El presidente ruso, Vladímir Putin, y la presidenta brasileña, Dilma Rousseff,
se vieron el domingo en la tribuna del estadio de Maracaná, en Río de
Janeiro, donde la dirigente de Brasil ejerció el papel de anfitriona,
entregó la Copa del Mundo al capitán de la selección alemana y, por
último, pasó el testigo a su homólogo ruso, encargado de organizar el
próximo Mundial, en 2018. Pero el siguiente encuentro entre los líderes
de ambos países, que forman parte del grupo denominado BRICS (en el que también figuran China, India y Sudáfrica),
se celebró este lunes en circunstancias muy diferentes, en Brasilia,
sede del Gobierno brasileño. Durante más de dos horas, los mandatarios
ruso y brasileña, cada uno envuelto en circunstancias políticas
convulsas por diferentes razones, dialogaron y llegaron, según las notas
divulgadas por el Ejecutivo de Brasilia, a varios pactos económicos.
Entre otras materias, suscribieron acuerdos sobre infraestructuras,
salud, tecnología, educación y cultura.
Entre todo el paquete destacan, sobre todo, las negociaciones sobre
Defensa. Rusia y Brasil llevan regateando desde hace varios años por la
venta, por parte de Moscú, de un sistema de defensa antiaérea para las
Fuerzas Armadas brasileñas. El documento firmado este lunes especifica
que, en agosto de este año, representantes de Brasil participarán en
unas maniobras o demostración con fuego real de este sistema de defensa.
También se adelantaba que la compra podría llegar a efectuarse “a corto
plazo”, sin especificar más detalles. Además, en el encuentro se
sellaron acuerdos en otros sectores estratégicos, como el aeronáutico.
Ambos países aspiran a duplicar sus transacciones económicas,
que ahora alcanzan los 5.600 millones de dólares (4.110 millones de
euros). Tanto Rousseff como Putin han manifestado su voluntad de llegar
hasta un nivel de intercambios de 10.000 millones de dólares.
A la salida de la reunión y con el mandatario ruso al lado, la
presidenta brasileña insistió en que los inversores rusos tienen en el gigante latinoamericano una gran oportunidad
en sectores emergentes del país, como el energético. A este respecto,
uno de los puntos del acuerdo prevé la colaboración de ambos países en
la exploración, explotación, almacenamiento y transporte de yacimientos
de petróleo y de gas en Brasil.
El encuentro de Putin con Rousseff se inscribe en la gira latinoamericana que el dirigente ruso ha emprendido en los últimos días
y que le ha llevado ya por Cuba, Nicaragua y Argentina. Putin y
Rousseff participarán en la cumbre de los denominados BRICS, que se
celebra en Fortaleza, al noreste de Brasil. Este grupo heterogéneo de
estados, unidos más por conformar un frente común ante los dictados del
FMI y a las directrices de los países desarrollados que por compartir
afinidades, tratarán de forjar una alianza más estrecha. En Fortaleza,
los presidentes de China, Rusia, Sudáfrica, India y Brasil van a poner
en marcha las bases para crear un banco de desarrollo que sirva para
financiar proyectos de infraestructuras y un banco de reserva en
previsión de crisis financieras.
De cualquier modo, no es el mejor momento ni para Putin, lastrado por la crisis ucrania,
ni para Rousseff. Brasil ha perdido el fuerte ritmo de crecimiento de
los últimos años y ahora languidece con un alza anual del PIB de apenas
el 1%. La inflación, el problema crónico de la economía brasileña, se
sitúa ya por encima del 6,5%, el tope que el Gobierno brasileño se ha
autoimpuesto para que no descarrile la economía.
En una entrevista celebrada hace pocos días con un grupo de periodistas extranjeros, la presidenta brasileña admitía que el motor económico brasileño se ha ralentizado. Pero después lo justificaba, asegurando que los crecimientos anémicos del PIB no constituyen algo exclusivo de su país.
Rousseff, del Partido de los Trabajadores, se encuentra ahora en un
momento político delicado por otra razón: se juega la permanencia en el
cargo en las elecciones que se celebrarán en octubre, que se presentan
muy disputadas.
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