Winston Churchill |
Es conocida la predilección del desaparecido
primer ministro británico Winston Churchill (1874-1965) por el tabaco cubano,
pero casi desconocidas son sus andanzas juveniles por la Isla.
Detalles poco difundidos de la estancia en
Cuba del célebre estadista revela la investigación Arroyo Blanco: la ruta
cubana de Churchill, de Lourdes María Méndez Vargas, publicada por Ediciones
Luminarias, de la provincia de Sancti Spíritus.
La historiadora Josefina Suárez Serrano, en
la introducción del libro, expresa que el joven Churchill, testigo excepcional
de los inicios de la Invasión a Occidente, citó a Arroyo Blanco como el punto
de partida de los acontecimientos más significativos de los vividos en su
recorrido a través de Cuba.
Méndez Vargas, procedente de una familia de
tradiciones mambisas asentada en dicho poblado, regresó a su lugar de origen,
luego de cumplir el servicio diplomático en Uruguay y Paraguay, para asumir la
dirección de una finca familiar.
Enamorada de la historia, actualmente
prosigue indagando en el acontecer de la guerra contra la metrópoli española en
esa localidad espirituana, luego de narrar los avatares de Churchill en su
estancia en el país antillano, en 1895, para ver de cerca el desarrollo de la
guerra libertaria.
Esta comenta las contradicciones sobre la
fecha de la peculiar visita del joven, recién graduado de un colegio militar, y
más tarde una destacada personalidad a nivel mundial. Cartas y documentos sugieren
el 20 de noviembre de 1895 como la fecha más probable de su llegada a La
Habana.
Acerca de esta aventura en Cuba, como
Churchill cataloga su primer viaje a la nación caribeña, escribió: "Es
solo cuando uno viaja a través de la
isla que uno comprende su riqueza, su tamaño o su belleza”.
El futuro primer ministro de Gran Bretaña,
por entonces engalanado en su uniforme de húsar, describe su bautismo de fuego
en el territorio antillano: “El 30 de noviembre era el día de mi cumpleaños,
siendo la primera vez que oí tiros disparados con furia y balas que daban en la
carne o silbaban en el aire”.
Leonard Spencer Churchill, bisoño oficial de
caballería, y Reginald Barnes, su
compañero de viaje, retornan a La Habana y el 14 de ese mes regresan a Gran
Bretaña.
“El mundo se me abrió como la Cueva de Alí
Babá. Desde 1895 hasta el momento no he tenido descanso”, dijo el estadista de
aquella inolvidable experiencia en su libro Mi primera juventud.
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