martes, enero 27, 2015

Estrategias y tácticas contra el enemigo equivocado

cubanalisis
Dr. Eugenio Yáñez
INVENTANDO UN ENEMIGO

Los cubanos, como siempre, quedándose cortos o pasándose. En La Habana el régimen anda a la carrera buscando un enemigo, pues las palabras del Presidente Barack Obama del 17 de diciembre, y las acciones de Washington hacia Cuba desde ese día, han llevado a Raúl Castro a tener que reconocer positivamente la actuación del presidente americano, destacando desde la Asamblea Nacional del Poder Popular los aspectos alentadores de los planteamientos.

Además, las medidas tomadas posteriormente en enero y las anunciadas que vendrán también, han desarticulado el discurso tradicional de plaza sitiada del gobierno cubano, y sus voceros y alabarderos dan continuas muestras de confusión y agotamiento, acostumbrados como están a repetir lo mismo durante medio siglo, y darse cuenta ahora que esa partitura desafina en las nuevas realidades.

Cuando de un día para el otro “el imperio” se convierte en “el vecino del norte”, los chupatintas de la prensa oficialista se quedan colgados de la brocha. Con lo fácil que resultaba ofender, descalificar o manipular la verdad cuando se hace periodismo con respaldo musical de la dictadura en un país donde las leyes son pura escenografía, pasar a manejar ahora un nuevo lenguaje, y por lo tanto nuevos conjuntos de ideas, categorías y estilos periodísticos, puede ser factible de lograr para algunos, pero no para todos.

Esos campeones de la mediocridad que pululan en la prensa al servicio del régimen -en Cuba y fuera de Cuba- tanto escrita como radial, televisiva y digital, estarán sudando para emborronar cuartillas con sus boberías, pues ellos fueron adoctrinados, enseñados, preparados y entrenados no para hacer periodismo serio, sino para actuar como propagandistas.

Gladiadores permanentes de la Batalla de Ideas sin contrarios, acostumbrados a combatir sin que el adversario tuviera posibilidad de defenderse, se enfrentan ahora a algo completamente nuevo. Y como no pueden hacer lo más mínimo por iniciativa propia -aunque tuvieran la capacidad para hacerlo, que no es el caso de la mayoría- se tienen que conformar con esperar pasivamente a que les transmitan las “orientaciones” desde las “instancias correspondientes”.

DESDE FUERA DEL GOBIERNO

Desde fuera del gobierno, hay otras situaciones muy interesantes. Algunos grupos dentro de la Isla, a los que no les gusta que les llamen opositores ni disidentes, y solamente desarrollan acciones de terciopelo que no vayan a molestar demasiado a la dictadura, no tiene ningún dilema, porque consideran que ellos no tienen necesidad de definir un enemigo.

Aparentemente no lo necesitan para actuar con su comportamiento cotidiano, que no deja demasiado claro qué es lo que condenan y qué no, si es que llegan a condenar algo, por lo que no pierden tiempo tratando de inventarse algún enemigo, contra el cual, en caso de que existiera, no se enfrentarían abiertamente, ni cerradamente tampoco, y por eso se contentan con acciones cuasi-esotéricas, periféricas, difusas, tangenciales, o de meditación espiritual, orientadas hacia no se sabe exactamente qué. Casi le tienen pánico a que les llamen opositores, y ni siquiera disidentes. De la misma manera de que algunos que quieren que los conozcan como intelectuales y viven fuera de Cuba, en ninguna circunstancia se llaman a sí mismos exiliados.

Otra parte de los opositores dentro de Cuba, de esos que forman parte de los sectores que con más radicalismo se enfrentan a la dictadura, y que lo han demostrado en las calles y frente a la policía, o en las cárceles cumpliendo condenas, no necesitan buscarse su enemigo, porque en estos últimos tiempos ya lo encontraron .

Tampoco tiene que buscar ese enemigo tenebroso una parte del exilio de Miami, el sector más enérgico, llamado por los mismos que la integran como “verticales” o “intransigentes”, donde se incluyen también prácticamente todos los integrantes de  los regimientos de tropas especiales de la Calle Ocho y casi todos los veteranos del Teatro de Operaciones Militares del Parque del Dominó.

Estos dos últimos grupos, dentro y fuera de la Isla, ya tienen perfectamente definido, calificado y estudiado al enemigo que les interesa, y aunque sea de una manera muy refractaria y apresurada, se comienzan a preparar estrategias -más bien tácticas, realmente- para enfrentarlo y, eventualmente, derrotarlo.

La única dificultad que tienen con sus enfoques estos opositores y exiliados más radicales, es muy sencilla: que han definido al enemigo equivocado, lo que trae por resultado que se preparan para una batalla donde desean involucrarse a fondo, pero batalla en la que mientras más se avance más se pierde.

Porque el verdadero enemigo de los cubanos es el régimen totalitario de los hermanos Castro y no precisamente el presidente Barack Obama o el Partido Demócrata, con independencia de que nos gusten más o menos, o no nos gusten nada, sus políticas en general y la nueva política de Estados Unidos hacia Cuba que han establecido. Y aclaro que soy y me considero políticamente independiente, y en diferentes momentos y elecciones he votado por republicanos o demócratas, porque me preocupo más por la calidad que se pueda percibir en los candidatos que por el partido al que pertenezcan.

Sin embargo, lo que podemos vislumbrar en una parte de la prensa no oficial desde Cuba, y toda la de Miami, donde aparecen también diferentes opositores de la Isla que están temporalmente en Estados Unidos, es que se comportan como si el Partido Demócrata fuera el Diablo y Obama su profeta, -enemigos de todos los cubanos y de todo lo cubano-, y a partir de esa definición seminal no importa todo lo demás que se piense o se haga.

MÁS EMOCIONES QUE RAZONES

En esas expresiones y percepciones emocionalmente cargadas no siempre queda claro si quienes se expresan iracundos, belicosos, frustrados, decepcionados, o acusadores, para mencionar solamente algunos de los posibles estados de ánimo reflejados en los últimos días, se han detenido a pensar que un Presidente de los Estados Unidos, cualquiera que sea, y del partido que sea, tiene como primera obligación velar y proteger los intereses de Estados Unidos y de sus ciudadanos, y no los intereses de naciones y pueblos extranjeros -cualesquiera que sean- o de grupos de exiliados residentes en Estados Unidos, cualesquiera que sean.

De manera que palabras como “traición” para pretender definir el comportamiento de un presidente de Estados Unidos, cualquiera que sea, o de un partido político de Estados Unidos, cualquiera que sea, es una calificación que además de irrespetuosa resulta extra-temporal, además de un mayúsculo disparate.

Un poco para ilustración general, todos deberíamos tener en cuenta que mientras en muchos países del mundo árabe, africano o latinoamericano, las acusaciones de traición ante cualquier actividad o pronunciamiento político verbal son tan frecuentes como la corrupción o la desnutrición de buena parte de la población, en toda la historia de Estados Unidos, desde su fundación hasta el día de hoy, se han pronunciado, después de juicios con todas las garantías procesales, solamente cuatro sentencias por el delito de “traición”.

Naturalmente, viviendo en democracia cada persona es libre de tener la opinión que considere y de expresarla por cualquier medio posible sin temor a represalias. Eso vale, naturalmente, para los exiliados cubanos en cualquier parte del mundo, los opositores que viven en Cuba, los otros que se aferran a las posiciones de terciopelo dentro de la Isla, y todos los cubanos de a pie, vivan aquí o allá. Por eso hemos visto todos estos días en todos los medios de prensa, las protestas de tantos contra la nueva política del presidente de Estados Unidos hacia Cuba.

Sin embargo, no deja de resultar por lo menos interesante y peculiar que cuando la subsecretaria de Estado de Estados Unidos invitó en La Habana a un grupo de opositores para un desayuno el viernes 23 de enero con el propósito de intercambiar criterios, la líder de las Damas de Blanco no haya querido asistir, por razones que ella considera legítimas.

Esta fue la explicación que dio a Radio Martí:

“He decidido no estar en el encuentro con la Secretaria de Estado Adjunta puesto que el día 18 (de enero) [se refiere a un encuentro de la delegación de senadores y representantes al Congreso de EEUU con un conjunto de opositores] no hubo una equidad en cuanto a la opinión de participantes y solicité a la Sección de Intereses que existiera un balance en cuanto a la participación de los participantes, entonces realmente no fue así y por lo tanto decidí no estar”.

Ni aun aceptando que las Damas de Blanco debieran o pudieran exigirle al gobierno de Estados Unidos la composición “balanceada” de las personas con quien los representantes de ese país debieran reunirse, la ausencia de la líder del grupo significó que perdiera la oportunidad de explicarle directamente a la alta funcionaria del gobierno americano las opiniones y puntos de vista de su organización. Y es que para hacer política en serio, además de coraje y disposición, que en este caso están mucho más que demostrados, hay que saber actuar inteligentemente.

La respuesta de la Subsecretaria de Estado, durante su escala en Miami rumbo a Washington, fue elegante y comedida, verdaderamente política:

“Una de las cosas más importantes de esta visita, y de las próximas, fue asegurarnos que estos activistas y otros que no pudimos ver, entiendan que nada en esta política cambia nuestro deseo de trabajar con ellos y mantener nuestro apoyo. Ese fue uno de los primeros objetivos. Si alguno se sintió abandonado, queríamos asegurarnos de que ese ya no fuera el caso”.

LOS PRIMEROS RESULTADOS DE QUERER COMBATIR A UN ENEMIGO QUE NO LO ES

Evidentemente, tener el derecho a expresarse libremente y sin temor a represalias no garantiza automáticamente tener razón en todo lo que se expresa, ni tampoco que todos los cubanos en todas partes tengan que estar de acuerdo con tales posiciones  que se pueden conocer a través de la prensa. No hay que olvidarse de esa magnífica definición que se conoce como “mayoría silenciosa”, en relación a todos aquellos que puedan tener opiniones diferentes a las que se expresan más vehementemente en la prensa o en acciones de activismo de calle.

Una convocatoria de varias organizaciones cubanas de posiciones “verticales” en Miami para protestar en el Memorial Cubano contra el rumbo de la política de Obama, apenas logró reunir a un centenar de personas. No es que sean los únicos que estén contra la política del presidente Obama ni mucho menos, pero con esa cantidad de asistentes al llamamiento lo más seguro que verdaderamente puede lograrse es que se cocinen en su propia salsa, porque evidentemente trascendencia en la comunidad no se puede lograr demasiado con actividades de este tipo y tan exigua concurrencia.   

A tal extremo llegan los dislates y las acciones sin sentido sobre este tema en el sur de La Florida, que la Comisión del Condado Miami-Dade, que no tiene facultades ni jurisdicción más allá de los límites del condado, y sabiendo que la política exterior de Estados Unidos corresponde al gobierno federal, se propuso la semana pasada discutir y llegar a un acuerdo sobre la conveniencia o no de la eliminación de la Ley de Ajuste Cubano.

No se si los comisionados se dieron cuenta de que su proyecto casualmente coincidía con la demanda pública de La Habana de que se haga lo mismo con esa ley, pero el pretexto esgrimido para tal iniciativa era que sus beneficiarios se “aprovechan” de los beneficios de la ley. El mantra más constante de esta campaña contra algo tan importante para los cubanos es que tras recibir el derecho a acogerse a esa Ley, “al año y un día” se iban de paseo a Cuba.

Lo cual es sencillamente imposible, porque “al año y un día” la única acción que podría tomar ese cubano es presentar su solicitud de residencia (“aplicar”, como se dice en EEUU), que demora varios meses en otorgarse. Y todo eso dando por sentado que el aspirante a residente disponga de los medios para pagar el proceso. Porque si no fuese capaz de hacerlo por sí mismo o a través de un familiar o amigo que le ayude, estaría en la obligación de pagar también por los servicios legales que ofrecería un abogado de inmigración.

Como no se puede probar jurídicamente que los beneficiarios de la ley se hayan declarado perseguidos políticos para acogerse a la misma, porque no es necesario hacerlo, pues basta con ser cubano de nacimiento o cónyuge de un cubano, y poderlo demostrar, para acogerse a la protección de esa ley, se planteaban explicaciones esotéricas o razonamientos absurdos sobre ejemplos de “aprovecharse” de la ley, pero mucho de lo que se decía estaba cubierto con el manto de la leyenda urbana.

Después de una absurda discusión, donde algunos de los más furibundos defensores de terminar con la Ley eran precisamente comisionados cubanos, tal por aquello de que la peor cuña puede ser la del mismo palo, se llegó a la iluminada conclusión de recomendarle “a Washington” (¿qué querrá decir eso?) que sería positivo realizar algunas modificaciones a esa legislación.

¿Para que sirvió todo eso? Pues para nada, además de para hacer un innecesario ridículo, claro está.

Por otra parte, los congresistas federales cubano-americanos, tanto senadores como representantes, que constituyen un destacado porcentaje de cubano-americanos en el poder legislativo en Washington en comparación con la proporción de personas de origen cubano dentro de la población total de Estados Unidos, están pasando por un momento complicado.

El discurso que han mantenido hasta ahora estos políticos no necesariamente seguirá siendo bien recibido en el futuro, por el consiguiente decrecimiento demográfico por razones biológicas del llamado “exilio histórico” que siempre les ha apoyado en todas las circunstancias, y el aumento proporcional de cubanos que han llegado en los últimos veinte años, tras la crisis de los balseros de 1994, y de otros latinoamericanos, así como de los cubanos que continuarán llegando, cuando menos unos veinte mil por año en función de las visas que se otorgan basadas en los acuerdos migratorios, que no han sido cuestionadas hasta ahora, más todos los que arriben por tierras fronterizas de México o Canadá, o en balsas y aviones, como “cuentapropistas de la emigración”, que no necesariamente comulgarán siempre con la línea más intransigente que han defendido históricamente estos congresistas.

¿CUÁL ES EL CAMINO QUE NECESITAMOS?

No se puede vivir continuamente de espaldas a la realidad. O tal vez se pueda, pero no pretendiendo hacer política en serio. ¿Qué piensan todos esos cubanos que viven en la Isla o en el exilio, cuya principal preocupación y ocupación de cada día, dentro de Cuba, es cómo conseguir el sustento más elemental de sus familias, de forma legal mientras se pueda, aunque a veces haya que  recurrir a la “ilegalidad” que realmente es creada por la irresponsabilidad del régimen totalitario que no garantiza condiciones elementales para una vida digna de sus pobladores?

O los que viven en el exilio, el destierro, la diáspora, la emigración o el exilio rosado (el nombre ahora es lo de menos) en cualquier lugar del mundo, y tienen que trabajar muy duro para subsistir y poder prosperar en un medio, que ya para muchos tal vez no sea extraño por el paso de los años, pero siempre resulta cuando menos diferente al que los vio nacer. Esos compatriotas tienen además que ahorrar continuamente para poder ayudar a familiares o amigos dentro de Cuba, y para poder visitarlos de cuando en vez.

Como escribí hace pocos días en Cubaencuentro (el artículo se reproduce en esta edición de Cubanálisis en Cuba en la prensa mundial):

“Los de Miami quisieran que para las visitas a la Isla, si son cubanos y ciudadanos americanos a la vez, no se exija el pasaporte cubano. Y que los precios de trámites bajen (pasaportes, pasajes, aranceles). Y que el costo de llamar por teléfono a Cuba sea menor que el que se paga para hablar con Azerbaiján, Botswana, Groenlandia o Micronesia.
 
En la Isla, muchos aspiran a que las nuevas relaciones alivien poco a poco las angustias y restricciones para sobrevivir. Que aparezca el prometido vaso de leche diario para cada cubano. Encontrar alimentos a precios accesibles. Que mejore el transporte. Que alcance el salario. Obtener ropa y calzado con mínimo de calidad y precios. Reparar viviendas. Tener acceso a elementos cotidianos de la vida moderna, como Internet, teléfonos celulares con servicios y precios decentes, prensa y televisión sin censura, correo electrónico, y acceso a las redes sociales.
 
Ni allá ni aquí se les oye hablar demasiado de libertades civiles, derechos humanos, cese de la represión y otros “detalles” que son los que en realidad garantizan todo lo que se desea en todas partes: mayor calidad de vida, comunicaciones económicas, o acceso a bienes básicos a precios accesibles. Como si bastara con lo material para que todos los problemas estuvieran resueltos. Como si Cuba, su historia, cultura e idiosincrasia fueran iguales que en China o Vietnam.
 
Que cubanos dentro de la Isla, aplastados por la represión, necesidades cotidianas y falta permanente de información, se creen expectativas más allá de lo plausible, se comprende. Igual que los cubanos viviendo en el exterior trabajando muy duro quisieran que las cosas cambien en Cuba para ayudar y visitar a familiares y amigos. Son razones humanas”.

Diciendo “razones humanas” me pareció que dejaba claro que los párrafos anteriores intentaban la descripción de realidades, y no pretendían constituir un juicio de valor, pues no soy nadie para juzgar a esos compatriotas ni pretendo hacerlo.

Lo que me interesa destacar es que no podemos esperar que todos los cubanos actúen como nos gustaría a cada uno de nosotros que lo hicieran. Esta semana escuché a un amigo, que se confesaba “frustrado” por lo que está sucediendo, ya que a los cubanos en la Isla lo que les interesaba era resolver sus problemas cotidianos, comida, vestuario, transporte, medicinas, vivienda, y lo señalaba para destacar que no siempre tenían intereses políticos definidos, o al menos claramente expresados.

Me vino a la mente preguntarle si los guaraníes en Paraguay y los zambos en Perú,  así como los Tuareg en Níger, malgaches en Madagascar, makondes en Mozambique o esquimales en Groenlandia, pensaban en algo diferente: si ponían en primer lugar de sus preocupaciones los temas políticos, filosóficos, existenciales o artísticos, por sobre las necesidades elementales de subsistencia.

Difícil de creer. Y no porque sean países tercermundistas. Puesto que tampoco se piensa diferente en Australia, Luxemburgo, Canadá, Japón, o Hungría. Y este tema forma parte de una de las pocas cosas que Marx definió perfectamente y sin errores; pero por si fuera poco con el alemán, en Estados Unidos Abraham Maslow desarrolló su pirámide de las necesidades, que viene a decir lo mismo expresado de otra manera.

Además, era totalmente normal lo que refería este amigo. Porque eso es precisamente lo que pretendió el régimen por más de medio siglo: degradar a los cubanos hasta los niveles más elementales de subsistencia, para que las necesidades los abrumaran y no se dedicaran a pensar en política o analizar quienes eran los verdaderos responsables de su miseria.

Y allá los que se crean, algunos sinceramente, casi todos nacidos y viviendo fuera de Cuba, que la causa de esas privaciones y penurias de los cubanos en la Isla es el embargo, llamado por el régimen “criminal bloqueo imperialista”, y no la brutal dictadura que ha gobernado con fusta de hierro durante cincuenta y seis años ya. Finalmente, opté por no responderle al amigo de esta manera, para evitar roces, y pasamos a otros temas de conversación.

Tampoco le dije que a mi me preocupa más el hecho de que opositores y periodistas independientes, que han demostrado un valor personal y calidad profesional a toda prueba, insistan en referirse a los habitantes de Estados Unidos como “gringos” o “yanquis”, sin tener en cuenta que en EEUU ser yankee es una condición de orgullo, pero que dichas desde el extranjero esas denominaciones tienen un marcado carácter despectivo.

No creo que esos cubanos dignos que están en la batalla diaria contra la dictadura estén obligados a admirar a “los americanos”, pero tal vez si no utilizaran tan a menudo esos epítetos que como quiera que se miren desde afuera implican evidente desprecio, tal vez hasta los mismos cubanos que los utilizan se podrían sentir un poco mejor consigo mismos. Porque estoy convencido de que lo único que con seguridad no existe absolutamente en esos opositores y esos periodistas independientes que utilizan tales epítetos es mala fe o mala intención.

EVITAR DIGRESIONES

Sin embargo, evitemos lo que algunos podrían considerar digresiones. Y vamos a preguntarnos entonces, siguiendo la “lógica” de ver en el presidente de los Estados Unidos al enemigo de los cubanos -como hace el régimen desde hace más de medio siglo, por si alguien no se ha dado cuenta- ¿en qué lugar habría que colocar al Papa Francisco y al Vaticano en la ecuación. ¿También traidores? ¿O acaso merezcan un juicio de la Inquisición y la correspondiente hoguera “democrática” purificadora?

Se debería incluir, dentro de esta “lógica” (es un decir) al Cardenal Tarcisio Bertone. ¿Qué hacía en Cuba el 17 de diciembre del 2014 cuando se anunció el acuerdo, o el 24 de febrero del 2008, cuándo Raúl Castro fue proclamado oficialmente como Presidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros? ¿Labores propias de la actividad pastoral exclusivamente?

Y naturalmente, al Cardenal de La Habana, Jaime Ortega y Alamino, a quien una parte de los cubanos “duros” de todas partes consideran un vulgar agente de la dictadura. Porque nada de lo que se cocinó en estos acuerdos con el patrocinio del Vaticano puede haber sido ajeno a él.

Dos Papas, Benedicto y Francisco, no le han aceptado el retiro al Cardenal por edad y lo han mantenido en el cargo. No por gusto. ¿A qué fue a Canadá, por ejemplo, donde se celebraban las reuniones secretas, poco tiempo antes del anuncio de los acuerdos entre Barack Obama y Raúl Castro? ¿A cumplir, simplemente, una encomienda pastoral del Papa Francisco? Quién piense eso puede comenzar desde ahora a escribir su carta a Santa Claus para la próxima Navidad.

Con un poco más de calma y de mente fría habría que prestar más atención a una muy sencilla y clara proclamación de dieciséis palabras del presidente Obama en su último discurso sobre el Estado de la Unión:

“Cuando uno hace algo que no funciona durante cincuenta años, es hora de probar algo nuevo”.

Es difícil estar en desacuerdo con una concepción general como esa, que en última instancia podría atribuírsele a Albert Einstein, al menos en su formulación global.

Y continuó señalando el Presidente ante el Congreso:

“Nuestro cambio de política en relación con Cuba tiene el potencial de poner punto final a un legado de falta de confianza en nuestro hemisferio; desmorona una excusa ficticia para imponer restricciones en Cuba; defiende los valores democráticos; y extiende una mano de amistad al pueblo cubano. Y este año, el Congreso debería iniciar el trabajo de poner fin al embargo. Como dijo Su Santidad, el Papa Francisco, la diplomacia es un trabajo de “pequeños pasos”. Y estos pequeños pasos han ido sumándose para dar una nueva esperanza al futuro de Cuba”.

Naturalmente, podrá señalarse que la represión no ha disminuido, que la dictadura no tiene intención de democratizarse, que habrá muchos obstáculos por delante, que la economía continuará centralizada, que la verdadera sociedad civil independiente en Cuba está asfixiada por el régimen, que no se plantean por ahora los problemas de las ilegales confiscaciones de propiedades estadounidenses y de cubanos, y todo lo que se quiera alegar, con todo el derecho del mundo.

Hasta se puede hacer referencia a una reciente declaración de Mariela Castro sobre que los que piensen que Cuba puede volver al capitalismo están soñando. Como si el chicharrón fuera carne, como si un papalote fuera un “drone”, o como si lo que dice Mariela Castro tuviera trascendencia o algún tipo de importancia o influencia más allá de la comunidad LGTB cubana, y ni siquiera allí. Porque la señora Mariela representa solamente a los LGTB “revolucionarios”, y no a todos los demás.

¿QUÉ PRETENDE EL RÉGIMEN?

Más definitoria de la posición del régimen para las negociaciones fue la exposición del gobierno de Cuba sobre las exigencias que plantea al gobierno de Estados Unidos: Eliminación de la Ley de Ajuste Cubano, terminar con el programa que facilita el asilo y traslado a Estados Unidos de médicos y otros profesionales que se encuentren trabajando fuera de Cuba, levantamiento del embargo, compensación de EEUU al régimen por daños y perjuicios a causa de “una política que ha estado en vigor por más de 50 años”, que la apertura de embajadas en Washington y La Habana se basen en “los principios del derecho internacional”, eliminación de Cuba de la lista de estados patrocinadores del terrorismo, y que las Organizaciones No Gubernamentales oficialistas de la “sociedad civil” de régimen reciban parte de los recursos que Estados Unidos destinaría para ayudar a la sociedad civil cubana.

Eso dibuja perfectamente lo que pretende el régimen con estas conversaciones. Y los cubanos que simpatizan con la tiranía explican en todas partes donde deseen oírlos, que Estados Unidos comprendió que estaba equivocado en su política de medio siglo, y que se vio obligado a cambiarla. De donde concluyen que las negociaciones del gobierno de Estados Unidos con el régimen son una rotunda victoria del castrismo y de “los revolucionarios”.

Eso estaría por verse. Sin embargo, no tiene sentido que nosotros, quienes sabemos que el régimen tuvo que sentarse a conversar con “el imperio” no porque la política de Estados Unidos haya estado tan equivocada que estuvo casi obligado a cambiarla a toda velocidad, sino porque era Raúl Castro y su gobierno de ineptos el que lo necesitaba a toda prisa, en la medida que se iban complicando continuamente las cosas para el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, y se hacían cada vez más probables los escenarios en los cuales La Habana no pudiera continuar recibiendo las ayudas y los subsidios desde Caracas, como había sido, in crescendo, a lo largo de más de una década de “hermandad bolivariana”.

No son nada tontos en La Habana para negociar. Comenzar pidiendo tanto que EEUU necesariamente comenzará diciendo “no”, como sucedió por ejemplo con el tema de la Ley de Ajuste Cubano y las disposiciones “pies secos/pies mojados”. Así debería ser también con la solicitud compensación por parte de EEUU al régimen por daños y perjuicios a causa de “una política que ha estado en vigor por más de 50 años”.

Y hay buenas posibilidades también de que Washington no acepte, al menos de inmediato, la solicitud de que las supuestas más de cinco mil Organizaciones No Gubernamentales oficialistas de la “sociedad civil” del régimen reciban parte de los recursos que Estados Unidos destinaría para ayudar a la sociedad civil cubana.

Retirar al régimen de la lista de estados que patrocinan el terrorismo, y basar las nuevas embajadas a abrirse en Washington y La Habana será fácil de resolver por EEUU, a la vez que responderá que el levantamiento del embargo está en manos del Congreso y no del Presidente de Estados Unidos.

¿Qué tendríamos entonces? La Habana gritando y diciendo que de entrada Estados Unidos se negó a las primeras solicitudes, lo que pone en cuestionamiento su supuesta voluntad para normalizar las relaciones y lo presiona para otorgar más rápidamente una respuesta positiva a las solicitudes de La Habana que podría aceptar.

Pensar, aunque sea por un instante, que el gobierno de Estados Unidos no está al tanto de esas realidades, o no está al tanto de lo que sucede en Cuba y de cómo se están proyectando las políticas del régimen, es subestimar demasiado a la primera potencia mundial en el campo militar, económico, político, tecnológico y científico.

No sabemos exactamente, en el toma y daca de la negociación internacional, a qué se ha comprometido concretamente Estados Unidos. Y mucho menos sabemos que le ha pedido Estados Unidos a Raúl Castro a cambio de lo que le está ofreciendo, pero de seguro que no ha habido intención de regalarle nada.

Para un conflicto que ha durado más de medio siglo -a causa de las interminables   provocaciones castristas- y que acaba de comenzar a negociarse entre ambas partes después de más de dieciocho meses de conversaciones secretas preparatorias, es demasiado pronto para poder hacer evaluaciones profundas y bien encaminadas.

A menos que se trate de esos iluminados capaces de saberse todas las respuestas, aun desde antes de que se conozcan las preguntas.

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