Dr. Eugenio Yáñez
INVENTANDO UN ENEMIGO
Los
cubanos, como siempre, quedándose cortos o pasándose. En La Habana
el régimen anda a la carrera buscando un enemigo, pues las palabras
del Presidente Barack Obama del 17 de diciembre, y las acciones de
Washington hacia Cuba desde ese día, han llevado a Raúl Castro a
tener que reconocer positivamente la actuación del presidente
americano, destacando desde la Asamblea Nacional del Poder Popular
los aspectos alentadores de los planteamientos.
Además, las medidas tomadas posteriormente en enero y las anunciadas
que vendrán también, han desarticulado el discurso tradicional de
plaza sitiada del gobierno cubano, y sus voceros y alabarderos dan
continuas muestras de confusión y agotamiento, acostumbrados como
están a repetir lo mismo durante medio siglo, y darse cuenta ahora
que esa partitura desafina en las nuevas realidades.
Cuando de un día para el otro “el imperio” se convierte en “el
vecino del norte”, los chupatintas de la prensa oficialista se
quedan colgados de la brocha. Con lo fácil que resultaba ofender,
descalificar o manipular la verdad cuando se hace periodismo con
respaldo musical de la dictadura en un país donde las leyes son pura
escenografía, pasar a manejar ahora un nuevo lenguaje, y por lo
tanto nuevos conjuntos de ideas, categorías y estilos periodísticos,
puede ser factible de lograr para algunos, pero no para todos.
Esos
campeones de la mediocridad que pululan en la prensa al servicio del
régimen -en Cuba y fuera de Cuba- tanto escrita como radial,
televisiva y digital, estarán sudando para emborronar cuartillas con
sus boberías, pues ellos fueron adoctrinados, enseñados, preparados
y entrenados no para hacer periodismo serio, sino para actuar como
propagandistas.
Gladiadores permanentes de la Batalla de Ideas sin contrarios,
acostumbrados a combatir sin que el adversario tuviera posibilidad
de defenderse, se enfrentan ahora a algo completamente nuevo. Y como
no pueden hacer lo más mínimo por iniciativa propia -aunque tuvieran
la capacidad para hacerlo, que no es el caso de la mayoría-
se tienen que conformar con esperar pasivamente a que les transmitan
las “orientaciones” desde las “instancias correspondientes”.
DESDE FUERA DEL GOBIERNO
Desde fuera del gobierno, hay otras situaciones muy interesantes.
Algunos grupos dentro de la Isla, a los que no les gusta que les
llamen opositores ni disidentes, y solamente desarrollan acciones de
terciopelo que no vayan a molestar demasiado a la dictadura, no
tiene ningún dilema, porque consideran que ellos no tienen necesidad
de definir un enemigo.
Aparentemente no lo necesitan para actuar con su comportamiento
cotidiano, que no deja demasiado claro qué es lo que condenan y qué
no, si es que llegan a condenar algo, por lo que no pierden tiempo tratando de inventarse algún
enemigo, contra el cual, en caso de que existiera, no se
enfrentarían abiertamente, ni cerradamente tampoco, y por eso
se contentan con acciones cuasi-esotéricas,
periféricas, difusas, tangenciales, o de meditación espiritual,
orientadas hacia no se sabe exactamente qué. Casi le tienen pánico a
que les llamen opositores, y ni siquiera disidentes. De la misma
manera de que algunos que quieren que los conozcan como
intelectuales y viven fuera de Cuba, en ninguna circunstancia se
llaman a sí mismos exiliados.
Otra
parte de los opositores dentro de Cuba, de esos que forman parte de
los sectores que con más radicalismo se enfrentan a la dictadura, y
que lo han demostrado en las calles y frente a la policía, o en las
cárceles cumpliendo condenas, no necesitan buscarse su enemigo,
porque en estos últimos tiempos ya lo encontraron .
Tampoco tiene que buscar ese enemigo tenebroso una parte del exilio
de Miami, el sector más enérgico, llamado por los mismos que la
integran como “verticales” o “intransigentes”, donde se incluyen
también prácticamente todos los integrantes de los regimientos de
tropas especiales de la Calle Ocho y casi todos los veteranos del
Teatro de Operaciones Militares del Parque del Dominó.
Estos dos últimos grupos, dentro y fuera de la Isla, ya tienen perfectamente
definido, calificado y estudiado al enemigo que les interesa, y
aunque sea de una manera muy refractaria y apresurada, se comienzan
a preparar estrategias -más bien tácticas, realmente- para
enfrentarlo y, eventualmente, derrotarlo.
La
única dificultad que tienen con sus enfoques estos
opositores y exiliados más radicales, es muy
sencilla: que han definido al enemigo equivocado, lo que trae por
resultado que se preparan para una batalla donde desean involucrarse
a fondo, pero batalla en la que mientras más se avance más se
pierde.
Porque el verdadero enemigo de los cubanos es el régimen totalitario
de los hermanos Castro y no precisamente el presidente Barack Obama o el Partido
Demócrata, con independencia de que nos gusten más o menos, o no nos
gusten nada, sus políticas en general y la nueva política de Estados
Unidos hacia Cuba que han establecido. Y aclaro que soy y me
considero políticamente independiente, y en diferentes momentos y
elecciones he votado por republicanos o demócratas, porque me
preocupo más por la calidad que se pueda percibir en los candidatos
que por el partido al que pertenezcan.
Sin
embargo, lo que podemos vislumbrar en una parte de la prensa no
oficial desde Cuba, y toda la de Miami, donde aparecen también
diferentes opositores de la Isla que están temporalmente en Estados
Unidos, es que se
comportan como si el Partido Demócrata fuera el Diablo y Obama su
profeta, -enemigos de todos los cubanos y de todo lo cubano-, y a
partir de esa definición seminal no importa todo lo demás que se
piense o se haga.
MÁS EMOCIONES QUE RAZONES
En
esas expresiones y percepciones emocionalmente cargadas no siempre
queda claro si quienes se expresan iracundos, belicosos, frustrados,
decepcionados, o acusadores, para mencionar solamente algunos de los
posibles estados de ánimo reflejados en los últimos días, se han
detenido a pensar que un Presidente de los Estados Unidos,
cualquiera que sea, y del partido que sea, tiene como primera
obligación velar y proteger los intereses de Estados Unidos y de sus
ciudadanos, y no los intereses de naciones y pueblos extranjeros
-cualesquiera que sean- o de grupos de exiliados residentes en
Estados Unidos, cualesquiera que sean.
De
manera que palabras como “traición” para pretender definir el
comportamiento de un presidente de Estados Unidos, cualquiera que
sea, o de un partido político de Estados Unidos, cualquiera que sea,
es una calificación que además de irrespetuosa resulta
extra-temporal, además de un mayúsculo disparate.
Un
poco para ilustración general, todos deberíamos tener en cuenta que
mientras en muchos países del mundo árabe, africano o latinoamericano, las
acusaciones de traición ante cualquier actividad o pronunciamiento
político verbal son tan frecuentes como la corrupción o la
desnutrición de buena parte de la población, en toda la historia de
Estados Unidos, desde su fundación hasta el día de
hoy, se han pronunciado, después de juicios con todas las garantías
procesales, solamente cuatro sentencias por el delito de “traición”.
Naturalmente, viviendo en democracia cada persona es libre de tener
la opinión que considere y de expresarla por cualquier medio posible
sin temor a represalias. Eso vale, naturalmente, para los exiliados
cubanos en cualquier parte del mundo, los opositores que viven en
Cuba, los otros que se aferran a las posiciones de terciopelo dentro
de la Isla, y todos los cubanos de a pie, vivan aquí o allá. Por eso
hemos visto todos estos días en todos los medios de prensa, las
protestas de tantos contra la nueva política del presidente de
Estados Unidos hacia Cuba.
Sin
embargo, no deja de resultar por lo menos interesante y peculiar que
cuando la subsecretaria de Estado de Estados Unidos invitó en La
Habana a un grupo de opositores para un desayuno el viernes 23 de
enero con el propósito de intercambiar criterios, la líder de las
Damas de Blanco no haya querido asistir, por razones que ella
considera legítimas.
Esta
fue la explicación que dio a Radio Martí:
“He decidido no estar en el encuentro con la Secretaria de Estado
Adjunta puesto que el día 18 (de enero)
[se refiere a un encuentro de la delegación de senadores y
representantes al Congreso de EEUU con un conjunto de opositores]
no hubo una equidad en cuanto a la opinión de participantes y
solicité a la Sección de Intereses que existiera un balance en
cuanto a la participación de los participantes, entonces realmente
no fue así y por lo tanto decidí no estar”.
Ni
aun aceptando que las Damas de Blanco debieran o pudieran exigirle
al gobierno de Estados Unidos la composición “balanceada” de las
personas con quien los representantes de ese país debieran reunirse,
la ausencia de la líder del grupo significó que perdiera la
oportunidad de explicarle directamente a la alta funcionaria del
gobierno americano las opiniones y puntos de vista de su
organización. Y es que para hacer política en serio, además de
coraje y disposición, que en este caso están mucho más que
demostrados, hay que saber actuar inteligentemente.
La
respuesta de la Subsecretaria de Estado, durante su escala en Miami
rumbo a Washington, fue elegante y comedida, verdaderamente
política:
“Una de las cosas más importantes de esta visita, y de las próximas,
fue asegurarnos que estos activistas y otros que no pudimos ver,
entiendan que nada en esta política cambia nuestro deseo de trabajar
con ellos y mantener nuestro apoyo. Ese fue uno de los primeros
objetivos. Si alguno se sintió abandonado, queríamos asegurarnos de
que ese ya no fuera el caso”.
LOS PRIMEROS RESULTADOS DE QUERER COMBATIR A UN ENEMIGO QUE NO LO ES
Evidentemente, tener el derecho a expresarse libremente y sin temor
a represalias no garantiza automáticamente tener razón en todo lo
que se expresa, ni tampoco que todos los cubanos en todas partes
tengan que estar de acuerdo con tales posiciones que se pueden
conocer a través de la prensa. No hay que olvidarse de esa magnífica
definición que se conoce como “mayoría silenciosa”, en relación a
todos aquellos que puedan tener opiniones diferentes a las que se
expresan más vehementemente en la prensa o en acciones de activismo
de calle.
Una
convocatoria de varias organizaciones cubanas de posiciones
“verticales” en Miami para protestar en el Memorial Cubano contra el
rumbo de la política de Obama, apenas logró reunir a un centenar de
personas. No es que sean los únicos que estén contra la política del
presidente Obama ni mucho menos, pero con esa cantidad de asistentes
al llamamiento lo más seguro que verdaderamente puede lograrse es
que se cocinen en su propia salsa, porque evidentemente
trascendencia en la comunidad no se puede lograr demasiado con
actividades de este tipo y tan exigua concurrencia.
A
tal extremo llegan los dislates y las acciones sin sentido sobre
este tema en el sur de La Florida, que la Comisión del Condado
Miami-Dade, que no tiene facultades ni jurisdicción más allá de los
límites del condado, y sabiendo que la política exterior de Estados
Unidos corresponde al gobierno federal, se propuso la semana pasada
discutir y llegar a un acuerdo sobre la conveniencia o no de la
eliminación de la Ley de Ajuste Cubano.
No
se si los
comisionados se dieron cuenta de que su proyecto casualmente
coincidía con la demanda pública de La Habana de que se haga lo
mismo con esa ley, pero el pretexto esgrimido para tal iniciativa era que sus beneficiarios se “aprovechan” de los
beneficios de la ley. El mantra más constante de esta campaña
contra algo tan importante para los cubanos es que tras recibir el derecho a acogerse a esa
Ley, “al año y un día” se iban de paseo a Cuba.
Lo
cual es sencillamente imposible, porque “al año y un día” la única
acción que podría tomar ese cubano es presentar su solicitud de
residencia
(“aplicar”, como se dice en EEUU), que demora varios meses
en otorgarse. Y todo eso dando por sentado que el aspirante a
residente disponga de los medios para pagar el proceso. Porque si no
fuese capaz de hacerlo por sí mismo o a través de un familiar o
amigo que le ayude, estaría en la obligación de pagar también por
los servicios legales que ofrecería un abogado de inmigración.
Como
no se puede probar jurídicamente que los beneficiarios de la ley se
hayan declarado perseguidos políticos para acogerse a la misma,
porque no es necesario hacerlo, pues basta con ser cubano de
nacimiento o cónyuge de un cubano, y poderlo demostrar, para
acogerse a la protección de esa ley, se planteaban explicaciones
esotéricas o razonamientos absurdos sobre ejemplos de “aprovecharse”
de la ley, pero mucho de lo que se decía estaba cubierto con el
manto de la leyenda urbana.
Después de una absurda discusión, donde algunos de los más
furibundos defensores de terminar con la Ley eran precisamente
comisionados cubanos, tal por aquello de que la peor cuña puede ser
la del mismo palo, se llegó a la iluminada conclusión de
recomendarle “a Washington” (¿qué querrá decir eso?) que sería
positivo realizar algunas modificaciones a esa legislación.
¿Para que sirvió todo eso? Pues para nada, además de para hacer un innecesario
ridículo, claro está.
Por
otra parte, los congresistas federales cubano-americanos, tanto
senadores como representantes, que constituyen un destacado
porcentaje de cubano-americanos en el poder legislativo en
Washington en comparación con la proporción de personas de origen
cubano dentro de la población total de Estados Unidos, están pasando
por un momento complicado.
El
discurso que han mantenido hasta ahora estos políticos no
necesariamente seguirá siendo bien recibido en el futuro, por el
consiguiente decrecimiento demográfico por razones biológicas del
llamado “exilio histórico” que siempre les ha apoyado en todas las
circunstancias, y el aumento proporcional de cubanos que han llegado
en los últimos veinte años, tras la crisis de los balseros de 1994,
y de otros latinoamericanos, así como de los cubanos que continuarán
llegando, cuando menos unos veinte mil por año en función de las
visas que se otorgan basadas en los acuerdos migratorios, que no han
sido cuestionadas hasta ahora, más todos los que arriben por tierras
fronterizas de México o Canadá, o en balsas y aviones, como “cuentapropistas
de la emigración”, que no necesariamente comulgarán siempre con la
línea más intransigente que han defendido históricamente estos
congresistas.
¿CUÁL ES EL CAMINO QUE NECESITAMOS?
No
se puede vivir continuamente de espaldas a la realidad. O tal vez se
pueda, pero no pretendiendo hacer política en serio. ¿Qué piensan
todos esos cubanos que viven en la Isla o en el exilio, cuya
principal preocupación y ocupación de cada día, dentro de Cuba, es
cómo conseguir el sustento más elemental de sus familias, de forma
legal mientras se pueda, aunque a veces haya que recurrir a la
“ilegalidad” que realmente es creada por la irresponsabilidad del
régimen totalitario que no garantiza condiciones elementales para
una vida digna de sus pobladores?
O
los que viven en el exilio, el destierro, la diáspora, la emigración
o el exilio rosado (el nombre ahora es lo de menos) en cualquier
lugar del mundo, y tienen que trabajar muy duro para
subsistir y poder prosperar en un medio, que ya para muchos tal vez
no sea extraño por el paso de los años, pero siempre resulta
cuando menos diferente al que los vio nacer. Esos compatriotas
tienen además que ahorrar continuamente para poder ayudar a
familiares o amigos dentro de Cuba, y para poder visitarlos de
cuando en vez.
Como
escribí hace pocos días en Cubaencuentro (el artículo se reproduce
en esta edición de Cubanálisis en Cuba en la prensa mundial):
“Los de Miami quisieran que para las visitas a la
Isla, si son cubanos y ciudadanos americanos a la vez, no se exija
el pasaporte cubano. Y que los precios de trámites bajen
(pasaportes, pasajes, aranceles). Y que el costo de llamar por
teléfono a Cuba sea menor que el que se paga para hablar con
Azerbaiján, Botswana, Groenlandia o Micronesia.
En la Isla, muchos aspiran a que las nuevas
relaciones alivien poco a poco las angustias y restricciones para
sobrevivir. Que aparezca el prometido vaso de leche diario para cada
cubano. Encontrar alimentos a precios accesibles. Que mejore el
transporte. Que alcance el salario. Obtener ropa y calzado con
mínimo de calidad y precios. Reparar viviendas. Tener acceso a
elementos cotidianos de la vida moderna, como Internet, teléfonos
celulares con servicios y precios decentes, prensa y televisión sin
censura, correo electrónico, y acceso a las redes sociales.
Ni allá ni aquí se les oye hablar demasiado de
libertades civiles, derechos humanos, cese de la represión y otros
“detalles” que son los que en realidad garantizan todo lo que se
desea en todas partes: mayor calidad de vida, comunicaciones
económicas, o acceso a bienes básicos a precios accesibles. Como si
bastara con lo material para que todos los problemas estuvieran
resueltos. Como si Cuba, su historia, cultura e idiosincrasia fueran
iguales que en China o Vietnam.
Que cubanos dentro de la Isla, aplastados por la
represión, necesidades cotidianas y falta permanente de información,
se creen expectativas más allá de lo plausible, se comprende. Igual
que los cubanos viviendo en el exterior trabajando muy duro
quisieran que las cosas cambien en Cuba para ayudar y visitar a
familiares y amigos. Son razones humanas”.
Diciendo “razones humanas” me pareció que dejaba claro que los
párrafos anteriores intentaban la descripción de realidades, y no
pretendían constituir un juicio de valor, pues no soy nadie para
juzgar a esos compatriotas ni pretendo hacerlo.
Lo
que me interesa destacar es que no podemos esperar que todos los
cubanos actúen como nos gustaría a cada uno de nosotros que lo
hicieran. Esta semana escuché a un amigo, que se confesaba
“frustrado” por lo que está sucediendo, ya que a los cubanos
en la Isla lo que les interesaba era resolver sus problemas
cotidianos, comida, vestuario, transporte, medicinas, vivienda, y lo
señalaba para destacar que no siempre tenían intereses políticos
definidos, o al menos claramente expresados.
Me
vino a la mente preguntarle si los guaraníes en Paraguay y los
zambos en Perú, así como los Tuareg en Níger, malgaches en
Madagascar, makondes en Mozambique o esquimales en Groenlandia,
pensaban en algo diferente: si ponían en primer lugar de sus
preocupaciones los temas políticos, filosóficos, existenciales o
artísticos, por sobre las necesidades elementales de subsistencia.
Difícil de creer. Y no porque sean países tercermundistas. Puesto
que tampoco se piensa diferente en Australia, Luxemburgo, Canadá,
Japón, o Hungría. Y este tema forma parte de una de las pocas cosas
que Marx definió perfectamente y sin errores; pero por si fuera poco
con el alemán, en Estados Unidos Abraham Maslow desarrolló su
pirámide de las necesidades, que viene a decir lo mismo expresado de
otra manera.
Además, era totalmente normal lo que refería este amigo. Porque eso
es precisamente lo que pretendió el régimen por más de medio siglo:
degradar a los cubanos hasta los niveles más elementales de
subsistencia, para que las necesidades los abrumaran y no se
dedicaran a pensar en política o analizar quienes eran los
verdaderos responsables de su miseria.
Y
allá los que se crean, algunos sinceramente, casi todos nacidos y
viviendo fuera de Cuba, que la causa de esas privaciones y penurias
de los cubanos en la Isla es el embargo, llamado por el régimen
“criminal bloqueo imperialista”, y no la brutal dictadura que ha
gobernado con fusta de hierro durante cincuenta y seis años ya.
Finalmente, opté por no responderle al amigo de esta manera, para evitar
roces, y pasamos a otros temas de conversación.
Tampoco le dije que a mi me preocupa más el hecho
de que opositores y periodistas independientes, que han demostrado
un valor personal y calidad profesional a toda prueba, insistan en
referirse a los habitantes de Estados Unidos como “gringos” o
“yanquis”, sin tener en cuenta que en EEUU ser yankee es una
condición de orgullo, pero que dichas desde el extranjero esas
denominaciones tienen un marcado carácter despectivo.
No
creo que esos cubanos dignos que están en la batalla diaria contra
la dictadura estén obligados a admirar a “los americanos”, pero tal
vez si no utilizaran tan a menudo esos epítetos que como quiera que
se miren desde afuera implican evidente desprecio, tal vez hasta los
mismos cubanos que los utilizan se podrían
sentir un poco mejor consigo mismos. Porque estoy convencido de que
lo único que con seguridad no existe absolutamente en esos
opositores y esos periodistas independientes que utilizan tales
epítetos es mala fe o mala intención.
EVITAR DIGRESIONES
Sin
embargo, evitemos lo que algunos podrían considerar digresiones. Y
vamos a preguntarnos entonces, siguiendo la “lógica” de ver en el
presidente de los Estados Unidos al enemigo de los cubanos -como
hace el régimen desde hace más de medio siglo, por si alguien no se
ha dado cuenta- ¿en qué lugar habría que colocar al Papa Francisco y
al Vaticano en la ecuación. ¿También traidores? ¿O acaso merezcan un
juicio de la Inquisición y la correspondiente hoguera “democrática”
purificadora?
Se
debería incluir, dentro de esta “lógica” (es un decir) al Cardenal
Tarcisio Bertone. ¿Qué hacía en Cuba el 17 de diciembre del 2014
cuando se anunció el acuerdo, o el 24 de febrero del 2008, cuándo
Raúl Castro fue proclamado oficialmente como Presidente del Consejo
de Estado y del Consejo de Ministros? ¿Labores propias de la
actividad pastoral exclusivamente?
Y
naturalmente, al Cardenal de La Habana, Jaime Ortega y Alamino, a
quien una parte de los cubanos “duros” de todas partes consideran un
vulgar agente de la dictadura. Porque nada de lo que se cocinó en
estos acuerdos con el patrocinio del Vaticano puede haber sido ajeno
a él.
Dos
Papas, Benedicto y Francisco, no le han aceptado el retiro al
Cardenal por edad y lo han mantenido en el cargo. No por gusto. ¿A qué fue a
Canadá, por ejemplo, donde se celebraban las reuniones secretas,
poco tiempo antes del anuncio de los acuerdos entre Barack Obama y
Raúl Castro? ¿A cumplir, simplemente, una encomienda pastoral del
Papa Francisco? Quién piense eso puede comenzar desde ahora a
escribir su carta a Santa Claus para la próxima Navidad.
Con
un poco más de calma y de mente fría habría que prestar más atención
a una muy sencilla y clara proclamación de dieciséis palabras del
presidente Obama en su último discurso sobre el Estado de la Unión:
“Cuando uno hace algo que no funciona durante cincuenta años, es
hora de probar algo nuevo”.
Es
difícil estar en desacuerdo con una concepción general como esa, que
en última instancia podría atribuírsele a Albert Einstein, al menos
en su formulación global.
Y
continuó señalando el Presidente ante el Congreso:
“Nuestro cambio de política en relación con Cuba tiene el potencial
de poner punto final a un legado de falta de confianza en nuestro
hemisferio; desmorona una excusa ficticia para imponer restricciones
en Cuba; defiende los valores democráticos; y extiende una mano de
amistad al pueblo cubano. Y este año, el Congreso debería iniciar el
trabajo de poner fin al embargo. Como dijo Su Santidad, el Papa
Francisco, la diplomacia es un trabajo de “pequeños pasos”. Y estos
pequeños pasos han ido sumándose para dar una nueva esperanza al
futuro de Cuba”.
Naturalmente, podrá señalarse que la represión no ha disminuido, que
la dictadura no tiene intención de democratizarse, que habrá muchos
obstáculos por delante, que la economía continuará centralizada, que
la verdadera sociedad civil independiente en Cuba está asfixiada por
el régimen, que no se plantean por ahora los problemas de las
ilegales confiscaciones de propiedades estadounidenses y de cubanos,
y todo lo que se quiera alegar, con todo el derecho del mundo.
Hasta se puede hacer referencia a una reciente declaración de
Mariela Castro sobre que los que piensen que Cuba puede volver al
capitalismo están soñando. Como si el chicharrón fuera carne, como
si un papalote fuera un “drone”, o como si lo que dice Mariela
Castro tuviera trascendencia o algún tipo de importancia o
influencia más allá de la comunidad LGTB cubana, y ni siquiera allí.
Porque la señora Mariela representa solamente a los LGTB
“revolucionarios”, y no a todos los demás.
¿QUÉ PRETENDE EL RÉGIMEN?
Más
definitoria de la posición del régimen para las negociaciones fue la
exposición del gobierno de Cuba sobre las exigencias que plantea al
gobierno de Estados Unidos: Eliminación de la Ley de Ajuste Cubano,
terminar con el programa que facilita el asilo y traslado a Estados
Unidos de médicos y otros profesionales que se encuentren trabajando
fuera de Cuba, levantamiento del embargo, compensación de EEUU al
régimen por daños y perjuicios a causa de “una política que ha
estado en vigor por más de 50 años”, que la apertura de embajadas en
Washington y La Habana se basen en “los principios del derecho
internacional”, eliminación de Cuba de la lista de estados
patrocinadores del terrorismo, y que las Organizaciones No
Gubernamentales oficialistas de la “sociedad civil” de régimen
reciban parte de los recursos que Estados Unidos destinaría para
ayudar a la sociedad civil cubana.
Eso
dibuja perfectamente lo que pretende el régimen con estas
conversaciones. Y los cubanos que simpatizan con la tiranía explican
en todas partes donde deseen oírlos, que Estados Unidos comprendió
que estaba equivocado en su política de medio siglo, y que se vio
obligado a cambiarla. De donde concluyen que las negociaciones del
gobierno de Estados Unidos con el régimen son una rotunda victoria
del castrismo y de “los revolucionarios”.
Eso
estaría por verse. Sin embargo, no tiene sentido que nosotros,
quienes sabemos que el régimen tuvo que sentarse a conversar con “el
imperio” no porque la política de Estados Unidos haya estado tan
equivocada que estuvo casi obligado a cambiarla a toda velocidad,
sino porque era Raúl Castro y su gobierno de ineptos el que lo
necesitaba a toda prisa, en la medida que se iban complicando
continuamente las cosas para el gobierno de Nicolás Maduro en
Venezuela, y se hacían cada vez más probables los escenarios en los
cuales La Habana no pudiera continuar recibiendo las ayudas y los
subsidios desde Caracas, como había sido, in crescendo, a lo
largo de más de una década de “hermandad bolivariana”.
No
son nada tontos en La Habana para negociar. Comenzar pidiendo tanto
que EEUU necesariamente comenzará diciendo “no”, como sucedió por
ejemplo con el tema de la Ley de Ajuste Cubano y las disposiciones
“pies secos/pies mojados”. Así debería ser también con la solicitud
compensación por parte de EEUU al régimen por daños y perjuicios a
causa de “una política que ha estado en vigor por más de 50 años”.
Y
hay buenas posibilidades también de que Washington no acepte, al
menos de inmediato, la
solicitud de que las supuestas más de cinco mil Organizaciones No
Gubernamentales oficialistas de la “sociedad civil” del régimen
reciban parte de los recursos que Estados Unidos destinaría para
ayudar a la sociedad civil cubana.
Retirar al régimen de la lista de estados que patrocinan el
terrorismo, y basar las nuevas embajadas a abrirse en Washington y
La Habana será fácil de resolver por EEUU, a la vez que responderá
que el levantamiento del embargo está en manos del Congreso y no del
Presidente de Estados Unidos.
¿Qué
tendríamos entonces? La Habana gritando y diciendo que de entrada
Estados Unidos se negó a las primeras solicitudes, lo que pone en
cuestionamiento su supuesta voluntad para normalizar las relaciones
y lo presiona para otorgar más rápidamente una respuesta positiva a
las solicitudes de La Habana que podría aceptar.
Pensar, aunque sea por un instante, que el gobierno de Estados
Unidos no está al tanto de esas realidades, o no está al tanto de lo
que sucede en Cuba y de cómo se están proyectando las políticas del
régimen, es subestimar demasiado a la primera potencia mundial en el
campo militar, económico, político, tecnológico y científico.
No
sabemos exactamente, en el toma y daca de la negociación
internacional, a qué se ha comprometido concretamente Estados
Unidos. Y mucho menos sabemos que le ha pedido Estados Unidos a Raúl
Castro a cambio de lo que le está ofreciendo, pero de seguro que no
ha habido intención de regalarle nada.
Para
un conflicto que ha durado más de medio siglo -a causa de las
interminables provocaciones castristas- y que acaba de comenzar a
negociarse entre ambas partes después de más de dieciocho meses de
conversaciones secretas preparatorias, es demasiado pronto para
poder hacer evaluaciones profundas y bien encaminadas.
A
menos que se trate de esos iluminados capaces de saberse todas las
respuestas, aun desde antes de que se conozcan las preguntas.
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