miércoles, julio 16, 2014

Cuba: Ni socialismo, ni próspero, ni sustentable

cubanalisis
Dr. Eugenio Yáñez
El gobierno cubano se enreda en su propia incoherencia, hasta morderse la cola. No me atrevo a decir que se enreda en un berenjenal porque en Cuba, sencillamente, ya no se producen berenjenas suficientes para ese nivel de enredo. Lo más correcto y realista sería decir que se enreda en un marabuzal, que eso sí abunda en todo el archipiélago, desde el cabo de San Antonio hasta la punta de Maisí.
En el Macondo caribeño se vive, a falta de éxitos y resultados positivos, a base de promesas y consignas. Ahora lo que más se mueve en el ambiente de la nomenklatura a su más alto nivel, cuando se reúne en el llamado “parlamento” cubano, siempre unánime, es la letanía de alcanzar un “socialismo próspero y sustentable”. Aunque nadie sepa exactamente qué quiere decir esa expresión, y mucho menos a qué parámetros o indicadores se podría recurrir para comprobar si efectivamente se ha logrado, se va logrando, o cuánto falta para poder alcanzar la meta planteada.
La prensa oficialista cubana no se caracteriza por su profesionalismo, y ni siquiera por sus convicciones ideológicas o posiciones políticas, sino única y sencillamente por lo que llaman su militancia y lealtad, que no es otra cosa que plegarse en todo momento a la voluntad de la máxima dirección del país, aunque eso implique ocultar verdades, tergiversar información, o hasta mentir alevosamente.  Y como, lamentablemente, militancia y lealtad es lo único que se le exige, esa prensa tiene que limitarse a repetir las consignas del momento y citar las palabras más recientes de los elegidos de turno.
Nunca se le ocurre a algún periodista de la prensa oficial -y si se le ocurriera no sería autorizado a publicarlo en ninguna circunstancia- plantear análisis críticos en serio -aun dentro de las líneas de “la revolución”- en vez de monótonas narraciones en las que glosan lo que se discute en los cónclaves del gobierno o del partido. Muchísimo menos comparar lo que se habla ahora con lo que se habló en los anteriores, para tener referencias y comprobar si fueron insensateces o se comprometieron con planes determinados, o prometieron lo que después brilló por su ausencia y que tuvo que ser justificado con un galimatías de esos que demuestran la experiencia de muchos “dirigentes” de la revolución en los últimos cincuenta y tantos años para hablar por un buen rato sin decir nada concreto.

Desde que se celebró la sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular para “discutir” y aprobar la Ley de la Inversión Extranjera, Ley 118/2014, se insistió y se repitió por parte de los principales voceros del régimen que lo que se pretendía en el horizonte era alcanzar un “socialismo próspero y sustentable”, sin que nadie ni siquiera insinuara cuales podrían ser las características de ese socialismo. Sin embargo, parece que todo el mundo aceptaba -entendiendo por todo el mundo los que tienen que ver algo con la toma de decisiones en el archipiélago, y que no es la mayoría de la población ni mucho menos- que no podría ser ni como “el socialismo real” que existió y después se desintegró por sí solo, en la Unión Soviética y sus países satélites, incluyendo Cuba; ni tampoco el “socialismo del siglo 21”, del que se habla en América Latina a partir de que Hugo Chávez irrumpiera en el juego político suramericano; ni mucho menos lo que se conoce como socialismo en Europa occidental, que en definitiva son variantes evolucionadas de los modelos de la socialdemocracia europea de comienzos del siglo 20.

Parece ser que la camarilla que dirige en Cuba más bien sabe todo lo que no quisiera, pero no tiene demasiado claras -y soy benigno al decirlo de esta manera- las ideas sobre lo que quisiera. Ideas sobre un modelo de funcionamiento para el país, porque en cuanto a sus propios intereses y los de su familia y sus amigos no solamente lo tienen muy claro, sino que ya lo están disfrutando desde hace tiempo.
Además de aparentemente tener más claro lo que no se quiere que lo que se quiere, en la última reunión de la Asamblea Nacional del Poder Popular, como días antes en la del Consejo de Ministros que decidió lo que la Asamblea Nacional “aprobaría” posteriormente, se hizo mucho énfasis también en unas cifras que a la larga se convertirán -ya de hecho lo son- en una Espada de Damocles que pende de un hilo sobre el régimen. Son las cifras que tienen que ver con la cantidad de inversiones que se necesitarían para lograr un crecimiento que llevara a ese abstracto y no bien comprendido socialismo próspero y sustentable del que se habla como paradigma entre tragos de whisky y buen ron añejo en salones refrigerados a donde solo tienen acceso unos pocos elegidos de las más altos escalones del poder en Cuba.

Marino Murillo, el miembro del Buró Político del Partido y vicepresidente del Consejo de Ministros que dirige la Comisión de Implementación y Desarrollo de los Lineamientos del Sexto Congreso del Partido Comunista señaló muy claramente en una presentación ante el directorio del Banco Internacional de Inversiones (un rezago del desaparecido Consejo de Ayuda Mutua Económica, CAME, de la era soviética) que el país necesitaba “de $2,000 a $2,500 millones anuales en inversión extranjera directa” para que pudiera despegar la economía.

Cualquier monto por debajo de esas cifras “retardaría el desarrollo nacional, ya que la tasa de crecimiento en los últimos tres años no ha rebasado el 3.2%” del Producto Interno Bruto (PIB), explicó Murillo. Igual hubiera podido decir “en los últimos seis años”, porque en ninguno de esos años tampoco se rebasó esa cifra.

Lo que suponía una conclusión que resulta temeraria y amenazadora para los cabecillas del régimen, y que ya es de hecho una Espada de Damocles: “La economía nacional precisa de un ritmo anual de entre el 5 y el 7% de crecimiento”.
¿Por qué la insistencia en esa espada legendaria? Porque si lo que requiere el país, según el proyecto neocastrista, es un crecimiento de entre el 5 y el 7% anual, se trata de cifras que solamente en contadísimas ocasiones se han obtenido en Cuba en la época “de la revolución”, y aunque no haya habido Inversión Extranjera Directa durante mucho años, el volumen de recursos que la Unión Soviética y los “países hermanos” hicieron llegar a la Isla durante 30 años (1959-1989) hubiera sido más que suficiente para lograr un crecimiento mucho más robusto y sostenido, si se hubiera tratado de una economía en serio y no de un proyecto de ingeniería social basado en las desacertadas ideas de Fidel Castro y Ernesto Guevara que llevaron al país al fracaso y desastre que es hoy.

Buscando las informaciones disponibles sobre las cifras a que nos referimos, véase a continuación lo publicado por el Ivan Kushnir's Research Center sobre el comportamiento del Producto Interno Bruto de Cuba entre 1970 y 2012, último año disponible en esta tabla. Téngase en cuenta que los datos se basan en documentos cuyos datos originales se elaboran e informan por el gobierno cubano y no es nada fácil verificarlos independientemente:

Producto interno bruto (PIB) de Cuba, 1970-2012
Año
PIB MM $
PIB per cáp $
Cuba/mundo %
% Tasa crecimiento
1970
5.7
654
1.70
1971
6.9
778
1.87
121.1
1972
8.1
898
1.91
117.4
1973
10
1090
1.94
123.5
1974
11
1181
1.88
110
1975
13
1377
1.99
118.2
1976
14
1467
1.99
107.7
1977
14
1453
1.77
100
1978
18
1854
1.92
128.6
1979
20
2046
1.85
111.1
1980
20
2034
1.66
100
1981
20
2023
1.62
100
1982
21
2115
1.72
105
1983
22
2206
1.75
104.8
1984
24
2393
1.86
109.1
1985
23
2278
1.73
95.8
1986
24
2357
1.56
104.3
1987
25
2430
1.44
104.2
1988
27
2597
1.39
108
1989
27
2570
1.33
100
1990
29
2736
1.28
107.4
1991
24
2246
1.01
82.8
1992
22
2045
0.87
91.7
1993
22
2033
0.85
100
1994
28
2574
1.01
127.3
1995
30
2744
0.99
107.1
1996
25
2277
0.80
83.3
1997
25
2268
0.81
100
1998
26
2350
0.85
104
1999
28
2522
0.88
107.7
2000
31
2783
0.94
110.7
2001
32
2864
0.98
103.2
2002
34
3032
1.00
106.3
2003
36
3201
0.94
105.9
2004
38
3371
0.88
105.6
2005
43
3808
0.92
113.2
2006
53
4690
1.05
123.3
2007
59
5220
1.04
111.3
2008
61
5400
0.98
103.4
2009
62
5492
1.05
101.6
2010
64
5673
0.99
103.2
2011
70
6208
0.98
109.4
2012
71
6299
0.98
101.4
































































También resulta interesante ver no solamente los números, sino las gráficas comparativas entre el crecimiento del PIB en la Cuba “revolucionaria y socialista” con el del PIB en el mundo en su conjunto, en esos mismos años de 1970-2012, como se podrá ver en la gráfica siguiente, de la misma fuente que la anterior, el Ivan Kushnir's Research Center:


Obsérvese que la línea verde se refiere a Cuba, mientras la marrón se refiere al “Mundo”, y que si bien Cuba parte por debajo del promedio mundial desde 1970, alrededor de 1985-1986 se comienza a quedar retrasada con relación al promedio mundial, mucho antes del derrumbe del “campo socialista” y la Unión Soviética, y desde entonces hasta la fecha esas brechas no han logrado cerrarse. A la vez, nótese también que los niveles de Cuba en 2012 comparados con el “Mundo” no solamente continúan por debajo, sino con una brecha mucho mayor que la que ya existía en 1970, cuando comienza a recopilarse esta información comparativa.

¿Qué fue lo que provocó ese desbalance entre Cuba y el resto del mundo a partir de los años 1985-1986 y hasta nuestros días? Muy sencillo: ¿recuerdan el llamado “proceso de rectificación de errores y tendencias negativas”, encabezado por Fidel Castro, contra el Sistema de Dirección y Planificación de la Economía, bajo la consigna de avanzar “por el camino correcto” y de su tristemente célebre declaración de que “ahora sí vamos a construir el socialismo”?

Esa es la explicación. Quien desee abundar en este tema, y no lo haya leído aún, puede consultar los documentos de mayo de este año en nuestra sección de Cubanálisis titulada “Busque aquí todo lo publicado en el think-tank”. Ahí encontrará la serie en tres partes titulada “La “empresa socialista” cubana, los mitos y la desmemoria histórica”, donde se explica en detalle lo que significó ese funesto proceso, así como toda la evolución de las empresas “socialistas” y la economía “socialista” en Cuba, desde 1959 hasta nuestros días.

Sin embargo, no sería correcto basarse para este análisis solamente en cifras y gráficas que como quiera que sea provienen de fuentes extranjeras, por lo que a continuación se utilizan las cifras referentes al Producto Interno Bruto (PIB) publicadas por ECURED, la muy sui géneris “enciclopedia on-line” del gobierno cubano, que abarcan en este caso entre 1989 (cuando comenzó el “desmerengamiento” del campo socialista y la caída del Muro de Berlín) hasta 2014. Aclaro que ECURED señalaba la cifra del 2013 (3.7%) como pronóstico, y que para efectos de este análisis, la ajusté al dato real de ese año (2.7%), y añadí el plan ya ajustado para este 2014, de acuerdo a lo que se mencionó hace pocos días en la Asamblea Nacional por el propio Raúl Castro:

CUBA: CRECIMIENTO DEL PIB 1989-2014
Fuente: ECURED, enciclopedia on-line del gobierno de Cuba 
§         1989 – 1.0 %
§         1990 – (- 2.9 %)
§         1991 – (- 10.7%)
§         1992 – (- 11.6 %)
§         1993 – (- 11.4 %)
§         1994 – 0.7 %
§         1995 – 2.5 %
§         1996 – 7.8 %
§         1997 – 2.5 %
§         1998 – 1.2 %
§         1999 – 6.2 %
§         2000 – 5.6 %
§         2001 – 3.5 %
§         2002 – 1.8 %
§         2003 – 3.8 %
§         2004 – 5.4 %
§         2005 – 11.8 %
§         2006 – 12.5 %
§         2007 – 7.3 %
§         2008 – 4.3 %
§         2009 – 1.4 %
§         2010 – 2.1 %
§         2011 – 2.7 %
§         2012 – 3.1 %
§         2013 – 2.7%
§         2014 – 2.2% (Plan)

En esta información oficial ofrecida por el gobierno a través de ECURED llaman la atención los crecimiento que se señalan para el año 1994, en que se liberó la tenencia del dólar entre la población y se introdujeron algunas limitadas reformas económicas, abortadas posteriormente. También en 1999 y 2000 aparecen cifras relativamente altas, y lo mismo ocurre en 2005 y 2006. ¿Por qué?

Sin entrar en demasiados detalles ahora, que no es el objetivo de este análisis, digamos que el gobierno cubano estableció una serie de modificaciones en la manera en que se calculaba el Producto Interno Bruto en todas partes del mundo, e introdujo una forma muy sui géneris para hacerlo en Cuba, basándose en el peculiar criterio de que “Al medir la economía cubana por el PIB no se registraba el verdadero valor de los servicios sociales. Una cosa es no pagar un servicio como la educación y otra que este no tenga un alto valor agregado”.

En base a este enfoque para los cálculos, el régimen estableció la definición del PIB, según se señala en ECURED, de la siguiente forma: “Es el valor monetario de todos los bienes y servicios finales (contempla beneficios totales de los servicios de salud, educación, deporte, cultura, etc.) producidos dentro de los límites geográficos de una economía en un periodo específico de tiempo, por lo general un año”.

Según ECURED, en el 2002 se comenzó a experimentar con estos procesos, y se fueron ampliando poco a poco en los años siguientes, de manera que ya para el 2006 se introdujo la nueva “metodología” en los cálculos oficiales del Producto Interno Bruto cubano, que el régimen insiste que se acepta internacionalmente. Según ECURED, la nueva metodología “estaba encaminada a resolver una serie de problemas presentes en la medición del PIB en nuestro caso particular”. Dice también que los nuevos conceptos “están argumentados y reconocidos por organismos internacionales (ONU, CEPAL) basados en el calculo de tarifas para servicios”.

No hay que desgastarse ahora discutiendo sobre la nueva metodología adoptada por el gobierno cubano años atrás, que ofrecería mucha tela por donde cortar. Según los criterios del régimen, el PIB era un “indicador diseñado para evaluar el desempeño de economías de mercado”, por lo que “para la medición de la economía socialista es contradictorio e incompatible metodológicamente, al no ser estas mercantiles por su esencia”. Además, “en el caso de Cuba, donde se ha desarrollado un fuerte sector no mercantilizado, asociado al bienestar y calidad de vida del pueblo, este indicador se torna aún más impreciso y limitado”.

En otras palabras, aunque todo el mundo anda muy mal en las mediciones y cálculos del Producto Interno Bruto, afortunadamente para todos los cubanos el gobierno de Cuba es el único que anda muy bien en la interpretación y aplicación de estos criterios.

Dejémoslo ahí, para no desviarnos demasiado de lo que ahora estamos analizando. Es preferible concentrarse en estos momentos en los 27 años que informa el régimen en estas estadísticas, aun sabiendo que pueden no ser todo lo exactas que deberían ser, y tener en cuenta aspectos como los siguientes:
  • Por encima del 5%, a pesar de todas las eventuales triquiñuelas en la información que ha sido ofrecida por el gobierno cubano, el PIB solamente crece por encima de la meta del 5-7% en 7 años, lo que a su vez significa que

  • En 20 de los 27 años señalados el PIB crece por debajo del 5% que se requeriría como mínimo para el desarrollo (incluso decrece al inicio del “período especial”)

  • En los años de la era “oficial” de Raúl Castro con plenos poderes (desde febrero del 2008 hasta la fecha, incluyendo el pronóstico para el 2014 hecho por el mismo gobierno) el crecimiento PIB no sobrepasa en ningún momento la barrera del 5%.

  • El crecimiento anual más elevado del PIB en la era de Raúl Castro fue de 4.3% en 2008. El más bajo, 1.4%, en 2009: hay que tener en cuenta que ese año influyeron negativamente sobre el PIB los enormes destrozos provocados por los huracanes que azotaron el país en el 2008.

  • El promedio de crecimiento del PIB en los siete años transcurridos bajo Raúl Castro entre el 2008 y el 2014 es de 2.64%, casi la mitad del mínimo que se dice que necesita el país para comenzar a avanzar hacia ese abstracto “socialismo próspero y sustentable” que se anuncia.

Evidentemente, no es una base muy prometedora de acuerdo a los resultados anteriores. Y en tales circunstancias, no parece demasiado inteligente pretender seguirse moviendo sin prisa pero sin pausa, como señala Raúl Castro y a través de la “gradualidad”. Ante estas realidades cubanas, las pausas pueden resultar algo demasiado peligroso.

Analistas independientes al gobierno cubano han señalado como posibles causas recientes de esos incumplimientos de planes y proyectos en la era de Raúl Castro, las demoras para eliminar la dualidad monetaria y establecer una tasa de cambio única en el país, haberse demorado demasiado en la aprobación de la ley de inversión extranjera, no acabar de decidirse en instituir una verdadera autonomía empresarial en el país, así como seguir demorando la separación de funciones estatales y gubernamentales en los ministerios y la de las funciones de gobierno local y administración en provincias y municipios. Además señalan las demoras y absurdas regulaciones limitantes en la entrega y explotación de tierras ociosas en usufructo, recargar los privilegios en las empresas estatales sobre campesinos privados y cooperativistas, no acabar de establecer mercados mayoristas que sirvan a los cuentapropistas, mantener un enjambre de regulaciones burocráticas, y los impuestos excesivos e inspectores corruptos que impiden el desarrollo de las pequeñas actividades no estatales de producción y servicios.

Mientras problemas como los señalados no se resuelvan, continuarán las dificultades y las insuficiencias. Y seguirá siendo cuestión de supervivencia poder contar con la inversión extranjera directa, tan ferozmente vilipendiada durante tantos años por el “socialismo” cubano.
De ahí la necesidad imperiosa del régimen de continuar apostando muy fuerte a las inversiones extranjeras, y de ahí el llamado, casi una súplica del régimen, por 2,500 millones de dólares anuales en inversiones extranjeras.

Es imposible el crecimiento anual deseado del 5-7% del PIB con los recursos actuales de que dispone el país. “Esto demanda un necesario financiamiento externo con el que hoy el país no cuenta”, dijo el inefable Marino Murillo. Al menos, comenzar a comprender y reconocer un problema puede ser una etapa positiva para su futura solución. Pero el “zar de las reformas” no aclaró por qué, entre otras cosas, ese mismo país que clama por tantas inversiones está atenazado por la necesidad de gastar casi 2,000 millones de dólares anuales en importar alimentos, la mayoría de los cuales podrían producirse en Cuba si, simplemente, no se pusieran tantas trabas a todos los productores, privados, usufructuarios, cooperativistas y estatales. Y si se eliminaran todas las causas que provocan los problemas, que pueden resumirse fundamentalmente en mala gestión administrativa, corrupción, burocratismo, desorganización e indisciplinas.

Si entran inversiones extranjeras por un lado, pero el país sigue destruyendo riqueza por el otro, sin acabar de adoptar todas las medidas necesarias para que la economía nacional pueda verdaderamente crecer, con la inversión extranjera solamente no se podrán resolver los problemas de todos los cubanos, y ni siquiera los de la camarilla en el gobierno.

¡Triste paradoja la de estos perdedores! Confiscaron sin compensación y después destruyeron todas las inversiones extranjeras en el país, con el propósito de construir el socialismo.
Para ahora, más de medio siglo después, tener que implorar y clamar por el regreso de las inversiones extranjeras, dicen que para poder construir el socialismo en Cuba.

De momento, y aparentemente durante mucho tiempo, con tales incongruencias políticas, corrupción, falsas promesas y nepotismo generalizado, el régimen no podrá lograr en Cuba el socialismo, ni mucho menos que sea próspero o sustentable.

Sin embargo, dijo Raúl Castro hace muy pocos días que “El resultado alcanzado no nos satisface, pero tampoco nos desanima en lo más mínimo”.

Optimista y animado el general, después de más de medio siglo de fracasos. Que le sigan todos los que crean en milagros, Santa Claus o Los Reyes Magos.

Y que le pidan a Raúl Castro, Santa Claus, Los Reyes Magos, o a cualquiera que quieran, un maravilloso socialismo próspero y sustentable para Cuba.

¿Quién sabe? Si se portan bien a lo mejor se lo traen.

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