Por Darsi Ferrer/
Más allá de las apariencias que apuntan al aparato represivo como principal artífice de los abusos y atropellos que se cometen contra el pueblo, el verdadero factor de resistencia a los cambios y soporte del régimen es la casta del generalato, esos cínicos que disponen del poder real a través de las fuerzas militares. Son quienes garantizan la gobernabilidad a los hermanos Castro, y hasta la futura sucesión dinástica a sus retoños, mientras reciben de prebenda el control de más del 60 % de la economía nacional. Se parapetan detrás de la propaganda que los proyecta como simples profesionales castrenses, ajenos a la actividad represora. Y para cuando llegue la hora del desplome, se reservan el rol de patriotas salvadores del pueblo, en lo que responsabilizarán a los “tontos útiles” de la policía política con los desmanes de la dictadura.
A nivel global se están dando asombrosos cambios políticos y sociales, como resultado de las nuevas dinámicas que traen consigo las modernas tecnologías de la información y las comunicaciones. Tal es el caso del desmonte voluntario del despiadado régimen militar de Myanmar mediante reformas aperturistas, o la ola liberadora que azota a los pueblos árabes del Medio Oriente. En esta última región, en un corto período de tiempo, quedó claro que cuando se llega a la situación de reclamos populares masivos el resultado es el derrocamiento de los regímenes dictatoriales, a pesar de las diversas acciones represivas a las que recurran los gobernantes en sus esfuerzos por conservar el poder.
Cuando en Túnez el pueblo se lanzó a las calles la respuesta del dictador Ben Alí fue relativamente suave, sin mucha represión, y le costó su salida del poder. Algo más cruenta fueron las acciones de Hosni Mubarak, en Egipto, con centenares de civiles asesinados, y también terminó depuesto. El caso extremo lo constituye Libia, donde las masacres ordenadas por Muamar el Gadafi desataron una guerra civil que culminó con su derrota y ejecución a manos de los insurgentes.
En Cuba, pese a los constantes llamados a la resistencia sin cuartel de la élite gobernante, no se debe obviar que desde el exterior llegan influjos nada apetecibles para el escenario de campo de concentración platanero impuesto por la fuerza. Sumado al súbito infarto del modelo de ordeno-y-obedece, le agrietan las bases al régimen el oxígeno de la Globalización, y las tecnologías modernas que le acompañan. Y lo más determinante, es que no hay obstáculos que eviten la contaminación, esta realidad se filtra y transforma gradualmente la conciencia y el conocimiento tanto de represores como reprimidos, detallando el callejón sin salida nacional en que todos están sumidos.
En medio de ese contexto, se vuelve obsoleta la probada fórmula de dominación y control social que aplica la policía política, que consiste en reprimir de manera permanente al 10 % de la población para mantener aterrorizada al resto. Y dejará de ser efectiva cuando un simple 5 % de esa enorme y sumisa masa autocensurada logre dominar el miedo y se niegue a someterse sin chistar. Mas, como probable consecuencia, una súbita rebeldía nacional, al estilo de las que ahora ponen en ascuas a los tiranos árabes que quedan, le significaría al régimen un enorme cúmulo de problemas. En términos concretos, equivale a preparar y disponer de manera acelerada de por lo menos el doble o más de su infantería, el fascio di combattimento conformado por estrategas, esbirros, jueces y cancerberos, amén de la remodelación y aumento del nivel de delación, la parafernalia de espionaje, el instrumental anti-motín y el metro cuadrado de ergástula por habitante. Pero para consolidar todo el cúmulo gigantesco de esa movilización e inversión también debe incrementar al doble, o al triple, su aparato de propaganda y la ya constante e indigerible cosmogonía ideológica, sin conexión con una realidad que la desborda y trasciende.
Y hasta aquí solo se menciona la logística, algo realmente inútil a diez de últimas si se considera que todo el arsenal semejante de los regímenes totalitarios de la RDA, Rumanía, la antigua Checoslovaquia y tal, se quedaron sin poder darle uso debido a la velocidad fulminante y arrolladora del triunfo de la libertad. Otro factor significativo es que ningún régimen totalitario puede permitirse, ni quiere que sea vox populi, que su aparato de policía política crezca más allá de los determinados límites que lo hacen manipulable. Proporciones mayores de esta institución, por su función más informada y sin ley que el Ejército, la convierte en un organismo armado para nada confiable, por la amenazante tentación de un desplazamiento del poder a sus privilegiadas pezuñas. Mas en Cubaencuentro >>
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