Yusimí Rodríguez
HAVANA TIMES — Cada vez que camino por La Habana Vieja creo ver más personas vestidas de forma llamativa, esperando que alguien les tome una foto, y les pague. Aunque algunos dejan que los nacionales las retraten de gratis, estas personas pagan licencia, impuestos y seguridad social. No importa cuantas veces camine por el mismo sitio, siempre descubro rostros nuevos en esta reciente profesión.
Rosa Esther, a quien conocí el sábado, es una de estas personas que empiezan a formar parte del paisaje del casco histórico de nuestra ciudad. Pude haber pasado junto a ella sin prestarle mucha atención, de no haber sido por el hecho de que Esther anda en una silla de ruedas, o “el carro”, como ella le dice. Le faltan ambas piernas.
HT: ¿Usted también debe pagar impuestos?
Esther: No, solo las personas que caminan los pagan. Ya yo pagué suficiente, trabajé durante treinta y ocho años. Tengo mi retiro de doscientos cuarenta pesos, pero tú sabes que eso no alcanza, entonces vengo aquí. Hace cinco años perdí la pierna izquierda, y hace tres que perdí la derecha. Eusebio* me dijo que no tengo que pagar nada.
HT: ¿Qué le sucedió? ¿Padece diabetes?
Esther: No, tengo problemas circulatorios y por eso perdí las piernas. No tengo dieta de leche ni nada, pero Eusebio me ha ayudado mucho. Me dio este “carro” y una cama con colchón que es como para cuatro personas. Yo adoro a ese hombre, y a mi país. Aquí tengo todo lo que necesito.
HT: Encuentro pocas personas que hablen bien del país. La mayoría habla de los problemas que hay y solo encuentra motivos de queja.
Esther: Hay problemas, como en todas partes. Pero este gobierno es muy bueno, se preocupa por la gente. Yo quiero mucho a Fidel. Soy de apellido Castro como él y estoy orgullosa de eso. También quiero a Raúl y rezo mucho por Chávez, para que se ponga bien, porque él ha hecho mucho por la gente.
HT: ¿En qué trabajó durante treinta y ocho años?
Esther: En salud pública. Era auxiliar de limpieza.
HT: ¿Tiene hijos?
Esther: Tengo un hijo que vive en Matanzas y me da vueltas, viene y me trae dinero, se preocupa por mí. Esperaba que viniera el día 5, pero no ha venido. No sé que ha pasado. Además, tengo una hija en los Estados Unidos, pero de esa no quiero saber nada. Se fue en el ochenta. Se enteró de que me amputaron las piernas y no se preocupó por mí, de saber qué me hacía falta, de enviarme algún dinero para ayudarme. No quiero saber de ella.
HT: ¿Vive sola, entonces?
Esther: Al lado de mi casa vive mi ex nuera. Ella me trae hasta aquí. Me hace la comida, me prepara el baño. Yo me baño sola. Ella me lleva para el baño en otro “carro” que tengo, que ya está un poco roto, y me baño sentada en él. Me lavo hasta la cabeza, porque ya ves que no tengo ningún problema en las manos.
HT: ¿Dónde vive usted?
Esther: En el Cerro.
HT: ¿Su nuera la trae hasta aquí desde el Cerro? ¿Cómo?
Esther: Caminando. Ella empuja el carro y me deja aquí. Por la tarde viene a recogerme.
HT: ¿La trae todos los días?
Esther: No, todos los días no. Ella trabaja. Cuando no estoy aquí, me quedo en la casa. Miro pasar a la gente por la ventana. Todo el mundo me quiere. No tengo televisor, pero no quiero molestar más a Eusebio, porque él ya me dio el “carro” y la cama con el colchón. Además, me acuesto temprano.
HT: ¿Tiene hecho santo?
Esther: No, me pongo este collar para lucir. Este otro me lo regaló una turista. Los turistas me dan regalos, algunos me dan dinero.
Cuando me despido de ella, escucho su voz detrás de mí: “Amigo, un regalo, por favor”. Veo con el rabo del ojo a una pareja de turistas que siguen de largo sin prestarle atención.
* Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad de La Habana.
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