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No hemos vuelto aún a la época de la
guerra fría, pero diariamente nos acercamos a una situación donde el pasado
regresa con nuevas fuerzas y viejas actitudes: lo suficiente para que los
dictadores se estén frotando las manos y asegurando a sus descendientes para
que los continúen en el poder. Así parece ser el caso de Cuba.
El problema es que no hay siquiera una
línea tenue entre la simple propaganda y las verdaderas intenciones. Ambas se
mezclan y conspiran para un fin común. Si algo ayer nos pareció una pura
fanfarronada o un comentario que busca lanzar una sonda de opinión, hoy
comprobamos que las palabras respondían a intenciones muy concretas. Un
nombramiento que ayer asombró y produjo múltiples análisis, ahora se perfila
como una simple mascarada. Nada parece ser insignificante y todo puede pasar a
un plano secundario mañana. La incertidumbre es lo único que impera.
Ahora la noticia:
El Consejo de Seguridad de la Federación
Rusa y el Consejo de Defensa Nacional de Cuba acaban de firmar un memorando de
cooperación y acordaron establecer un grupo de trabajo conjunto. ¿Y quién firmó
el documento por la parte cubana? Pues el coronel Alejandro Castro Espín.
Dos datos elementales para percatarse de
la importancia de esta noticia.
El Consejo de Defensa Nacional de Cuba es
la institución encargada de prepararse, en tiempos de paz, para dirigir el país
si estalla una guerra. Así lo establece la Constitución de la República de
Cuba.
No solo tiene a su cargo la
movilización general de tropas en caso de emergencia, sino que asume el control
total de la nación: “Durante las situaciones excepcionales es el máximo órgano
de poder estatal y político y ejerce la dirección de la preparación militar y
la lucha armada; el orden interior y la seguridad; la política exterior; las
actividades económicas y sociales; la actividad jurídica; la defensa civil y el
poder político”, según lo define el propio gobierno cubano.
En representación de un órgano de poder
tan poderoso, con la capacidad de firmar documentos, y ante un aliado
tradicional y futuro de primer orden, en el campo militar, Raúl Castro solo
envía a alguien de su absoluta confianza: su hijo. Pero hay más: una señal de
que en el futuro este hijo jugará un papel clave en la isla.
El segundo elemento fundamental en la
información es que el presidente ruso Vladimir Putin ha demostrado, hasta a los
más escépticos, que su objetivo es la reinstauración del imperio ruso.
Si la anexión de Crimea es la señal última
y más evidente, no ha sido la única, y tampoco una decisión de último momento.
Desde hace años, Putin viene restableciendo
la capacidad rusa para dialogar o confrontar desde una posición de gran
potencia, algo que se había visto reducido a mínimos durante la época de Boris
Yeltsin.
Para lograr ese objetivo, Cuba y Venezuela
son fundamentales. Brindan la opción de contraparte tan necesaria a Moscú, que
lo que siempre ha temido más es verse rodeada por países pertenecientes o
cercanos a la OTAN.
Para el Kremlin, más allá de una cuestión
de poderío y seguridad nacional, hay en juego una forma de permanencia en el
poder. Y en esto Moscú y La Habana coinciden.
Hay países cuyos gobiernos necesitan, más
allá de los servicios imprescindibles para la seguridad nacional, llevar a cabo
múltiples actividades secretas y con un potencial subversivo hacia aliados o
enemigos, que incluyen desde labores de espionaje hasta diversas triquiñuelas
internacionales. De lo contrario, les resultaría imposible a los miembros de la
clase gobernante sobrevivir en el mando
La Rusia de Putin es un buen ejemplo de
ello. Otro es la Cuba de los hermanos Castro.
Pactos entre dictadores; actividades de
obstruccionismo en foros internacionales; movimientos más o menos sutiles, bajo
el disfraz de las buenas intenciones, destinados a la injerencia externa;
grupos y alianzas creadas para destruir o minar otras existentes, u otorgarle
mayor poder a un sector determinado dentro de una zona geográfica o política.
Estas y otras actividades algunas ilegales, otras condenables en diversos sentidos se llevan a cabo bajo las apariencias más dispares, en ocasiones retomando tácticas de la guerra fría y en otras transitando nuevos caminos.
El
camino del oso
En marzo de 2009 Rusia anunció que sus bombarderos de largo alcance
contaban con la posibilidad de hacer escala y repostar en Venezuela, según una
oferta del entonces presidente venezolano, Hugo Chávez. También en Cuba, si así
lo autorizaba el gobierno de La Habana.
Chávez había autorizado que los
bombarderos rusos, durante sus misiones en el Atlántico y junto al continente
americano, pudieran hacer escala en la base aeronaval de la isla caribeña de La
Orchila.
Para esa fecha, dos bombarderos
estratégicos rusos Tu-160, que en septiembre del año anterior aterrizaron por
primera vez en Venezuela, habían efectuado vuelos de prueba y misiones de
patrulla en el Caribe durante una semana. Los Tu-160 son los aviones de guerra
más grandes del mundo.
Medios norteamericanos expresaron
entonces su preocupación por la visita de los bombarderos rusos a Venezuela,
aunque el Pentágono le restó importancia. Por su parte, Chávez lo calificó de
un ''gesto de fraternidad y apoyo''.
Los bombarderos rusos cuentan con la
posibilidad de hacer escala en Cuba, pues la isla dispone de cuatro o cinco
aeródromos con largas pistas de aterrizaje, de cuatro mil metros.
En agosto de 2007 —tras un paréntesis de
15 años— Rusia restableció los vuelos de patrulla por el Atlántico y otras
áreas lejanas, donde Moscú dice tener ''intereses estratégicos''.
En 2008, el entonces presidente ruso Dimitri
Medvédev viajó a Venezuela y Cuba, lo que coincidió con la primera visita de
buques de la Armada rusa a ambos países tras el fin de la guerra fría.
Ahora la presencia de los buques de
guerra rusos en aguas de Cuba y Venezuela se ha vuelto una constante. Pero lo
que es más, un buque espía ruso, el Víctor Leonov SS-175, realizó en días atrás
una visita no anunciada a La Habana.
¿Bases
rusas en el Caribe?
Está por verse si Venezuela y Cuba van a
dar un paso más allá, y permitir el establecimiento es su territorio de bases
rusas. Chávez siempre negó que lo permitiría. Fidel Castro ya lo hizo con
anterioridad y nada lleva a pensar que Raúl no lo haga también.
Tampoco se sabe hasta dónde llegan las
intenciones rusas. Al principio se pensó que Moscú estaba jugando la carta de
la fanfarronada y el alarde como una táctica de intimidación y resguardo. Ahora
Occidente finamente parece comenzar a darse cuenta que tras las declaraciones
están los hechos.
En febrero de este año, el ministro de
Defensa ruso, Sergei Shoigu, dijo que Rusia está negociando el establecimiento
de bases militares en Venezuela, Nicaragua y Cuba.
“Planeamos aumentar la cantidad de las
bases militares. Además de Vietnam y Cuba, planeamos ampliar su número con
otros países como Venezuela, Nicaragua, islas Seychelles y Singapur”, dijo el
ministro, según la agencia de noticias RIA Novosti.
Shoigú subrayó que las conversaciones ya
están en marcha y que Rusia está cerca de la firma de los acuerdos respectivos.
En la actualidad Rusia tiene bases
militares en Armenia, Tayikistán, Kirguizistán y Siria. Además, en la ahora anexada
península de Crimea, tiene la base de su Flota del Mar Negro.
La Rusia de Putin vive de dos producciones:
gas y petróleo y los armamentos. Pese a las limitaciones económicas del país,
una expansión de sus bases militares jugaría acorde a su economía.
Al memorando de cooperación militar,
firmado por el hijo del presidente Raúl Castro, hay que situarlo dentro de este
espíritu expansionista militar ruso, pero hay otro dato importante.
Por la parte rusa firmó el documento el secretario
de la entidad de seguridad rusa, Nikolai P. Patrushev, quien afirmó:
"La situación en el mundo está
cambiando rápidamente y es dinámica, por eso vamos a tener la posibilidad de
reaccionar con rapidez", señaló Patrushev, que tiene el grado de general
de Ejército, fue coronel de la KGB y sustituto de Putin en 1999, al frente del
Servicio Federal de Seguridad (FSB) de Rusia, según información de la agencia
Novosti que recoge Radio Martí.
El hijo de Raúl Castro ha viajado a Rusia
a conversar sobre un acuerdo de cooperación bélica, con un hombre de la plena
confianza de Putin, con un elevado cargo y grado militar. Esto de inmediato lo
sitúa por encima de su grado actual de coronel (desde hace tiempo se rumora
sobre su ascenso y creo el momento ha llegado) y de su cargo. No es fácil que
los rusos admitan a un coronel negociando con un general de Ejército.La Rusia de Putin sirve como una especie de espejo mágico para avizorar el destino inmediato de Cuba. Cierto, no es más que uno de los
posibles destinos, pero también hay que reconocer que se encuentra entre los
más probables. En lugar de la temida vía china mencionada en Miami como una maldición del Celeste Imperio una Rusia, experta en el vicio al alcance de la mano, puede estar a la vuelta de la esquina. No es Pekín sino Moscú en La Habana. Alejados de un partido comunista que siempre ha resultado inoperante, los herederos y nuevos miembros de los grupos
y familias que se dividirán el poder tras el fallecimiento de los hermanos Castro establecerán convenios y pactos de delimitación de zonas económicas. Por supuesto que esos tratos futuros no
dejarán fuera, por conveniencia económica, a ciertos sectores empresariales del
exilio cubano de Miami, pero la negociación de parcelas de poder es otra cosa.Una visión pesimista pero no ajena a la
realidad cubana. Casi disuelta la disidencia, reducidaal mínimo cualquier
actividad oposicionista, el inicio de una reconstrucción nacional no tiene aún siquiera perspectiva. Punto de vista tan desfavorable que se incrementa a partir de una mirada somera al exilio de Miami, donde desde hace décadas se juegan guerras imaginarias que no conducen a parte alguna, salvo a pequeñas satisfacciones emocionales.
Mientras tanto, en Cuba continúa el reparto de cara al futuro. Con este viaje a Rusia del hijo de Raúl Castro
aumentan las sospechas sobre un verdadero traspaso del poder dinástico, más
allá de las apariencias y las ceremonias a que parece estar destinado por
siempre el "vice" Díaz-Canel.
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