Cubanalisis
Dr. Eugenio Yáñez
Existen pocas cosas más inútiles que pretender hacer correctamente algo que ni siquiera debería hacerse. Y esa es la sensación que deja la lectura del documento-base para la Conferencia Nacional del Partido Comunista de Cuba, recientemente publicado (Cubanálisis-El Think-Tank lo ha publicado íntegramente en la sección “Castrismo”).
Después de muchos meses hablando de la Conferencia, que en principio se realizaría antes del VI Congreso del Partido, y posteriormente fue postergada para enero del 2012, aparece ahora este documento del PCC que no es más que una suma de lugares comunes, palabrería hueca, viejas y gastadas consignas, un intento más de inmortalizar al Comandante en Jefe, y acumulación de directivas de trabajo vacías y abstractas, donde se repiten hasta la nausea verbos como “propiciar”, “garantizar”, “promover”, “fortalecer”, “perfeccionar”, “revisar”, “enfrentar”, “fomentar”, “exigir”, “continuar”, “lograr” y “erradicar”, pero siempre en el contexto de tareas demasiado vagas e imposibles de controlar, donde no es factible verificar su cumplimiento con indicadores concretos y precisos.
La Conferencia que finalmente se realizaría en enero, señala el documento del Partido,
“tiene la responsabilidad de evaluar con objetividad y sentido crítico el trabajo de la organización, así como determinar con voluntad renovadora las transformaciones necesarias para situarlo a la altura de las circunstancias actuales”.
Como es fácilmente comprobable en el párrafo anterior, los mismos enunciados de los objetivos de la reunión son imprecisos, porque “evaluar con objetividad y sentido crítico” implica la existencia de objetivos a lograr y criterios de rendimiento para poder comparar los resultados con los proyectos, que no existen ni se han definido nunca más allá de un abstracto “perfeccionamiento” del fallido sistema. Eso es lo que resalta en el documento cuya verborrea burocrática y cuasi-religiosa tiene solamente como única tarea concreta la necesidad de justificar la existencia, de la institución partidista como comparsa del verdadero poder en los tiempos inciertos del neocastrismo.
De la misma manera, poco dice aquello otro de “determinar con voluntad renovadora las transformaciones necesarias para situarlo a la altura de las circunstancias actuales”, ya que resulta un saco demasiado ancho, donde cabe cualquier cosa, sea en un sentido o en otro que signifique exactamente lo contrario, y tampoco se define cuál sería esa “altura de las circunstancias actuales”.
No tiene sentido situarse debajo de un mata de mangos y esperar que caigan cocos, como no tiene sentido esperar que un organismo como un partido comunista cualquiera, en cualquier parte del mundo, creado con mentalidad del siglo XIX, sectario, discriminador, elitista y secretista, que todavía sigue convencido de que en nuestros tiempos las riquezas las crean solamente los obreros y campesinos, ignorando el papel del conocimiento, la información, la innovación y el emprendimiento empresarial, pueda generar desde su seno cualquier tipo de medidas de renovación y dinamismo capaces de sacarse a si mismo, y sacar a la nación que dice representar, del marasmo en que han estado sumidos por más de medio siglo.
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