Diego Trinidad, PhD
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El resto de la década de los 60 transcurrió sin muchas novedades en las relaciones bilaterales entre Cuba y EEUU. Al parecer, después de su viaje a Rusia en 1963, la muerte de Kennedy y los cambios obvios en la política del nuevo presidente Johnson hacia Cuba (corte de la ayuda por la CIA a los exiliados en Miami, suspensión de la Operación Mongoose, cierre de los últimos campamentos de entrenamiento en Costa Rica bajo el control de Manuel Artime), Castro llegó a la conclusión de que el acuerdo entre Kennedy y Khrushchev sería, en definitiva, respetado por EEUU. Eso le daba carta abierta a Castro para proseguir impunemente con sus planes subversivos, confiado en que EEUU no invadiría a Cuba como reacción a la “exportación” de la revolución cubana. Así, en enero de 1966 se celebró en La Habana la primera conferencia Tricontinental, que creó los organismos (OSPAAAL, OLAS) para la subversión masiva en África y Latinoamérica. Hasta la elección del republicano Richard Nixon en 1968, la administración de Johnson estuvo completamente ocupada con la guerra en Vietnam y Castro campeó por su respeto en sus planes subversivos sin casi ninguna interferencia del gobierno americano, excepto por las actividades clandestinas de la CIA.
Cuando Ernesto “Che” Guevara decidió, con complicidad de Cuba, implementar una de sus demenciales guerra de guerrillas en Bolivia -un país que había tenido su reforma agraria bajo el presidente Victor Paz Stensoro desde 1953- la CIA, en cooperación con el ejército boliviano, estaba lista para ponerle fin a sus sueños de conquistar el continente y fomentar “uno, dos, muchos Vietnams” en el mundo. Fue ejecutado por el sargento del ejército boliviano René Terán a la 1:20 pm en la Quebrada del Yuro, en las selvas de Bolivia. El cubano-americano de la CIA, Félix Ismael Rodríguez, quien trató por todos los medios de salvarlo por órdenes de la CIA, lo acompañó hasta que fue ajusticiado. Antes de morir, le envió el siguiente mensaje a Castro: “Dile a Fidel que pronto verá una revolución triunfante en América”.29 Pero Castro, quien lo había abandonado y había saboteado la misión desde el principio, sólo estaba interesado en el “Che” como símbolo, el gran mártir de la revolución cubana (ayudado por la icónica foto del fotógrafo comunista cubano Alberto Korda). Esto lo consiguió a plenitud, pero la predicción de Guevara no se cumplió. No hubo ninguna revolución triunfante en América, pero no por falta de esfuerzo, ya que Castro nunca abandonó el proyecto hasta ahora mismo, cuando lo sigue intentando con ayuda venezolana, aunque ya no con subversión armada y con guerrillas. Ahora, en el proyecto “autoritario” del “socialismo del siglo 21” en sociedad con el presidente de Venezuela Hugo Chávez, y tras su muerte con su heredero Nicolás Maduro, la subversión es política y a través de dinero de PDVSA. Pero el “sueño” de Castro y Guevara vive. En 1968, ese sueño, por lo menos la parte de ser el líder mundial del Tercer Mundo, sufrió un grave revés cuando Castro apoyó la intervención militar rusa en Checoeslovaquia.
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