Atenea Digital/ Alberto Pérez Giménez
Si algo ha dejado claro el nombramiento en Exteriores del nuevo secretario de Estado para Iberoamérica es que la política española del Gobierno de Mariano Rajoy hacia el subcontinente va a registrar un cambio radical, fundamentalmente, en lo que se refiere a la manera de abordar el eterno 'problema de Cuba'. El elegido, Jesús Gracia Aldaz, encierra en su perfil todos los componentes biográficos para dejar claro, desde el primer momento, que la política de contemporización llevada a cabo en las dos legislaturas de Rodríguez Zapatero ha tocado a su fin.
Gracia a que en el momento de su nombramiento estaba destinado en la Embajada española en Buenos Aires sabe muy bien lo que es la dictadura castrista. No en vano fue el representante del Gobierno de José María Aznar desde 2001 a 2004, cuando la política española hacia la isla estaba marcada por la inflexibilidad con el régimen de Fidel Castro. En aquellas fechas, la legación diplomática española era punto de encuentro para la castigada y perseguida disidencia cubana, y las puertas de la Embajada siempre estuvieron abiertas para, a mayor disgusto del régimen, servir como epicentro de la oposición a los Castro.
En 2003, el régimen desató la llamada "Primavera Negra", que acabó con decenas de disidentes en las cárceles y el juicio a los principales dirigentes de la oposición que elaboraron un documento conjunto pidiendo respeto a los derechos humanos y la celebración de elecciones. Demasiado para los Castro. Meses después llegó el cambio de Gobierno en España y, con él, el giro total a la política de mano dura que Aznar no sólo había llevado en España sino que había trasladado hasta la UE, a la que convenció para fijar una "Posición Común" que obligaba a la isla a realizar cambios y apertura si quería tener, como otros países iberoamericanos, una relación de socio preferente con Europa.
Moratinos, primero, y Trinidad Jiménez, después, echaron por tierra toda esa política e intentaron, sin suerte, cambiar la posición de la UE hacia el régimen. El Gobierno de Madrid, convencido de que se podía cambiar a Castro desde el diálogo y la ayuda, como lo estuvieron en el pasado otros dirigentes hasta que se dieron de bruces con la realidad del castrismo, cerró las puertas de la Embajada a la oposición y comenzó siete años de apoyo a los Castro, primero a Fidel y luego a Raúl. El resultado: no ha habido ningún avance democrático. Mas >>
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