LA
HABANA, Cuba -En los alrededores de las Cadecas (casas de cambio) hay
que andar alerta, porque los estafadores y los asaltantes están a la
orden del día.
Lo más prudente, por mucha cola que haya y muy apurado que uno esté,
es no escuchar las propuestas de los tipos que merodean las Cadecas, no
importa que parezcan serios y decentes –esos son los más peligrosos-
ni que el cambio que ofrezcan por los euros o dólares que vas a cambiar
sea más que el oficial.
Estos timadores, como los pillos de las chapitas en las guaguas que
tantos incautos atrapan, son maestros del ilusionismo y la
prestidigitación… Apartados de la fila, cuentan y recuentan los
billetes ante tu vista, una, dos y tres veces, siempre con la
recomendación apremiante de que tengas cuidado que no venga un policía…Y
ahí están los billetes, casi siempre flamantes, sin que falte uno…Ahora
los ves, ahora no, aquí están… Hasta que no los veas más, porque el
tipo se desprende a correr con el dinero y no hay Dios que lo ataje
O puede suceder que te hayas despedido conforme, puede que hasta le
hayas dado las gracias y él a ti, y luego que hayas caminado unos
pasos descubras que te dio billetes falsos o que te falta dinero.
Casa de cambio de la calle Obispo, en La Habana |
Tengo un amigo a quien estafaron a solo unos metros de la Cadeca de
La Palma, en Arroyo Naranjo. Un gordo de acento cantarín, de unos
cuarenta y tantos años, con gorra de los Yankees de New York, le
preguntó qué iba a cambiar. Cuando mi amigo le dijo que cambiaría un
billete de 100 euros, el hombre ofreció comprárselo, pagándole el euro a
1.35 cuc. Ese día, el cambio oficial estaba a 1.31 cuc. El cambista le
explicó que necesitaba los euros con urgencia porque iba a viajar a
España. Sacó un fajo de billetes y se lo contó dos veces. No había
duda, eran 135 cuc: seis billetes de 20, uno de 10, y uno de a cinco.
“¿Está bien? OK, guárdalos rápido, que el guardia nos está mirando”, le
dijo. Cuando caminó unos metros, mi amigo tuvo el presentimiento de
que lo habían tumbado. Efectivamente: cuando se sacó el dinero del
bolsillo, descubrió que el tipo le había dado seis o siete pesos
estrujados y doblados dentro de un billete de 5 cuc. Eso fue todo lo que
pudo recuperar de los 100 euros. Y jura que no vio en qué puñetero
momento el estafador, del que ya no quedaba ni rastro por todo aquello,
hizo el pase de manos decisivo que trocó el fajo real por el trucado.
Conozco otro hombre a quien lo atracaron, también en la Cadeca de La
Palma, que parece ser una de las más peligrosas. Se decidió a cambiar
con el mulato de espejuelos oscuros que le hizo la propuesta, porque
había mucha cola y él estaba muy apurado. Caminó solo unos pasos con el
cambista. Este le contó el dinero dos veces, estaba completo, pero
cuando alargó la mano para dar el billete de 50 euros y recoger lo suyo,
un mastodonte en camiseta que no vio aproximarse, lo embistió por un
costado y lo lanzó contra el piso. Los dos tipos corrieron como galgos y
se perdieron entre el tráfico y la multitud, sin que la víctima, que
solo resultó con un golpe en el hombro y la mano lastimada, lograse
alcanzarlos.
El hecho ocurrió poco antes de las nueve de la mañana, en la calzada
de Diez de Octubre, a la vista de varias decenas de personas, entre
ellas las que hacían la cola de la Cadeca, pero nadie intervino. Y
mucho menos apareció un policía.
El hombre no logra ser consolado del robo por los que le dicen que salió bien que no le dieron una puñalada.
Ya sabe, si va a la Cadeca, ¡cuidado! Agarre firme el bolso o la cartera y no escuche proposiciones.
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