lunes, 10 de noviembre de 2014 0:02 EDT
Funcionarios les toman la temperatura a los profesionales de la salud de Cuba a su llegada al aeropuerto de Monrovia, la capital de Liberia. Reuters |
Las culturas de Occidente no aprueban
la trata de personas, una actividad del “crimen organizado en la que
seres humanos son tratados como posesiones para ser controlados y
explotados”, según la definición del diccionario. Sin embargo, cuesta
encontrar a un periodista, político, burócrata de desarrollo u otro
activista sindical en cualquier parte del mundo que siquiera haya
pestañado ante el amplio negocio de trata de personas que lleva a cabo
La Habana. Esto merece más atención en momentos en que los doctores
cubanos son alabados por su trabajo en África durante la crisis del
ébola.
Cuba está recibiendo elogios por
su “diplomacia de doctores” internacional, por la que envía
profesionales médicos temporalmente al exterior, aparentemente para
ayudar a países pobres a combatir la enfermedad y mejorar el cuidado de
la salud. Sin embargo, los doctores no son un regalo de Cuba. La Habana
recibe pagos por sus misiones médicas ya sea del país anfitrión, en el
caso de Venezuela, o de los países donantes que envían fondos a la
Organización Mundial de la Salud. Se supone que el dinero se destina a
los salarios de los trabajadores cubanos, pero ni la OMS ni ningún país
les paga directamente a ellos. En cambio, los fondos son abonados en la
cuenta de la dictadura que, a decir de todos, se queda con la mayor
parte de los fondos y le da al trabajador un estipendio para vivir con
la promesa de un poco más a su regreso a Cuba.
Es
el crimen perfecto: al enviar a sus súbditos al exterior a ayudar a
personas pobres, el régimen se gana la imagen de un contribuidor
desinteresado a la comunidad global pese a que explota a trabajadores y
se enriquece a costa de ellos. Según DW, la cadena internacional de
televisión alemana, La Habana obtiene cerca de US$7.600 millones al año
por la exportación de trabajadores de la salud.
Este
es un gran negocio, que si no fuera realizado por marxistas mafiosos
seguramente ofendería a los periodistas. En cambio, se lo tragan. En una
entrevista el 24 de octubre con
Jim Yong Kim,
presidente del Banco Mundial, la presentadora de CNN
Christiane Amanpour
se animó cuando habló sobre los trabajadores de la salud cubanos
en África. “Cuba claramente tiene algo que enseñarle al mundo con su
rápida respuesta, ¿no?”, dijo efusivamente Amanpour. Kim concordó,
calificándolo como un “gesto maravilloso”.
Lo
que cobran los trabajadores cubanos en las trincheras del ébola sigue
siendo un secreto de Estado. Sin embargo, la trata de personas no es
algo nuevo para La Habana ni se limita a la profesión médica. En octubre
de 2008, un juez federal en Miami falló a favor de tres trabajadores
cubanos que afirmaron que habían sido enviados, junto con otros 100, por
el régimen a Curaçao para trabajar a cambio de la deuda de Cuba con
Curaçao Drydock Company. Los demandantes describieron condiciones de
trabajo horrendas por el que les pagaban tres centavos por hora.
El
diario estadounidense The
Christian Science Monitor
informó en su momento que la compañía “reconoció que los
pasaportes de los trabajadores cubanos fueron incautados y que sus
sueldos impagos fueron deducidos de la deuda que La Habana debía a la
compañía”.
Tomás Bilboa,
del Cuba Study Group en Washington, dijo al periódico que “estos
tipos de violaciones no son fuera de lo común para el gobierno cubano”.
El abogado de los demandantes indicó al diario que después de que se
quejaron, sus familiares en Cuba perdieron empleos y acceso a la
educación y sufrieron el acoso de pandillas.
Hacer
de los profesionales médicos un producto de exportación está generando
una escasez de doctores en Cuba, que exacerba la extensa carencia en el
cuidado de la salud. Un gobierno humano podría volcar su atención a esta
miseria nacional, pero no hay dinero allí. En cambio, Cuba vende la
mano de obra de sus profesionales de la salud al exterior incluso en
medio de persistentes brotes de dengue y cólera en la isla.
Los
doctores cubanos no son obligados a punta de pistola a convertirse en
esclavos expatriados, pero reciben propuestas que no pueden rechazar.
Como contó el doctor cubano
Antonio Guedes,
quien ahora vive en el exilio en Madrid, a DW, quien no coopere
puede perder su empleo o, como mínimo, su posición, o su hijo no tendrá
cupo en la universidad. En cuanto al caso de Curaçao, el régimen
mantiene a los trabajadores de la salud bajo constante vigilancia y
confisca sus pasaportes. Algo de eso no suena voluntario.
Cuando
han tenido la oportunidad, muchos de los traficados han huido. Sólo en
los últimos dos años, casi 3.100 cubanos han aprovechado un programa de
visado especial de Estados Unidos que reconoce la explotación de
profesionales médicos cubanos enviados a terceros países. Como castigo,
el régimen les prohíbe a sus familias irse de Cuba para verlos. Obtener
certificación para practicar medicina en EE.UU. puede ser largo y arduo.
Grupos
de doctores en Brasil han presionado al gobierno brasileño para que
exija a Cuba elevar el suelo de esclavos que pagaba a algunos de los
11.000 trabajadores médicos cubanos en ese país. Sin embargo, la fiscal
federal ¬Luciana Loureiro Oliveira dijo que hay evidencia de que La
Habana aún se queda con al menos 75% del dinero asignado por los
donantes como salarios. Ella calificó esto como “francamente ilegal”
porque viola las leyes laborales brasileñas y dijo que los cubanos
deberían ser pagados directamente.
Eso sería el fin de las buenas obras de Cuba en Brasil.
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