Faltan cabinas en la estrella-mirador (foto del autor) |
LA HABANA, Cuba. -Según la versión oficial, la extensa área boscosa
en el extremo sur de la capital cubana, bautizada en 1972 como “Parque
Lenin”, fue concebida como una especie de “pulmón” para una ciudad
desprovista de suficientes áreas verdes. La transformación de las más de
700 hectáreas de fincas agropecuarias particulares en un extenso jardín
provocó el desplazamiento forzoso de los pobladores del territorio.
Apenas cinco años atrás, la construcción de la presa Ejército Rebelde,
aledaña al parque, había causado otros desalojos (y desarraigos) entre
los campesinos del lugar, a pesar de que en 1952, durante una visita que
Fidel Castro hiciera a la zona ―mucho antes del triunfo de la
revolución―, les prometiera agua, caminos y escuelas.
No hay que negar que al menos agua tuvieron, pero tanta que debieron
marcharse definitivamente. La zona, de gran interés estratégico, por
ocupar el mismísimo centro geográfico de la provincia, quedó despoblada y
lista para ser convertida en una cortina natural para camuflar unidades
militares y campos de espionaje soviéticos. En sus alrededores se
asentaron algunos de los más importantes barrios e instalaciones para
las fuerzas militares rusas y cubanas.
El más famoso campo de antenas ruso operaba en las cercanías y se
calcula que el derribo de las compuertas de la presa Ejército Rebelde,
en apariencias inútil, anegaría totalmente la zona en apenas unos
segundos, resguardando muchísimos secretos que quizás jamás serán
revelados a la opinión pública mundial.
Un ingeniero civil, que no desea ser identificado, sostiene que los
errores cometidos en la construcción del embalse son extremadamente
absurdos para ser desperfectos casuales: “Las compuertas de la presa
parecen ornamentales. De haber sido diseñadas para aliviar en caso de
inundaciones, el Parque Lenin no hubiera podido ser construido porque
todos los años quedaría bajo las aguas. El agua correría desde las
compuertas hasta Calabazar y taparía todas las unidades [militares] de
por aquí, el campo de antenas. No hay dudas de que fue a propósito.
Cuando se desborda, la presa vierte contrario, hacia Parcelación y el
Reparto Eléctrico, inundándolo todo. Ni el más anormal de los ingenieros
comete semejante error”.
Precisamente por el carácter enmascarado de los planes militares de
la zona, muy cercana al aeropuerto y áreas industriales de importancia,
se le confirió públicamente a la obra propósitos ambientalistas y
recreativos, particularmente para los menores de edad. Los niños
funcionarían como la pantalla ideal, para no decir “rehenes perfectos”,
en caso de una invasión foránea o un conflicto armado interno.
Tanto el Palacio de Pioneros como el campamento de exploradores, el
internado Volodia para niños sin hogar (denominados como “hijos de la
patria”) y el Preuniversitario Vocacional Lenin fueron emplazados en el
corazón del parque y concebidos bajo los más estrictos modelos
educativos soviéticos, mientras que el área de diversiones, actualmente
“Parque Mariposa”, fue pensado como una especie de imitación socialista
de Disneylandia. Tengamos en cuenta que fue en el año 1971 que la
compañía Disney anunció la apertura de su Magic Kingdom, precisamente en
La Florida, de modo que Fidel Castro en 1972 trataría de superar a los
“enemigos” con ese sucedáneo donde los niños en vez de tomarse fotos
junto a Mickey Mouse o Walt Disney lo harían junto a la efigie de mármol
del “camarada” Vladimir Ilich, al presente olvidada en un apartado
rincón, sin flores ni visitantes.
Si bien es cierto que, debido al entusiasmo inicial, el parque
infantil brindó servicios de relativa alta calidad con aparatos
divertidos y seguros, con el tiempo comenzó a declinar hasta el desastre
económico y político de los años 90 cuando todo quedó prácticamente en
la ruina, una situación que no ha podido ser superada en la actualidad
donde aún el visitante puede advertir los abandonos.
De aquellas ofertas gastronómicas que resultaban muy atractivas en
los años 70 y principios de los 80 no queda absolutamente nada. Abundan
los puntos de venta vacíos, mientras que las pocas golosinas expuestas
en los anaqueles de las cafeterías son de muy mala calidad y se venden a
precios altísimos, comparados con el salario promedio de un trabajador
estatal, de unos veinte dólares mensuales.
La mayoría de los artefactos mecánicos están paralizados y los que
aún trabajan representan un verdadero peligro para la seguridad de los
menores. La montaña rusa se encuentra funcionando, a pesar de que
algunos de los tramos de las vías están afectados por la corrosión y
deben ser sostenidos por andamios también en riesgo de colapsar debido
al deterioro. La estrella mirador, escenario de algunos accidentes
lamentables, es una verdadera calamidad. Muchas de las cabinas han
tenido que ser retiradas y, si bien en su corta época de gloria, fue
casi como el emblema del parque, aún lo continúa siendo pero solo como
la imagen terrorífica de los tiempos que corren.
Ríos inundados por las aguas albañales y los desperdicios, muñecos
descoloridos, parajes desolados y famosos por los frecuentes robos y
asaltos violentos, aceras cubiertas por los excrementos de los caballos
que algunos muchachos de las cercanías alquilan a los visitantes para
ganar un dinero extra, personas haciendo largas filas para comer en los
escasos lugares donde los precios son más pasaderos aunque igual de
injustos, son algunas de las “atracciones” de un parque que,
paradójicamente, continúa siendo junto al Malecón, los únicos lugares de
La Habana donde los padres con pocos recursos pueden regalar un día de
“paseo” a sus hijos.
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