por Manuel Hinds
Ex Ministro de Finanzas de El Salvador y co-autor de Money,
Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009).
Ex Ministro de Finanzas de El Salvador y co-autor de Money,
Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009).
(elcato.org)
La fuente primordial de riqueza es el conocimiento, que, cuando
aplicado a la producción, potencia a los trabajadores para que produzcan
un alto valor agregado por sus salarios —es decir, para que tengan una
alta productividad. Esto, a su vez, permite que las empresas paguen salarios altos y aún así sean rentables y acumulen capital. La revista británica The Economist publicó
hace poco un artículo sobre el estancamiento de la productividad en
Brasil con una gráfica similar a la adjunta. El problema, sin embargo,
no sólo es de Brasil. Es de América Latina entera.
Como se ve en la gráfica, América Latina tiene dos
problemas con la productividad. Uno, es que es baja con relación a la de
los países desarrollados. El otro es que, con la modesta excepción de Chile,
no ha estado aumentando en los últimos treinta años. Digo modesta
porque, aunque claramente distinguible, no se compara con el crecimiento
de la productividad de Corea (mostrado en la gráfica), Singapur y Hong Kong (no
mostrados) que fueron los únicos países que salieron del subdesarrollo
en los últimos cien años. En realidad Chile ha logrado empatar con México en
el primer lugar de la región latinoamericana, pero eso representa
apenas el 56 por ciento de la productividad de Corea y el 32 por ciento
de la de EE.UU.
Mucha gente se sorprenderá por tres cosas más mostradas en la gráfica. Una es que la productividad de Rusia es
casi igual a la de Chile y México (apenas un poco arriba de la de Costa
Rica, que no se muestra). El comunismo dejó a Rusia bien armada pero
bastante subdesarrollada.
Otra es que Brasil tiene apenas la mitad de la
productividad de México, y apenas ha crecido en los últimos treinta
años. Lo que es inexplicable es que, como resultado de un boom en
productos primarios, tanta gente haya creído hace unos años que estaba a
punto de convertirse en el motor de la economía mundial.
La tercera sorpresa es que la productividad de China es
tan baja como la de Brasil. Sin embargo, está creciendo rápidamente y
promete dejar atrás a América Latina en algunos años si ésta no
despierta de su largo letargo —que The Economist, refiriéndose a Brasil, llamó "la siestecita de cincuenta años".
En realidad la siestecita no es de cincuenta años.
Por dos siglos hemos sido la región que está a punto de desarrollarse.
Pero no lo hemos hecho porque todavía no entendemos que la base del
desarrollo es la productividad, y que ésta está basada en el
conocimiento. En vez de entender esto, seguimos creyendo que la riqueza
no requiere trabajo ni estudio sino sólo un milagro que haga que todos
seamos ricos sin tener que trabajar.
Es la misma razón por la cual Latinoamérica no ha podido salir de la primitiva etapa de los caudillos que
ha dominado su política desde la independencia. La idea es que un
caudillo vendrá que hará que nos desarrollemos sin tener que trabajar.
Hemos probado a cientos de ellos que nos han estafado al entregar
dictaduras en vez de las riquezas que han prometido, desde Juan Manuel de Rosas y el Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia hace doscientos años en Argentina y Paraguay, a Anastasio Somoza, Juan Domingo Perón, Fidel Castro, Hugo Chávez, los Kirchner, Evo Morales, Daniel Ortega y
similares en nuestros días, y todavía creemos que el siguiente
aspirante a caudillo de verdad nos dará esa riqueza sin tener que
educarnos y producir un alto valor agregado.
Nuestro karma es que vamos a tener que pasar de malos
a peores caudillos hasta que aprendamos cuales son las verdaderas
causas del desarrollo y dejemos a los caudillos en el ridículo en donde
debieron estar siempre.
Though Raúl has a hard noggin, he will eventually
come to the same conclusion. As his brother Fidel used to say — and
their teacher, Father Llorente, once revealed — “This boy is not very
bright.”
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