrarse en embarcaciones mayores de 20 pies (unos seis metros) de eslora en los límites de las aguas jurisdiccionales de Cuba, con el objeto declarado de “presionar” al gobierno de Castro en materia de inmigración y apoyar a los asilados de la embajada, con el concurso de los medios de comunicación internacionales.
De esta forma Vilaboa se convierte en el instrumento de agitación y movilización del exilio, en el brazo ejecutor de los planes del Comandante, y en el altavoz de las mentiras del régimen a través de los años. [2] Cuando La Habana comunica oficialmente el 20 de Abril que todo aquel que quisiera irse del país podía hacerlo, ya Vilaboa había puesto proa a Cuba acompañado por decenas de barcos.
Se daba inicio así a la “Flotilla de la Libertad”. La tranquila e industriosa población de Mariel, conocida hasta entonces por su magnífico puerto, su fábrica de cemento y su Academia Naval, se convertiría en 1980 en protagonista involuntaria del mayor éxodo masivo de la historia de Cuba, y seguramente uno de los mayores del hemisferio occidental en el pasado siglo.
Oshún al encuentro de Yemayá, con el auspicio de Jimmy Carter
Según los ritos afrocubanos procedentes de la religión yoruba, cada Orisha o deidad tiene su patakí, una leyenda o avatar que define sus dones y atributos, y que ayuda a esclarecer sus oráculos.
Oshún (Orisha Mayor) se representa como una mulata bella, alegre, simpática y fiestera, diosa de la femineidad, la sensualidad y el amor, de la miel, el oro y el dinero. Cuida del fuego del hogar y del vientre de las mujeres. Es la mujer de Shangó (Orisha de la justicia, la danza, los truenos, los rayos y el fuego) e íntima amiga de Elegguá, un “guerrero” que la protege.
Cuenta la leyenda que a Oshún le gustaba pasearse por el monte y jugar con los animales, que la respetaban y no le hacían daño. Oggún (Orisha de la fortaleza y la virilidad descomunal en el ser humano, dueño del monte junto con Oshosi y de los caminos junto con Elegguá) la vio pasar, y prendado de su belleza la persiguió para poseerla.
Oshún, que amaba a Shangó, huyó a través del monte y al llegar al río se arrojó a él, siendo arrastrada por la corriente hasta el mar. Y aquí se tropezó con la poderosa Yemayá, diosa de las aguas, madre universal por ser la dueña del mar, origen de la vida. Yemayá le brindó protección, le regaló el río para que viviera en él y la cubrió de joyas, corales y riquezas para alegrarla, permaneciendo muy unidas desde entonces.
No estoy al tanto de la vida espiritual del señor Vilaboa ni de sus creencias, pero el nombre del barco desde el que capitaneó la flotilla era “Oshún”. Y también, como Oshún, fue al encuentro del mar desde un río, el Miami River, que desemboca en Biscayne Bay.
Evidentemente de manera consciente o inconsciente hay una carga simbólica, porque además Oshún se sincretiza en la religión cristiana con la Virgen de la Caridad del Cobre, la Patrona de Cuba, y Yemayá con la Virgen de Regla, Patrona de la Bahía.
Más allá de la intención, la alegoría es perfecta: “Con la intercesión de la Caridad del Cobre, los cubanos navegan hacia la libertad sobre el maternal regazo de espuma de la Virgen de Regla”.
Presagios y símbolos aparte, el 21 de Abril llegan a Key West los primeros 48 refugiados a bordo de los pesqueros “Dos Hermanos” y “Blanche III”. El martes 22 el periódico “Granma” inicia una nueva sección en primera plana con el título “Noticias del Mariel”, en la que se ofrece un parte diario de la cantidad de exiliados. Este fue el primero:
Ayer por la mañana salieron del puerto del Mariel hacia Estados Unidos dos embarcaciones que, procedentes de la Florida, recogieron 48 elementos antisociales. Hoy saldrán 11 embarcaciones de la misma procedencia que trasladarán a ese país más de trescientos”. ¡Un buen ritmo!
Comienza el juego del gato y el ratón. En contra de lo que cualquiera pudiese inferir a priori de esta expresión, el gato es Cuba, y el ratón los Estados Unidos. Desde la perspectiva de lo que luego ocurrió, y por su previsibilidad, la candidez con la que el presidente Carter anuncia el 14 de Abril que “recibirá hasta 3,500 cubanos de la embajada de Perú” inspira ternura. O la sospecha paranoica de una conspiración.
Carter, individualmente, pudiera ser tonto o agente soviético. Incluso ambas cosas. Pero no es posible que tantos datos, tantas evidencias pueriles de lo que se estaba cociendo, tantos avisos verbales y directos de Fidel Castro en persona pasaran inadvertidas para cientos de asesores informados, sesudos analistas, politólogos eminentes, perspicaces cubanólogos, avezados espías, experimentados agentes de seguridad nacional y decenas de congresistas republicanos y demócratas. Sobre todo demócratas, porque lo que Carter ponía en peligro era la reelección, suficientemente amenazada ya por la vergonzosa crisis de los rehenes en Irán, y por toda la batería de torpezas cometidas, algunas rayanas en la traición, como los acuerdos SALT II firmados con la U.R.S.S. para limitar el número y el tipo de misiles intercontinentales, que en el contexto geoestratégico de aquel momento fueron muy favorables para los soviéticos.
  
Fidel Castro ya podía respirar tranquilo, mientras que la Guardia Costera norteamericana daba la voz de alarma. Lo que en un principio eran algunas decenas de embarcaciones, se convierte en un denso tráfico en el Estrecho de la Florida de miles de barcos, así como de decenas de miles de personas en condiciones precarias de seguridad.
En el informe del entonces Contraalmirante Benedit L. Stabile, al mando del Séptimo Distrito de la Guardia Costera de los Estados Unidos,[3] se puede apreciar la inquietante progresión de los acontecimientos.
El día 22 desembarcó un grupo de 280 refugiados que fueron transportados en un barco de pesca y en dos embarcaciones privadas, seguido por otro grupo de 68 en otro pesquero. Las unidades aéreas de la Guardia Costera avistan alrededor de 50 embarcaciones al sur de Key West, y una cantidad similar entre Miami y Fowey Rocks, al sureste de Key Biscayne.
El día 24 llegaron procedentes de Cuba otros 11 barcos con 700 refugiados, mientras una oleada de entre 1,000 y 1,200 embarcaciones (en su mayoría pequeños yates de recreo) se dirigían hacia la isla. En escasamente ocho días, entre el 22 y el 30 de Abril, ya habían arribado a Estados Unidos 6,333 personas, más del doble de todas las que llegaron durante el éxodo de Camarioca.
       
Desde el día 23 el Consejo Nacional de Seguridad comenzó a establecer la coordinación entre distintas agencias gubernamentales, y 72 horas más tarde el vicepresidente Walter Mondale convocó reuniones con el mismo objetivo en la Casa Blanca. La “Crisis de los Refugiados” ya había dejado de ser definitivamente un foreing affair para convertirse en una crisis interna.
El Departamento de Estado solicitó la ayuda de los líderes y personas influyentes de la comunidad cubana para intentar detener el puente marítimo, advirtiendo al mismo tiempo que la entrada de extranjeros ilegales al territorio norteamericano era un gravísimo delito claramente tipificado y fuertemente castigado. De hecho el Servicio de Aduanas realizó las primeras incautaciones de barcos el día 28 de Abril, pero debido a la fuerte tensión existente en Key West se detuvo el procedimiento por recomendación expresa de la Agencia Federal de Manejo de Emergencias (conocida como FEMA por sus siglas en inglés) que comenzó a gestionar a partir de entonces la llegada de los refugiados.
La Guardia Costera estaba completamente desbordada por las llamadas de auxilio de decenas de embarcaciones en peligro de naufragar. Eran muchas las causas concurrentes, desde las características totalmente inadecuadas de muchas de ellas para realizar una travesía de esa magnitud, la impericia de improvisados patrones que se lanzaban a la aventura más allá de toda prudencia, impelidos por el deseo de rescatar a sus familiares o por el afán de lucro,[4] la sobrecarga humana que las autoridades cubanas obligaban a aceptar a los capitanes bajo amenazas de todo tipo,[5] o las condiciones meteorológicas adversas que se sucedieron por aquellos días.
Recuerdo un intenso oleaje que se desató repentinamente, una especie de mar de fondo. No puedo precisar la fecha aunque probablemente se trate del 27 de Abril, porque ese día se reportó una fuerte tormenta en el Estrecho de la Florida. Yo estaba junto a un grupo de curiosos en la zona del Malecón habanero conocida como “La Punta”, justo a la entrada de la bahía, observando a un pequeño yate de color blanco que se dirigía hacia allí, con una bandera norteamericana ondeando en la popa. La maniobra era muy peligrosa, porque un tren de olas podía destrozarlo contra los arrecifes a uno u otro lado de la bocana del puerto. El yate desaparecía en medio del mar durante unos angustiosos segundos, y reaparecía solo para volver a hundirse entre las olas instantes después, mientras algún tripulante disparaba bengalas que parecían salir del fondo de las aguas. Felizmente, luego de una ardua lucha, logró acceder al canal y ponerse a buen recaudo. En ese momento el grupo estalló en aplausos y vítores.
También recuerdo que fue la primera vez en muchos años que escuché a alguien en Cuba rezando públicamente. Una mujer relativamente joven comenzó a rezar el Padre Nuestro y el Ave María en voz alta, y a ella se unieron otras dos o tres personas que continuaron haciéndolo hasta que el yate estuvo a salvo, mientras el resto guardaba un silencio expectante.
El 7 de Mayo el FEMA le asigna la misión al ejército de proveer personal militar entrenado, recursos y equipamiento para apoyar la recepción, el procesamiento y posterior reubicación de los refugiados tanto en la Florida como en otras áreas de los Estados Unidos.
En esos momentos ya está operando como centro de recepción la base Eglin de la Fuerza Aérea en la Florida, y comenzaría de inmediato a desarrollar las mismas funciones Fort Chaffee, otra base ubicada en Arkansas.
Los centros de Opa-locka, dentro del condado Miami-Dade, y Fort Indiantown Gap, en Pennsylvania, se unirían a aquellos de inmediato. El último centro de recepción habilitado será Fort McCoy en Wisconsin, a finales de Mayo. Unos 400 marines ya estaban en Key West desde los primeros días para mantener el orden y apoyar las operaciones de logística.
El desconcierto de Carter, su incapacidad para manejar la situación y su absoluta incoherencia se ponen de relieve en dos pronunciamientos contradictorios realizados en menos de dos semanas. El día 3 de Mayo proclama en Filadelfia que los cubanos serían “recibidos con el corazón y los brazos abiertos”, mientras que el día 14 anuncia un programa de varios puntos para detener la flotilla. Entre tanto, el día 6, declara el estado de emergencia en la Florida.
El 19 de Mayo la Guardia Costera establece un bloqueo naval en aguas del estrecho para impedir que nuevas embarcaciones se dirijan a Cuba. A pesar de ello, hasta el 31 del propio mes habían llegado 94,181 refugiados, lo que arroja un promedio diario para los 39 primeros días de la operación de 2,415 personas.
Las llegadas comienzan a ralentizarse de manera notable a partir de Junio. Este mes se cierra con el arribo de 21,255 personas. En Julio la cifra desciende a 2,629, mientras que durante todo el mes de Agosto llegan 3,929 refugiados.
Cuando Fidel Castro decide libre y soberanamente detener las salidas de los cubanos por Mariel el 25 de Septiembre de 1980, ya habían arribado a Key West un total de 125,262 refugiados, a los que se unirían posteriormente por vía aérea otros 600 que quedaron atrapados en el puerto, y que comenzarían a salir paulatinamente a partir del 19 de Noviembre.
(continuará)

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[1] Se refiere al hundimiento de dos embarcaciones cubanas en el puerto de El Callao en Julio y Octubre de 1977. Según el momento y la ocasión, ello fue obra también de comandos contrarrevolucionarios radicados en Miami.
[2] “...Porque lo curioso es que esta vez no fuimos nosotros los que tomamos la iniciativa de abrir Mariel, no, la iniciativa la tomaron de allá. Al calor de la situación y de la campaña creada en los propios Estados Unidos sobre los sucesos de la embajada de Perú, de la Florida surgió espontánea la idea de enviar embarcaciones a recoger a este lumpen, y entonces nosotros simplemente nos limitamos a decir que no los recibiríamos a cañonazos porque no venían en son de guerra y que serían atendidos con toda cortesía...”  Fidel Castro, en el discurso del 1 de Mayo de 1980.
[3]  http://www.uscg.mil/history/articles/USCG_Mariel_History_1980.asp  “U.S. Coast Guard Operations during the 1980 Cuban Exodus”
[4] Hasta donde he podido saber, una plaza individual en una embarcación se llegó a cotizar hasta en 8,000 dólares, sin derecho a devolución en caso de que finalmente la persona no pudiese viajar. 
[5] El gobierno norteamericano protestó formalmente el 16 de Mayo ante la Organización Consultiva Marítima Intergubernamental de la ONU por el envío desde Cuba de embarcaciones sobrecargadas, incumpliendo las reglamentaciones de la International Convention for the Safety of Life at Sea (SOLAS). Justo al día siguiente, la embarcación de paseo "Olo Yumi" de unos 7 metros de eslora, se hunde al norte de Mariel con 52 refugiados a bordo. Mueren 14 personas. El barco "Courageous" de la Guardia Costera y su helicóptero rescatan a 38 personas, entre ellas a Ibis Guerrero, una niña de 13 años que perdió a sus padres, a sus hermanas y a su abuela. En total se produjeron solo 9 naufragios y 27 víctimas mortales, casi un milagro. Basta con ver las imágenes de los barcos atestados llegando a Key West para comprobar la veracidad de la denuncia.

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