Diego Trinidad, PhD
A
principios de Octubre de 1962, llegó a New York el Presidente de
Cuba, Osvaldo Dorticós para hablar ante las Naciones Unidas (ONU).
Lo acompañaba en su comitiva un importante agente de la Dirección
General de Inteligencia (DGI) cubana, Roberto Santiesteban Casanova.
Pero aunque Santiesteban aparecía como diplomático acreditado ante
la ONU (Estados Unidos nunca le concedió la acreditación -ni la
inmunidad- de diplomático), su misión en New York definitivamente NO
era diplomática. Santiesteban tenía órdenes directas de Fidel Castro
para organizar y dirigir el golpe más importante que el régimen
cubano había planeado contra Estados Unidos desde que tomó el poder
en enero de 1959.
El
bien elaborado plan contemplaba explotar cargas de dinamita
en las
principales tiendas por departamento de Manhattan, como
Macy’s, Gimbells, Bloomingdale’s y Sacks Fifth Avenue. También se
planeaba
dinamitar la Estación Central de Trenes (Grand Central
Station), la
Terminal de Transbordadores (Ferrys) del Port Authority en
Staten
Island, varias instalaciones militares en New York y New
Jersey,
varias refinerías de petróleo en New Jersey, y la Estatua de
la
Libertad.
Toda esta operación estaba planeada para el viernes siguiente al Día
de Acción de Gracias (Thanksgiving), último jueves de noviembre, que
fue el 23
de noviembre de 1962 aquel año. El día después de Thanksgiving
es llamado Black Friday (Viernes Negro) en Estados Unidos, y
es cuando
tradicionalmente más gente sale de compras y más turistas
visitan el área de New York. En 1962 la Macy's de la calle 34 en New York era la tienda por
departamentos más grande del mundo (lo siguió siendo hasta el 2009), y era uno de los objetivos del
atentado dinamitero.
Algunos expertos en terrorismo
consideran que si el plan hubiera funcionado en todos los lugares
donde había sido planeado, quizás el número de
muertos hubiera excedido el del ataque a las Torres Gemelas el 11 de
noviembre del 2001.
Han
pasado muchos años, pero los detalles de toda esta enorme
conspiración terrorista por parte del régimen castrista fueron
reportados en varios de los principales periódicos de New York y
otros como el Washington Post y el Baltimore Sun, al igual que el
periódico Revolución en La Habana. Castro pronunció varios discursos
de protesta en La Habana, lo mismo que Dorticós y el Embajador de
Cuba ante la ONU, Carlos Lechuga, en New York. Robert Kennedy,
Fiscal General de EEUU, y J. Edgard Hoover, Director del FBI, lo
anunciaron públicamente en Washington.
Pero a pesar de eso, hoy en día esta peligrosa operación es casi
desconocida. Así ha sido de exitosa la campaña de desinformación
casi continua conducida por los agentes del régimen castrista por
más de medio siglo. Inclusive han salido algunos libros publicados
recientemente (Red Heat, de Alex Von Tunzelmann, 2011, es uno
de ellos) que ponen en duda que esta conspiración existió o que
ridiculizan al gobierno de EEUU por “exagerar” los hechos. Hay
quienes creen que todo fue una conspiración, pero del Pentágono (Operation
Northwoods), para provocar una reacción contra Cuba y posiblemente
una invasión de la isla por EEUU.
Pero SÍ existió. Y sin dudas fue la operación más ambiciosa y
destructiva planeada por Fidel Castro en su odio irracional y feroz
contra Estados Unidos, su razón de ser.
Además, es muy importante recordar el contexto de esta operación
terrorista. Estaba planeada para ocurrir un mes después de la
supuesta resolución de la Crisis de los Cohetes de Octubre, 1962. De
manera que Castro la planeó para vengarse de EEUU por la humillación
sufrida por él y su régimen cuando la Unión Soviética retiró los
cohetes nucleares de Cuba.
Nada le importaron las “garantías” ofrecidas por el Premier
Soviético Nikita Khrushchev de que la supervivencia de la Revolución
Cubana había sido garantizada por el “acuerdo” entre él y el
Presidente John Kennedy en que EEUU se “comprometía” a no invadir a
Cuba. Excepto que nunca hubo tal acuerdo, sino solamente un
intercambio de cartas entre Kennedy y Khrushchev. Sí, Kennedy se
comprometió a no invadir a Cuba ni a permitir otras actividades
anticastristas contra la isla. Pero a cambio del retiro de los
cohetes nucleares de Cuba y de una inspección dentro de la isla para
comprobar que todos los cohetes se habían retirado.
John F Kennedy también se comprometió a retirar cohetes americanos
de sus bases en Turquía, mediante un acuerdo verbal entre Robert
Kennedy y Anatoli Dobrinin. Pero como la inspección en Cuba nunca se realizó porque Castro no lo
permitió, el “entendimiento” de que EEUU no invadiría a Cuba quedó
invalidado. Esto lo sabía Khrushchev muy bien, pero no Castro. La
furia de Castro contra Khrushchev fue casi más fuerte que contra
Kennedy, pues consideraba la retirada de los cohetes de Cuba como
una traición de Khrushchev a él personalmente. Y eso es algo que
Castro nunca olvida ni perdona.
Los planes paralelos de Khrushchev y Fidel Castro
Sin
embargo, aunque el plan no se puso en marcha hasta que finalizó la
Crisis, la organización -es decir, los operativos, las armas
reunidas, los diagramas de los lugares donde se colocarían las
bombas- se había preparado mucho tiempo antes. Nadie sabía,
incluyendo a Castro, que el plan maestro de Khrushchev para colocar
cohetes nucleares en Cuba y luego chantajear al Presidente Kennedy
hasta que el Premier de la Unión Soviética lograra sus objetivos,
fracasaría. Castro no conocía los detalles del plan de Khrushchev,
pero por primera vez en su vida, confió en el líder soviético.
Khrushchev, por otro lado, obviamente no estaba al tanto de la
operación que Castro planeaba para dinamitar New York. Todo esto
quiere decir que la operación para dinamitar New York por agentes
castristas del DGI necesita ser investigada mucho más profundamente
de lo que se ha hecho en 52 años. Pero esto es casi imposible sin
conocer los archivos del régimen cubano. De manera que hay que
especular sobre la existencia paralela de dos planes cuyos objetivos
eran diametralmente opuestos, y es necesario describir brevemente el
plan de Khrushchev de colocar cohetes nucleares en Cuba y su
propósito.
Aunque los motivos son muy difíciles de probar, se conoce bien, por
las investigaciones en los archivos controlados por el Presidente de
la Federación Rusa, Boris Yeltsin, conducidas en el 2003 por los
autores Aleksandr Fursenko y Timothy Naftali (los únicos que
examinaron estos archivos secretos que poco después se cerraron de
nuevo), lo que Khrushchev tenía planeado en la primavera de 1962.
Primero, por supuesto, el peligroso y complicado traslado encubierto
desde varios puertos de la Unión Soviética a Cuba -una enorme
distancia- no solo los cohetes nucleares, sino de hasta 50,840
tropas en el plan original (al comenzar la crisis ya había en Cuba
41,902 militares soviéticos) y material bélico, incluyendo
bombarderos, MiGs, cohetes tierra-aire (SAMs), submarinos y cohetes
cruceros tácticos con cabezas nucleares (los cuales nunca se
detectaron). [1]
Segundo, una vez los cohetes de medio y largo alcance estuvieran
emplazados y operacionales en Cuba, Khrushchev se proponía anunciar
al mundo la presencia de los cohetes nucleares en Cuba -a 90 millas
de las costas americanas- en un discurso ante la ONU en New York,
poco después de las elecciones congresionales en Estados Unidos a
principio de noviembre, 1962.
Tercero, Khrushchev simultáneamente anunciaría en ese discurso ante
la ONU la firma de un tratado de defensa mutua entre Cuba y la Unión
Soviética.
Por
último -y este sería el resultado final- Khrushchev le exigiría al
Presidente Kennedy que EEUU y sus aliados se retiraran de Berlín.
Los cohetes nucleares en Cuba garantizarían que el Presidente
Kennedy claudicara -bajo amenaza directa de un ataque nuclear a casi
todo el territorio americano, el cual era imposible de evitar por la
cercanía de los cohetes en Cuba. Obviamente, con esa operación
maestra Khrushchev se proponía ganar la Guerra Fría, ya que todo su
plan estaba basado en que el Presidente Kennedy se rendiría.
Este era el plan maestro de Khrushchev, no importa lo que escribió
después, de que su propósito verdadero era evitar una invasión de
EEUU a Cuba y garantizar la revolución cubana. Aunque casi todos los
autores y expertos de la Crisis de los Cohetes han aceptado las
“racionalizaciones” de Khrushchev y casi ninguno acepta mi tesis
-excepto los únicos que tuvieron acceso a los archivos secretos,
Fursenko y Naftali- Khushchev lo apostó todo a una jugada
monumentalmente peligrosa, porque estaba absolutamente convencido
que el Presidente Kennedy era un hombre débil, indeciso y sin el
coraje necesario para resistir sus amenazas.
Por
supuesto, Khrushchev se equivocó, pero lo que importa es que él de
ninguna manera planeaba ir a la guerra, puesto que a pesar de quizás
poder contar con casi 100 cohetes nucleares emplazados en Cuba,
sabía que EEUU podía destruir totalmente tanto a Cuba como a la URRS,
y ni él ni nadie lo podrían evitar. No, su propósito, su gran
apuesta, era ganar la Guerra Fría sin combatir. Ganarla en el
sentido de lograr someter al Presidente Kennedy a sus amenazas y su
chantaje nuclear, y muy especialmente, ganarla en el logro supremo
de que EEUU y sus aliados abandonaran a Berlín Occidental.
En
eso basó Khrushchev siempre su política, desde que llegó al poder.
Con este golpe maestro, de tener éxito, lo lograría. Pero no pudo
ser. Es más, irónicamente, el desenlace de la Crisis de los Cohetes
en lo que resultó fue en la permanencia continua de EEUU y sus
aliados en Berlín Occidental hasta que las dos Alemanias se
reunificaron en 1990.
El plan de Fidel Castro
Ahora
consideremos el plan de Fidel Castro para destruir New York. Lo
planeaba a pesar de no conocer el plan de Khrushchev, ya que lo
tenía preparado desde antes del desenlace de la Crisis de los
Cohetes. Si Khrushchev ganaba su apuesta, pero Castro destruía New
York, entonces una guerra nuclear sería inevitable. Y como
Khrushchev no conocía su plan, nada podía hacer para evitarlo.
Como se probó durante la Crisis, cuando Castro le envió a Khrushchev
la carta conocida como “doom letter” el 28 de octubre, en la
que pedía al líder soviético que lanzara los cohetes contra EEUU si
se producía una invasión a Cuba, aunque esto trajera la destrucción
de Cuba y del resto del mundo, debería ser obvio que para Castro su
razón de ser, la destrucción de su gran enemigo EEUU, era lo más
importante. Esa es la única explicación racional de su plan para
dinamitar New York. Aunque el plan de Khrushchev hubiera tenido
éxito, Castro quería más, quería la destrucción de su enemigo. Al
fracasar el plan y ser retirados los cohetes, entonces a Castro solo
le quedaba la venganza. Al fracasar también su plan contra New York,
entonces toda su estrategia tenía que cambiar, y así fue.
Fidel Castro nunca más confió en nadie. Se piensa que Castro es un
hombre calculador y todo lo planea cuidadosamente. Nada de eso era
verdad antes de la Crisis de los Cohetes. El ataque contra el
cuartel Moncada, en Santiago de Cuba en 1953, fue desastrosamente
mal planeado y mucho peor ejecutado. No tenía posibilidad alguna de
triunfar. El desembarco del Granma en la costa sur de Oriente, en
noviembre de 1956, fue todavía peor. Lo único bien planeado era la
sublevación que Frank País tenía organizada en Santiago de Cuba para
coincidir con el desembarco del Granma. Pero también fracasó porque
el Granma demoró en llegar, y como no hubo comunicación entre Frank
País y el Granma, la sublevación se adelantó y fue fácilmente
suprimida. En el Granma no había ni siquiera un piloto que supiera
navegar. Los 82 hombres reclutados por Castro para su “invasión”
estaban mal entrenados y armados, y en el barco no había ni comida
ni medicinas suficientes para la travesía. Por eso, en buena parte,
desembarcaron en el lugar equivocado y se salvaron por pura suerte y
gracias a la incapacidad de los militares del dictador Fulgencio
Batista.
Casi todo lo que hizo Castro después del increíble triunfo de su
revolución, que lo sorprendió a él más que a nadie, lo planeó mal y
pocas veces tuvo éxito. Lejos de ser un hombre calmado, al enfrentar
una crisis inesperada, reaccionaba irracionalmente y muchas veces
con una violencia incontrolable, como cuando recibió la noticia de
la deserción del entonces jefe de la fuerza aérea Pedro Luis Diaz-Lanz
en octubre de 1959, o cuando el Embajador español Juan Pablo
Lojendio lo increpó públicamente en una conferencia de prensa
transmitida en vivo por la televisión cubana.
Hay
una enorme cantidad de evidencia anecdótica sobre su impetuosidad y
su carácter volátil, al igual que sobre su credulidad. Muchos de sus
proyectos más inverosímiles se produjeron cuando alguien le propuso
algo interesante (para él) y dio la orden de proceder. Al fracasar,
a veces los “inventores” pagaron con su vida, su libertad o su
destitución, pero Castro simplemente olvidó el error y prosiguió al
próximo plan descabellado.
Pero después de la Crisis de los Cohetes, todo cambió. Desde
entonces, decidió que no podía -ni quería- depender de Khrushchev,
de la URSS o de nadie. Entonces comenzó a montar su temible y
eficientísimo aparato de seguridad y de espionaje. Entonces comenzó
a “exportar” su revolución, a subvertir numerosos gobiernos
externos, hasta a invadir con grandes ejércitos a naciones en África
como Angola y Etiopía, muchas veces contra los deseos y hasta las
órdenes de Moscú. Y también se introdujo de lleno en el negocio del
narcotráfico, lo cual le proporcionó los medios independientes para
desafiar a la URSS cuando sus planes estaban en conflicto con los de
su “mentor” soviético.
Se
dedicó a explotar y a chantajear a la URSS y logró subsidios
gigantescos para Cuba, que no terminaron hasta que la URSS
desapareció, en parte por culpa de esos mismos insostenibles
subsidios. Pero aunque desde enero de 1959 comenzó actividades
terroristas contra varios países centro y suramericanos, contra
Estados Unidos nunca intentó similares ataques. Hasta finales de
1962.
El plan para aterrorizar New York
De
manera que ahora es necesario describir en que consistía la
operación terrorista para dinamitar New York. ¿Y como se sabe que
todo sucedió como se ha descrito? La existencia de la operación, por
los detalles que se dieron a conocer en noviembre de 1962, es
innegable. Ver a continuación la primera página de The New York
Times en Noviembre 18 de 1962.
Roberto
Santiesteban era el jefe, pero ya en New York había varios agentes
colocados años atrás para cualquier eventualidad. Primero estaba
José García Orellano, quien residía en Queens desde antes de 1959 y
el triunfo de la revolución. García era propietario de una joyería,
Model Craft, situada en el 242 West 27th Street, Manhattan, y
había sido miembro del Movimiento 26 de Julio y el Fair Play for
Cuba Committee por mucho tiempo. Uno de sus empleados en la joyería,
Marino Sueiro, era su secuaz de mayor importancia. También estaban
complicados José Gómez Abad y su esposa Elisa Monteiro, pero ambos
tenían inmunidad diplomática como agregados de la Delegación de Cuba
ante la ONU.
García y Sueiro estaban vigilados, pero Santiesteban había
desaparecido. Cuando fue encontrado, se dió la orden de arrestarlos
a todos. García, Sueiro, y el matrimonio Gomez-Monteiro fueron
apresados fácilmente, pero Santiesteban no, quien se dio a la fuga
en carro. Fue acorralado a unas cuadras de distancia por la Avenida
Riverside, pero abandonó el carro y siguió corriendo, perseguido por
seis agentes del FBI. Finalmente lo capturaron, pero tuvo tiempo se
sacar una pistola Mauser que cargaba escondida. En la escaramuza,
fue desarmado y recibió algunos golpes, por los que luego su abogado
acusó a los agentes de excesiva violencia.
Cuando García, Sueiro y Santiesteban fueron arrestados por agentes
del FBI el 17 de noviembre, se encontraron en la joyería Model
Craft grandes cantidades de explosivos, incluyendo 500
kilogramos (1,085 libras) de TNT, detonadores, granadas, bombas
incendiarias, y diagramas y planos de todas las instalaciones y
tiendas donde se colocarían las bombas. Al menos otras 25 personas
estuvieron complicadas, cubanos y americanos. Pero solo Santiesteban,
García y Sueiro fueron arrestados.
Cinco meses después, fueron puestos en libertad y trasladados a Cuba
secretamente, intercambiados por algunos agentes de la CIA presos en
Cuba desde la Invasión de Bahía de Cochinos, incluyendo a Miguel
Ángel Orozco, acusado por Cuba de intentar volar las Minas de
Matahambre en Pinar del Río. Al parecer, el abogado James Donovan,
quien más tarde negoció el intercambio de los miembros de la Brigada
2506 presos en Cuba desde la fracasada invasión de Bahía de
Cochinos, intervino en este intercambio también.
Abogados contratados por el régimen cubano presentaron un recurso
ante la Corte del Distrito Sur de New York para la liberación de
Santiesteban, pero la Corte negó la moción legal de Cuba en enero de
1963. Sin embargo, el caso fue importante porque había principios
del derecho internacional y diplomático en juego. Años después,
hasta un libro se publicó en el 2011 sobre el caso Santiesteban v.
Fitzgerald, como se conoce legalmente.
Algo también notable sobre este caso es lo jóvenes que eran casi
todos los agentes de la DGI cubana. Por ejemplo, Gómez Abad tenía 21
años; su esposa Elsa solo 20, y Sueiro 23. García seguramente era
mayor, ya que vivía en New York desde antes del triunfo de la
revolución en 1959, pero aún Santiesteban tenía solo 27 años y Tony
de la Guardia 23. Claro, la revolución cubana estaba en sus inicios
y el mismo Fidel Castro solo tenía 36 años. Eran jóvenes, sí, pero
ya desde entonces bien dispuestos a cometer actos terroristas
atroces en nombre de la revolución y su líder Castro.
Los
reportajes se encuentran en los periódicos citados a fines de
noviembre de 1962, especialmente en The New York Times, edición de
noviembre 18 de 1962, en la que apareció en primera plana con todos
los detalles mencionados y muchos más. También se encuentran en dos
importantes libros, Vendetta! de William B. Breuer (1977) y
Brothers in Arms, de Gus Russo y Stephen Molton (2008), y
también en el libro de Humberto Fontova, Fidel, Hollywood’s
Favorite Tyrant (2005). Los documentos pertinentes del FBI han
sido desclasificados hace años y Breuer, el autor de Vendetta!
entrevistó a varios de los agentes del FBI involucrados en el caso,
tales como Ray Wannall y John F. Malone, agente a cargo de la
Oficina de New York.
Pero existe alguna evidencia anecdótica adicional de la presencia de
otro personaje mucho más siniestro en New York en ese tiempo: Tony
de la Guardia. Según Andrés Oppenheimer en su libro La Hora Final
de Castro (1992), tanto el General cubano desertor, Rafael del
Pino, como el novelista Norberto Fuentes, entonces todavía cercano a
Castro, aseguraron que De la Guardia estaba presente en New York en
noviembre de 1962. El mismo De la Guardia al parecer alardeó varias
veces sobre su participación en el complot, incluyendo el Puente de
Brooklyn y el edificio de la ONU entre sus objetivos.
También habló sobre esto Ernesto “Che” Guevara en ocasiones. El
esposo de la hija de Tony de la Guardia, el argentino Jorge Masetti,
cuando los dos abandonaron Cuba después de la ejecución de Tony,
publicó un libro, El Furor y el Delirio (1993) donde, aunque
no menciona la presencia de su suegro en New York, si dice que el
General Patricio de la Guardia, bajo quien sirvió por tres años en
Angola, cuando lo recibió en Cuba en 1989 -a solo días de la
detención de los dos hermanos De la Guardia- le dijo: “Guerrillero
(como cariñosamente le decía), prepárate, que tu próxima
misión será derribar el dirigible de Radio/TV Martí en los cayos de
la Florida”. (Es muy dudoso que en el 1989 Cuba se atreviera a
semejante cosa).
Pero en algunas entrevistas en Miami cuando se publicó su libro,
Masetti dijo que su esposa Ileana, antes de salir de Cuba, conversó
con su tío Patricio en la cárcel. Patricio le habría contado que su
vida se había respetado porque él tenía documentos secretos
comprometedores a Castro guardados en Panamá. ¿Será la participación
de Tony de la Guardia en la operación de New York uno de esos
secretos?
Pero Castro, como es su costumbre, nunca ha confirmado ninguna
participación de agentes secretos cubanos para cometer algún acto
terrorista, mucho menos dinamitar la ciudad de New York. Al
contrario, Castro siempre ha negado que Cuba haya participado alguna
vez en actos terroristas.
De
manera que es imposible determinar si Tony de la Guardia jugó algún
papel en esta conspiración. Aunque como se ha señalado, Tony de la
Guardia, más tarde el oficial de inteligencia favorito de Castro,
solo tenía 23 años en 1962, mientras que Santiesteban tenía 27 años
y mucha más experiencia. Su presencia y participación como jefe del
complot están bien comprobadas. Así que como todavía permanece
oculto tanto sobre el terrorismo de estado cubano, hay que esperar a
que algún día se abran los archivos del régimen para conocer toda la
verdad.
¿Por qué esta conspiración terrorista del régimen castrista no tuvo
consecuencias? Se debe recordar que la Crisis de los Cohetes se
había “resuelto” días antes. Aunque en realidad todas las
negociaciones no terminaron hasta diciembre de 1962 (y la Crisis en
sí no se finalizó formalmente hasta 1970, cuando SÍ se firmó un
acuerdo -todavía secreto- [2] entre el Embajador
soviético Anatoly Dobrynin y el Asesor de Seguridad Nacional Henry
Kissinger durante la primera administración de Richard Nixon), en
noviembre de 1962 el Presidente Kennedy lo menos que quería era que
esta operación castrista complicara sus negociaciones con Khrushchev.
Para Kennedy, la “paz” se había mantenido, el peligro de una guerra
nuclear se había resuelto pacíficamente, y sus planes futuros para
mejorar las relaciones con la Unión Soviética ya estaban en camino.
NADIE quería que Castro y sus peligrosos agentes de la DGI
estropearan la celebración. Luego entonces, todo esto se barrió bajo
la alfombra.
Estados Unidos y Cuba después de 1962
¿Era Cuba bajo Castro una amenaza para la seguridad nacional de EEUU
en 1962? Claramente sí. Castro, en complicidad con Khrushchev,
había consentido que la URSS colocara cohetes nucleares en Cuba
durante el verano de 1962 y planeaba la posible muerte de miles de
americanos con su plan terrorista de dinamitar New York a finales de
ese mismo año.
¿Cuando dejó de ser una amenaza para EEUU? Definitivamente no en
1963, cuando sus agentes colaboraron con la KGB soviética para
asesinar al presidente americano. Entre 1963 y 1981, el régimen
castrista nunca dejó de ser una amenaza directa a la seguridad
nacional americana con sus infiltraciones y subversión en distintas
naciones aliadas a EEUU y con sus actividades en el narcotráfico
internacional, directamente diseñadas para socavar a la juventud
americana [3]. Además, se planearon y ocasionalmente se
llevaron a cabo operaciones terroristas en Puerto Rico.
El
acuerdo de 1970 se ha respetado siempre (en realidad se ha respetado
desde 1962), aún después de la desaparición de la Unión Soviética y
a pesar que no tiene, ni nunca tuvo, ningún valor legal porque no
fue aprobado por el Congreso. Hay al menos una mención específica de
cómo se respetaba la promesa de no invadir a Cuba. Durante
una reunión del Consejo Nacional de Seguridad del Presidente Reagan
el 10 de noviembre de 1981, donde se discutía la estrategia hacia
Cuba y Centroamérica, el entonces Secretario de Estado Alexander
Haig dice: “El umbral soviético en Cuba es claro: está en los
acuerdos de 1962 -la promesa de no invadir es la línea. Una
invasión es el detonante para una respuesta soviética seria. Hasta
ese punto, hay un área de juego libre”.
La
razón por la que Haig se refiere a “los acuerdos de 1962” en lugar
del acuerdo escrito de 1970, es debido a la existencia reconocida de
un acuerdo para no invadir, el cual en realidad existía desde
octubre de 1962 aunque no tuviera validez (porque la URRS no cumplió
las condiciones exigidas por Kennedy, especialmente la inspección
física en Cuba), hasta que se hizo por escrito en 1970. [4]
En
1981, Castro fue advertido claramente por el General Vernon Walters,
enviado secretamente por el nuevo Presidente Ronald Reagan por
varios días a conversar en Varadero, que aunque no se planeaba
derrocar su régimen, tampoco se permitirían más actividades
terroristas por parte de Cuba. Se mantuvo una especie de tregua
entre las dos naciones por varios años, aunque Cuba continuó
ayudando las actividades subversivas en Centroamérica a través del
régimen Sandinista en Nicaragua.
Pero a mediados de los 1980s, la espía más importante de Castro
desde que llegó al poder, Ana Belén Montes, comenzó a trabajar en la
Agencia de Inteligencia del Departamento de Defensa (DIA). Sus
informes y reportes secretos lograron cambiar radicalmente la visión
y la política de EEUU hacia Cuba, en el sentido que el régimen
castrista dejó de ser considerado, en buena parte gracias a la
desinformación sembrada por Montes, una amenaza a la seguridad
nacional americana.
Pero esa desinformación demoró varios años en surtir efecto.
Mientras tanto, EEUU, bajo Reagan, invadió Grenada (que no era de
manera alguna una amenaza) y atacó a Libia, casi matando a Khadafi.
Su sucesor, el Presidente George Bush padre, invadió Panamá,
derrocando al aliado de Castro, el General Noriega, y más tarde a
Irak, fácilmente derrotando a otro aliado de Castro, Saddam Hussein,
aunque este permaneció en el poder. Castro se mantuvo relativamente
tranquilo, al parecer recordando la advertencia del General
Walters.
La
administración de Bill Clinton llegó al poder cuando la URRS había
desaparecido y Cuba se encontraba comenzando en el “Período
Especial”. Ni pensar en actividades subversivas sin los subsidios
soviéticos. Además, Clinton, el nuevo Presidente, planeaba, nada
menos, que el restablecimiento completo de relaciones diplomáticas y
comerciales entre Cuba y EEUU.
Las
negociaciones, con la mediación del ex-presidente mexicano Carlos
Salinas de Gortari, y ocasionalmente del escritor Gabriel García
Márquez, estaban muy avanzadas. En eso Fidel Castro decidió
terminar con la gran farsa y sus MiGs, bajo las órdenes directas de
Raúl Castro, derribaron dos avionetas indefensas de Hermanos al
Rescate sobre aguas internacionales.
Castro no tenía las más mínimas intenciones de lograr un
acercamiento, y su interés en el levantamiento del embargo económico
contra Cuba está estrictamente limitado a tener acceso a créditos
internacionales y poder comerciar directamente con EEUU. Pero nunca
restablecer relaciones normales con EEUU.
Su
razón de ser, como se ha demostrado, es su odio irracional y feroz
contra EEUU y su política de estado, desde que llegó al poder, ha
sido el conflicto político continuo entre su régimen y EEUU.
[5] ¿Fue el derribo de las avionetas una amenaza a la
seguridad nacional? Claro que no, pero demostró claramente la
peligrosidad del régimen castrista, aún sin la protección de la URRS.
¿Es
ahora Cuba una amenaza a la seguridad nacional de EEUU? No en el
sentido que antes lo fue por tantos años, especialmente hasta la
desintegración de la URRS y el final de los subsidios.
Pero
podría serlo en cualquier momento si el régimen cubano decidiera
tomar ciertas medidas, como por ejemplo, un ataque
químico-bacteriológico o un ataque terrorista a la planta nuclear de
Turkey Point en el sur de la Florida. Cuba presumiblemente tendría
la capacidad de hacerlo, aunque es muy dudoso que lo intentara en
estos tiempos.
Pero según el recién publicado libro del General desertor Rafael del
Pino, Inside Castro’s Bunker, eso fue exactamente lo que los
hermanos Castro planeaban hacer en noviembre de 1983, poco después
de la invasión americana a Grenada que resultó en la expulsión de
los cubanos y la muerte de decenas de ellos. Raúl Castro quería
bombardear la Base Aérea de Homestead, en el sur de la Florida, pero
Fidel Castro, prefería un ataque con Migs-23 a la planta nuclear de
Turkey Point. Afortunadamente, el ya no tan impetuoso “máximo líder”
se aconsejó y abandonó esa última locura.
Pero desde que el Presidente Hugo Chávez se convirtió en aliado de
Castro y de nuevo le proporcionó los medios económicos desde fines
de los años noventa, Cuba, ahora mediante sobornos y elecciones
influenciadas por los petrodólares venezolanos, ha causado enormes
daños a EEUU, al menos en este hemisferio.
Cuba probablemente ya no representa una amenaza directa a la
seguridad de EEUU, pero porque utiliza otros medios ahora más
efectivos y porque Fidel Castro lleva años enfermo y ya no controla
totalmente la política externa del régimen. Además, su hermano Raúl
no comparte, ni nunca lo hizo, la mentalidad “internacionalista” y
“visionaria” casi suicida de su hermano. Además, en todo caso, la
desinformación plantada por Ana Belén Montes perdura y todos los
presidentes americanos desde Reagan NO han considerado a Cuba como
una amenaza a la seguridad nacional.
De
manera que desgraciadamente NADA se resolvió en verdad a fines de
1962. Como normalmente nada se resuelve tratando de ignorar la
realidad. Como tampoco normalmente se resuelve nada negociando con
regímenes renegados como el de Cuba en 1962 o como el mismo de la
Unión Soviética bajo Khrushchev también en 1962.
Pero el Presidente Kennedy nunca aprendió esa valiosa lección, como
tampoco la aprendió ninguno de sus sucesores durante muchos años.
Reagan finalmente lo hizo en 1986, pero para entonces EEUU tenía
otra vez una ventaja nuclear abrumadora sobre la Unión Soviética, y
un nuevo líder soviético, Mikhail Gorbachev, sabía que la URRS nunca
podría ya competir con EEUU, sobre todo con el desarrollo de la
Iniciativa de Defensa Estratégica (la “guerra de las galaxias”)
propuesta por Reagan. Fue la única ocasión en la que negociaciones
entre las dos superpotencias produjeron resultados y en verdad se
redujeron las armas nucleares mutuamente.
Porque no se pueden -ni se deben- hacer pactos con el Diablo. Ni
tampoco con regímenes renegados.
El
Presidente Kennedy evitó lidiar con el monstruoso acto terrorista
planeado por Castro en noviembre de 1962 contra New York en su
euforia por su “victoria” en la Crisis de los Cohetes y en su afán
de lograr un acercamiento con la URRS, aunque los planes para
asesinar a Fidel Castro, dirigidos ahora por el mismo hermano del
Presidente, el Fiscal General Robert Kennedy (Operation Mongoose),
continuaban con mayor vigor que nunca.
En
Cuba, Castro los conocía. Un agente de la KGB Soviética, Lee Harvey
Oswald, había regresado a EEUU después de su “deserción” en Rusia.
Los planes para una conspiración mucho más monstruosa estaban a
punto de comenzar en ese infortunado año que fue 1963.
La
DGI y la KGB ya planeaban la Operación Dragón, [6] para
encubrir lo que se aproximaba. Los agentes cubanos de la DGI ya se
preparaban para lo que sería la operación en Dallas el próximo
noviembre de 1963.
Al
Presidente Kennedy le quedaba menos de un año de vida. Fidel Castro
pronto lograría su venganza, pronto completaría, esta vez con éxito,
su golpe MÁS grande de todos: el asesinato de John F. Kennedy.
-----------
[1]
General Anatoli I Gribkov & General William Y Smith: Operation
Anadyr: US and Soviet generals recount the Cuban Missile Crisis,
1994.
[2] Este acuerdo
firmado en 1970 prohibió, además de cohetes estratégicos con cabezas
nucleares en Cuba, la presencia de submarinos atómicos. EEUU se
comprometió formalmente a no invadir a Cuba y a no permitir
incursiones externas contra la isla.
[3] Plan Monimbó, Julio
1980, reunión en Nicaragua a donde asistieron el jefe del
Departamento América de Cuba, General Manuel “Barbarroja” Piñeiro,
varios líderes centroamericanos y del Caribe, un palestino, un
cubanoamericano de Miami, y… Fidel Castro, donde se planeó el uso
del narcotráfico para desestabilizar la sociedad americana y
especialmente, para “corromper” a la juventud de EEUU.
[4]
The Reagan Files: Inside the Nacional Security Council, Jason
Saltoun-Ebin ed. (2014)
[5] Carta de Fidel
Castro a Celia Sánchez, Sierra Maestra, Oriente, junio 5, 1958: “Celia:
Al ver los cohetes que tiraron en casa de Mario, me he jurado que
los americanos van a pagar bien caro lo que están haciendo. Cuando
esta guerra se acabe, empezará para mí una guerra mucho más larga y
grande: la que voy a echar contra ellos [EEUU]. Me doy
cuenta que ese va a ser mi destino verdadero”.
[6] La Operación
Dragón, descrita minuciosamente por el General rumano Ion Pacepa en
su libro Disinformation (2013), se encuentra en mi ensayo
sobre el asesinato del Presidente John Kennedy publicado en
Cubanálisis en noviembre del 2013. Fue, como se menciona al final
de ese artículo, una operación organizada por la KGB y la DGI para
encubrir las actividades de ambas agencias comunistas en la
conspiración para asesinar al presidente americano y para diseminar
desinformación y culpar a la CIA por el asesinato del Presidente
Kennedy.
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