viernes, mayo 08, 2015

Advertencia: Cuba no le va a gustar

es.panampost

Tras la intensa propaganda, Cuba no es hoy más que un país en ruinas (Flickr)

Los medios "venden" un producto inexistente para el consumo de ingenuos 

En los tiempos que siguieron a la caída del Muro de Berlín, varios medios en Estados Unidos publicaron artículos en los que se referían a Alemania Oriental como “la más avanzada de las economías de Europa del Este”, alardeando del brillante futuro de este país en la era post-comunista. Nos contaban que este país poseía “industrias avanzadas” en el sector de la óptica, y una fuerza de trabajo altamente productiva. Casi enseguida quedó claro que los autores de estos artículos  habían creído ingenuamente en las mentiras difundidas por la tan aclamada maquina propagandística de la Alemania comunista.
Las diferencias con la realidad eran patentes. Las fábricas de Alemania Oriental eran solo útiles para ser usadas como chatarra para alimentar a los modernos hornos de fundición de los gigantes industriales de Alemania Occidental, como Krupp o Thyssen. El avance tecnológico en Alemania Oriental era nulo; la infraestructura del país era comparable con la de una nación empobrecida del tercer mundo; la contaminación en las ciudades era aterradora; y la campiña se había convertido en un gigantesco vertedero de residuos peligrosos.
Veinticinco años más tarde, Alemania Oriental continúa siendo más pobre que la parte occidental del país, en la cual nunca se vivió bajo el comunismo. Probablemente tome otros 25 años revertir completamente los daños causados por décadas de Gobierno de una camarilla mafiosa, asesina y totalitaria.
Uno se pregunta cómo estos pretendidos profesionales de las noticias, que fueron enviados por sus publicaciones a cubrir aquella parte del mundo, pudieron estar tan ciegos y tan equivocados. Sin duda, algunos elogiaron al supuesto paraíso en Alemania Oriental siguiendo un guión cuidadoso y bien pensado, diseñado para esconder sus verdaderas inclinaciones políticas. Otros fueron evidentemente engañados al ignorar un hecho bien conocido entre quienes han vivido bajo un Estado policial: nadie se anima a decir la verdad.
Los reporteros honestos y bienintencionados creían verdaderamente en lo que les decía “el hombre de la calle”, quien siempre tenía elogios para con su país, aunque, en su interior, sabía lo que en realidad pasaba. Años viviendo bajo el yugo de la policía secreta de Alemania Oriental, la infame Stasi, inculcaron en todos el miedo a contar la verdad, particularmente a un extranjero. “La primera víctima del comunismo es la verdad”, dijo alguna vez con precisión Vaclav Havel, el fallecido héroe y expresidente de la República Checa.
Leyendo las revistas Time y Newsweek , hace algunas semanas, me sorprendí al ver el caso de Alemania Oriental magnificado por un factor de 10. Estos periodistas nos quieren hacer creer que Cuba es un Paraíso a la espera de ser descubierto. Los artículos están repletos de citas de cubanos que elogian a su país y hablan maravillas de los cambios por venir.
Desafortunadamente, estos mismos artículos olvidan mencionar que la versión cubana de la Stasi, el temido G2, no ha sido desmantelada; y que, a diferencia de Alemania en 1989, el régimen del Partido Comunista aún continúa en el poder. ¿Puede alguien realmente creer en estas declaraciones de personas citadas por periodistas estadounidenses que visitan la isla?
La verdad es que Cuba hoy es el país más pobre de América, más pobre que Haití. Su ingreso per cápita es menor que el de Honduras, el diminuto país de América Central que sufre una de las tasas de asesinatos más altas del mundo. Los cubanos hoy estarían sufriendo una hambruna generalizada si no fuese por los más de US$7.000 millones que el país recibe cada año de sus aliados en el Gobierno venezolano.
Cuba no manufactura nada, ni produce nada, excepto puros y pequeñas cantidades de ron. Su alabada industria azucarera, la más grande del mundo antes de la toma de poder por los comunistas, ha sido completamente destruida, al extremo de que Cuba se ha convertido en un importador neto de azúcar. Ni siquiera hay suficiente azúcar para su exiguo y racionado consumo interno.
El feliz turista que llegue a este paraíso promocionado por todos los grandes medios de Estados Unidos se encontrará con la mayor concentración de prostitutas del mundo, ya que las mujeres están obligadas a vender sus cuerpos para vivir una vida mejor y obtener la tan ansiada moneda dura. No encontrarán jugueterías, supermercados, ferreterías ni, por supuesto, ninguna joyería.
Que nada de esto exista no se debe a que Cuba fuese un país excesivamente atrasado antes de la revolución. Al contrario, en 1958 Cuba tenía más supermercados modernos, en relación con la cantidad de habitantes, que Estados Unidos, así como también había grandes tiendas por departamentos; y joyeros mundialmente famosos. Sin embargo, nada de esto será evidente para el turista.
Como señala la revista Time en su guía promocional disfrazada de artículo noticioso, no hay criminalidad en Cuba, así como no había delincuencia en las calles de Moscú bajo el dominio de Stalin, o en Berlín durante el Gobierno nazi. ¿No es esa una excelente noticia para el turista? El régimen es tan eficiente que no existe ningún riesgo para el viajero y la cámara que lleva.
Quizás a alguno de esos lectores que planean visitar este paraíso caribeño les gustaría saber algo que Time, Newsweek, y el New York Times han omitido: sus conversaciones telefónicas serán interceptadas, y posiblemente los filmarán secretamente en sus cuartos de hotel. ¡Recuerde, esto no es Berlín luego de la caída del Muro; es Berlín antes de ese acontecimiento!
Veinte años atrás, Fidel Castro comenzó a promocionar su isla-prisión entre los turistas extranjeros. Los canadienses y españoles fueron los primeros en salir en masa a Cuba. Con el tiempo, sin embargo, se corrió la voz de que el país no era tan divertido como lo retrataban.
Hoy, algunos de ellos siguen llegando, pero el auge del turismo que los Castro esperaban no se ha materializado. Aquellos que visitan Cuba lo hacen porque es, con distancia, el destino más barato del Caribe. Aquellos europeos y canadienses que pueden pagar más ignoran Cuba como destino para sus vacaciones.
Los Castro están contando con que la enorme población de Estados Unidos y su importante industria del turismo finalmente les otorgarán los tan ansiados beneficios económicos. Que una pequeña fracción del turismo estadounidenses se desvíe a Cuba será como dinero caído del cielo para la camarilla comunista, y de gran ayuda para que esta pueda retener su control sobre la isla. Por ello, hacen grandes esfuerzos para engañar a cuanta gente sea posible, comenzando por los periodistas ingenuos, muchos de los cuales se enamoraron de la utopía marxista mientras estudiaban en sus elitistas universidades en Norteamérica.
Por último, no podemos dejar de mencionar el muy alabado sistema de salud de Cuba. Este quizás sea el único beneficio que dejará la visita de muchos estadounidenses a Cuba en el futuro cercano. Cuando los turistas de Estados Unidos comiencen a romperse los tobillos, tengan intoxicaciones con comida o sufran una apendicitis mientras están en la isla, el mito del sistema de salud cubano —producido por una eficiente maquinaria de propaganda— desaparecerá rápidamente.
Si un viajero que lea este artículo desea un buen anticipo de lo que puede esperar encontrar en Cuba, el autor chileno Jorge Edwards ofrece un retrato acertado. Su libro Persona Non Grata, escrito en 1971, cuando aún era un marxista confeso, es todavía uno de los mejores relatos sobre la vida cotidiana en Cuba, ya que, en realidad, nada ha cambiado desde entonces.
Traducido por Adam Dubove. Editado por Pedro García Otero.

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