Dr. Eugenio Yáñez
El gobierno cubano se enreda en
su propia incoherencia, hasta morderse la cola. No me atrevo a decir
que se enreda en un berenjenal porque en Cuba, sencillamente, ya no
se producen berenjenas suficientes para ese nivel de enredo. Lo más
correcto y realista sería decir que se enreda en un marabuzal, que
eso sí abunda en todo el archipiélago, desde el cabo de San Antonio
hasta la punta de Maisí.
En el Macondo caribeño se
vive, a falta de éxitos y resultados positivos, a base de promesas y
consignas. Ahora lo que más se mueve en el ambiente de la
nomenklatura a su más alto nivel, cuando se reúne en el llamado
“parlamento” cubano, siempre unánime, es la letanía de alcanzar un
“socialismo próspero y sustentable”. Aunque nadie sepa exactamente
qué quiere decir esa expresión, y mucho menos a qué parámetros o
indicadores se podría recurrir para comprobar si efectivamente se ha
logrado, se va logrando, o cuánto falta para poder alcanzar la meta
planteada.
La prensa oficialista cubana no
se caracteriza por su profesionalismo, y ni siquiera por sus
convicciones ideológicas o posiciones políticas, sino única y
sencillamente por lo que llaman su militancia y lealtad, que no es
otra cosa que plegarse en todo momento a la voluntad de la máxima
dirección del país, aunque eso implique ocultar verdades,
tergiversar información, o hasta mentir alevosamente. Y como,
lamentablemente, militancia y lealtad es lo único que se le exige,
esa prensa tiene que limitarse a repetir las consignas del momento y
citar las palabras más recientes de los elegidos de turno.
Nunca se le ocurre a algún
periodista de la prensa oficial -y si se le ocurriera no sería
autorizado a publicarlo en ninguna circunstancia- plantear análisis
críticos en serio -aun dentro de las líneas de “la revolución”- en
vez de monótonas narraciones en las que glosan lo que se discute en
los cónclaves del gobierno o del partido. Muchísimo menos comparar
lo que se habla ahora con lo que se habló en los anteriores, para
tener referencias y comprobar si fueron insensateces o se
comprometieron con planes determinados, o prometieron lo que después
brilló por su ausencia y que tuvo que ser justificado con un
galimatías de esos que demuestran la experiencia de muchos
“dirigentes” de la revolución en los últimos cincuenta y tantos años
para hablar por un buen rato sin decir nada concreto.
Desde que se celebró la sesión
extraordinaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular para
“discutir” y aprobar la Ley de la Inversión Extranjera, Ley
118/2014, se insistió y se repitió por parte de los principales
voceros del régimen que lo que se pretendía en el horizonte era
alcanzar un “socialismo próspero y sustentable”, sin que nadie ni
siquiera insinuara cuales podrían ser las características de ese
socialismo. Sin embargo, parece que todo el mundo aceptaba
-entendiendo por todo el mundo los que tienen que ver algo
con la toma de decisiones en el archipiélago, y que no es la mayoría
de la población ni mucho menos- que no podría ser ni como “el
socialismo real” que existió y después se desintegró por sí solo, en
la Unión Soviética y sus países satélites, incluyendo Cuba; ni
tampoco el “socialismo del siglo 21”, del que se habla en América
Latina a partir de que Hugo Chávez irrumpiera en el juego político
suramericano; ni mucho menos lo que se conoce como socialismo en
Europa occidental, que en definitiva son variantes evolucionadas de
los modelos de la socialdemocracia europea de comienzos del siglo
20.
Parece ser que la camarilla que
dirige en Cuba más bien sabe todo lo que no quisiera, pero no tiene
demasiado claras -y soy benigno al decirlo de esta manera- las ideas
sobre lo que quisiera. Ideas sobre un modelo de funcionamiento para
el país, porque en cuanto a sus propios intereses y los de su
familia y sus amigos no solamente lo tienen muy claro, sino que ya
lo están disfrutando desde hace tiempo.
Además de aparentemente tener
más claro lo que no se quiere que lo que se quiere, en la última
reunión de la Asamblea Nacional del Poder Popular, como días antes
en la del Consejo de Ministros que decidió lo que la Asamblea
Nacional “aprobaría” posteriormente, se hizo mucho énfasis también
en unas cifras que a la larga se convertirán -ya de hecho lo son- en
una Espada de Damocles que pende de un hilo sobre el régimen. Son
las cifras que tienen que ver con la cantidad de inversiones que se
necesitarían para lograr un crecimiento que llevara a ese abstracto
y no bien comprendido socialismo próspero y sustentable del que se
habla como paradigma entre tragos de whisky y buen ron añejo en
salones refrigerados a donde solo tienen acceso unos pocos elegidos
de las más altos escalones del poder en Cuba.
Marino Murillo, el miembro del Buró Político del Partido y
vicepresidente del Consejo de Ministros que dirige la Comisión de
Implementación y Desarrollo de los Lineamientos del Sexto Congreso
del Partido Comunista señaló muy claramente en una presentación ante
el directorio del Banco Internacional de Inversiones (un rezago del
desaparecido Consejo de Ayuda Mutua Económica, CAME, de la era
soviética) que el país necesitaba “de $2,000 a $2,500 millones
anuales en inversión extranjera directa” para que pudiera
despegar la economía.
Cualquier monto por debajo de esas cifras “retardaría el
desarrollo nacional, ya que la tasa de crecimiento en los últimos
tres años no ha rebasado el 3.2%” del Producto Interno Bruto
(PIB), explicó Murillo. Igual hubiera podido decir “en los
últimos seis años”, porque en ninguno de esos años tampoco se
rebasó esa cifra.
Lo que suponía una conclusión
que resulta temeraria y amenazadora para los cabecillas del régimen,
y que ya es de hecho una Espada de Damocles: “La economía
nacional precisa de un ritmo anual de entre el 5 y el 7% de
crecimiento”.
¿Por qué la insistencia en esa
espada legendaria? Porque si lo que requiere el país, según el
proyecto neocastrista, es un crecimiento de entre el 5 y el 7%
anual, se trata de cifras que solamente en contadísimas ocasiones se
han obtenido en Cuba en la época “de la revolución”, y aunque no
haya habido Inversión Extranjera Directa durante mucho años, el
volumen de recursos que la Unión Soviética y los “países hermanos”
hicieron llegar a la Isla durante 30 años (1959-1989) hubiera sido
más que suficiente para lograr un crecimiento mucho más robusto y
sostenido, si se hubiera tratado de una economía en serio y no de un
proyecto de ingeniería social basado en las desacertadas ideas de
Fidel Castro y Ernesto Guevara que llevaron al país al fracaso y
desastre que es hoy.
Buscando las informaciones
disponibles sobre las cifras a que nos referimos, véase a
continuación lo publicado por el Ivan Kushnir's Research Center
sobre el comportamiento del Producto Interno Bruto de Cuba entre
1970 y 2012, último año disponible en esta tabla. Téngase en cuenta
que los datos se basan en documentos cuyos datos originales se
elaboran e informan por el gobierno cubano y no es nada fácil
verificarlos independientemente:
Producto interno bruto (PIB) de Cuba, 1970-2012 Año PIB MM $ PIB per cáp $ Cuba/mundo % % Tasa crecimiento 1970 5.7 654 1.70 1971 6.9 778 1.87 121.1 1972 8.1 898 1.91 117.4 1973 10 1090 1.94 123.5 1974 11 1181 1.88 110 1975 13 1377 1.99 118.2 1976 14 1467 1.99 107.7 1977 14 1453 1.77 100 1978 18 1854 1.92 128.6 1979 20 2046 1.85 111.1 1980 20 2034 1.66 100 1981 20 2023 1.62 100 1982 21 2115 1.72 105 1983 22 2206 1.75 104.8 1984 24 2393 1.86 109.1 1985 23 2278 1.73 95.8 1986 24 2357 1.56 104.3 1987 25 2430 1.44 104.2 1988 27 2597 1.39 108 1989 27 2570 1.33 100 1990 29 2736 1.28 107.4 1991 24 2246 1.01 82.8 1992 22 2045 0.87 91.7 1993 22 2033 0.85 100 1994 28 2574 1.01 127.3 1995 30 2744 0.99 107.1 1996 25 2277 0.80 83.3 1997 25 2268 0.81 100 1998 26 2350 0.85 104 1999 28 2522 0.88 107.7 2000 31 2783 0.94 110.7 2001 32 2864 0.98 103.2 2002 34 3032 1.00 106.3 2003 36 3201 0.94 105.9 2004 38 3371 0.88 105.6 2005 43 3808 0.92 113.2 2006 53 4690 1.05 123.3 2007 59 5220 1.04 111.3 2008 61 5400 0.98 103.4 2009 62 5492 1.05 101.6 2010 64 5673 0.99 103.2 2011 70 6208 0.98 109.4 2012 71 6299 0.98 101.4
También resulta interesante ver no solamente los números, sino las
gráficas comparativas entre el crecimiento del PIB en la Cuba
“revolucionaria y socialista” con el del PIB en el mundo en su
conjunto, en esos mismos años de 1970-2012, como se podrá ver en la
gráfica siguiente, de la misma fuente que la anterior, el Ivan
Kushnir's Research Center:
Obsérvese que la línea verde se refiere a Cuba, mientras la marrón
se refiere al “Mundo”, y que si bien Cuba parte por debajo del
promedio mundial desde 1970, alrededor de 1985-1986 se comienza a
quedar retrasada con relación al promedio mundial, mucho antes del
derrumbe del “campo socialista” y la Unión Soviética, y desde
entonces hasta la fecha esas brechas no han logrado cerrarse. A la
vez, nótese también que los niveles de Cuba en 2012 comparados con
el “Mundo” no solamente continúan por debajo, sino con una brecha
mucho mayor que la que ya existía en 1970, cuando comienza a
recopilarse esta información comparativa.
¿Qué fue lo que provocó ese desbalance entre Cuba y el resto del
mundo a partir de los años 1985-1986 y hasta nuestros días? Muy
sencillo: ¿recuerdan el llamado “proceso de rectificación de errores
y tendencias negativas”, encabezado por Fidel Castro, contra el
Sistema de Dirección y Planificación de la Economía, bajo la
consigna de avanzar “por el camino correcto” y de su
tristemente célebre declaración de que “ahora sí vamos a
construir el socialismo”?
Esa es la explicación. Quien
desee abundar en este tema, y no lo haya leído aún, puede consultar
los documentos de mayo de este año en nuestra sección de Cubanálisis
titulada “Busque aquí todo
lo publicado en el think-tank”. Ahí encontrará la serie en
tres partes titulada “La “empresa socialista” cubana, los mitos y
la desmemoria histórica”, donde se explica en detalle lo que
significó ese funesto proceso, así como toda la evolución de las
empresas “socialistas” y la economía “socialista” en Cuba, desde
1959 hasta nuestros días.
Sin
embargo, no sería correcto basarse para este análisis solamente en
cifras y gráficas que como quiera que sea provienen de fuentes
extranjeras, por lo que a continuación se utilizan las cifras
referentes al Producto Interno Bruto (PIB) publicadas por ECURED, la
muy sui géneris “enciclopedia on-line” del gobierno cubano,
que abarcan en este caso entre 1989
(cuando comenzó el “desmerengamiento” del campo socialista y la
caída del Muro de Berlín) hasta 2014. Aclaro que ECURED señalaba la
cifra del 2013 (3.7%) como pronóstico, y que para efectos de este
análisis, la ajusté al dato real de ese año (2.7%), y añadí el plan
ya ajustado para este 2014, de acuerdo a lo que se mencionó hace
pocos días en la Asamblea Nacional por el propio Raúl Castro:
CUBA: CRECIMIENTO DEL PIB 1989-2014
Fuente: ECURED, enciclopedia on-line del
gobierno de Cuba
§ 1989 – 1.0 %§ 1990 – (- 2.9 %)§ 1991 – (- 10.7%)§ 1992 – (- 11.6 %)§ 1993 – (- 11.4 %)§ 1994 – 0.7 %§ 1995 – 2.5 %§ 1996 – 7.8 %§ 1997 – 2.5 %§ 1998 – 1.2 %§ 1999 – 6.2 %§ 2000 – 5.6 %§ 2001 – 3.5 %§ 2002 – 1.8 %§ 2003 – 3.8 %§ 2004 – 5.4 %§ 2005 – 11.8 %§ 2006 – 12.5 %§ 2007 – 7.3 %§ 2008 – 4.3 %§ 2009 – 1.4 %§ 2010 – 2.1 %§ 2011 – 2.7 %§ 2012 – 3.1 %§ 2013 – 2.7%§ 2014 – 2.2% (Plan)
En
esta información oficial ofrecida por el gobierno a través de ECURED
llaman la atención los crecimiento que se señalan para el año 1994,
en que se liberó la tenencia del dólar entre la población y se
introdujeron algunas limitadas reformas económicas, abortadas
posteriormente. También en 1999 y 2000 aparecen cifras relativamente
altas, y lo mismo ocurre en 2005 y 2006. ¿Por qué?
Sin
entrar en demasiados detalles ahora, que no es el objetivo de este
análisis, digamos que el gobierno cubano estableció una serie de
modificaciones en la manera en que se calculaba el Producto Interno
Bruto en todas partes del mundo, e introdujo una forma muy sui
géneris para hacerlo en Cuba, basándose en el peculiar criterio
de que “Al medir la economía cubana por el PIB no se registraba
el verdadero valor de los servicios sociales. Una cosa es no pagar
un servicio como la educación y otra que este no tenga un alto valor
agregado”.
En
base a este enfoque para los cálculos, el régimen estableció la
definición del PIB, según se señala en ECURED, de la siguiente
forma: “Es el valor monetario de todos los bienes y servicios
finales (contempla beneficios totales de los servicios de salud,
educación, deporte, cultura, etc.) producidos dentro de los límites
geográficos de una economía en un periodo específico de tiempo, por
lo general un año”.
Según ECURED, en el 2002 se comenzó a experimentar con estos
procesos, y se fueron ampliando poco a poco en los años siguientes,
de manera que ya para el 2006 se introdujo la nueva “metodología” en
los cálculos oficiales del Producto Interno Bruto cubano, que el
régimen insiste que se acepta internacionalmente. Según ECURED, la
nueva metodología “estaba encaminada a resolver una serie de
problemas presentes en la medición del PIB en nuestro caso
particular”. Dice también que los nuevos conceptos “están
argumentados y reconocidos por organismos internacionales (ONU,
CEPAL) basados en el calculo de tarifas para servicios”.
No
hay que desgastarse ahora discutiendo sobre la nueva metodología
adoptada por el gobierno cubano años atrás, que ofrecería mucha tela
por donde cortar. Según los criterios del régimen, el PIB era un “indicador
diseñado para evaluar el desempeño de economías de mercado”, por
lo que “para la medición de la economía socialista es
contradictorio e incompatible metodológicamente, al no ser estas
mercantiles por su esencia”. Además, “en el caso de Cuba,
donde se ha desarrollado un fuerte sector no mercantilizado,
asociado al bienestar y calidad de vida del pueblo, este indicador
se torna aún más impreciso y limitado”.
En
otras palabras, aunque todo el mundo anda muy mal en las mediciones
y cálculos del Producto Interno Bruto, afortunadamente para todos
los cubanos el gobierno de Cuba es el único que anda muy bien en la
interpretación y aplicación de estos criterios.
Dejémoslo ahí, para no
desviarnos demasiado de lo que ahora estamos analizando. Es
preferible concentrarse en estos momentos en los 27 años que informa
el régimen en estas estadísticas, aun sabiendo que pueden no ser
todo lo exactas que deberían ser, y tener en cuenta aspectos como
los siguientes:
- Por encima del 5%, a pesar de todas las eventuales triquiñuelas en la información que ha sido ofrecida por el gobierno cubano, el PIB solamente crece por encima de la meta del 5-7% en 7 años, lo que a su vez significa que
- En 20 de los 27 años señalados el PIB crece por debajo del 5% que se requeriría como mínimo para el desarrollo (incluso decrece al inicio del “período especial”)
- En los años de la era “oficial” de Raúl Castro con plenos poderes (desde febrero del 2008 hasta la fecha, incluyendo el pronóstico para el 2014 hecho por el mismo gobierno) el crecimiento PIB no sobrepasa en ningún momento la barrera del 5%.
- El crecimiento anual más elevado del PIB en la era de Raúl Castro fue de 4.3% en 2008. El más bajo, 1.4%, en 2009: hay que tener en cuenta que ese año influyeron negativamente sobre el PIB los enormes destrozos provocados por los huracanes que azotaron el país en el 2008.
- El promedio de crecimiento del PIB en los siete años transcurridos bajo Raúl Castro entre el 2008 y el 2014 es de 2.64%, casi la mitad del mínimo que se dice que necesita el país para comenzar a avanzar hacia ese abstracto “socialismo próspero y sustentable” que se anuncia.
Evidentemente, no es una base muy prometedora de acuerdo a los
resultados anteriores. Y en tales circunstancias, no parece
demasiado inteligente pretender seguirse moviendo sin prisa pero sin
pausa, como señala Raúl Castro y a través de la “gradualidad”. Ante
estas realidades cubanas, las pausas pueden resultar algo demasiado
peligroso.
Analistas independientes al
gobierno cubano han señalado como posibles causas recientes de esos
incumplimientos de planes y proyectos en la era de Raúl Castro, las
demoras para eliminar la dualidad monetaria y establecer una tasa de
cambio única en el país, haberse demorado demasiado en la aprobación
de la ley de inversión extranjera, no acabar de decidirse en
instituir una verdadera autonomía empresarial en el país, así como
seguir demorando la separación de funciones estatales y
gubernamentales en los ministerios y la de las funciones de gobierno
local y administración en provincias y municipios. Además señalan
las demoras y absurdas regulaciones limitantes en la entrega y
explotación de tierras ociosas en usufructo, recargar los
privilegios en las empresas estatales sobre campesinos privados y
cooperativistas, no acabar de establecer mercados mayoristas que
sirvan a los cuentapropistas, mantener un enjambre de regulaciones
burocráticas, y los impuestos excesivos e inspectores corruptos que
impiden el desarrollo de las pequeñas actividades no estatales de
producción y servicios.
Mientras problemas como los
señalados no se resuelvan, continuarán las dificultades y las
insuficiencias. Y seguirá siendo cuestión de supervivencia poder
contar con la inversión extranjera directa, tan ferozmente
vilipendiada durante tantos años por el “socialismo” cubano.
De ahí la necesidad imperiosa
del régimen de continuar apostando muy fuerte a las inversiones
extranjeras, y de ahí el llamado, casi una súplica del régimen, por
2,500 millones de dólares anuales en inversiones extranjeras.
Es imposible el crecimiento
anual deseado del 5-7% del PIB con los recursos actuales de que
dispone el país. “Esto demanda un necesario financiamiento
externo con el que hoy el país no cuenta”, dijo el inefable
Marino Murillo. Al menos, comenzar a comprender y reconocer un
problema puede ser una etapa positiva para su futura solución. Pero
el “zar de las reformas” no aclaró por qué, entre otras cosas, ese
mismo país que clama por tantas inversiones está atenazado por la
necesidad de gastar casi 2,000 millones de dólares anuales en
importar alimentos, la mayoría de los cuales podrían producirse en
Cuba si, simplemente, no se pusieran tantas trabas a todos los
productores, privados, usufructuarios,
cooperativistas y estatales. Y si se eliminaran todas las causas que
provocan los problemas, que pueden resumirse fundamentalmente en
mala gestión administrativa, corrupción, burocratismo,
desorganización e indisciplinas.
Si
entran inversiones extranjeras por un lado, pero el país sigue
destruyendo riqueza por el otro, sin acabar de adoptar todas las
medidas necesarias para que la economía nacional pueda
verdaderamente crecer, con la inversión extranjera solamente no se
podrán resolver los problemas de todos los cubanos, y ni siquiera
los de la camarilla en el gobierno.
¡Triste paradoja la de estos
perdedores! Confiscaron sin compensación y después destruyeron todas
las inversiones extranjeras en el país, con el propósito de
construir el socialismo.
Para ahora, más de medio siglo
después, tener que implorar y clamar por el regreso de las
inversiones extranjeras, dicen que para poder construir el
socialismo en Cuba.
De
momento, y aparentemente durante mucho tiempo, con tales
incongruencias políticas, corrupción, falsas promesas y nepotismo
generalizado, el régimen no podrá lograr en Cuba el socialismo, ni
mucho menos que sea próspero o sustentable.
Sin
embargo, dijo Raúl Castro hace muy pocos días que “El resultado
alcanzado no nos satisface, pero tampoco nos desanima en lo más
mínimo”.
Optimista y animado el general, después de más de medio siglo de
fracasos. Que le sigan todos los que crean en milagros, Santa Claus
o Los Reyes Magos.
Y
que le pidan a Raúl Castro, Santa Claus, Los Reyes Magos, o a
cualquiera que quieran, un maravilloso socialismo próspero y
sustentable para Cuba.
¿Quién sabe? Si se portan bien
a lo mejor se lo traen.
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